Director,
revisando mis daños, veo que no me has contado mi gambesón de armadura, de 3 puntos de protección:Los 6 puntos en el vientre quedan a 3.
Los 5 puntos en el pierna, quedan a 3.
Cierto, fallo mío
TURNO 4
Celao
Felicia 3 daños vientre 3 daños pierna
María 2 ataques 32 daños
Martín
Coloqué bien la mano y volví a soltar la flecha. Aquella bestia estaba a punto de morir. Jamás había disparado a nada que no muriese en el acto, pero aquella mujer que antes era se resistía... Disparé otra vez y recargué otra flecha.
Motivo: Disparo
Tirada: 1d100
Dificultad: 100-
Resultado: 34 (Exito)
Motivo: Daño y bonus
Tirada: 2d6
Resultado: 5, 1 (Suma: 6)
Mi disparo con bonus del 20+ bonus del 25 por distancia corta de arcos -10 por apuntar al pecho o abdomen, hacen un total de 100.
Motivo: Ataque con +10 por el arma y +20 por el bonus
Tirada: 1d100
Dificultad: 100-
Resultado: 2 (Exito)
Motivo: Segundo Ataque con +10 por el arma y +20 por el bonus
Tirada: 1d100
Dificultad: 100-
Resultado: 100 (Exito)
Motivo: Localización Primer Ataque
Tirada: 1d10
Resultado: 8
Hago dos Ataques al bicho peludo.
Yo no era un guerrero, ni siquiera era un cazador ni un pendenciero, así que frente a demonios como aquellos lo único que quedábame por hacer era rezar como nunca antes había rezado y dar palos de ciego a diestra y siniestra, quizás alguno llegara alcanzar en la dura testa de esas mujeres.
En algún momento debí cerrar los ojos mientras golpeaba, pues estaba claro que mi larga vara no llegaba a dar con ninguna de ellas y más bien parecía que le había cogido ojeriza al aire pues era lo único que llegaba a alcanzar. ¡Ay! Si me viera la vieja Simona seguramente pondríame a varear la lana que rellenaba el colchón del señor.
Motivo: Ataque bordón 1
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 93 (Fracaso)
Motivo: Ataque bordón 2
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 90 (Fracaso)
Hago dos ataques al tuntún con el bordón y creo que ya no sigo con el malus, aunque visto lo visto tampoco es que tenga mucha importancia.
Me encantan mis tiradas :/
Una nueva flecha voló del arco de Celao hasta el corazón de la bestia que se retorció sobre si misma y cayó al suelo. Felicia la remató por si aún quedaba algo de vida en la bestia y Martín se lio con el palo a golpearla hasta que no movía ni un músculo la criatura y echó el último hálito de vida.
Las sirvientas, viendo el percal y que las cosas se habían torcido para ellas y su señora salieron corriendo en dirección contraria a vosotros. El resto de personas del castillo estaban muertas, erais dueños y señores del castillo y de lo que allí había. Sólo con las joyas de los nobles que yacían en el patio teníais para toda una vida. Rebuscando por el castillo disteis con la sala del tesoro. Un par de arcones cargados de oro y joyas. En las habitaciones principales habían candelabros de plata y las joyas de la señora.
Ahora dependía de vosotros que hacíais, si quedaros en el castillo o salir de él. En las cuadras había caballos y mulas, animales varios en los corrales. Trigo y alimentos en las cocinas y la despensa.
Viendo aquel tesoro, que se antojaba ideal todo lo que podíamos hacer con él. No obstante, sabía que cargar con monedas y joyas por los bosques de vuelta a casa podía ser un proceso imposible. Guardé la flecha que tenía tensada y el arco lo colgué en la espada.
¿Estás bien, Felicia? -le pregunté-. Había sufrido daños, aunque por fortuna podía caminar. Tomaremos lo que es nuestro, el pago de los servicios del buen Barón. Y algo más por las molestias. El resto lo quedaremos aquí. Y creo... que deberíamos enterrar a Montesquieu... -propuse al resto-.
Entonces me acerqué al botín y cogí cuanto necesité para rellenar mi bolsa de monedas. Con eso tendríamos para una buena temporada.
No podía creerme que todo hubiera terminado. Parecía que el Altísimo nos había echado una mano, o más bien había sido el certero arco de Celao y la mortal hacha de la brava Felicia, pero fuera lo que fuera la fortuna había decidido sonreirnos, aunque no al bueno del barón que, por generoso e inocente, había encontrado la muerte en aquel castillo.
—Yo también cogeré solo algunas cosas para ir tirando una temporada, y quizás un caballo o una mula para poder regresar lo más rápido que pueda a mi casa, el resto está manchado con demasiada sangre y sólo traerá desgracias —dije, convencido de cada una de mis palabras.
Asentí en silencio ante la petición de Celao de enterrar al pobre barón. Era lo menos que podíamos hacer por él, pero antes de eso acerqueme a la pareja que tan bien se había portado y que, si no hubiera sido por ellos, a esas horas estaría más que muerto y sin enterrar.
—Enterraremos al barón y nos iremos, pero quería agradeceros a los dos vuestro buen hacer y que sepáis que si necesitáis algo de mí, cualquier cosa, no tenéis más que buscarme. Os debo no sólo la vida sino quizás también mi alma —agradecí, y el tono de mis palabras demostraban claramente la sinceridad con las que las decía.
Cogí algunas monedas y un par de joyas y metímelas entre mis ropas, preparado para empezar a cavar la tumba de Montesquieu y rezar algunas oraciones por el resto de fallecidos que, con el ánimo contento habían ido a celebrar unos esponsales y habíanse topado con la muerte frente a ellos.
Creo que estoy bien, la pierna un poco dolorida. Dije a Celao para que se tranquilizará. Vale, pillemos lo que nos entre en los bolsos y bolsillos y enterremos a nuestro Barón, se lo merece. Me guardé algunos dineros y joyas, no gran cosa por evitar ir cargada en el viaje, pues ya tendría que cargar con la pierna malherida. A fin de cuentas salir sanos y salvo de allí ya era una victoria. Solo quería alejarme lo más posible de aquel lugar.
Con los bolsillos llenos de buenos maravedíes y joyas salísteis del castillo dejando atrás al pobre barón enterrado y un montón de cadáveres de ricos hombres y el de dos bestias propias de los cuentos de hadas.
La noche había caido y tuvísteis que hacer uso de antorchas. El camino sería peligroso pero bien lo valía si os alejábais de estas tierras. Pero vuestras desventuras no acababan aquí, pues la gente del pueblo a la luz de candiles y antorchas os esperaba a la salida del castillo pertrechados con útiles de labranza que bien podían ser usados como armas. Estaban en silencio, el silencio que precede a la tempestad.
Al ver a aquella muchedumbre frente al castillo y de noche, me asusté un poco. Eran los campesinos de Cambronera. Parecían dispuestos a dos cosas: una era sacarnos de allí por la fuerza, y otra, arremeter, al igual que habíamos hecho nosotros, contra los dueños del castillo, todos ahora muertos. Recé porque fuera esta segunda opción la buena.
Ya no tenéis que temer a nada, hombres y mujeres de la Cambronera -les hablé, aunque no era yo de muchas palabras-, quien os gobernaba lo hacía bajo el mando de una bestia del demonio, y aquí la teneis -señalé el primer ser que habíamos abatidos, esa especie de caballo con alas que yacía en el patio-. Y ahí dentro hay otro, más maldad ya inmóvil. Ahora el castillo es vuestro -tal vez, animándoles a que saquearan el lugar, se olvidaran de nosotros...-.
Creíame yo que, traspasadas las puertas de la fortaleza, nos encontraríamos a salvo mas, nada más dar un paso en el exterior dejando atrás el horror topámonos de golpe con aquella silenciosa muchedumbre, portadora de antorchas y aperos con pinta de peligrosos, no pude más que sentir el temor a que ahora vendrían a por nosotros, seguramente en la creencia de que habíamos matado a su señor.
Pero recobreme con rapidez, sobre todo al escuchar las palabras de Celao, y dispúseme a usar toda la labia que el Señor habíame concedido para intentar convencer a los aldeanos que los muertos de allá dentro eran debidos a los demonios del infierno y no a nuestras manos.
—Así es buenos amigos. Llegamos buscando refugio y encontrámonos con una boda que acabó siendo un funeral. La novia, una bruja salida del mismo infierno, mató a su hijo y dióselo de comer al pobre señor del lugar, a partir de ese momento el infierno del que salió esa malnacida estalló en toda la hacienda y la muerte acampó como quiso sin distinguir nobles de plebeyos —quedeme en silencio para que mis palabras, que intentaban describir el horror pasado, calaran hondo en los pueblerinos—. Defendímonos como pudimos y gracias al buen hacer de mis dos compañeros y amigos, pudimos abatir a todos los demonios... Como mi buen Celao ha dicho, ahí tenéis la prueba —señalé a mis espaldas donde era visible la carnicería montada—. Podéis entrar y lo comprobaréis. Como ya no hay señor de Cambronera sus bienes ya no los necesitará, podréis coger aquello que necesiteis pues nosotros apenas hemos cogido más que el pago que se nos debía, el resto se encuentra en la casa. Por nuestra parte, sólo queremos alejarnos del lugar y olvidar el horror que hemos vivido.
Cerré definitivamente la boca esperando que mi natural elocuencia funcionara con aquellos aldeanos y que, en vista de una posible ganancia, pudieran dejarnos pasar sin mayores problemas.
Motivo: Elocuencia
Tirada: 1d100
Dificultad: 75-
Resultado: 18 (Exito)
Me asusté al ver a toda la gente del pueblo allí parada delante nuestra. En parte entendía su presencia en aquel lugar...pero ¿acaso pensaban que los malos éramos nosotros? A fin de cuentas su Senescal estaba muerto al igual que el resto de sirvientas y personal del castillo..
No dije palabra alguna, estaba agotada y con la pierna malherida. Escuché atentamente las palabras de Celao y Martín y recé para que nos dejaran huir en paz.
La muchedumbre calló ante vuestras palabras, después empezaron a hablar entre ellos hasta que uno gritó-¡ El tirano ha muerto!-momento que todos jalearon y se lanzaron en tromba hacia la puerta esquivando a la primera de las bestias y tirandose a por los cadáveres de los nobles, la comida, la bebida.....iban arrasando a su paso. A vosotros os dio tiempo a escabulliros en mitad de la noche con los bolsillos bien llenos, suficiente para tirar una buena temporada viviendo a cuerpo de rey.
De lo ocurrido en la Cambronera oísteis varias historias, pero ninguna se acercaba a la realidad que vivísteis. Vosotros conocíais la verdadera historia....o eso creíais. Un día escuchastis la historia de un juglar que así decía-Allá perdido de la mano de Dios vivía un señor que se enamoró de una plebeya a la que tomó por la fuerza y la hizo su esposa. Un año después esta le dio un hijo. Pero el señor dejó de fijarse en la moza para empezar a fijarse en la hermana. Hurdió un plan terrible, deshacerse de su esposa y casarse con la hermana, cosa que hizo. Pero ¡ay! resulta que las hermanas eran mitad chanclanaeras y la esposa no murió y se lo contó a la hermana. Entre las dos prepararon una encerrona al noble y en el día de la boda le dieron de comer al niño y mataron a todos los soldados, invitados y al noble. Unos viajeros que pasaban por allí las dieron muerte y de este modo alcanzaron las hermanas la paz que no tuvieron en vida. La gente del peblo tomó el castillo y casi se matan entre ellos por los tesoros que allí había, algunos escaparon y otros murieron cuando llegaron los soldados del rey a poner orden. Así como se lo conté fué esta historia.- El juglar calló, y cuando todo el mundo estaba en silencio sacó su laud y empezó a tocar una tonada triste en honor a las mujeres-bestia de .....¿la Cambronera?
FIN
Pues hemos acabado, espero que os haya gustado. :)