Partida Rol por web

Los duros días de exámenes y pruebas físicas por fin han concluido. Vuestros examinadores han decidido que sois aptos para el servicio. A partir de ahora trabajares en lo que siempre habéis soñado.

Tras unos días de merecido descanso llega la hora de presentarse en la comisaria de destino que os ha sido asignada, en el distrito Este de la ciudad. Habéis oído hablar de ella durante el curso de preparación, había opiniones para todos los gustos, buenas, malas y regulares. Pero eso a vosotros os da igual, es vuestro destino y  llegáis con optimismo y ganas de hacer bien las cosas.

Hoy hace un día de perros. Mucho viento y una fuerte lluvia azotan el lugar. El trafico es un caos y por momentos teméis llegar tarde vuestro primer día de trabajo. En vuestra mente solo ronda un nombre, Gregorio. Es a él a quien os debéis presentar cuando lleguéis a la comisaria.

Paco, se levantó de la cama. Deslizó su mano a tientas hasta dar el despertador, hasta encontrar el botón de : Freeze Se levantó de la cama, tirando rápidamente las sábanas, y duchándose. Después de la ducha y un café, se puso el traje de policía. Salió de su casa - Vaya tormenta...espero que amaine - Pensé. Me subí a mi viejo Chevy del 98, herencia de mi padre, después de un rato de torpe conducción por agua con tantos coches, llegué a la puerta. Ahí estaba Jose, alzando el mentón en señal de saludo. Chocamos las manos, y sin mediar palabra, nos introducimos en la comisaría, a preguntar por Gregorio.

José, se colocó el traje, el que siempre había estado soñando, y se limpió los dientes. Debía ser un personaje presentable, pero para imponer el respeto necesario. Se miró al espejo. - Que guapo estás -Se sonrió a sí mismo, estaba gozando de aquella situación, pues la había deseado mucho tiempo.

Salió por la puerta, y cogió su moto. Hacía un día malo, según había visto el duro azote de las persianas, por el viento. Se colocó el casco, y se subió a su Honda.

Sabía que el asfalto podía tirarlo, pero era una ciudad, no iba a conducir de manera peligrosa, ni veloz, ni nada por el estilo, en comparación con lo que había aprendido en la academia.

Llegué al lugar indicado, y no entré, si no que esperé en la puerta a Paco. -Seguro que va a tardar, siempre hace lo mismo...hasta el primer día de trabajo.- Pensé.

Me doy la vuelta en la cama, buscando a tientas el despertador con la mano. Presiono el botón. Nada. Abro los ojos y miro el rojo sobre negro de los números. Todavía queda media hora. Tengo el cuerpo- y la cabeza- tan hechos todavía al horario de la academia que a veces se me olvida que ya no soy un cadete. El pensar en ello me hace sonreír. 

Ha costado llegar hasta aquí. No pocos no tenían demasiada fe en que alguien tan "mayor" lo lograse, ni pasar las físicas ni el test de personalidad, pero lo hice. Y ahora toca cobrar la recompensa.

Unos minutos después, enfundado ya en el uniforme, estoy desayunando en la panadería de la esquina. Me da que de hoy en adelante voy a ver mucho este local. Este y otros muchos. Es mi ciudad y mi barrio y, ahora más que nunca, me siento más parte de ellos. No soy uno más en la calle. Soy uno de los protectores de este lugar.

Joder. Todavía no me lo creo.

Por desgracia, si me quedaba alguna duda de que sí, esta es mi ciudad y estoy aquí, se me pasa cuando conduzco el viejo Ford Fiesta- otro veterano con mucha historia a las espaldas- por la mierda de tráfico, pillando todos los semáforos en rojo y un par de calles cortadas que antes no había. Espero que al Ayuntamiento se le de mejor pagarnos los sueldos de lo que se le dan las obras publicas, porque si no vamos aviaos.

Al final, entre pitos y flautas, pasa lo que tenía que pasar, y lo que de ninguna manera quería que pasase. Para cuando entro en la comisaría y pregunto a uno de los compañeros que pululan por ahí dónde encontrar a Gregorio, ya pasan diez minutos de la hora de entrada.

El sonido del despertador me hace levantar la vista de las sábanas enrolladas debajo de mí. Al ver la hora, agacho de nuevo la cabeza con los ojos cerrados. <<Cinco minutitos más...>> pienso para mí.

Momentos después, me levanto bruscamente. Sólo llevo la ropa interior y una camiseta de asillas de los "Navy Seals" que conseguí por pedido. Con el pelo alborotado, lo primero es darme una ducha.

Media hora después, bajo las escaleras de mi apartamento con una tostada en la boca. Bajo el brazo llevo un casco protector de moto con la cabeza de un "Alien Warrior" pintada en la parte superior. Sonrío al ver las inclemencias del tiempo, pues no hay nada más estimulante que conducir bajo la lluvia. Eso sí, siempre con precaución. Me subo en mi preciosa Honda Shadow 250cc, termino la tostada, me pongo el casco y enciendo el motor. Las vibraciones y el sonido que produce la moto debajo de mí mientras las gotas de lluvia repiquetean contra la visera del casco, me recuerdan que en la vida hay cosas sencillas que pueden llenarte de dicha.

El trayecto fue más complicado de lo que esperaba. Había mucho tráfico y los conductores parecían desesperados por huir de la lluvia y el viento, por lo que estuve a punto de caer de la moto en un par de ocasiones por culpa de conductores histéricos. Finalmente llego a la comisaría con poco de tiempo de sobra.. Aparco mi moto cerca de la entrada, me quito el casco, sacudo la melena y entro.

Una vez en el interior, me recojo el cabello con un coletero mientras el casco me cuelga del brazo. Me dirijo al primer policía que veo.

_Buenos días. ¿Gregorio, por favor?

Poco a poco los novatos van llegando a la comisaria. El primer dia de un novato siempre es difícil y eso Gregorio lo sabe. Ya hace muchos años que dejo de ser novato pero esa sensación en el estomago, ese hormigueo bajo la piel a causa de los nervios del primer dia nunca se le han olvidado.

Los novatos van entrando tímidamente a la comisaria y casi siempre balbucean cuando pronuncian sus primeras palabras ante cualquier nuevo compañero. Poco a poco van llenando la comisaria hasta que se hace la hora de ser recibidos.

Lo primero que les llama la atencion al entrar en la comisaria es el ir y venir de sus nuevos compañeros por las oficinas de la sala. Muchos de estos policias miran de forma socarrona a los novatos. Lanzan miradas esporadicas, cuchichean entre ellos y en sus boscas dejan entre ver un sinfin de disimuladas sonrisas. Es lo normal el primer dia de curro ya sea en una comisaria o en una fabrica de montaje en cadena.

La comisaria es moderna, asi que cuenta con todas las comodidades tecnologicas del momento. Eso no quiere decir que todos controlen las tecnologias a la perfeccion. El Hall da paso a una maraña de oficinas y salas de reuniones con pequeños pasillos llenos de puertas a ambos lados. Al fondo un amplio ascensor y a ambos lados unas escaleras que suben y bajan respectivamente a los pisos superiores o a los sotanos.

De repente, las puertas del ascensor se abren y sale un hombre de cierta edad con el pelo canoso haciendo juego con su barba.

Gregorio sale del ascensor con paso firme mientras colpea su muslo derecho con los papeles enrollados que tiene en su mano derecha. Se dirige hacia el grupo de novatos que se agolpan en el Hall, se para cuando esta a escasos centímetros de ellos, desenrolla los papeles que porta en la mano y antes de empezar a pasar lista una femina voz llama su atención.

Dirige su mirada hacia Martin… Soy yo señorita… contesta Gregorio. Sin dar mas importancia a la pregunta de Martin. Entonces baja la mirada y empieza a pasar lista. Va nombrando uno a uno a todos los novatos de reemplazo.

Va diciendo nombres y cada uno va respondiendo con un ¡¡¡ Presente ¡!! cuando lo nombran. Hasta que llega a un nombre…Garrido Yagüe, Marcos… hace una pausa esperando una respuesta. Alza la mirada durante unos segundos y con un tono un poco mas serio vuelve a repetir… Garrido Yagüe!!!. Hace un gesto de negación con la cabeza y sigue pasando lista hasta llegar al final de la misma. En ese momento Marcos hace acto de presencia. Gregorio alza la vista nuevamente y se dirige al novato con paso firme y semblante serio.

Eres Marcos Yagüe Garrido?... Pregunta mal humorado Gregorio esperando una rapida respuesta del novato.

En cuanto oigo el tono y la mirada que me dirige el policía más mayor, se que la hemos jodido. Menuda forma de empezar el primer día.

Pero lo primero es lo primero. Ya tendré tiempo para cagarme en el tráfico y en mi suerte negra más adelante. Ahora de momento bastante tengo con no ganarme más bronca de lo necesario, así que respondo de inmediato cuando Gregorio se dirige a mí.

Soy yo, señor. Lamento muchísimo el retraso, debería haber oído el parte de tráfico antes de salir de casa. Le aseguro que no volverá a suceder.

Dichp lo cual me preparo mentalmente para la bronca, que no tardará en llegar. Como en cualquier profesión, la puntualidad es importante.

Gregorio, al igual que los compañeros de Marcos, observan al novato como intenta disculparse y salir lo mas airoso posible de la situación.

Esta bien agente… dice Gregorio con un tono algo mas relajado. Mirando primero a Marcos y después al resto de novatos, alza ligeramente la voz para asegurarse de que todo el mundo le escucha y dice… No voy a tolerar ninguna falta de puntualidad de ahora en adelante. El que apartir de ahora llegue tarde, tendrá represalias.

Hace una pequeña pausa mientras recorre con su mirada a el grupo de novatos y dice… ¡¡¡ Siganme!!!.

Gregorio rapidamente da media vuelta y se dirige hacia el ascensor de donde salió hacia unos minutos. Pero esta vez en vez de llegar hasta el ascensor, se desvia hacia la derecha, bajando unas escaleras que os llevan a la zona baja de la comisaria. Tras atravesar y cruzar varios pasillos, Gregorio se para ante una puerta, en ella se puede leer  “Galeria de tiro”.

Gregorio empieza a hacer grupos de cuatro personas para pasar ordenadamente  y por turnos a la galería de tiro. En ella ya hay policías mejorando sus habilidades en el tiro y no quiere que tantos novatos despisten a estos policías.
Poco a poco los grupos van entrando y saliendo conforme realizan sus pruebas de tiro.

Marcos, Paco, Martin, Jose, vuestro turno. Adelante. Dice Gregorio mientras busca con la mirada a los agentes que acaba de nombrar.

Entrais en la galería de tiro y lo primero que os llama la atención es la baja temperatura de la zona, parece que allí no llega la calefacción central del edificio. Varios disparos seguidos estruendan en la galería. Dos policías se encuentran un poco alejados de los novatos en sus respectivos puestos realizando disparos a un amplio papel con el contorno de una perona dibujada en el.

Gregorio llama rápidamente vuestra atención y dice… en esa mesa hay cuatro armas... dice señalando una mesa situada junto a la pared lateral de la galeria... cojed cada uno una y colócaos cada uno en uno de esos habitáculos. Cuando esteis listos haced 3 disparos cada uno y dejad el arma sobre la pequeña mesa que encontrareis frente a vosotros.

José se sonrió. Siempre se había considerado un buen tirador, pero no se encontraba cómodo allí.

Carraspeó la garganta, y miró a la pistola. Se había puesto un poco nervioso, e intentó tranquilizarse como pudo. - José, no pasa nada, vas a salir airoso de esta, como de tantas otras. - Después de este recital de autoconvicción, se colocó en el habitáculo, y se dispuso a disparar. De lleno. Ahora había cogido más confianza, pero tampoco debía pensar que estaba todo hecho. Debía disparar dos veces más, para conseguir salir de esta.

Agachó la pistola, reposándola en la mesita. Tomó aire, era lo que le habían enseñado en la escuela de tiro. Levantó poco a poco la mirada, y con ella, su arma. Deslizó suavemente la mano por el gatillo, y disparó. Dos de dos.

Sin embargo, la tercera vez, con un aire más resuelto y confiado, se saltó todos los pasos, y rozó el objetivo. - Mierda- Pensé. Eso había sido una enorme cagada.

Se presentó ante Gregorio.

-Señor, dos de tres.

Bajó la mirada, volteándose, en dirección a los habitáculos, esperando a que sus compañeros terminasen con la prueba.

Al entrar en la galería de tiro tras nuestro superior, no pude evitar que la piel se me erizara por el frío del ambiente. Veo las armas sobre la mesa y sonrío para mí. A pesar de lo sufrido en mi infancia, siempre estuve muy unida a mi padre antes del divorcio. Él, que había servido en los "Boinas Verdes" del Ejército Español, me cantaba las canciones de marcha y me relataba sus hazañas durante su servicio militar. También me enseñó a disparar con carabinas de balines y a luchar cuerpo a cuerpo con cuchillos que él mismo se había traído del ejército. 

La visión del arma me traslada a tiempos mejores mientras la tomo con firmeza en mis manos. Compruebo el cargador y el seguro tras situarme en la línea de tiro. Luego cargo el arma y apunto al primer objetivo, el más cercano.

¡BANG!

Pleno. Sonrío al acertar sin problemas en la diana, no en el centro, pero bastante aproximado. Apunto al segundo objetivo.

¡BANG!

De nuevo un estruendo proveniente del arma y mi sonrisa aún más ancha. Esta vez el tiro me salió mucho mejor, dándole prácticamente en el centro. Miro al tercer objetivo, mucho más lejos. 

<<Éste va a ser difícil...>> pienso mientras apunto una última vez.

¡BANG!

La sonrisa se borra de mi cara al dar en la zona externa de la diana, a varios centímetros de la primera circunferencia. Pongo el seguro del arma y le quito el cargador, dejando uno al lado del otro sobre la mesita. Doy un paso atrás con las manos tras la cintura, esperando las nuevas órdenes sin dejar de mirar mi resultado.

<<Podía haber sido peor... pero no puedes permitirte fallos cuando entras en el cuerpo de policía>> pienso mientras me muerdo el interior del labio. <<No te preocupes. La próxima vez no fallarás>>.

Por suerte para mi, Gregorio se limita a darme una advertencia, aunque por el tono con el que lo dice, no me queda duda de que en lo sucesivo más me vale "andar pa' lo segao", como decía mi abuelo. Va a haber que prestar más atención a los partes de tráfico por las mañanas, y a lo mejor no es mala idea salir antes también. Gregorio tiene pinta de ser de los de tonterías las justas.

Mientras nos está llevando por las dependencias de la Comisaría, no puedo evitar ir mirando para todos lados con disimulo. Hay policías uniformados por todas partes, y algunos también- los inspectores y subinspectores- vestidos de calle, pero todo el mundo parece estar ocupado haciendo algo: papeles, walkie-talkies, los móviles, las centralitas... hay un runrún de fondo que parece que nunca acaba, y gente moviéndose por todos lados. Entre los uniformes y lo austero de las paredes y los muebles (no hay más que un par de fotos del Rey o carteles con las convocatorias de los exámenes, que sacan a un chico y una chica con un uniforme de bonito colocado tan perfectamente que ni Terminator con una plancha sería capaz de replicarlo en la vida real), todo tiene un aire de... autoridad, que acojona. Acojona verlo desde fuera...

...desde dentro, para qué te cuento.

De todos modos, dejo de pensar en eso cuando entramos en la sala de tiro y se me pone la carne de gallina, y no de los nervios (que los hay). Coño. Que frío hace.

Pese al frío, noto cierto calor cuando Gregorio nos manda coger cada uno un arma- una P250 como la que nos enseñaron a manejar en la academia y nos manda hacer tres disparos controlados. Mi puntería no es para tirar cohetes. No tengo una mano demasiado firme, así que eso contribuye a ponerme más nervioso.

Aun así, respiro hondo y doy un paso adelante cuando me llega el turno. Esto no es nada. El día del examen, con 200 tíos por aula y a saber cuántos más por las afueras. Eso eran nervios. El de las físicas, de mañana, con un frío que pela y 2000 metros en menos de 8 minutos. Eso si eran nervios. Los finales de la academía, ahí, tocando esto. Eso si era para estar nervioso.

Por raro que parezca, funciona. Ya sea porque tengo más fuerza mental de la que creo o porque quiero impresionar después de la cagada del pase de lista, cuando levanto el arma después de comprobar cargador y seguro, me noto con confianza. Paso una mano sobre la culata y el dedo sobre el gatillo. Paso la del otro lado y sobre la primera, para conseguir un agarre firme. Flexiono un poco las piernas, meto un poco los hombros para conseguir una posición estable. Alineo la mira del arma con la guía, con los dos ojos abiertos, respiro hondo y voy apretando lentamente el gatillo mientras hecho el aire, despacio.

¡BANG!

El primer tiro da en el centro de la diana, a centímetros escasos del mismo centro del punto rojo que marca al corazón. Sin dejar que pase mucho tiempo, pero sin apresurarme, vuelvo a apretar.

¡BANG!

El segundo tiro se va hacia la izquierda, a la zona del costado. En la diana, pero lejos del primer impacto. El retroceso me ha pillado por sorpresa. Ya se me olvidaba que estas cosas, por pequeñitas que parezcas, cuando las disparas reculan como un caballo. Corrijo el apuntaje.

¡BANG! 

Otra diana. El centro mismo, de nuevo, esta vez un poco a la derecha, pero a centímetros escasos del medio mismo del rojo.

Dejo la pistola sobre la mesa, tratando de mantener la cara neutral. Ni me lo creo. Vamos, llego a disparar así en las sesiones de entrenamiento de la academia y al instructor de tiro le da un paraflús. Espero que ahora no le de a Gregorio por creerse que soy un ojo de lince y me meta a algún sitio peligroso, porque todavía no estoy seguro de cuanta potra acabo de tener. Sospecho que bastante.

Le vuelvo a poner el seguro al arma, oprimo el botón que libera el cargador y lo saco, dejándolo en la mesa al lado del arma, antes de volverme con Gregorio y los demás. 

Paco, tenía un amor enorme hacia los tiros al blanco. Debía intentar hacerlo bien.

Se acercó, y cogió la pistola, dispuesto a lanzar el primer tiro.

Se dispuso a lanzar el primero, y lo disparó muy rápido.

BANG

Bien, el primero, en el blanco.

BANG

El segundo, también. No está mal, Paco.

BANG

Mierda, Pensé, el tercer disparo se le había marchado lejos. Esto le obligaba a decir que había fallado uno. Ha estado tan cerca, casi lo había rozado...