Aquello que tomaba forma en el desbalance proseguía. Ya con todos sus héroes o incluso villanos, partícipes de aquella catástrofe inminente, certera más lenta y agónicamente cruel en su demora, perfectamente retirados, abandonados, abdicados o incluso, en el caso de los últimos restantes, derrotados y anulados del todo, seguían habiendo otros, secundarios quizá o paralelos pero no por eso menos en poder y aptitud que seguirían la lucha, la búsqueda, o incluso el paso inevitable e inexorable ante lo que sería el descenso hacia, a través de o en el mismo precipicio que nunca se hacia hacer ver, dejar tocar o del que incluso parecía poder uno escalar o quedar pendiente, colgando, ante la certeza de que la existencia siempre te podía por iguales partes dar chances como torturar aún más con esperanzas fugaces o desesperanza prolongada, e igualmente desesperanzas súbitas sin aviso así como esperanzas alargadas por mucho tiempo antes de tomar forma como soluciones.
Allá en el Mundo Humano, varios habían aparecido, irónicamente, miembros de Hueco Mundo y miembros de Soul Society, debatiéndose entre la vida y la muerte, alterando el entorno en plena tarde y luego el acercamiento del final, todo mientras otros a una distancia demasiado alta para sentirlo o demasiado concentrados para comprenderlo, no serían capaces de poder detectarlo. Paralelamente, pero antes, en ese mismo mundo uno de ellos sería abordado por otro, asociado a su vez con otro, al cual debería contactar pero nunca pudo, ni al que abordó, ni a su aliado, una vez más causando cambios sin poder lograr más. Aquellos que le vigilaban a él y a la otra, la misma que estaba ocupada charlando con el mencionado antes, sus propios planes urdían, si bien los del mundo de los segadores, los amos de la muerte tampoco eran ignorantes ante esto, pero sus propios asuntos tenían.
Una tormenta inminente asolaba a los tres mundos por igual, incluso aquel donde solo era noche y nunca debería llover, su seco desierto, Hueco Mundo, lugar en donde sus habitantes, solo vistos como bestias sedientas de sangre y muerte, con humanoide aspecto o careciendo de este en absoluto, poseían sus propios dilemas, problemas y enfrentamientos, todos sumados a lo inesperado que les capturaría completamente desprevenidos, como a todos. Tal lluvia en los tres universos sería sino el indicio del final. Ahí, en donde se dijo antes que "al momento de cambiar el día, el mundo sería blanqueado por completo", sería que pasaría.
Soul Society no encontraría ni un momento ni un modo de hacer algo al respecto, no contra tanto, no contra algo planeado tan meticulosa, precisa, extendida y ponzoñosamente, solo pudiendo tomar medidas al final a posterior, parchando todo lo que pudiesen y nada más, sumando las traiciones y las habituales desorganizaciones, las habituales corrupciones que siempre les afocaban y que cierta miembro entre ellos conocía muy bien. Aún así, estaban listos, no del todo, pero sí preparados. Atentos a lo inminentes, recibiendo la tormenta podría decirse.
Aún con esto, todos ellos, cada uno hizo lo que pudo, lo que vió mejor, lo que consideró y lo que deseó al final. Paralelamente y en sincronía, todos se enfrentaban al gran abismo, pisando con cuidado y a la vez con abandono ese borde claro entre la seguridad y la muerte, entre la vida y el vacío. ¿Cómo podría crecer una flor al borde de un acantilado, acaso? Pues últimamente, esa respuesta solo la tendría esa misma flor y el acantilado, así como quienes le viesen.
Un destello a la distancia de quienes contemplasen eso podría reflejar el futuro, pasado y presente.
Algo así como una serie de asteriscos en los cielos.
Ajenas y lejanas estrellas que mirarían ese mundo, ese universo debatirse y seguir hasta el fin.