En el fondo el Estirao había resultado ser un tipo legal. Se la había jugado a Tomás, Marcos y Luis con el tema del robo a la joyería, pero ahora estaba dispuesto a enmendar su error y darles otro asunto a cambio. Lo del robo había sido una putada: primero dijo que les daría a ellos el trabajo y luego, al despiste, se lo dio a la banda del Mocas. Y jodido botín que se habían embolsado. Cuando Marcos y Luis fueron a quejarse al principio les dio largas: que si así eran los negocios, cambios de última hora, bla bla bla. Pero luego, dos días después, los llamó de nuevo.
Lo primero que hizo en la nueva reunión fue disculparse y ofrecerles una compensación. Así lo llamó él: una compensación por haberles dejado tirados fuera en el tema de la joyería. Ahora tenía un nuevo golpe más fácil y más rentable: un chollo vamos. Sólo tenían que hacer un viaje hasta las afueras de la ciudad y allanar la casa de un viejo que estaba en medio de la nada. Según la información de la que disponía el Estirao el viejo no tenía ni alarmas ni nada. Y el botín era fácil de conseguir y trasladar: un puto libro. Un libro viejo que sólo tenía valor para anticuarios y museos, pero cuyo precio podía llegar fácilmente al medio millón de euros si se daba con el comprador adecuado. Y el Estirado tenía a ese comprador.
Así estaban las cosas: un golpe fácil y mucha pasta. Todo arreglado.
Encontrar la casa del viejo fue un problema. Vivía a las afueras de la ciudad pero decir que estaba alejada era un eufemismo. Allí no llegaba ni el GPS de la CIA. Al ver la mansión un escalofrío involuntario recorrió la espina dorsal de los cacos: era tal cual la casa de Psicosis, idéntica a como la había dejado Norman Bates en la primera peli. Y encima era de noche, porque no vas a dar un palo a las doce de la mañana. Los cacos se repusieron: allí sólo vivía un vejestorio moñas que tenía un libro caro y raro. El argumento clásico de una peli de terror pero... aquello no era una peli de terror.
Y con estos pensamientos saltaron el pequeño muro que rodeaba la casa. Tal y como había dicho el Estirao no había perros...
Microintroducción para la partida: no tenéis mapa de la casa, estáis a unos veinte kilómetos de la ciudad (¿qué ciudad? da igual: Vigo, Madrid, Barcelona... todas son la misma ciudad llena de gente gris y suciedad en la calle) en el patio de la casa del anciano. No parece haber perros y os acercáis al viejo edificio...
En ese momento empieza la partida.