Partida Rol por web

El viaje transcurre sin contratiempos, aunque tal vez con algo más de silencio de lo que había antes. Como siempre, Argento de todos modos ponía lo suyo para alegrar el ambiente y levantar los ánimos. Moses y Monique no hablaron mucho entre ellos, pero seguían llevando partidas de ajedrez y de tanto en tanto compartían saludos.

Pasadas dos semanas consiguen ver el puerto de Chaville en la distancia y al día siguiente están atracando allí temprano en la tarde. Es un sitio bullicioso y muy activo, con gente trabajando, yendo y viniendo, cargando con bienes y provisiones; un mercado de lo más variopinto y tabernas plagadas de marineros. Todo esto sólo en el puerto, pues ni siquiera han llegado a la urbe todavía.

—Se me ocurre que ese es el lugar más limpio —comenta Moses, señalando un establecimiento llamado "Siete Calamares"— y podríamos relajarnos un momento allí mientras pensamos qué hacer.

—No voy a dejarte solo —tercia Monique, taladrándole la nuca con la mirada.

El viaje está siendo tranquilo, cosa que por un lado agradezco. Por el otro, estoy viendo a Kei desanimado, así que traté de pasar rato con mi colega para animarle. Y de paso trato de saber con más detalle qué pasó con su espada y qué fue en concreto lo que le molestó.

Si me viene a decir que la espada le reproche que no sea tan sanguinario le soltaría un "se comporta como una espada maldita, y ya sabes mi opinión de que es mejor estar alejado de las cosas malditas. Estás mejor sin ella".

También cuando no estoy con Kei le echo un ojo a Kokoro. Estoy muy orgulloso de la actitud que ha tenido últimamente y se ha vuelto confiable, pero me preocupa que empiece a creérselo demasiado y empiece con ideas raras y preocupantes.

De paso también he tratado de pasar tiempo con Fleriel, pero ella está como un poco distante y poco habladora, pensativa, así que no he querido molestarla demasiado. Ya tendré ocasión de conocerla mejor más adelante.

Y todo esto mientras he estado vigilando a Monique, a ver cómo evolucionaba la relación con su abuelo, pero no vi gran cosa.

Al estar a punto de llegar a Chaville lo primero que hago es ponerme alerta al escuchar a Moses.

—Yo tampoco te voy a quitar el ojo de encima, tronco. A NADIE, de hecho. Empecemos el día tranquilitos, ¿de acuerdo?

A ver cuánto dura esa tranquilidad...

A lo largo del viaje estuve con Kei y Sojiro, invitando a Fleriel cuando parecía dispuesta a socializar para echar una partida a algún juego de mesa: unas cartas, competición de tres en raya... O algún deporte. Aunque no es que me entusiasmara demasiado esto último, tampoco podía quedarme tanto tiempo quieta en el barco.

De cuando en cuando le pedía a Fleriel el orbe para estudiarlo o simplemente quedándome horas mirándolo fijamente, tratando de descifrarlo... Sin éxito, claro.

Al fin llegamos a tierra firme, algo que agradecí con un gritito y saltos de alegría, esperando a atracar para bajar como un suspiro del barco y curiosear por los alrededores, sin alejarme demasiado.

—Oh, no, yo paso de encerrarme después de estar tanto tiempo en el barco. ¡Voy a ver si hay tiendas chulas! ¿Te vienes, Kei? Seguramente Soji quiera ir con su "querida"— le miré con picardía mientras alzaba las cejas varias veces.

La verdad es que lo de "Los Siete Calamares" me parece un lugar tan bueno como otro.
Suspiro, melancólico. Las palabras de Soji acerca de que la espada el maldita no se me van de la cabeza, y ya las he pensado alguna vez. Pero no dejo de echar de menos a Durandal¹.

— Creo que sería mejor no separarnos. Al menos hasta que conozcamos un poco más la ciudad. Saber por donde movernos nosotros, por donde se mueven los secretos y mercancías... y quien los mueve — sugiero. Al fin y al cabo, me preocupa que seamos ya muy conocidos, y que hasta pueda haber agentes de Dustrun o de Dion buscándonos. Y ya habrá tiempo de dejar a la parejita sola.
Al fin y al cavo, si Seville... perdón, Chaville es como París, podría ser un lugar muy romántico. Pero no tanto si hay matones tras tu cuello.

— Tu naciste aquí, Fleriel ¿Hay algun sitio que nos quieras mostrar? —  Al fin y al cabo, si estuviesemos en Tokyo a mi me gustaría enseñarle la Torre de Tokyo y las vistas, los jardines de Nara, o las enormes pantallas de Shibuya. El barrio de Akihabara ya no tanto, que con tanta Maid y tanta azucar me da algo de vergüenza

Y mirando la ciudad, veo algo que despunta

— Koko, Soji... ¿Soy yo, o esa estructura de metal que sobresale entre los edificios se parece un poco a la Torre Eiffel?

—Bueno, aún hay tiempo si prefieren recorrer, pero cuando se oculte el sol ya deberíamos estar buscando dónde pasar la noche. De hecho, no, preferiría encontrar el orbe antes y largarnos, pero no creo que sea posible.

—No menciones el orbe en voz alta, viejo tonto.

—¡Ups! —Moses se disculpa, con una risilla nerviosa.

Cuando Kei se dirige a Fleriel nota que ella no los ha acompañado. Se ha quedado en el barco por algún motivo.

Abandonando el puerto llegan a la ciudad, que comienza tranquila y no muy poblada, pero que poco a poco va incrementando su densidad hasta llegar a la urbe central, donde el bullicio es grande. Desembocan en una gran plaza central, destacando a su alrededor una catedral vistosa, una biblioteca y un edificio que parece ser un gremio de aventureros por el estandarte que tiene colgado. En el centro de la plaza hay un monumento enorme de un tipo con una armadura potente y el brazo en alto, portando una espada demasiado igual a la que perdió Kei.

En la plaza hay varios vendedores y artistas ambulantes. Recuerda a Okuplok, pero muchísimo más sofisticado y abundante.

Me quedo mirando el monumento, tan visible desde la distancia

— ¡P... Por todos los santos! ¡Pero si son el Roldán y la Durandal  Chicos... yo voy a ver esa estatua ¿Vale? —  Digo casi hipnotizado. En verdad es hasta conveniente.  Un templo, una biblioteca... y el caballero del pasado. — Luego nos vemos en el Siete Calamares, y compartimos lo que hemos ido descubriendo

¿Quien iba a decir que admiraban a este hombre aquí, en Chaville? Y voy cayendo en cuenta de algunas coincidencias, y recordando tambien lo que aprendí acerca del rey Charlemagne del pasado.

Me giro como un resorte cuando Moses menciona tan tranquilamente el orbe, y Monique se ocupa de reprenderle antes de hacerlo yo.

—Tenemos que andar con cuidado, hay muchos oídos por todas partes. En fin, aparte de ir a ese lugar para hablar deberíamos mirar en las tiendas para reaprovisionarnos... y de paso apañarle un arma de sustitución para éste— digo señalando a Kei, viendo que empieza a alejarse de nosotros. Voy rápidamente a frenarlo —¡Oye, tronco, quieto parao*! ¿Acaso no has escuchado lo de "no separarnos"? Que no conocemos la ciudad, y lo último que necesitamos ahora es que tú te pierdas.

Ya me está dando trabajo. Adiós los días de tranquilidad... Suspiro.

—Kei, a ver, hagamos esto: primero vamos a buscarte un sustituto para Durandal y luego si quieres vamos juntos a visitar la estatua. ¿Os parece bien a los demás?

Noto como Soji me tira del cuello de la armadura, como si fuese el de la camisa.
Parece que ya se le está pegando lo de ser un bruto, de parte de la que es ya su casi-esposa.

— Tio, que ya estamos en la plaza. La estatua está justo ahi, a un par de metros. Era solo echarle un vistazo ¿No? Bueeeeno, pues no. Y que conste, que lo de 'no separarnos' ¡Lo he dicho yo!

Y le doy una patadita a un guijarro del camino, algo frustrado, dedicandole una mirada más a la estatua y a la espada. Tan cerca y tan lejos...

Había aprendido la lección, sabía bien que mis orejas llamaban demasiado la atención, como si no lo hiciera ya lo suficiente la presencia de Kei...

Así que, antes de salir, me coloqué bien uno de los lazos que había comprado, bien grande y negro para que no destacara demasiado y que no llamara demasiado la atención. La cola podía quedarse por debajo de la capa o enrollada a modo de cinturón, eso lo iría viendo porque era lo más incómodo.

Me sentía algo extraña con las orejas cubiertas, pero era lo mejor si no queríamos llamar la atención antes de tiempo.

Di un pequeño suspiro al comprobar que, siendo Kei el primero en indicar que no debíamos separarnos, también era el primero dispuesto a ello en cuanto vio la estatua de... ¿su antepasado? No sabía la relación que tendrían en este mundo, pero portaba la misma espada que hace no mucho tenía Kei.

—Vale, punto uno: la espada es importante. Punto dos: Si quienes buscan "ya sabéis qué"— mejor no mencionar los orbes —inspeccionaron la cueva y encontraron la espada, es posible que los encontremos y la lleven o incluso busquen venderla.

Lo cual nos llevaba al punto importante. —Por lo que es posible que vuelvas a encontrarte con tu querida espada, como si tuvieras una especie de imán o algo— le di unas palmaditas en la espalda a Kei.

—Pero, aunque me encantaría— lo remarqué con un breve silencio y una miradita de cachorro —curiosear por ahí, ambos tenéis razón. No es el mejor momento para separarnos...— había una pizca de fastidio en mi voz.

Tras ver a Kokoro en plan curiosona, no puedo contenerme.

Me acerco, y le hago Pat-Pat en la cabeza, como a un gatito.

— Sinceramente, creo que es mejor que descanse en paz, hasta que deje a alguien digno que la empuñe de nuevo. Preferiría eso a verla siendo comprada y vendida en una esquina, por el vil metal (Y creo que la misma Durandal le cortaría el cuello a toda la guardia de Dustrun antes de dejarse vender como un trozo de hierro)

Antes de irme, procedo a examinar un poco más la estatua, por si tiene algun cartel, alguna leyenda, o algun detallito que llame la atención.

A medida que se van acercando a la estatua pueden leer lo que está escrito en la placa a sus pies: "El Azote Roland, hijo de Laius, rey de Bremonia. Tierno líder y compañero, destructor despiadado del mal."

Más allá, cerca de la entrada a la catedral, hay un letrero con un mapa que indica el camino hasta la gruta de Bourdeaux, con el horario de visitas. El acceso es gratuito y se aceptan donaciones a voluntad.
Por la calle y la plaza hay gente andando y comprando en el mercado, más que lo que veían en el puerto. Tienen que tener cuidado de no separarse mucho para no perderse.

Otra cosa que notan es que Argento no ha dicho nada. Cuando se ponen a ver, resulta que no está con ustedes.

—Se quedó en el barco a acompañar a Fleriel, pensé que les había dicho también a ustedes —explica Moses.

—Lo noté algo nervioso.

Le susurro a los Monet

"En nuestro lugar de origen hay una ciudad que se parece a Chadville. La llamamos 'París', o 'Puaj-ris' Y todos los viajeros tienen una retahila de ex-novias furiosas esperandoles"
"Así que me imagino lo que le ha pasado!"

Me quedo fascinado, viendo por primera vez el rostro del Roldán

— Vaya, así que Rey Roldán. Señor de Bremonia. Me gustaría saber acerca de ellos... Kokoro ¿Te suena ese lugar, de entre tus libros?

Lo cierto es que te lo pido con un brillito en los ojos, emocionado.

Observo un momento la estatua, y luego miro la inscripción.

—Qué cosa, acabo de acordarme de la vez que fui a Kawasaki hace unos años con mis padres y mis hermanos, cuando tenía unos 5 o 6 años. Fuimos a comer a un restaurante donde tenían empelados a unos europeos. Recuerdo que uno de ellos era muy alto y parecía estar en muy buena forma, se llamaba Laius Pendranosequé. Me acuerdo por eso, porque me sorprendió lo amable y educado que era y que no parecía pegarle para nada ese uniforme ni el lugar donde se encontraba.

Enarco la ceja al escuchar sobre Argento.

—¿Argento, nervioso? Mira que es raro eso— me encojo de hombros y me acerco a Kei y Kokoro —Recuerda que sirvo a la Guardiana de los Secretos.

Intento hacer memoria de lo que he leído acerca de la historia de este mundo.

Lo que dice Sojiro hace que enarque las cejas y lo mire sorprendida. —¿Que vistes a un tipo grandote con aires de otro mundo en nuestro mundo y en lugar de decirlo te lo callaste pensando que, qué, iría de cosplay? No me vale la excusa de que fueras un crío, eso me habría molado saberlo— me crucé de brazos y lancé un bufido.

Ante la intensidad con la que Kei preguntaba, cerré los ojos y medité unos momentos, para ver si me sonaba haber leído algo de todo aquello.

—Uhm... No, ahora mismo no recuerdo nada, la verdad. ¿Seguimos? ¡Parecen haber muchas cosas por aquí y no me quiero perder nada!

— Pues si tu no lo sabes... ¡Yo menos! — digo con una cara un poco boba

Vaya. Yo quería aprender de Kokoro :(

Luego me acerco y te susurro:

— Pst ¿Al final, como van los planes para que Soji y MoMo se casen antes de que nos vayamos de aquí? ¡Necesitamos proteger el linaje de los Moses! ¡Y también el de los Tanaka!

Frunzo el ceño ante el comentario de Kokoro.

—¿No te sirve que solo tuviera 5 o 6 años? Apenas tenía la comprensión que tengo ahora y no lo he recordado hasta ahora— me giro hacia Kei —¿Acaso Bremonia no es el reino donde aparecimos? Quiero decir, cuando nos convocaron...

Miro con desconfianza a mis amigos cuando empiezan a cuchichear. Fijo están planeando cosas para juntarme con Monique.

—¿Te crees que planear una boda digna es algo fácil? Tch, ojalá lo fuera.

Ante la pregunta de Sojiro solté un bufido que subió algunos mechones de mi flequillo y le miré con falso enfado. —¡Es algo importante, misterioso y mágico! ¡Tendrías que habérnoslo dicho cuando nos hicimos amigos!

Me desinflé cual globo, soltando todo el aire de mis pulmones de golpe. —En realidad no pasa nada, pero me ha sorprendido que vieras algo así cuando eras tan pequeño.

Recuerdas que leíste algo relacionable con lo que mencionaste. Hace aproximadamente veinte años, apareció un niño en las proximidades de Dustrun que parecía desesperado por anunciar una catástrofe, pero nadie le hacía caso. Coincidió con la fecha en que la princesa Selina huyó de su casa.
Hay relatos de un grupo de héroes que hablaba de la llegada de un tal Osaku, pero lo encuentras difuso. Además, hay una diferencia de quinientos años entre esos hechos y estos otros más recientes.

—¿Te interesa conocer el origen del profeta Ozax o del padre del de la estatua? Pues tienen una historia demasiado interesante, me vas a tener que ofrecer algo muy jugoso para que te la suelte.

Mientras discuten tonterías, notan que de las puertas enormes de la catedral sale un conjunto de personas. Los que encabezan el grupo son un enano anciano con túnica blanca y gorro solideo, llevando un crucifijo en el cuello. Tiene barba corta y el cabello espeso y rizado recogido firmemente en una coleta. Lo acompaña un hombre corpulento, ataviado con una armadura negra pesada; lleva el yelmo bajo el brazo, es calvo, de barba entrecana y un parche en el ojo derecho. Le sigue una comitiva de media docena de soldados.

—Me temo que así están las cosas, no puedo ayudarte por ahora —le dice el enano al otro, con voz áspera.

El del parche responde meramente con un gruñido, para después hacer una sutil reverencia a modo de despedida y da media vuelta para marcharse. Sus soldados imitan el saludo y lo siguen.