Partida Rol por web

La velocidad está aminorando. sabes que Faragan es un hueso duro de roer y que se defiende como un armadillo panza arriba, pero sabes que tu banda es capaz de enfrentarse a eso y a  mucho más. Le pegas una voz a tus compañeros. "Ocuparos de ese malnacido, voy a ir avanzando hacia el botín." Miras como la mayoría se acercan al vagón en el que se encuentra el cuatrero despacio, cautelosos, las balas silban por doquier, una música que hace subir la adrenalina de todos. Hay que dar un último salto y ese oro será nuestro. 

"Joe, acompáñame, puede que necesite ayuda." Tu única intención era apartar al chaval de un tiroteo, lo cual ve que agradece porque le cambia la cara cuando se dirige hacia ti y ágilmente se encarama a lo alto de vagón para acompañarte. Ese chico te recuerda demasiado a ti cinco años atrás.  Ambos os acercais cautelosamente hacia el vagón y veis que desde dentro aún unos pocos guardas se están defendiendo de una avanzadilla de la banda de Fáragan. Ha habido una pequeña batalla aquí. Por lo menos ves los cuerpos de dos bandidos tendidos en el suelo y puedes divisar que aún quedan dos escondidos en el hueco que hay entre los vagones, uno parece estar herido, pero lo que es seguro es que los dos se encuentran distraídos están ensimismados intentando terminar con los soldados que quedan dentro. Te extraña que haya tan poca respuesta de fuego del vagón, pero posiblemente el resto de guardas hayan avanzado atendiendo a la amenaza de Fáragan. Puede ser una ventaja a tener en cuenta, aunque tampoco es seguro. Allí os encontrais, Joe y tú mirando desde el techo como dos ladrones intentan apoderarse de vuestro botín custodiado por pocos guardas, y tu acompañante te mira esperando una orden.

Si quieres hacerte con el oro y abandonar el lugar lo antes posible ve a la página 14.

El cofre de acero que almacena el oro debería de ser suficiente para soportar la explosión. Para lanzar la dinamita dentro del vagón mientras tu compañero te da fuego de cobertura, pasa a la página 163.

Una de las ventanas del vagón está abierta, podríais colaros rápidamente y emboscar a los rufianes en cuanto entren. Para ello solo tienes que ir a la página 100.

Esto debe de terminar con un gran BOOOM  paso a la página 163

Mientras tu compañero te proporciona fuego de cobertura, enciendes la mecha de la dinamita y la lanzas al vagón donde se encuentra el baúl de acero con los lingotes. Inmediatamente, os alejáis del lugar, corriendo como almas que lleva el diablo sobre el techo del tren. Apenas habéis saltado al siguiente vagón, el estruendo de la tremenda explosión os obliga a giraros para contemplarla. ¡Ha sido un éxito! Los pedazos del vehículo salen despedidos en una espectacular y flamígera lluvia de metralla sobre el desierto. El baúl, entre los abrasados restos del último apéndice de la máquina, parece haber resistido bastante bien el envite. Sonríes satisfecho.

A la momentánea gloria le sigue una escaramuza sin piedad. Los soldados del tren, tu banda y la de Faragan intercambian un despiadado fuego cruzado en el que ningún bando parece tener una posición claramente ventajosa respecto al resto. El tiroteo es agobiante y en ocasiones se siente como eterno. Tras varios fracasos, a todo el mundo le cuesta estar seguro de si algún enemigo sigue con vida pero no devuelve los disparos simplemente esperando su oportunidad de deshacerse de algún rival con la guardia baja.

Tu bando sale vencedor, pero las pérdidas en la banda son enormes. Sonny, como tantos otros, ha muerto. Más allá de las pérdidas humanas, los tres que quedáis con vida y malheridos no tenéis manera de cargar con el botín. Los caballos que sobrevivieron han huido desierto adentro, y la pila de piedras bloquea el avance del tren.

El plan era usar la dinamita para deshacerse del bloqueo de piedras.

Pero ya no hay dinamita.

Antes de que podáis recomponeros en vuestra desesperación, oís la corneta de unos refuerzos militares que se aproximan en sus equinos, levantando una gran polvareda.

Nunca debiste haberte saltado el plan, este es tu FIN.

Intentaré colarme por la ventana para acabar con ellos. Paso a la pagina 100

Os coláis por las ventanas del vagón entre la confusión del tiroteo, el plan es sencillo esconderse entre unos asientos mientras las balas vuelan. Los maleantes de Faragan se ventilan a los soldados, pero cuando entran triunfantes a por el baúl el joven Joe y tú salís de detrás de los asientos y los elimináis con vuestros revólveres rápidamente.

La estrategia de eliminar al equipo vencedor ya debilitado, un viejo clásico. Os acercáis a por el baúl y el sonido de un disparo cercano hace que te tiemble hasta el sombrero. Parece ser que alguien más ha pensado en esa estrategia. Volvéis a esconderos tras los asientos, pero han alcanzado a Joe.

-Sabía que te tenía que haber puesto las esposas en cuanto te vi con ese estúpido disfraz, todo a tu alrededor disparaba mis alarmas, farsante. -un disparo más hace que vuelen las astillas del lugar dónde os ocultáis, se trata de Sinclair. - pero en fin vivo o muerto es lo que piden ¿verdad?

Examinas a Joe, la herida sangra bastante, pero es superficial. -Vamos chico espabila, esto se enturbia por momentos. -Le comentas a tu compañero y como si de un presagio se tratara, un par de botas entran en el vagón por la otra puerta. 

-Señor Sinclair, le recomiendo que se meta en sus propios asuntos y se haga a un lado. -Faragan entra apuntando al cazarrecompensas, el cual, obviamente, también apunta a Faragan, que era la mayor amenaza.  -Haga la vista gorda y gustosamente compartiré con usted una parte del botín, no hay necesidad de complicar más esto, no sea demente.

Examinaste la herida de nuevo, y tu ágil mente ideo un plan, te quistaste la chaqueta y se la cediste a Joe para que tapara su herida, a modo de gasa. -Dame tu revolver y tápate la herida, voy a intentar que tengas una oportunidad de escape. Lo más importante es que el plan siga adelante.

-No me he ganado el nombre de "La soga" por hacer la vista gorda con alfeñiques como tú, Faragan. -anuncio Sinclair amartillando el colt. -Me temo que esta historia termina hoy, para vosotros.

En ese momento te alzaste como una centella apuntando con cada revolver a uno de ellos. -Subamos la apuesta un poco. Pero antes, dejad id al muchacho, está malherido y es absurdo sumar otro cadáver más a este maldito vagón.

Ambos asintieron, tampoco es que les quedase otra opción pues intentar disparar el muchacho sería dejar de apuntar a un de los enemigos, algo que podría ser mortal. Joe, salió taponándose la herida y salto por la misma ventana que había usado para entrar. Solo quedabais vosotros tres.

La tensión se respiraba en el ambiente. Todos esperabais que ha alguien se le cansarás los brazos o una gota de sudor que se metiera en el ojo. Los segundos eran eternos. La puntería de Sinclair era admirable pero el rifle de Faragan, podía atravesaros a los dos de un mismo disparo a esa distancia y tú, tú estaban en el medio. Finalmente rompes el silencio, no las tienes todas contigo.

-Señores, creo que está claro que aquí el que menos opciones tiene de sobrevivir es un servidor, así que les agradecería que al menos me dejasen fumarme un último pitillo.

Sinclair sonríe de medio lado y con su áspera voz dice: -Tú hombre nos dijo que llevas una dinamita encima, mequetrefe, no pienso caer en ese viejo truco.

Pero tú no puedes evitar sonreír: -Esa información no es del todo correcta, tenía una dinamita sí, pero estaba en mi chaqueta.

Tus dos enemigos intercambian miradas atónitas entre ellos, comprendiendo el error de dejar huir al joven Joe.

Pero ya es tarde. Una tremenda explosión hace que todo retumbe. Disparas sin mirar hacía Sinclair y cargas contra Faragan justo a tiempo para desviar el cañón de su rifle y que su disparo haga un nuevo agujero de ventilación en el techo.

Sinclair dispara, aunque gracias a que te adelantaste en el fuego primero no ha podido apuntar con precisión, Faragan y tú caéis al suelo, inmóviles. El cazarrecompensas se acerca amartillando de nuevo el arma y justo cuando está sobre vosotros le propinas una patada desde el suelo que le parte la rodilla. El hombre cae a plomo mientras berrea de dolor, pero es poco tiempo porque desde el mismo suelo lanzas un golpe con la culata del rifle que impacta en su nariz y lo deja inconsciente.

Manchado con la sangre de Faragan, te alzas triunfante para observar cómo los miembros que quedan de la banda rival huyen en sus caballos. Tus hombres ya han desenganchado los vagones de cola y la piedra ya no bloquea las vías, gracias a la dinamita. Os alejáis de aquella escena antes de que llegue la caballería.

Esa misma noche, compartís el whisky, brindáis por Sonny y todos los caídos. Sabiendo que pese a las grandes pérdidas el golpe ha sido un éxito y con el dinero del golpe podrás comprarte un buen terreno y un rancho.

FIN

EPÍLOGO 1

La noche ha caído, los pasajeros ya han sido rescatados y en el escenario solo queda la parte trasera del tren y los cadáveres de los bandidos, que los del séptimo de caballería no se han molestado en retirar, para que sirvan de pasto a las alimañas.

Una figura encapuchada entra en el tren desde la parte de atrás. Avanza con paso tambaleante, apoyándose en los asientos para avanzar más rápido. Solo su pesada respiración rompe el silencio de la noche.

Cuando al fin llega al vagón dónde se encuentra los restos de Faragan avanza el paso.

-No... no, no, ¡no! -masculla. Mientras contempla el cadáver.- Hijo mío... 

La figura mira hacía la luna, y solo entonces deja caer hacía atrás su capucha y grita al desierto..

-¡Has robado mi tren y matado a mi hijo, juro que dedicaré mi vida a encontrarte y matarte con mis propias manos!

EPÍLOGO 2

La banda está celebrando el éxito del plan al calor y la luz de una hoguera, han habido bajas, pero todos saben los peligros que supone llevar la vida que llevan, observas el cielo estrellado mientras Jasper se bebe una botella de whisky derramando la mitad del contenido sobre su barba, tras lo cual se levanta para acercarse hasta ti y sentarse de nuevo a tu lado. Oye jefe, el oro que hemos birlado da para varias vidas, pero quería hablar de esas extrañas monedas que había en aquel cofre, no sé, me dan mala espina, he oído historias de nativos más allá de México, se dice que su oro está maldito, puede que tan solo sean historias, pero preferiría que en mi parte del botín no haya monedas de esas.

Con curiosidad giras la cabeza hacia él. No te preocupes, si tan mala espina te dan yo me las quedaré. Ambos os echáis a reír y seguís celebrando el resto de la noche. Sin saberlo, en ese momento condenas tu futuro a una búsqueda de antiguas tumbas con la esperanza de devolver ese oro y romper la maldición que acabas de aceptar sin dudar, puede que en unos años aprendas que la avaricia rompe el saco, sin embargo eso es otra historia.