Partida Rol por web

Los días se hacen eternos por mucho que intentes luchar contra ello, los pensamientos de nostalgia y melancolía sobre tu amada Marie pesan en tu subconsciente, durante el día sueñas despierto con su belleza, durante la noche tienes pesadillas sobre su pérdida.

En el momento que supiste de la profecía que conllevaría a la posibilidad de traer de vuelta a tu amada y de paso erradicar al mal que se la llevó, sentiste un sentimiento en todo tu cuerpo: esperanza.

Llevabas varios días de viaje, el cansancio no era un obstáculo para ti, eras el mejor de todos los de la orden, eras el único que podía hacer frente a tal cuantiosa epopeya, y estabas a punto de enfrentarte a tu primer desafío, acababas de entrar en el reino del Señor de los Hombres Lobo, el que sería tu primer desafío...

Lo bueno de los bosques, era que de niño siempre parecían sitios cálidos, llenos de vida, donde los animales podían vivir en libertad, y los hombres, eran poco más que espectadores.

Lo malo de la realidad, era que jamás era tan tierna como la imaginaban los niños. El dolor de los riñones tras dormir al raso, la humedad en la ropa que entumecía huesos y músculos, y sobre todo, los seres de pesadilla que plagaban aquel bosque podían no solo borrar de un soplido la imagen que un niño podía tener de un bosque, sino que además, podían acabar con la vida de cualquier insensato que decidiera internarse en sus sendas.

Sin embargo, yo, Gabriel Belmont, estaba hecho de otra pasta. Había estado durante años preparándome para enfrentarme a las más oscuras pesadillas, y ahora además estaba impulsado por una sentimiento muy frecuente, pero que rara vez estaba tan profundamente arraigado.

La esperanza.

Solo aquella idea me hacia moverme cada vez más hacia el destino aciago que me esperaba en lontananza. Pero no era el momento de perderse de nuevo en las cavilaciones y las ensoñaciones, algo me decía que de nuevo, a pesar del silencio del bosque, estaba siendo acompañado por ojos curiosos, que seguramente ninguna buena obra pretendían hacia mi persona.

Con los dientes apretados, y tensando los músculos, me prepare una vez más, para lo desconocido. 

Habían transcurrido largas horas en aquel bosque, la monotonía y la presión por saber que tenías delante de ti una gran responsabilidad hizo que no se disfrutase demasiado del exótico paisaje, sin embargo el momento estaba cerca. El dueño de la caravana que te dejó en las cercanías del territorio te comentó que ya había hecho las paces con Dios por haberse arriesgado a traerte hasta allí.  Poseías un mapa donde se reflejaban las hipótesis de la zona donde podría estar escondido el Señor de los Hombres Lobo, incluso la hermandad te explicó en su momento que al ser un ente tan maligno lo mejor es intentar "sentir" esa emanación de poder para hallar la posición exacta, desde luego no iba a ser una tarea fácil, pero era tu misión.

Los parajes naturales tenían la propiedad de ser peligroso a ojos de cualquiera que pasara por ellos por primera vez. Y sin embargo, lo que podía sentir en sus huesos y sus entrañas, no era ni siquiera equiparable.

Sabía que deambulaba por el camino correcto, porque algo en su subconsciente le decía una y otra vez que diera la vuelta y se fuera por donde había venido. Un instinto primitivo que hacía que la mayoría de los hombres se mantuvieran alejados de los parajes de los señores del mal.

Y sin embargo, su objetivo estaba allí, delante de sí mismo, en algún lugar.

Tras un vistazo al mapa que tenias, estabas seguro de que tus instintos no te fallaban, te estabas acercando a problemas.

Ya había pasado bastante desde el encuentro con los exploradores que vigilaban el perímetro de los dominios del señor de los hombres lobo, y seguramente ya supieran que alguien, un caballero de la luz, se dirigía a paso firme en busca de la cabeza de este.

Sus ojos se detuvieron un instante en las sombras que acechaban cerca de su persona, y solo pudo hacer una cosa, volver a ponerse en camino.

Sin embargo, tenía la sensación clara de que no solo iba al lugar correcto, sino a una trampa, una trampa que estaba siendo tendida para cazarlo como a una alimaña. 

El aire se estaba tornado vaciado, y se dio cuenta de que ya había llegado al lugar de la batalla. Ya estaba con los pies en la trampa.

Algo, un poder maligno y oscuro estaba procurando robarle la energía, la vida, meterse dentro de su mismísima alma, y tenderle un puente oscuro hacia la muerte.

Pero no iba a dejar que eso pasara, tenía una convicción firme, una vida entera de preparación para enfrentarse a ese tipo de situaciones, y mucho mas, tenía un motivo muy importante para estar en aquella senda.

Su mano busco la empuñadura de su arma, y sus pasos se volvieron más distantes entre sí, como si se deslizara por el suelo para procurar ganar cada metro de terreno, y estar listo para saltar si fuera necesario.

Apretó los dientes, porque le quedaba poco para enfrentarse al mal que habitaba aquel lugar.  

El bosque era un lugar difícil de transitar, ramas bajas, raíces que habían crecido desproporcionadas de un lugar a otro, y sin embargo, había conseguido moverse por el bosque con cierta comodidad.

Y de repente un claro, bastante allanando en mitad de ninguna parte. Estaba claro que ese lugar no era para nada accidental.

Muchas de las leyendas populares decían que justo en esta zona estaba la reliquia que había venido a buscar. Nuevamente el mapa, y este parecía coincidir con sus propias impresiones. Aquel lugar estaba plagado de algo maligno, y eso solo podía significar que en breve se encontraría cara a cara con el mal que protegía aquel lugar y su inimaginable tesoro oculto.

El pelo cubre mi rostro cuando me agacho a comprobar el estado del suelo. Toco la tierra, y siento algo difícil de precisar.

Me retiro el pelo del rostro, y miro hacia la noche que cubre el bosque en el que me encuentro. Las pocas estrellas que titilan en lo ancho y largo de la bóveda celeste serán las mudas espectadoras de lo que acontezca ahora.

De nuevo en pie, aprieto la mandíbula, y entro en el claro con paso firme pero tranquilo. 

En el momento que empezaste a hundir tus manos en la tierra húmeda buscando algún tipo de señal o pista que te llevase hasta tu objetivo el suelo que pisabas comenzó a temblar como si se tratara de un terremoto preparándose para resurgir debajo de tus pies.

Todo ocurrió demasiado rápido, en cuestión de instantes la tierra de aquel claro se desmoronó y se generó un gran agujero de unos 8 metros de diámetro que provocó que cayeras. En aquellos segundos no sabias si la caída sería profunda o no, si saldrías ileso o por el contrario tu salud se vería comprometida, lo peor sin lugar a dudas era mirar hacia arriba y comprobar que estabas cayendo un par de metros y no había lugar donde agarrarse...

La tierra se vencía bajo mi cuerpo, el contenido de mi estomago, aunque frugal, daba un bote impactando contra la parte baja de la garganta. Y solo los redaños de años de entrenamiento y la firme convicción de mantenerme integro consiguieron sujetar el contenido del cuerpo dentro de este.

Ver el inmenso agujero en el que estaba cayendo era sin duda motivo suficiente para creer en que aquello era el fin de mi propia existencia, pero la mente del guerrero buscaba algún indicio de lo que estaba ocurriendo. Nada indicaba que hubiera una sima natural en mitad de un bosque.

Y aunque fuera un claro, había arboles al otro lado del claro, y era probable que las raíces de dichos arboles se hubieran desviado hasta ocupar algún lugar bajo la tierra del claro que ahora pretendía ser una trampa mortal.

Así que mientras manos y pies buscaban algún asidero, en forma de rama, roca, o cualquier cosa que sirviera para volver a salir del gran hoyo, solo deseaba que se tratara de la entrada a una madriguera para hombres lobo.

 Y que al final de la caída, no demasiada lejana, se encontrara con sus huesos de una pieza, y enemigos con los que batirse. Porque de no ser así, puede que todo aquello fuera causa de algún ingenio mágico. Y eso sería sin duda mucho más peligroso. 

En cuanto caíste al suelo comprobaste que la caída fue de unos 3-4 metros, lo suficiente para que salir de allí se convirtiera a partir de ese momento en un problema, pero todo no acabó en ese obstáculo, La Hermandad hizo alusión a criaturas de los bosques que podían provocar "trampas" de este calibre, una información que no solo te llevó a estar alerta ante cualquier peligro, si no que demostró que los consecuentes temblores que comenzaron a producirse bajo tus pies eran fruto de una fuente de hostilidad para la que habías estado férreamente entrenado.

De la oscuridad emergieron unos licántropos monstruosos que tenía la capacidad de remover y despejar la tierra a gran velocidad. Aquella cueva subterránea parecía su refugio y tú habíais caído en ella "accidentalmente". Sus aullidos lograban hacer que los vellos se le erizasen a una persona normal, pero tú estabas por encima, no ibas a asustarte por algo así; acto seguido no dudaron en abalanzarse las tres criaturas contra ti, en un fiero acto por acabar con su presa, aquello tan solo significaba una cosa: estabas cerca de tu objetivo y había sido el propio mal quien te había acercado a su nido.

Y como no podía ser de otra manera, los problemas se multiplicaban. Las cosas nunca eran fáciles. Mientras el bello del cuerpo se erizaba en una muestra física del pavor que producían esos seres, las mandíbulas del guerrero se atenazaban como si de un cepo se tratara.

La mano que tenia la cruz de combate se alzo, liberando el arma que hasta ese momento había estado en un segundo plano.

Finta a la derecha para esquivar dos poderosas garras, luego un paso atrás y un bloqueo que bien podría haberse convertido en contraataque, pues había ganado la posición a uno de los seres cambiaformas que lo estaba atacando, pero nuevamente un mordisco dirigido a su cabeza entraba por la izquierda.

Esta vez, solo la soltura ganada durante el tiempo de combate hizo que moviéndose unos pocos centímetros la dentellada no le sesgara la carne.

Finalmente, un movimiento del arma hizo que sus agresores tomaran posiciones de combate y le dieron el espacio suficiente para que se preparará para el segundo asalto. 

La pelea no era justa, era como la vida misma, feroz y violenta, la misma vida que se había llevado a su amada, y que pretendía recuperar.

Así que aunque alguna dentellada había sajado la ropa, y su arma había estado cerca de no poder detener algún garrazo Gabriel no cejo, e imprimió más fuerza en sus golpes.

Sin pensárselo, dio un paso lateral para atacar al más adelantado de los tres cambiaformas. Este movimiento no solo le dejo por fuera de la guardia de su enemigo, sino que le aproximo a su siguiente contrincante al tiempo que ponía tierra entre el tercero y sí mismo.  

Flexionando la rodilla posterior realizo un giro que estaba destinado a golpear las armas de sus oponentes, en este caso a sesgar las garras que intentaban acabar con su vida.  Y no pudo sino sonreír en su interior porque este había tenido más efecto del que podría esperar por un momento, pero no podía pararse porque aquellas bestias eran ligeras de pies y manos, y él era un blanco fácil de detenerse.

Se dejo caer hacia atrás, al tiempo que rodaba para atacar a la última de las criaturas, en un esfuerzo titánico por mantener el combate de la manera más igualada posible. Quizás el movimiento no fue el más limpio, ni el más fuerte, pero al menos hay estaba, protegiendo su vida con la punta de una cruz de combate. 

Bajo la magnífica destreza del caballero, los licántropos fueron cayendo en un festival de sangre y vísceras.

Con el enemigo abatido, tan solo había una dirección que tomar, ahora estaba en una gruta subterránea de unas dimensiones más grandes de lo que parecía a simple vista ¿podría encontrar una salida? o mejor aún ¿estará la máscara bajo tierra en vez de la superficie?

Tras un intenso combate, la sangre de sus enemigos bañaba el suelo de tierra de aquella gruta. El caballero se tomo unos segundos para observar su alrededor, recuperar el pulso y la respiración y decidir sus próximos movimientos.

La gruta se interna en la tierra, y sin duda es ahí donde debe de viajar.

Al principio le molesta la falta de luz, pues a tan solo una veintena de pasas del gran agujero no se puede observar mas sombras. Pero pronto se adapta y empieza a sortear raíces y piedras.

Cualquiera diría que para que seres del tamaño de los licántropos el pasadizo tuviera que ser amplio y cómodo, pero estaba muy alejado de la realidad. Pasajes que tenían embudos naturales estrechándose hasta hacer difícil incluso pasar de lado, el techo que a momentos se hacía necesario palpar con la mano para no golpearse en la cabeza, y en otros, no se podía adivinar siquiera donde estaba, pues se perdía en la verdadera negrura.

El oído se convirtió en una herramienta imprescindible, pues todos los sonidos, fuera de respiración o sus propios pasos, reverberaban por la gruta haciendo que en todo momento uno sintiera que estaba acompañado por ojos vigilantes.

Sin duda tardaría mucho en recorrer un centenar de metros, pero nada lo alejaría de la misión que tenia.