Partida Rol por web

No por primera vez tengo la sensación de que, con toda su labia y toda su ciencia, varios de mis compañeros se equivocan y actúan de un modo no demasiado altruista. Por un lado es muy comprensible y, por el otro, profundamente decepcionante. Solo de entre todos ellos, Lowen demuestra coraje pero de él no esperaba menos; es un auténtico héroe, como lo de las canciones que cantan las ancianas de mi tribu.

Tengo la impresión también de haberme equivocado al dar mi opinión tan deprisa. Es evidente que Briand me desprecia y cada vez se molesta menos en disimularlo. Ahora directamente habla en idiomas que no puedo comprender para monopolizar determinadas conversaciones y temo que precisamente por haberme posicionado yo en favor de Lyam, haya hecho que ella se incline hacia la acción contraria solo para enfatizar nuestras diferencias.

—Sigo creyendo que podemos y debemos rescatar a los prisioneros, cuyas vidas no valen menos que la de cualquiera de nosotros. Y coincido con Lowenherz en que descender por la colina al amparo de la arboleda es mucho mejor que hacerlo por el acceso principal ahora que hemos reconocido el campamento y sabemos cómo se organizan. Lyam lo ha dicho, no hace falta enfrentarse a todo el ejército, solo la intrepidez de entrar donde no se nos espera y desarticular los planes de sus líderes. Pero si la mayoría insistís en regresar a Belleria, yo os acompañaré y velaré por vuestra seguridad como lo he hecho hasta ahora.

─De verdad que no quiero ofender a nadie, pero entre los míos hay un dicho: "Viens solis vienlaikus", "un paso cada vez". Hemos conseguido una pequeña victoria, pero no hemos llegado a la que deseamos. Todavía. Y nos persiguen, o van a hacerlo, en breve. Montados sobre bestias inmundas con hambre de seres civilizados. No convirtamos nuestra victoria en una derrota. Belleria debe saber lo que ha pasado, las razas benignas deben ser informadas de lo que está pasando. Una vez que hayamos comunicado esa información seremos libres de volver al campamento. Os prometo que yo mismo os acompañaré sin titubear, pero ahora es menester que volvamos. Os lo pido por favor...

El elfo, pese a que había demostrado su valía (y puntería) en varios combates desde que salieron de la pequeña fortaleza de Belleria estaba al límite de sus fuerzas, físicas y mentales. Y todavía tenían que superar el regreso, uno por el que deberían volver a atravesar el territorio de agresivos hombres salvajes además de lograr esquivar a sus (más que probables) perseguidores.

Si uno se paraba a pensar no sólo debían volver, además debían hacerlo cuanto antes si querían tener alguna probabilidad de éxito.

—Todos habéis dado poderosas razones —confiesa Lyam, con un suspiro agotado—, pero si Sir Brannthor ha ordenado que regrese a Belleria, no tengo más remedio que obedecer. Incluso aunque piense que sus instrucciones son desacertadas, o que carecen de los elementos de valor que yo he adquirido de esta experiencia, es deber de todo escudero solámnico el obedecer a su señor natural.

Volviéndose hacia Lluvia Estelar y Lowenherz, añade con gesto derrotado:

—Admiro vuestro coraje y aprecio de corazón vuestra entrega. Pero no debéis entrar en esas minas sin mi guía, pues las conozco mejor que ninguno. Y si finalmente esta vergonzosa retirada tuviera como consecuencia la muerte de alguno de mis compatriotas bellerianos a manos de los caballeros de Neraka o de sus dragones, sabed que el peso de esta decisión y sus consecuencias recaerá enteramente en mi conciencia. Vosotros no debéis culparos por ello. Marchémonos ahora, sin dilación, y que los dioses me perdonen por ello.

Vuestras intenciones de regresar a Belleria no tardan en verse frustradas. La noche ha caído sobre la región y, temerosos de ser descubiertos desde el campamento, ni siquiera os atrevéis a encender más que una solitaria antorcha. En estas condiciones, encontrar el camino y avanzar por las colinas se convierte en una tarea penosa. Algo que se agrava con el hecho de que llevéis toda la jornada caminando sin apenas descansar.

Cuando, agotado tras sus largas caminatas durante toda la tarde alrededor del campamento enemigo, a Glinthalas se le tuerce el tobillo, todos tenéis claro que ninguno de vosotros podrá seguir mucho más allá esta noche. Y menos sin contar con vuestro guía elfo en plenas facultades.

Tampoco parece que Lluvia Estelar o Lyam vayan a aguantar mucho más y, aunque todavía estáis demasiado cerca de vuestros enemigos para vuestro gusto, parece que las circunstancias no os permitirán llegar mucho más lejos. Os toca acampar y rezar para que no os descubran.

Lowenherz escuchó decepcionado las palabras de Lyam, entendiendo que, con su decisión de no continuar hacia las minas, la esperanza de rescatar a aquellos desgraciados prisioneros se desvanecía. No dijo nada más, apretando los labios con un gesto taciturno. Comprendía sus razones, compartía sus temores, pero no podía evitar sentir decepción consigo mismo al pensar el modo en que se había comportado. Nunca más, se dijo, supeditaría el deber moral a la misión. No había lo segundo sin lo primero.

Con estos aciagos pensamientos continuó su viaje, al tiempo que comprobaba que, ciertamente, su estado era mucho peor de lo que parecía a priori. Pronto hubieron de descansar, y Lowen se ofreció presto a hacer el primer turno, para darle así ocasión a Lluvia Estelar y Glinthalas de que descansaran.

Pese a haber "ganado" la discusión, Glinthalas no se sentía agusto huyendo de allí. Ojalá tuviera la capacidad de liberar a los prisioneros, bellerianos todos a los que conocía desde niños. El elfo llevaba 80 años en la zona y eso le marcaba a cualquiera. Hubiera regresado, de verdad que sí, pero no era razonable. Su intuición le decía que debían alejarse lo máximo posible antes de que reparasen en la estratagema que habían usado sus compañeros para salir del campamento. Cuando reparasen en lo que habían pasado saldrían a buscarles y sólo la distancia les ayudaría a sobrevivir al encuentro. Cuanto más lejos, menos probable era que les encontrasen... y que si lo hacían fuese con una patrulla más pequeña.

─Maldición, logramos bordear todo el escarpado límite del campamento sin patear una sola piedra... y ahora voy y me tuerzo un tobillo caminando en plano. No puedo seguir, si sigo será peor. Y así no puedo guiaros... ─se quejó amargamente el "guía" del grupo.

El supuesto guía era sólo el más capacitado para ver en la oscuridad, pero carecía de capacidades para sobrevivir a campo abierto. Era un urbanita. Aunque sí podía dar unos cuantos consejos sobre cómo ocultarse. Cosa que hizo cuando eligieron dónde guarecerse para pasar la noche.

─Dejad que medite mis 4 horas y luego puedo hacer guardia... siempre que no me mueva mucho. Mis flechas pueden moverse por mi, si hiciera falta ─sentenció en referencia al tema de las guardias.

Sin Lyam para guiarnos en el desconocido complejo subterráneo, no tiene sentido seguir insistiendo en la conveniencia de destruir esos huevos de dragón y rescatar al resto de los prisioneros.

No puedo evitar tener la sensación de estar traicionando no solo a esos pobres inocentes, sino también a los sueños proféticos que me trajeron hasta aquí con la promesa de que salvaría Ansalon. Es evidente que no he sabido estar a la altura de las circunstancias, ni tengo la labia de Briand a la hora de convencer a los hombres.

Sintiéndome avergonzada de mi propio fracaso, reemprendo con mis compañeros el fatigoso camino de regreso a Belleria. Trasnochada y cansada de haber deambulado inútilmente y a ciegas de acá para allá por estas colinas, no tardo en prever que no conseguiré alejarme mucho de aquí esta noche. Ayer apenas conseguí conciliar el sueño y es casi un milagro que haya aguantado en pie toda la jornada.

Que sea Glinthalas el primero en resentirse de la dura caminata es pura casualidad, perfectamente podría haber sido yo. Suspiro aliviada y me dispongo a acampar a pesar de la cercanía de nuestros enemigos. No tiene sentido seguir forzando la marcha en la oscuridad para terminar rompiéndonos una pierna o la cabeza. Es preferible luchar contra goblins y cultistas, que contra la Naturaleza.

—Si no os importa, a mí me vendría bien dormir unas horas antes de hacer mi guardia —pido más que comento con mis compañeros—. Estoy realmente agotada, pero despertadme cuando consideréis que es mi turno.

Más dormida que despierta, atiendo el esguince de Glin, me cercioro de que Duna se encuentre bien atada y en el lugar más cómodo que pueda proporcionarle. Mordisqueo sin hambre algunas de mis cada vez más menguantes provisiones, conjuro un pequeño manantial para que monturas y héroes puedan refrescarse tras la caminata y, finalmente, busco un rinconcito discreto en el que montar mi tipi.

Por desgracia, el duro y pedregoso suelo me impiden clavar convenientemente la tienda de campaña y termino resignándome a extender mi petate sobre una roca plana de buen tamaño antes de caer profundamente dormida.

- Comprendo su dilema, Sir Lyam, mas la nuestra es una retirada necesaria. - Le contestó en tono solemne tras escuchar su reflexión en voz alta, al haber accedido a su petición. - Muchas más vidas y naciones podrían verse salvadas, de regresar nosotros a tiempo y a salvo a Belleria. Estoy segura sus compañeros de celda comprenderán, y serán capaces de tolerar unos pocos días más de sacrificio, en pos de tal noble causa. Ningún esclavo es un bien útil sin su vida, aún bajo los ojos de Neraka... Concretaremos su rescate, cuando nuestros recursos nos lo permitan. - Buscó con sus palabras levantar un poco los ánimos y aliviar el peso de la decisión del escudero. Más allá de toda moral y religión, confiaba en el hecho de que desechar o matar a un esclavo, era una pérdida sin sentido y no lo harían.

Era entendible su empatía luego de quién sabe cuán larga convivencia con el resto de los prisioneros... Pero ella, como Noble y como líder de sangre, siempre estaba acostumbrada a ver la imagen más grande. La realidad era que existían peligros potenciales de escala mucho mayor, lo cuál era su deber y suma prioridad prevenir, por encima de apresurar el bienestar de unos pocos. El riesgo de encarar aquella incursión era mucho mayor que el beneficio, su postergación era un costo más que razonable a cambio de un beneficio mucho más sólido y seguro. Puede que a ojos de algunos resultase una decisión algo fría, sin embargo, alguien debía tomarlas. Por el bien mayor y a largo plazo.

La caminata fue una buena forma de aliviar su tensión y estrés mental tras su eterna infiltración en el campamento, y todos eran bien conscientes de que debían apresurar y forzar la marcha si querían tomar cuanta ventaja pudiesen antes del amanecer. Aún así, la misma tenía un límite, y el silvanesti fue el primero en manifestarla. Un descanso parecía inevitable.

- Muy bien. Yo asumiré la primera guardia. - Anunció con firmeza la dama, tomando en sus manos su enorme Ronca que también le serviría de apoyo para cuando sus rodillas le temblasen. - No se pongan demasiado cómodos, que no podemos darnos el lujo de descansar mucho. Cabe la posibilidad de que una partida de Caballeros salgan en nuestra búsqueda tras el amanecer. Debemos estar listos para reanudar el paso cuanto antes. - Les indicó, instando a que se durmiesen rápido y descansasen bien, si es que sus palabras pudiesen inspirarlo a aquello o tal orden pudiese ser cumplida como cualquier otra. Puede que a ella le tocase dormir menos al ser la última, tras descansar el elfo... Mas su cuerpo sería totalmente incapaz de dormir si no estaba extremadamente agotado o en un colchón de lujo. Intentar apresurarse en descansar sería inútil, y horrible.