La noche envuelve las calles de la ciudad, una fuerte lluvia hace correr a todo mundo a guarecerse en sus casas, nadie se atreve a salir hasta que amaine la tormenta, algunos autos se desplazan rápido tratando de llegar a su casa cuanto antes, la sirena de una patrulla ilumina las paredes de uno de los barrios más conflictivos de la ciudad, el viento y la lluvia en tu rostro no te importa ni te molesta.
Al dar vuelta en una esquina, uno de los pordieseros con un carrito envuelto en plásticos para cubrir el cartón y papel de reciclaje, y al menos 6 perros callejeros lo rodean..
Al acercarte los perros comienzan a ponerse nerviosos y comienzan a gruñir mientras el singular personaje recargado sobre una pared se cubre un poco de la lluvia sentado sobre unos cartones empapados por la lluvia.
Alza un vaso de plástico y te saluda mientras te observa sin miedo alguno.
-Una noche digna para conversar... ¿No te parece?...-
Le da un trago a lo que sea que este bebiendo, mientras los perros se revuelven nerviosos ante tu presencia.
-Ven... no tengas miedo... no voy a morderte...- El pordiosero te hace una seña a un lado de él para que tomes asiento.
La lluvia pareciera amainar mientras el aullido de perros no se hace esperar combinado con gruñidos y ladridos.
-¡Frijol!... ¡Negra!... ¡Flor!... ¡Callense!... van a asustar a nuestro invitado...-
Aquella ciudad era enorme, y yo desconocía por completo su orografía. Caminaba sin rumbo fijo tratando de abarcar el inconmensurable sinfin de calles y callejuelas, de edificios abandonados y rascacielos y chabolas que poblaban la ciudad. Caminé bajo la lluvia sin más, sin importarme aquellas menudencias del mundo mortal, un mundo que yo ya había dejado atrás hace tiempo.
Observé primero al pordiosero cuando se dirigió a mi. No me temía, no sabía lo que estaba bebiendo, pero tal vez pudiera ser su último trago, y aún así no me temía en absoluto. Sus perros hacían bien en advertirle. Pero más que su sangre necesitaba tal vez su información. - Sí, desde luego es una buena noche para conversar... ¿Dónde estamos? No conozco muy bien la ciudad, me vendría bien algo de orientación. - Pregunté, sentándome despacio en el lugar donde me señalaba y mirando receloso a los canes.
-He olvidado mi nombre... la mayoría me dice "El Chivo"...- Los canes comienzan a ladrar mientras César toma asiento a un lado de aquel pordiosero. -¡Cállate pinshi Negra!...- le da una pequeña bofetada al perro callejero, el cuál lanza un leve chillido y mete el rabo entre las patas alejandose del lugar.
-Estamos en "Las Huertas" una zona alejada de la mano de Dios...- le da un trago a lo que sea que está bebiendo. -He visto cosas que no creerías... pero tu muchacho... que haces por aquí... ¿que buscas?... es peligroso caminar a estas horas de la noche, la semana pasada aquí a la vuelta encontraron el cuerpo descuartizado de un ladronzuelo... dicen que fué el narco... que andaba en malas compañias... yo digo que fueron ellos... ellos se divierten contigo... te roban el alma... te vuelven loco si bien te va... en el peor de los casos apareces en un contenedor de basura hecho pedacitos...-
El Chivo continúa hablando mientras los perros revolotean nerviosos.
-Algo va a desatarse... el diablo camina entre nosotros...-
Observo tranquilamente al perro ladrarme, y luego al humano regañarle para que se marchase. La reacción era la usual en animales, así que estaba acostumbrado. Me senté allí junto al vagabundo, con las piernas dobladas frente a mi. El hombre comenzó a hablar sobre un asesinato ocurrido allí hace poco. Parecía que oficialmente los humanos se lo atribuían a la delincuencia rampante que abundaba en la ciudad. Pero aquel hombre de la calle hablaba de "ellos" y yo me imaginaba de qué hablaba. - ¿Ellos? ¿A qué te refieres? ¿Qué has visto? - Pregunté, para averiguar qué sabía.
El chivo se rasca la barba mugrienta.
-¿Que he visto?... He visto a la muerte directamente a los ojos...- El sinhogar le da un largo trago a su bebida y arroja el vaso lejos, los perros comienzan a juguetear entre ellos tratando de quitarse el vaso uno de otro.
-Estás algo lejos del centro de la ciudad... estoy seguro que ellos viven debajo del centro de la ciudad... hace poco perdí al "coffe" un perro pitbull de este tamaño...- El Chivo levanta la palma de la mano indicando la estatura de su perro preferido.
-Una noche acabé de recoger algunos cartones y plásticos para venderlos en la recicladora, justo en uno de los contenedores del centro de la ciudad, no me lo vas a creer... sentí que el frío calaba hasta los huesos, y eso que estabamos en pleno verano... el "coffe" comenzo a gruñir... justo así cómo a ti te dieron la bienvenida mis "pequeños" hace un rato... bueno, pues allí estaban eran tres, tenían deformada la cara... no sé como describirtelo... bueno uno de ellos tenía las manos y brazos ensangrentados, y se lamía las manos... otro parecía nervioso y otro, el que parecía el líder daba algunas indicaciones... cuando de pronto un coche negro freno bruscamente, atropello al que tenía las manos ensangrentadas y dos hombres y una mujer bien vestidos bajaron del carro y entre todos se atacaron... ¡A MORDIDAS!...- El méndigo se santigua.
-Al que habían atropellado se levantó y trato de salir a pie... lo alcanzaron y lo destrozaron... no quedó ninguno "vivo" de los primeros "monstruos" que ví... estoy seguro que ellos no me vieron, pero el "coffe" comenzo a ladrarles... yo me oculte y cerré los ojos... el "coffe" se interpuso entre ellos... era mi favorito... escuché que chillo... ¿Como puedes hacer chillar de dolor a un perro grande?... escuche cuando cerraron las puertas del auto negro... y arrancaron rechinando llantas... todo eso pasó en cuestión de minutos... no sé... segundos... Y el "coffe"... ni rastro... esa fué la última vez que lo ví... quiero creer que se fué, que corrió...-
El Chivo se queda pensativo un rato, luego retoma la conversación. ¿Tú eres uno de ellos verdad?... - El Chivo no voltea a ver a César cuando le lanza la pregunta.
César, no tengo referencia de tu personaje en tu ficha, requiero que la actualices a la brevedad.
Escucho atentamente al sin techo. Era una historia común, al menos para mi. Una pelea, probablemente contra unos "Nosferatu" por cómo los describe. Algo de bandas, o tal vez un ataque de esos cerdos de la Camarilla. Aunque me costaba imaginarme a esos remilgados sacando sus culos a las calles para luchar de verdad, pero sabía que eran capaces de armarla bien. Después, la pregunta. No me sorprendió. No demasiado. Acabaría atando cabos, y yo tampoco es que hubiera hecho nada por ocultarlo. - Sí, lo soy. - Dije, simplemente, sin alterarme. - ¿Podrías indicarme dónde pasó aquello? Iré a echar un ojo. En realidad estoy de paso, vengo de muy lejos, me enviaron aquí. A parte de esa vez ¿Has visto algo más? - Pregunté, girandome levemente para mirarlo.
Perdón, creí haberlo hecho, me pongo a ello.
-Sólo sé que debes tener cuidado y elegir un lado de la línea... si te quedas de este lado aún conservaras tu alma... condenada a la eternidad eso si... pero aún te pertenecerá... si cruzas el límite... no hay retorno... y el infierno se abrirá ante tí...-El chivo se levanta, dirigiendose a su carrito de deshechos para reciclar.
-Bien hijo... tengo que continuar... dirigete al centro de la ciudad, ahí podrás encontrar la puerta que te conducirá a lo que sea que estes buscando...-
La noche avanza y el chivo se aleja con su pequeña manada de perros callejeros.
Perdón por la demora, me está costando trabajo asimilar la situación por la que atravieso, pero continúo en la partida.
Despidiendo al indigente con un gesto de cabeza, me pongo en pie, y con gesto decidido y las manos metidas dentro de los bolsillos del pantalón, echo a andar y me encamino hacia donde aquel hombre me había señalado, preguntándome que iría a encontrarme cuando llegase allí.