Partida Rol por web

—Eso eso, que somos amigos y no soy esa felina tan bocazas que llamó al rey "viejo verde". Os estáis equivocando.

Agotados como estábamos después de todo lo acontecido en la cueva, no estaba muy segura de si tendríamos alguna oportunidad de salir de esta.

—Mirror Image— no podía atacar si quería seguir manteniendo a ese soldado de mi lado, pero al menos intentaría distraerles. Pero algo no funcionó como debía, porque no vi ninguna otra Kokoro aparecer.

Encuentras los restos de una cortina en la ventana. Apenas da para cubrirle el cuerpo, pero la tela está lo suficientemente seca como para que valga la pena. La madera podrida da bastante trabajo, pero finalmente acabas pudiendo prender lo que podría considerarse como una chimenea, haciendo tanto humo de por medio que queda apestada toda la cabaña. Oyes toser a Monique, pero al mirarla notas que sigue con los ojos cerrados y respirando suavemente, como si solamente estuviera durmiendo.

Hay una caldera con un soporte, pero está tan oxidada y sucia que sólo podría servir para dársela a alguien por la cabeza.

—Tranquilo, no tengo hambre. Sólo un poco de sed.
Monique se está incorporando y se sienta con las piernas cruzadas, acomodándose la cortina sobre los hombros.
—Gracias por quitarme la ropa de arriba y evitar que enfermara —te dice, muy seria y mirándote fijamente—. Pero soy lo bastante fuerte como para... ¡kch!
Se le escapa un estornudito de lo más adorable y guarda silencio, con la vista fija ahora en el suelo.

—Bueno, ¿qué hacemos? —Rompe el minuto de silencio que se estaba dando—. ¿Esperaremos a que deje de llover?

Cuando Kokoro intenta su magia, al principio parece como si se formaran unas ilusiones que adoptarían su forma, pero resultan convertirse en flechas luminosas y letreros de neón apuntándola a ella y brillando incluso más intensamente que el espectáculo de luces anterior.
—¡A correr! —grita Argento, recogiéndola desde la cintura y llevándola bajo el brazo. Se dispone a echar una carrera esquivando árboles y rocas.

Mientras Kei intenta quitarse de encima a los soldados, al retirar su espada de la vaina la empuñadura le quema la mano y sin querer la suelta. No sólo eso, sino que al intentarla levantar, el arma ya no se mueve ni un ápice. Está fija en el suelo como si la hubieran clavado.
Al instante pasa al trote largo el burricornio y levanta al guerrero a su lomo y seguir a Argento.

Una flecha silba y pasa por entre las cabezas de los soldados. Ellos se miran confundidos y están a punto de detectar a Fleriel, pero justo pasa otra flecha que da en la antorcha y la vuelca al suelo, apagando el fuego y sumiéndolos en oscuridad.

— M... ¡Mecachis! — digo al ver como la espada está en el suelo y no se quiere mover.
Recuerdo algunas historias acerca de como Roldán era un bravo guerrero con sed de sangre. Quizá esté a disgusto conque me niegue a matar a otros humanos.

Pero no hay gran cosa que hacer o que decir.
La espada está en el suelo, y no hay manera de sacarla. Es en esa situación cuando el Burricornio nos hace salir de aqui

— ¡Durandal! — la llamo — ¡Volveré por tí, Durandal! — Y ahora, en la oscuridad, simceramente no tengo ni idea de que hacer. — Argento ¿Estas visible?

—No podía dejar que pillaras una hipotermia o una neumonía— esbozo una sonrisa cuando escucho ese estornudo tan adorable —No trates de hacerte la dura, descansa un poco por ahora.

Reviso mi bolsa para comprobar que no he perdido mis raciones de viaje, y saco un par de ellas.

—Ahora mismo comamos algo y esperemos a que pase la lluvia. Si saliéramos en este momento no veríamos apenas nada con la que está cayendo.

Me siento frente a la chimenea y le ofrezco una ración a Monique.

—Gracias por sacarme de ese apuro, y lamento no haber pensado en un plan mejor. En mi cabeza tenía sentido escaparnos con el caballo.

Mi alegría por qué el segundo disparo acertara duró poco, lo justo hasta que vi el nuevo espectáculo de luces que estaba ocurriendo en la posición de mis compañeros. Mis ojos se pusieron en blanco durante un momento. ¿Pero en que estaban pensando? La maga llamando la atención y el guerrero dejando atrás su arma… arma la cual tenía demasiado valor como para dejar en el suelo.

Mi manos colgaron el arco a mi espalda de nuevo sin intención de dispararlo de nuevo mientras intentaba centrarme en cual debería ser mi siguiente movimiento. Una parte de mi rogaba por intentar recuperar de alguna forma la espada del guerrero ya no por el propio favor, si no que como ladrona me negaba a dejar algo de tanto valor atras. Aun agazapada en el arbol mire a los guerreros para ver que rumbo tomaban. Si empezaban a perseguir a mis compañeros aprovecharia esos momento para recuperar la espada.

Monique alza las cejas y tuerce la cabeza, es evidente que no entiende nada de lo que le estás nombrando.
—¿Que no pillara a quién? ¿Quiénes son ellos? Y no me estoy ha... ¡kchi!
Con otro estornudo, guarda silencio y se gira sentada para darte la espalda.

Se produce un silencio incómodo mientras sacas las raciones y Monique las acepta sin decir nada.

—Los caballos son criaturas nobles y respetan mucho a sus jinetes —te responde, todavía mirando hacia la pared—. Y el de Georg es todavía más especial, tienen un vínculo muy fuerte, jamás permitiría que lo montara alguien más. Lo único que hubieras conseguido con ese plan es un porrazo y alguna fractura.

El grupo avanza con presteza por entre la vegetación. Además de que no ven nada con la oscuridad de la noche, la lluvia les golpea fuerte en la cara y entorpece en gran medida el movimiento. El único que no parece tener inconveniente es el Burricornio que carga a Argento y a Kokoro, pero Kei está empezando a quedarse atrás.

—Claro que estoy visible, mi niño, ¡echa el brazo que te subo! —grita Argento, estirando la mano hacia atrás, buscando a Kei en la oscuridad.

Fleriel, en cambio, se aproxima a donde ha quedado tirada la espada para intentar llevársela. Y es imposible. El arma permanece inamovible en el suelo. Se ve obligada a dejarla allí si no quiere que la descubran, puesto que un grupo de soldados se viene acercando.
Sólo para Fleriel

Spoiler (marca el texto para leerlo):

—La hipotermia es pérdida de calor corporal y una neumonía es una afección vírica que... bueno, son enfermedades, no quiero que enfermes. Entre mis deberes como el clérigo del grupo está el manteneros sanos.

Hay un silencio un poco incómodo mientras comemos las raciones, hasta que ella explica lo del caballo.

—Ya, yo no entiendo mucho de caballos, pero ya sé que fue una mala idea la mía. Sin embargo me parecía mucho peor dejarte atrás y marcharme solo, sobre todo estando todavía malherida. Yo... no quería dejarte sola bajo ningún concepto.

Eso último lo dije un poco sonrojado.

—Buaaaaa, ¡adiós nuevo amigoooo~!— me despedí con lagrimones en los ojos del soldado al que había conseguido engañar mientras Argento me enganchaba por banda y me levantaba como un saco de patatas. Habría estado bien tenerlos como amigos, para variar, y no tener que seguir huyendo...

—Oye, Argento, ¿y a dónde vamos? No se ve nada... Y Soji se ha quedado allí encerrado con su futura novia, ¡tenemos que salvarlos!— uf, demasiadas responsabilidades.

—No, de ser posible, deberíamos mantenernos juntos, así nos cuidamos las espaldas —te responde, sin inmutarse.
No sabes si se ha dado cuenta de que te has puesto colorado, puede que por la escasa iluminación o porque no te prestó atención.

Se levanta del suelo y se asoma por la puerta.
—La lluvia parece que amaina —dice, mirando al cielo, pero rápidamente mete la cabeza para adentro—. Da igual secarnos, tendremos que salir de aquí cuanto antes y no podemos esperar a que cese, no hay tiempo que perder.

Mientras dice eso, la luz de un relámpago ilumina todo el paisaje y, a los pocos segundos, un trueno potente la sobresalta.

—Eso... me dejó sorda —se queja, llevándose las manos a los oídos, con una expresión mucho menos dura que de costumbre. Ha dejado de fruncir el ceño al menos.

Otro destello de luz, acompañado seguidamente de otro trueno tan fuerte que te deja sintiendo el corazón en el cuello. Basta un poco de matemáticas para deducir que la tormenta se acerca y no se aleja.

—Tranquila, bonita —responde Argento, luego de sentar a Kokoro delante suyo, sobre la montura, agarrándola fuertemente de la cintura para que no se resbale o caiga—. Confiemos en el instinto de este animalito tan precioso.
Lejos de estar concentrado, el burricornio tiene una cara de espanto y galopa despavorido esquivando la vegetación. Argento coge el brazo de Kei y lo sube para que se siente detrás, es un milagro cómo la criatura es capaz de llevar tanto peso encima.

Desde lejos, Fleriel puede notar que la velocidad el animal es mermada al llevar a tantas personas y podría alcanzarlos con una carrera. Ve que los soldados que tiene cerca se han distraído con otra cosa, probablemente esa misma cosa que oyó hace unos segundos.

Ese trueno hace que pegue un buen bote.

—¡HOSTIA P***! ¡PEDAZO TRUENACO!— exclamo sobresaltado.

Me asomo un poco para comprobar que la tormenta va a peor.

—Esta tormenta parece tocha, y no sé si nos daría tiempo encontrar al resto antes de que nos alcance. De todos modos con este tiempo no se puede navegar.

—¿Qué sugieres hacer entonces? —te pregunta, poniendo los ojos entornados—. Con todos los problemas que hay, no pienses que me quedaré de brazos cruzados aquí dentro un minuto más.

—No, tienes razón. Pero vas a tener que darme un minuto para pedir la guía de Orphea.

Me concentro para lanzar el conjuro guía para conocer el rumbo que tomar.

—Guidance...

Sin embargo otro trueno me desconcentra y soy incapaz de lanzar bien el conjuro.

—A la mierda, nos vamos tal cual ahora.

Por mi parte, le doy las gracias a Argento el Marino

— Gracias, Capitán. Ya me veia quedandome atrás. Pero no podemos abandonar a Soji a su suerte ¡Tenemos que hacer algo!

Desde luego, Soji ha sido el alma de este grupo, y no le pienso traicionar ni dejarlo en manos de los soldados. Necesitamos un plan. Un buen plan

— Ojalá pudiesemos contactar con Orphea, o con las otras deidades. Seguro que ella podría transmitirle algo — Sin embargo, se que tras tantisimo tiempo llamandole cosas, preferiría aparecerse al ogro Uk antes que a mí — Kokoro, Argento ¿Creeis que este tipo de cuevas pueda tener dos salidas? Se que es una esperanza un poco loca, pero quizá si rodeamos la montaña, podamos encontrar algo.

Después de un par de intentos intentando retirar la espada de donde estaba clavada di un suspiro antes de ser alertara y girar mi mirada hacia el ruido que había escuchado. Mis ojos se afilaron mientras me alejaba del claro, la situación no iba ponerse agradable en aquel lugar había que salir.

Internándome en la espesura del bosque busque mis compañeros viéndolos como ya se alejaban cabalgando a un ritmo no muy alto. Rindiéndome a la idea de poder recuperar la espada finalmente empecé a correr hacia ellos, habíamos evadido la atención de los soldados que era lo que buscábamos en un inicio así que estaría bien dejar aquello así.

No iban a poder sacar la espada y la entrada de la cueva estaba lo suficiente sepultada como para que tardaran un tiempo en abrirla, con algo de suerte habría otra salida del interior para Sojiro y Monique.

Con aquello en mente seguí a mis compañeros manteniendo la distancia, en caso de que se encontraran con otro enemigo era preferible estar separada de ellos para poder golpear por sorpresa.

—Pero el burricornio no sigue órdenes, va... a donde quiere, creo— me incliné un poco para intentar ver la cara del animalito mientras le acariciaba el lateral de la cabeza.

—Tendríamos que ir a un lugar seguro... De momento. No estamos en condiciones de luchar o salvar a Sojiro si lo necesita— además, seguro que él estaba más a salvo que nosotros, teniendo en cuenta que los soldados no sabían que seguían en la cueva.

Llevan tanto tiempo dando vueltas entre la vegetación que pierden ya la noción del tiempo y la orientación. La lluvia ha mermado un poquito, pero se oyen truenos y destellos de luz en la distancia.
—La peor de las ideas sería detenernos a acampar por aquí, con esta lluvia, santo cielo —comenta Argento con abatimiento—. Pero Kokoro tiene razón, lo que nos queda sería buscar otra cueva y esperar a que pare, seguramente también pasar la noche.
Y niega con la cabeza en respuesta a Kei.
—No, corazón, rodear la montaña tomará días. Recemos para que hayan encontrado otra salida, y si no, mañana iremos por ellos.

El burricornio se ha agotado completamente y se rehúsa a continuar. La buena noticia es que no hay ni rastros de soldados.

—Jolines, y esta lluvia no para, cielos. 

Cuando notas que tu plegaria está a punto de fallar, Monique te zarandea y te empuja al suelo.
—Imbécil —murmura entre dientes, con visible enojo—. Vas a hacer que reviente el único lugar seguro que encontramos.
Se quita la mochila, la deja en el suelo y se pone a retirar cosas de ella. Ves algunas mantas, que las extiende sobre lo que queda de una silla de madera y con los restos de otra se pone a intentar hacer un fuego.
—Mira, estoy agradecida por que me hayas ayudado luego de caer por la cascada, pero, de verdad, ya basta.
Frotando un palito entre sus manos lo único que consigue es hacer humo, pero no se rinde.
—¿Hasta cuándo vas a estar esperando que Dios te haga todo? ¡Pon algo de tu parte también! ¡Dios ayuda gustoso a los que aportan esfuerzo!

Tras varios intentos, finalmente salta una chispita y el palito queda encendido. Intentando mantener la calma, Monique echa unos sopliditos suaves y en poco tiempo consigue una llama. Su sonrisa cuando lo logra es grande.
—Es en serio, Sojiro. ¿Qué clase de padre malcría a sus hijos sirviéndoles todo en bandeja? Dios es nuestro Padre en el cielo y nos mima mucho, pero quiere que también nos hagamos fuertes, por eso es que ahora no está respondiéndote.

Con el fuego encendido, acerca la silla donde colgó su manta y ahora también su ropa, para que se seque.

—Creo que lo mejor será pasar la noche aquí. No tiene sentido salir con esta lluvia y seguramente los otros habrán dejado de buscarnos para ponerse a descansar. La esperanza está en que mañana esté despejado y podamos ver dónde carajo estamos.

Sigue sacando cosas de su mochila y poniéndolas a secar.