Partida Rol por web

Marius se aplasto contra la pared más cercana intentando que el terror la atravesara y aparecer en cualquier otro lugar. Pero la pared era una pared y estaba atrapado allí abajo con aquella presencia que trastornaba sus sentidos y su entendimiento.

Con total desesperación y sin ningún tipo de juicio blandió la hoz que tenía en la mano en arrebatos torpes y angustiados mientras un grito ahogado se hundía en su pecho.

Asestaba los golpes sin sentido, al aire, como queriendo deshacer una visión espantosa más que herir a aquella cosa en la que aún se resistía a creer.

Si sus piernas respondieran lo mas mínimo sin duda correría, pero no era así.

Todo rastro de aplomo o tesón habían desaparecido en Robert. Todo lo que caracterizaba a la forma de ser pausada y sosegada del profesor, daba paso a una desesperación que no recordaba haber mostrado nunca en su día a día. Pero es que era inevitable mostrarse así, después de lo que habían visto... Se quedó inmóvil, sin apartar la vista de las escaleras y preparado para atacar con fiereza a la criatura. Probablemente su intento fuera en vano, aunque si moría allí abajo, sería dando guerra y no aceptando un destino funesto.

De pronto, un frío inexplicable penetró en su piel y en sus huesos, como si estuviese hundido en la nieve. Un frío mortal, que era la antesala del horror que iban a presenciar sus ojos. La presencia de aquella siniestra figura, similar a la de una bruja o hechicera maldita y decrépita, heló su sangre. Aquello no podía ser real. Parpadeó, en un fútil intento para que desapareciera de su vista, pero era inútil, seguía levitando en una danza incorpórea que hipnotizaba; sus compañeros, estaban igual de estupefactos que él.

Miró el cuchillo que empuñaba y la cruz que sujetaba en la otra mano. Asiendo la cruz por delante de su rostro, a modo de protección, se lanzó hacia la bruja tratando de clavarle el cuchillo en cualquier órgano vital.

En aquel sótano maldito se había materializado un nuevo horror. Cuando la figura siniestra hizo su aparición junto con el frío que la rodeaba, Tessa sólo pudo retroceder impotente mientras contemplaba el rostro de la muerte. Aún así, la fuerza de voluntad de la mujer era muy grande y lo que podía haber destruido la cordura de cualquiera a ella la afectó en muy menor medida.

El corazón empezó a latirle como si fuera a salirse de su pecho, expectante por ver aparecer a aquella cosa de nuevo. Pero incluso antes de que apareciese, el miedo empezó a adueñarse de su cuerpo.

Su mano, que sujetaba el revólver, temblaba tanto del frío como del pánico que comenzó sentir cuando aquella cosa se dejó ver de nuevo. Aunque ya la había visto en el piso superior verla ahora tan de cerca con lo que aquello suponía, hizo que Anne entrase en pánico y apretase el gatillo apuntando hacia la criatura, sin ser consciente de que algunos de sus compañeros habían ido en su dirección y que quizás estuviesen en medio.

La aparición de aquella terrible bruja, tal y como había advertido Robert al llegar a la aldea, les había atrapado por sorpresa. Trataron de atacarla pero no consiguieron dañarla. Aquel ser monstruoso al escuchar el disparo de la pistola de Anne, cuya bala atravesó uno de los botes con restos carnosos de extraña procedencia que cayó desparramado por el suelo, llamó la atención de la bruja y se lanzó a por ella con inusitada velocidad. Sin embargo, por los pelos, no consiguió alcanzarla y pudo apartarse de sus garras a tiempo.

Todo ocurrió tan rápido que casi no le dio tiempo a procesarlo. Había fallado el disparo y de repente tenía a aquella criatura mirándola fijamente mientras se acercaba rápidamente a ella. No sabe cómo, pero justo en el último segundo logró apartarse.
Notaba el corazón en la garganta y le costaba pensar y respirar con claridad, pero por suerte el instinto de supervivencia estaba de su parte.
Miró a la pistola, miró a la criatura que aún estaba cerca, y le disparó de nuevo.

Marius se sentía atrapado en su propia tumba, y aquella cosa nublaba su razonamiento, y destrozaba sus nervios.

Se pegaba a las paredes que sentía frías y húmedas a su espalda y solo el instinto y supervivencia más primitivo le obligaba a seguir asestando ataques con la hoz en la dirección en al que presentía a ese ser espeluznante, casi sin mirar.

Sintió en su mano el frio sepulcral cuando la hoz atravesó en algún momento aquel cuerpo antinatural.

¿Cómo golpear a algo en lo que no has creído en tu vida? Esa pregunta rondaba su cabeza en el instante del ataque, el cual fracasó con estrépito. Sin embargo, la bruja no tenía ningún interés en él, quizá por verle como a una amenaza menor, y se lanzó de golpe a por Anne, quien era la única que empuñaba el arma de fuego.

Viendo una pequeña oportunidad de atacarla por la retaguardia, se lanzó con el cuchillo a por aquella abominación intentando clavárselo en el cuello o en cualquier lugar en el que pudiera conseguir hacerle daño.

La aparición se había concentrado en Anne. Ni siquiera sabían si las armas convencionales le harían algún daño. Aún así, Tessa levantó lo único que tenía en la mano que podía hacer daño: la estaca. Sin pensarlo mucho, la descargó sobre la criatura como si fuera un puñal.

Primero un disparo, seguidos del tajo de una hoz, del cuchillo que se clavaba y de una estaca que, vampiro o no, hizo caer a la bruja al suelo con un grito desgarrador. Se giró rápidamente en el suelo, como un animal moribundo y trató de reptar hacia el agujero por el que había salido. Allí, tras ella, había una imagen suspendida en el aire, como un portal a otro lugar y más allá se veían las calles empedradas iluminadas tenuemente por unos faroles de aceite.

El cuerpo de la bruja no llegó a aquel lugar pues murió a causa de sus heridas y quedó allí tendida, con la piel correosa pegada a sus huesos confundiendose con la tela de sus ropas. Pero aquel monstruo o el otro no eran ahora la preocupación de los cuatro supervivientes. Aquel portal que daba a algun otro lado parecía estar cerrándose lentamente. Quizás fuese la única salida de aquel lugar, más allá de aquel frío insoportable. ¿Que les esperaba al otro lado? Era un misterio.

Tessa no podía creerlo pero cuando cayó aquel ser espantoso y dejó de moverse, la inundó un sentimiento enorme de alivio y alegría. Sin duda habían liberado a aquellas pobres gentes de una criatura terrible. Entonces sobrevino otra maravilla: una puerta, un pasaje hacia lo que parecía otro lugar. No sabía si era más o menos seguro que este en el que se encontraban, pero por todos los demonios que estaba dispuesta a averiguarlo.

-Nos vemos al otro lado, compañeros -dijo antes de caminar hacia el portal y cruzarlo sin dudarlo.

No solo había logrado dispararle, si no que, entre todos, habían conseguido que aquel ser dejase de vivir. Lo miró durante unos segundos allí tirado en el suelo, inerte, aún sin terminar de procesar todo lo que acababa de ocurrir. Las palabras de Tessa fueron las que la devolvieron a la realidad. Miró una última vez al ser y aún con las armas en mano, cruzó el portal.

No sabía si lo que se veía a través de él era ciertamente un pueblo o si era todo una ilusión, si sería su salvación o su final, pero quedarse allí ya no era una opción.

¿Estaban locas aquellas mujeres?, ¿qué clase de brujería era esa, a dónde conducía?

Marius no podía aceptar sin más que aquello fuera una salida natural a sus problemas, cada decisión que había tomado desde que decidió aceptar este trabajo había sido un error, y no pensaba cometer otro más dejándose llevar, ¿pero se quedaría allí sólo?

Escrutaba el interior de aquel portal a medida que las dos mujeres pasaban, intentando vislumbrar con certeza a dónde conducía, necesitaba tener algo cabal a lo que agarrarse para dar ese paso, de lo contrario, aceptaría con resignación un destino frio, pero comprensible, de este lado de su realidad.

Robert dejó caer el cuchillo al suelo una vez el silencio envolvió la escena. No podía creerlo, pero entre todos, uniendo fuerzas, habían conseguido acabar con la existencia de la bruja. Su atención se centró en la especie de portal que se había generado en la sala; en esa imagen ilusoria y etérea que parecía flotar en el aire. No sabía hacia dónde conducía: si a un destino seguro o a un lugar atroz, donde pretendía refugiarse aquella abominación. Cualquiera con un poco de juicio dejaría que ese lugar se cerrara para siempre.

En esas estaba cuando comprobó que las dos mujeres del grupo no guardaban demasiadas dudas en su haber, dirigiéndose con diligencia hacia allí. El profesor apretó los labios, mirando a Marius, aún indeciso y valorando si debía impedir que sus compañeras de viaje cruzaran. ¿Por qué cruzar? Si ya el mal estaba aplacado, solo restaba aguardar un tiempo en ese pueblo hasta que encontraran ayuda real. Pero el pueblo en sí le transmitía inquietud y miedo. Quizá no viviesen para contarlo si permanecían otra noche allí. A fin de cuentas, la familia que les acogió estaba integrada por una panda de locos que no les garantizaban nada.

—Venga con nosotros, Mr. Sterling —dijo al final, avanzando unos pasos, acercándose hasta aquella zona—. Aquí acabaremos pereciendo como consecuencia del frío... Puede que al otro lado tengamos una oportunidad de regresar a casa.

Y, cerrando los ojos y respirando hondo, atravesó el portal antes de arrepentirse o echarse para atrás.

El portal parecía hacerse mas pequeño, con la imagen cada vez más distorsionada como si fuera una grabación antigua. Pero parecía una calle empedrada, con sus aceras y sus faroles. Quizás lo que convenció a Marius era que al pasar al otro lado pudo ver la figura de Tessa moverse con normalidad sin que nada malo le ocurriese y tras ella Anne que llegó al otro lado a salvo. Por último Robert, tras animarle se lanzó y también llegó a aquel lugar donde no parecía hacer tanto frío pese a que también estaba nevado. 

Ya solo quedaba Marius y una última oportunidad antes de quedarse atrapado en aquel extraño pueblo donde ya habían muerto dos de sus acompañantes, el piloto y aquel extraño contable al que parecían haber fileteado como a un cerdo aquella casa de endogámicos. Pero el portal se iba cerrando poco a poco...

Todos los pensamientos de Marius se convirtieron en algo insignificante cuando el profesor atravesó el portal y se quedó solo por unos instantes en aquel escenario desolador, junto a los restos dejados atrás por aquella cosa que aún no podía describir.

Fue solo un segundo de silencio absoluto, una mirada a su alrededor, y no fue el propio Marius, tal cual se reconocía, fue simplemente el niño que alguna vez había sido, que asustado frente a la soledad simplemente siguió los pasos de sus compañeros, dejando atrás cualquier razonamiento, impulsado por el más básico instinto demanda, de compañía, de supervivencia.

A dónde llevaba ese portal, no lo sabía, como tampoco sabía ciertamente quién era ahora él mismo, y cuanto dejaba atrás.

Los cuatro supervivientes miraron a su alrededor. Tras ellos, la calle oscura que se alargaba como unas fauces hambrientas tenuemente iluminadas por unos faroles. Frente a ellos a unos metros, la iglesia de Azuga en cuyo interior parecía haber alguien pues se veían las luces cálidas de las velas en las ventanas de la parroquia. Sobre ellos caía la nieve, fría, que les recordaba al infierno que habían pasado en aquel bosque y aquella torre, pero esta vez suspiraron aliviados pues parecían estar en un pueblo civilizado y, quizás, a salvo.

Los periódicos de las semanas siguientes hablaron del accidente de La Petit Sussan en los Montes Cárpatos y, sobre todo, de los cuatro afortunados supervivientes que habían logrado atravesar la nieve hasta llegar a Azuga y ponerse a salvo. Se dice que se los encontró el párroco local en las escaleras de la iglesia pidiendo auxilio. Cuando les preguntaron en el hospital hablaron de la muerte de otros viajeros, de un pueblo caníbal y hasta de una bruja o un vampiro. Las declaraciones de ellos eran incoherentes a lo que algunos rumores achacaron se debía a que probablemente habían cometido canibalismo para poder sobrevivir y sus torturadas mentes trataban de justificarlo. 

Pero eso daba igual, había sobrevivido al fín y eso era todo lo que importaba. ¿O no?