Negra noche, dormís plácidamente en la posada. Un eco de tambores.
Se escuchan gritos y combates por la ciudad, la gente comienza a despertarse sin conocer la naturaleza del barullo. Comienzan a alzarse columnas de humo al cielo.
Del pozo del centro de la plaza comienzan a surgir criaturas monstruosas de la más maligna y variada naturaleza, escalando y saliendo del pozo en masa. Orcos, trasgos, drows, duergars, grandes trasgos, farfulleros... sin ningún tipo de orden o distinción de raza o tamaño, avanzan con armas y antorchas quemándolo todo y matándolo todo. A los dos minutos suena un gravísimo cuerno en la torre más alta de la muralla, los soldados en los barracones despiertan, se ponen sus armaduras en tiempo récord, toman sus espadas y salen en cuadrillas a las calles, guiados por sus sargentos y retrocediendo inevitablemente hasta juntarse con otros soldados y poder plantar cara en las calles sin verse rodeados por una frenética superioridad numérica. La guardia de la ciudad hace exactamente lo mismo desde su cuartel en el centro, retrocediendo hasta prácticamente defender la puerta de su edificio y no más. De las cuadras comienzan a salir al galope grupos de caballeros acorazados con impresionantes lanzas de justa. El enemigo es incontenible, salen del pozo como auténticos ríos y avanzan imparablemente por las calles entrando en las casas y quemándolas, matando a todo el que se cruce en su camino y enfrentándose con la guardia y los soldados sin el menor aprecio por su propia vida ni nada que ni se le parezca, incluso lanzándose contra las lanzas para dejar que los que van detrás ataquen. Las puertas de la muralla se han abierto y la gente corre fuera, los soldados han intentado proteger las calles necesarias para que la gente se vaya, aun que la ciudad ha quedado dividida en dos y por la parte que da al mar, la contraria a las murallas, no hay soldados y la gente que ha quedado atrapada ha cogido baracas y se ha echado a la mar, y cuando las barcas se han acabado se ha ido nadando.
Los brutales gritos de guerra de los monstruos se contagian a los soldados y al final todo combate se convierte en un auténtico frenesí de locura, adrenalina y sangre. El general de la guarnición, un paladín de Torm muy admirado y respetado por todo el mundo, arenga incansablemente a sus soldados para que expriman hasta su última gota de sudor y sangre, mientras con su grupo de caballeros no encuentra por donde hacer una carga y se lanzan al combate tal cual en las calles. No hay nadie que se eche atrás, los soldados se han visto en un combate bastante épico contra monstruos sanguinarios en defensa de personas inocentes y no van a dar un paso atrás, y en cuanto a los orcos, trasgos, drows y demás, parecen desconocer el miedo y el valor de su vida. Los soldados han tenido que retroceder hasta prácticamente los propios muros y la puerta ante el avasallamiento.
Dos barcos de Úmberli, mientras la gente escapaba en sus botes en el puerto, se acercaron y comenzaron a hundirlos con catapultas y magia. Tres barcos de la flota de la Costa del Dragón, que se encontraban cerca de la ciudad por si había una alarma precisamente con respecto al asunto de Manwë, se encontraron con la situación, previamente informados mediante magia de que la ciudad estaba siendo atacada, se acercaron a los dos navíos de Úmberli y después de un intercambio de bolas de fuego, rayos relampagueantes y catapultazos con bolas en llamas, dos barcos de cada se fueron al fondo del mar, quedando sólo un barco de la Costa del Dragón a flote y recogiendo supervivientes. Nadie sabe muy bien si los monstruos del pozo y Úmberli están relacionados, en principio podría ser.
En la ciudad, los soldados deciden retirarse fuera de las murallas y los monstruos retroceden dentro de la ciudad. La gente se comienza a dar cuenta de una cosa: del suelo han desaparecido todos los cadáveres enemigos, se difuminan en polvo poco después de morir. Los entendidos en magia le dan una explicación rapidísima y terrible: son invocados. Comienzan a desaparecer de las calles, difuminándose.
Amanece. El edificio de la guardia está reducido a escombros, y media ciudad son brasas. Fuera, hay un montón de gente atónita y llorado, muchísimos heridos y unas docenas de soldados pensando como se lo contarán a sus nietos. Allí se encuentra el conde Edain y el paladín de Torm, Círdan.
La gente os mira mal, muy mal, pues sabe lo del dragón negro del pozo. Sabéis que el conde Edain quiere hablar personalmente con vosotros.
Abriré la escena cuando tenga a todos los jugadores (para saber como meterlos) y se hayan subido los niveles.