Partida Rol por web

El ejército imperial se retira, dejando atrás el olor a cenizas y muerte al que ahora debéis enfrentaros. 

Empieza a caer la tarde y es seguro acercarse al pueblo. 

Ashart retiene en su cabeza el camino por donde se han marchado las tropas y las palabras de sus compañeros le convencen de que la persecución puede esperar unos instantes. Primero tiene que comprobar algo.

Con la frente arrugada y el terrible temor de encontrar algún cadáver de un ser querido, Ashart se interna corriendo en el poblado por el camino más corto en dirección a la cabaña de su familia. Desea con todas sus fuerzas que su esposa y sus hermanas hayan podido esconderse con los niños en la despensa subterránea o que, por lo menos, los lunares se los hayan llevado prisioneros. Los latidos del corazón le golpean el pecho como un tambor de guerra mientras corre, salta una roca y esquiva los árboles.

Me dirijo con mis hermanos a la aldea, buscaremos supervivientes principalmente y a ver si podemos saber que ha pasado. También miraremos en la casa de Drusilla.

No encontráis un solo superviviente, aunque entre los cadáveres apenas hay mujeres y niños menores de 10 años, a estos deducís que han decidido aprovecharlos como esclavos. 

-Mirare en la casa de mis padres y la herrería, la casa de Drusilla me pilla de camino, propongo que nos encontremos en el pozo del pueblo tras haberlo revisado todo y calcular los daños causados Sin decir mas cojo mis cosas y me dirijo hacia donde les dije pasando por la casa de Drusilla, entro en la casa sin puerta y observo la habitación con el padre de drusilla muerto, corro hacia mi casa y el mismo panorama, padre lucho hasta la muerte para defender a mis hermanas pequeñas y madre vuelvo al pozo y informo, -Es posible que se llevaran a las mujeres para tratarlas de esclavas... malditos lunares... Que orlanth me de fuerza para matarlos uno por uno hasta llegar al vil emperador... que los dirige...

- Si puede ver mi casa desde aquí... cenizas... - Harold hablaba sin dirigirse a nadie a la entrada de la aldea

Tras contemplar la aldea vacía y toda la destrucción reinante durante un largo silencio gira hacia Olaff

- Miraré si veo algún superviviente en la aldea - avanzando hacia los cuerpos más cercanos y revisando su estado

Todavía con la espada en la mano recorro el pueblo cabizbajo y con paso lento. A cada minuto que pasa, mis esperanzas de encontrar algún superviviente se van desvaneciendo y las lágrimas comienzan a recorrer mis mejillas.

-Que Humakt acoja a mis hermanos en su reino y me dé fuerzas para empuñar mi espada... -Murmuro para mí.

Yo no menciono palabra alguna. Me muestro taciturno. Mi mente es incapaz de asimilar las imágenes que circulan por mi mente: cadáveres carbonizados, casas hecho cenizas. La única palabra que se me ocurre es una: venganza.

Con paso lento reviso los cuerpos, los escombros sin esperanza alguna. Si hay algún superviviente lo intentaré reanimar.

- Os juro que les daremos venganza por estas atrocidades...

Ni un solo superviviente, sea como sea, parece que los lunares saben hacer bien su "trabajo". 

Solo quedaban ya dos cosas que hacer: descansar, comer y reunir fuerzas para llevar a cabo vuestro plan cualquiera que este fuera o desistir. Rendirse ante una fuerza claramente superior.

A unos pasos de la casa de mi familia encuentro el cuerpo inerte de mi padre, Vastyr el Liberado, bocabajo con el rostro en el barro y su lanza todavía aferrada en la mano. Me desplomo junto a él y, con lágrimas en los ojos, lo abrazo contra mi pecho. -¡Padre!, ¡padre!... ¡¡¡No!!! Ha muerto luchando, defendiendo a mi familia. Ya debe estar en el salón del banquete, junto a Orlanth y el resto de dioses. Y yo debería haber estado luchando junto a él. Yo debería haber defendido a mi esposa e hijos. Tal vez yo debería yacer ahora allí muerto.

Pero el recuerdo de Ivarne y los niños me hace reaccionar. Me levanto a duras penas y entro corriendo en la casa. Al no ver a nadie allí, compruebo el escondite subterráneo y el corazón me da un vuelco cuando no veo ni mi esposa, ni a mis hermanas ni a mis hijos. ¿No les dio tiempo a ocultarse? ¿Lloraría el pequeño y revelaría el escondite? Reviso los cuerpos que yacen tendidos por los alrededores para confirmar que no están. El modesto sentimiento de alivio deja paso rápidamente a la ira y a las ansias de venganza. ¡Tenemos que ir tras los lunares y liberar a los nuestros! Rezo a Odayla para que me ayude en la caza que se avecina y a Orlanth para que me dé fuerzas. Luego vuelvo con el resto del grupo para proponerles que nos pongamos en camino cuanto antes.

Cuando pase un buen rato y hayamos comprobado la magnitud del desastre juntaré a los únicos que quedamos alrededor del centro de la aldea. - Habéis visto lo que han hecho esos desalmados, es momento de actuar. Probablemente moriremos en el intento pero los dioses nos acogerán con los brazos abiertos por nuestra valentía. Ya hemos descansado un poco, dormiremos unas horas e iremos tras ellos. Son una legión completa de 500 hombres por lo que se moverán muy lentos y además llevarán a algunos de nuestras familias como esclavos por lo que tardarán aún más. Seguramente tendrán grupos de exploradores vigilando los alrededores del grupo central. Nuestro objetivo será coger a uno de estos grupos, luchar con ellos, interrogarlos y matarlos. Debemos ir siempre escondidos y con sigilo, si nos descubren estamos muertos y los supervivientes estarán ya condenados. Si conseguimos coger desprevenidos a los grupos de exploradores que tengan, con suerte podríamos intentar algún cambio de prisioneros. De cualquier modo, vamos a llevar la muerte hasta ellos! digo con rabia.

Deambulo un rato entre las ruinas humeantes sin atreverme a acercarme a mi casa. Prefiero no mirar. Entonces escucho hablar a nuestro jefe Olaff y reacciono.

- Vayamos pues, compañeros. La muerte debe llegar hasta ellos. - Entonces me acerco a nuestro jefe. - Si quieres, jefe, me adelanto y voy siguiendo el rastro. 

Asiento a Thorfinn ante la primera iniciativa. - Claro, pero llévate a alguien contigo. Ves con mi primo, no quiero que nadie vaya solo, siempre en parejas. Me acerco a Thorfinn y le doy la mano. - Suerte, no hagas ninguna estupidez, no te alejes demasiado de nosotros y ves dejándonos señales en el camino para que podamos seguirte.