—Durante dos mil años la Medida ha sido el compendio de directrices que Vinas Solamnus y todos los Grandes Maestres que le sucedieron nos han legado para conocer el comportamiento adecuado de los Caballeros. Es el credo de la Caballería, el cuerpo de leyes y reglas de conducta. Toca todos los aspectos de la existencia de un Caballero y dicta la correcta jerarquía de la Caballería.
»En la Medida de la Corona se establece que el honor comienza con los preceptos de Lealtad y Obediencia y un Caballero de de la Corona debe ejemplicar estos dos ideales en cada acción y pensamiento. La lealtad es el compromiso de un Caballero con una autoridad superior. La lealtad, cuando es justa, vale más que cualquier tesoro. La obediencia es la aplicación práctica de la lealtad. Un Caballero obedece a aquellos a los que es leal, sin importar su propio bienestar u opinión personal.
»Todo Caballero de la Corona debe jurar lealtad y dedicación a los principios del Código y la Medida. Obediencia incuestionable a sus superiores jerárquicos, cuya autoridad emana de los Consejos Plenarios, del Gran Maestre y del mismísimo Emperador. Fidelidad a los hermanos caballeros de todas las órdenes. Compromiso con los oprimidos por el Mal. Y reverencia a los dioses del Bien, específicamente a Kiri-Jolith y Habbakuk, preservando un respetuso recuerdo a la memoria de Paladine.
»Por todo ello debo interpelarte por tercera y última vez, Lowenherz Bremer. ¿Juras perseguir con ejemplaridad los principios e ideales de la Orden de la Corona?
Aquello pintaba bien. Más que a tenor del juramento que estaba teniendo lugar. Kylian estaba contento por el bueno de Lowen. No se podía decir que no mereceria el honor de pertenece a aquella orden, aunque ciertamente si era admitido como todo parecía hacer indicar, no lo sería de la forma más normativa posible.
Kylian sabía que dento de la orden imperaba la fraternidad entre miembros. No por nada uno de sus preceptos era el de obedecer y acatar las decisiones de las jerarquías superiores. Por ello, nadie se atrevería a decir nada en contra de la decisión del consejo de admitir a Lowenherz entre los suyos, aunque en todo grupo organizado de personas había reaccionarios.
Esperaba que no le tocara a Lowen tener que lidiar con envidias y malos modos. Era fácil que eso sucediera. No creía que una orden de caballería fuera muy diferente a un monasterio y como en cualquier lugar, había mejores y peores personas. Aunque podría ser que se equivocara y que todo fuera honro y compañerismo.
- Ojalá así sea. - Le deseó al bueno de Lowenherz Bremer, hijo de campesino y caballero de corazón.
─En efecto, al fin tengo la posibilidad de fabricar uno. No veía el momento. Gracias por vuestro apoyo, lo aprecio. Y no soy de los que dicen las cosas por decir.
Si cabía tildar a Runavieja de algo no podía ser de dulcificar las cosas o ser diplomático. Para eso estaban otros, como Briand o Kylian. Él, simplemente, no era de esos.
El cascarón, vaya, de manera que lo han visto salir del huevo, literalmente. Vaya, vaya ─pensó para sí el enano.
La introducción de semejante foco arcano en la ecuación alteraba considerablemente las cosas. Las simplificaba en cierta medida, pero también las complicaba. El plan del gorro era casi un desvarío imaginativo, pocos podrían imaginar semejante uso del objeto mágico, pero si alguien les seguía y le pedía a Ducil de qué habían hablado, podría llegar a hacerse una idea de lo sucedido, del porqué de lo que habían comprado. Entonces tendrían a alguien siguiéndoles muy de cerca que sabría a qué atenerse... ¿Pero era todo aquello fruto de la paranoia que le habían inculcado en su clan o un exceso de desconfianza. Era difícil establecer la línea. Fuera cual fuera, mejor pensar mal y acertar que imaginar que todo bajo la montaña era oro.
─Me parece un trato excelente, dadas las circunstancias. Cambie la poción por los materiales para invocar un familiar y tenéis un trato ─dijo Thorwin haciéndole la pregunta "¿verdad?" con lenguaje corporal a Lluvia.
Ducil no haría ese trato sin ganar algo a cambio, pero el beneficio de conservar el poco dinero en efectivo que tenía el grupo superaba a las posibles complicaciones futuras, si es que las llegaba a haber.
Si quieres copiar el conjuro de "disfrazarse" en tu libro de hechizos es el momento, yo te financio esas 100 pa a fondo perdido, pensaba que gastaríamos más y el Master se ha estirado, así que... ;)
No es que lo quiera, es que lo necesito para poder hacer el encantamiento y como de todas maneras voy a tener que comprar el pergamino, pues ya lo integro en mi grimorio y así lo puedo lanzar siempre que haga falta (incluyendo para encantar otros sombreros de disfraz en el futuro, si alguien se anima).
Le Besco permaneció en silencio, en una postura firme, solemne. Observando y escuchando los discursos de los caballeros y el juramento acatado por Lowenherz. Su expresión se mantenía tan parca como toda situación como esta mandaba, dejando al aspirante a caballero ser su único protagonista como merecía. Al menos así ella lo sentía. Aquel joven campesino le había ayudado sin solicitar nada a cambio desde que le había conocido errando flechas en la feria de Belleria, y de allí la ha escudado más de una vez. Le había ayudado a llegar sana y salva, y si bien ella misma no tenía el poder de nombrarlo caballero, al menos podía sugerirlo.
Los ideales de los caballeros de Solamnia no invadían necesariamente con plenitud su corazón, mas sí comprendía que lo hacía el de Lowenherz. Por lo que, en el fondo y aunque su expresión no lo demostrase, se alegraba por él y por el hecho de que pudiese estar alcanzando lo que quisiese. Personalmente, consideraba que merecía ser más que un simple plebeyo, sólo con algo más de instrucción y práctica podría ascender a una mejor clase social, y brindarle tal privilegio a sus futuros hijos. Era mejor que cualquier servicio de escudero o allegado que ella misma pudiese ofrecerle.
Lowen asintió una vez más, mirando al caballero que le interpelaba. Extraños pensamientos relacionados con Gilyasí le cruzaron la mente, pero los desechó.
- Lo juro. - dijo de nuevo.
Cuando al fin pronunció aquellas palabras, Lowen sintió el silencio pesado de la sala por unos instantes, al tiempo que una sensación de vértigo le invadía. No había esperado que su nombramiento fuese tan rápido, y, en cierto modo, ahora que había aceptado, una enorme carga de responsabilidad empezó a pesar sobre sus hombros. Pensó en Gilyasí, en sus compañeros de fatigas y en su familia. En pocos días, había pasado de ser un intrépido aventurero que no conocía el significado del peligro a conocer de cerca la muerte de un amigo, sentirse como un padre al cargo de una criatura más importante que todos ellos, y a aceptar ser parte de una orden que tenía un estricto modo de vida. Aunque lo había soñado desde siempre, ahora que estaba allí parecía como si el peso del mundo se hubiese apoyado en su pecho, vaciando de aire sus pulmones. Pese a todo, se mantuvo firme, alzó la mirada, y observó con determinación al Consejo que habría de convertirse en la autoridad a la que debería obedecer desde ese momento. Que los dioses le diesen fuerzas.
Edito el post para añadir un poco más de reflexión, yo creo que está bien así :).
—Todos somos testigos de los graves juramentos que aquí se han pronunciado y aun los mismísimos dioses los han escuchado. Por ello, este Consejo Planario os reconoce desde hoy como caballero de la Corona y como tal vuestro nombre será inscrito en los registros de la Orden y se os hará entrega de un breviario de la Medida. Poneos en pie,sir Lowenherz Bremer.
»Este Consejo Plenario decreta que vuestra primera misión como caballero consista en proteger a estos valientes y garantizar en la medida de vuestras posibilidades el éxito de su encomienda. Su éxito será el vuestro también. Averiguad cuanto podáis sobre los movimientos y motivos de nuestros enemigos y regresad sanos y salvos. Tengo el presentimiento de que no podríamos estar en mejores manos. Que Habbakuk y Kiri-Jolith os sean propicios. El Imperio sabrá reconocer y recompensar vuestra entrega y gallardía.
—¿Pensáis arruinar a este pobre anciano, señor Runavieja? —protesta teatralmente el viejo gnomo—. Está bien, está bien, aquí tenéis, los componentes para fabricar el sombrero de difraz, el pergamino correspondiente y... Ajá, aquí está —saca un diminuto tintero de plata no mayor que un dedal y lo deja sobre el mostrador— Tinta arcana suficiente como para transcribir el pergamino en vuestro libro de hechizos. Con negocios como este voy a morir pobre como una rata... ¿Hay algo más en lo que pueda ayudaros o ya habéis terminado de desplumarme por hoy?
Tirada oculta
Motivo: Prueba de Tasación
Tirada: 1d20
Dificultad: 15+
Resultado: 13(+7)=20 (Exito) [13]
Kylian sonrió. Hubiera gritado un "viva" de pura alegría, pero supuso que el protocolo que imperaba en aquella cámara, no lo habría contemplado como algo permitido para aquella ocasión. Por lo tanto Kylian dejó las posibles celebraciones para después.
No obstante, tendrían que ser rápidos en celebrar el nombramiento de Lowenherz. Parecía que la misión que les habían encomendado no podía esperar y si no era esa misma noche, tendrían que esperar ya hasta su regreso. Si es que alguna vez regresaban. La misión se antojaba peligrosa y si les descubrían tendrían que correr y mucho.
Se acercó entonces a Lowen y simplemente le sonrió. Acto seguido le dio una palmada en la espalda y le ofreció estrechar la mano a modo de celebración. Nada dijo, tan solo le miró a los ojos y eso sin duda bastaría para que fuera consciente de lo feliz que se sentía por él. Aquel estrechón de manos acabó en un abrazo fraternal y finalmente se separaron.
Quizás se había saltado algunas normas solámnicas acerca de lo que era correcto y lo que no entre dos hombres, o puede que no. Quizás aquella orden no fuera como otras en lo que se refería a la exteriorización de los sentimientos. No lo sabía, pero tampoco le importaba, pues ante todo era un hombre sincero y con toda sinceridad, se alegraba de la decisión del consejo y por Lowenherz Bremer. Se había ganado con creces alcanzar su sueño.
─Si no fuera porque tengo la certeza de que esa cáscara de huevo de dragón os aportará mayor riqueza que lo que nos habéis dado, casi hasta sentiría remordimientos. Como no es el caso, dejaré que seáis vos el que los sienta. Si es que sois capaz, viejo rufián ─dijo con una sonrisa en los labios─ Por cierto, me lo he repensado. No serían los materiales de convocación de un familiar, sino los necesarios para inscribir un hechizo de primer nivel en un grimorio. Seguro que tenéis el material, será hasta más sencillo. Y bueno, como siempre, un placer tratar con vos, maese Ducil.
La familiaridad entre Ducil y Thorwyn era una de aquellas que provocaban que ambos rozaban continuamente el insulto, sí, pero de forma bastante educada. Era todo una pantomima, una burla en la que el objeto de escarnio no estaba presente, eran magos altaneros, enanos rácanos u otros indeseables. Ni Ducil ni Thorwyn, a pesar de las apariencias, encajaba en esas descripciones. Ambos eran conscientes de lo diferentes que podían llegar a ser de otros practicantes de la magia o enanos y su diferencia les unía.
Salió del establecimiento (no sin antes dedicar una leve reverencia de despedida a Ducil) a buen paso, de regreso a su carro. Tras comprobar que todo estaba bien se dirigió a su acompañante:
─Imagino que no te emociona la idea, pero si podemos regresar a la mansión y me prestaran algo de espacio, podría encantar hoy mismo el gorro. Aunque primero tendría que estudiar el pergamino e integrarlo en mi grimorio, claro. Bueno, a decir verdad no es estrictamente necesario, pero es muy conveniente. No hay porqué desperdiciar un pergamino de un único uso, ¿verdad?
Salgo de la tienda de artículos mágicos aliviada y sonriente. Aliviada de que Jiłhazhí no se le haya ocurrido asomar el hocico mientras estábamos dentro y curiosear entre tantos objetos maravillosos. Y feliz porque el negocio ha salido muchísimo más rentable de lo que esperábamos. Kylian y Lowen se llevarán una enorme alegría cuando descubran que no me ha hecho falta gastar ni una sola pieza de cobre del dinero que me dieron.
—Cuanto antes podemos fabricar ese gorrito mágico para Jiłhazhí, más seguro estará él y más tranquila estaré yo. Incluso aunque para ello tengamos que regresar a la mansión Le Besco. Así que no nos demoremos. Quién sabe, quizá los demás estén ya allí y no tengamos que esperarles en la puerta porque los de dentro vuelvan a confundirnos con vagabundos o algo peor. Tú eres el experto en esta materia, de modo que haremos lo que tú digas que debemos hacer. Yo solo puedo estarte agradecida por esa idea tan brillante y por hacerla realidad y te ayudaré en lo que necesites si así podemos terminarlo antes.
La joven asintió con respeto, ante el nombramiento de Lowenherz y sus palabras de despedida y buena suerte para con su próxima misión. Aquella probablemente ya no podía ser llamada una prueba, realizado formalmente su nombramiento, mas seguramente serviría como su carta de presentación. Ella tampoco podía permitirse fallar. Por lo que ambos estarían juntos en ese estricto fin.
Una vez encaminados puertas afuera del Castillo, la noble aprovechó la oportunidad para posarle su mano izquierda sobre el hombro derecho del hombre, con cierto peso para que pudiese ser sentido aún por debajo de su coraza. - Tiene mis más sinceras congratulaciones. Tal parece, ahora estaremos en sus manos, Sir Lowenherz Bremen de Fairwoods. - Le dijo con respeto ante su nueva posición, y una pequeña y genuina sonrisa, casi cómplice. Ya no eran noble y campesino, él ahora conformaba parte de una casta casi equivalente a la suya, y eso le permitía poder tratarlo como un igual.
Cuando el nombramiento se produjo, Lowen se puso en pie, mirando al caballero solámnico y respondiendo con solemnidad.
- Gracias, señor. Pondremos hasta el último esfuerzo en cumplir con nuestro cometido.
Después se cuadró ante el consejo, hizo un saludo con la testa, y se dio la vuelta para salir de allí con sus amigos. Una vez en el exterior, aceptó la mano de Kylian, y, entusiasmado, le abrazó con entusiasmo.
- Gracias, amigo. - sonrió.
Después miró a Briand, Lady Le Besco. La noble había cambiado en cierto modo su actitud hacia él, y Lowen pudo notarlo.
- Muchas gracias, Lady Briand. - dijo, devolviendo el honor del saludo - Estaremos los unos en las manos de los otros, como hasta ahora. Un elevado destino nos espera. - o una muerte horrorosa, pensó. Pero no pronunció aquellas palabras. Ahora era Sir Lowenherz Bremer, caballero de la Orden de la Corona, heraldo de la esperanza.