Partida Rol por web

—Sí, Herr Silvester, conozco el, hm, motivo real de vuestra visita. Acompañadme a mis aposentos, por favor. Es una discusión que quisiera tener en privado.

Por segunda vez en al noche, el Marqués se levanta y se va por la escalera. Silvester lo acompaña. Ambos desaparecen de tu vista. Probablemente el Marqués no quería rechazar a Silvester en público, y se lo ha llevado para ahorrarle la humillación.

Te quedas sólo entre desconocidos. Son personas de confianza del Marqués. A tu lado hay un hombre mayor que durante la velada ha hablado poco. A juzgar por lo que dijo, te parece que es un académico, un hombre de ciencia real, a diferencia tuya. No te parece que sea un servidor de los Brunner. Más bien parece un invitado. Sobre la mesa tiene una copia de Monstruos y maravillas, un libro que tú también leíste. Este hombre se ha pasado ojeando el libro en vez de participar de las conversaciones.

—Oh, qué temperamento el de Herr Silvester —te comenta—. Tiene los humores desequilibrados, sin duda. Un tratamiento de sangrías le vendría bien. Para drenar los excesos de sangre caliente, ya sabe. He oído que es usted el cirujano de los Wick. Un gusto conocerle, doctor. Profesor Klaus Anker, cocatrizólogo, de la Universidad de Oldenburg. ¿Dónde ha estudiado usted, doctor?

Derek asintió al Marqués algo desanimado al no haber entendido su última intención, era demasiado aleatorio para que lo hubiese hecho pero ahí quedó el intento.

De nuevo en la mesa se sintió relajado al separarse de su protegido pero sabía lo que iban a hablar y de nuevo algo de tensión volvió a el esperando que la reacción de Silvester fuese como mínimo, explosiva.

Respondió a Klaus obviando la parte sobre el comentario de Silvester.- Igualmente, es un gran placer conocer a un académico. Mi nombre es Derek Durchdenwald, podría definirme como sanador. Sobre mis estudios.- Ahí se sintió inferior y recordó su humilde origen, pero poco sentido tendría mentir.- Debo reconocer que no he estudiado en ninguna academia. Mi padre que en paz descanse me instruyó en el terreno, me enseñó a leer y escribir, a utilizar mi inteligencia y entrenarla. Me mostró como una mente afilada es un arma más poderosa que cualquier espada. Todo lo que se lo he aprendido de estar con personas humildes, en la tierra, sanando sus heridas y dolencias. Improvisando incluso a veces. Es poco ortodoxo pero era todo lo que tenía antes de entrar a servicio de la familia von Wick. Mi experiencia y conocimientos han sido de estar en primera línea siempre.- Miró entonces el libro que el profesor tenía.- Pero siempre leo cuando tengo opción, ese mismo por ejemplo que usted tiene lo he leído con anterioridad. 

El profesor Anker no parece un hombre soberbio. No te mira con aires de superioridad cuando le dices que no estudiaste en una academia.

—Oh, un sanador de pueblo, interesante. Debe ser usted muy bueno, si los Wick lo nombraron su cirujano personal —y cuando le dices que leíste ese libro, sus ojos, cómicamente grandes detrás de los lentes, se abren como platos—. ¿Ha leído este tomo? ¿De monstruos y maravillas, del profesor Vogel? ¡Por Fenre, al fin tengo a alguien con quien hablar de esto!

>>Verá, doctor, yo estudié Anatomía y luego me dediqué al estudio de la cocatrizología. El estudio de las cocatrices, ya sabe. ¡Criaturas fascinantes! —comienza a elevar la voz, extasiado por poder hablar sobre cocatrices, y algunas personas lo miran como si estuviera demente—. Una cocatriz adulta puede deglutir a un ternero completo. Puede volar a la misma velocidad que una gaviota frente a una ventisca regular. Puede emitir un aullido capaz de romper los tímpanos de todo hombre y mujer a diez metros alrededor. Puede, incluso, atravesar una armadura de hierro si cierra sus garras sobre ella. ¡Fascinante! ¡Fascinante! ¡Fascinante!

El profesor se da cuenta de que está hiperventilando y hablando muy alto. Se relaja.

—Oh, disculpe mi exabrupto. Es un tópico de mi agrado. He viajado hasta aquí porque cuentan los rumores que se ha encontrado una cocatriz cerca, en los montes entre el marquesado de Brunner y el condado de Lieber. ¿Le gustaría unirse a mí, doctor? A nuestro regreso, podría usted visitar la Universidad de Oldenburg y, quién le dice, ¡estudiar! Yo me encargaría de que usted pueda estudiar sin pagar.

Fue todo un alivio que el profesor no juzgase su origen humilde ni cuestionase sus habilidades en materia de sanación.- Por favor no me siento ni doctor ni cirujano, no estaría a la altura. Como ya le dije me considero un simple sanador, y hablar de mi habilidad no sería prudente. Eso es algo que creo deben juzgar los demás.- Estaba cómodo con el y la manera que tenía de expresarse sobre su vocación le hacia sentirse obligado a escucharle. Obligado pero no como obligación, si no con el más puro interés.- La verdad profesor que el libro me resultó interesante pero no al nivel que le fascina a usted. La efusividad con la que se expresa no merece ser disculpada, es un placer escuchar a alguien que disfrute tanto con ello. Con cualquier menester en realidad, la vocación es algo que no debería ocultarse.- Ojalá pudiera aceptar la oferta pero Derek sabía que no podía ni soñar con ello.- Lo que cuenta sobre la criatura es fascinante y su oferta tentadora, más debo rechazarla. Mi misión aquí consiste en acompañar a mi señor y garantizar su bienestar, esa es mi única prioridad. Espero no se sienta importunado, sabrá comprender mi impedimento. La oferta de estudios es aún mas tentadora y se lo agradezco profundamente, es demasiado generoso por su parte, pero mi respuesta deberá ser la misma.- Aquí dudó en seguir hablando, los señores estaban lejos y estaba en un momento de conversación entre "colegas" médicos. Una conversación sobre sanación y ciencia que a nadie podría hacer sospechas, era un buen momento para hacer la pregunta que tenía en mente.- Me gustaría hacerle una pregunta si le parece bien. Es un tema controvertido y delicado pero confío en su sinceridad al respecto. Es algo que me llama mucho la atención por su naturaleza, me gustaría comprender como funciona pero se que no es bien recibida en muchos lugares. Por lo que mi pregunta es la siguiente: ¿Qué opinión tiene usted acerca de la magia?- Atrevido, pero las consecuencias de haberse equivocado no serían tan graves si se consideraba una conversación normal.

—Oh, muchas gracias por no asustarse por mi excesivo interés en las cocatrices, doct... señor Durchdenwald. De monstruos y maravillas es un libro fascinante, no cabe duda, pero estoy interesado en demostrar que su autor, el profesor Vogel, cometió un error. Él considera que las cocatrices son capaces de convertir a una persona en piedra con tan solo mirarla a los ojos. Yo digo que aquello es sencillamente imposible. Una vez pueda hacerme con el cuerpo de la cocatriz y realizar los estudios correspondientes, escribiré un tratado que supere al estudio del profesor Vogel. Es una lástima que no pueda unirse a mi expedición, doct... señor Durchdenwald. Si alguna vez llegara usted a pasar cerca de la Universidad de Oldenburg, su visita a mis oficinas será más que bienvenida.

Le preguntas qué piensa sobre la magia.

—Oh, la magia, veamos... Hay cantidad de tratados y estudios científicos sobre la magia. Nadie logra ponerse de acuerdo en cómo funciona. Otros la desestiman, porque piensan que es fruto de la ignorancia del vulgo. Yo creo que existe y es una capacidad sobrenatural provocada por una deformación del lóbulo parietal derecho del cerebro, que le permite a algunas personas realizar ciertos prodigios que los ignorantes denominan hechicería. Sería interesante poder diseccionar el cerebro de un mago para comprobar mi teoría. Sea como sea, la práctica de magia no está penada en este reino, pero en las tierras del Imperio Antoniano se castiga con ejecución sumaria. Oh, ahí vuelve Herr Silvester.

Silvester vuelve cabizbajo y con el ceño fruncido. Parece que ha tenido una discusión. Detrás de él viene el Marqués, que antes de sentarse a la mesa se queda hablando con uno de sus sirvientes. Silvester regresa a su lugar, cerca tuyo. No dice palabra. Tiene las manos apoyadas sobre la mesa.

—Ese cerdo asqueroso me ha rechazado —dice mientras mira su plato fijamente. Habla lo suficientemente bajo como para que los demás no lo escuchen. Sólo tú puedes oírlo—. Ese cerdo hijo de puta me ha rechazado. Dijo que prefiere casar a su hija con un conde, o un marqués, o un duque. Como si yo no tuviera la suficiente alcurnia como para desposarla. Maldito sea.

El rostro de Silvester se está poniendo cada vez más rojo.

—¿Insinúa que no soy lo suficientemente noble? ¿Que un Wick no está a su altura? Cerdo. Cerdo hijo de puta. ¿Quiere humillarme? ¿Que me vuelva a mi hogar con las manos vacías? Hijo de puta, hijo de puta...

Respira muy agitadamente. Como un volcán a punto de estallar, estás seguro de que es cuestión de tiempo antes de que Silvester pierda los estribos por completo y monte un escándalo en público. Su mano izquierda sostiene el cuchillo de cortar la carne con firmeza.

Gracias por el ofrecimiento y las explicaciones dadas sobre la magia, lo recordaré pues es un tema que me interesa bastante. Confío en tener tiempo para seguir hablando de ello, así mismo le agradecería si fuese posible, una copia de ese tratado para leerlo con gusto.- Ignoró completamente el comentario sobre su deseo de estudiar el cerebro de un mago, seguramente se refería a un mago ya muerto pero no se sintió nada cómodo.

La llegada de Silvester le heló la sangre, observó su comportamiento y era conocedor del motivo. Era imposible que nada de aquello saliese bien, alguien iba a salir mal parado y tendría suerte si solo era alguien de manera individual. Escuchó sus improperios y observó el cuchillo, la tensión aumentaba por segundos y aunque no le hiciera ilusión, debía interceder. Al fin y al cabo era su protector, una batalla campal en un reino ajeno era una buena forma de que Silverster acabase herido o muerto, y el igual o algo peor. La imagen de su cabeza en la almenara era suficiente para hacerle hablar.- Mi señor...- Comenzó diciendo.- Me temo que nuestro anfitrión ha cometido una terrible necedad al rechazarle, no se me ocurre nadie mejor que vos para desposar a la hija de cualquier noble. Por ello creo que siendo usted quién es, debería cambiar de objetivo a alguno mayor. Dudo que ninguna otra mujer de todo el mundo le rechace esta manera tan terrible, la compadezco pues ha perdido la mejor oportunidad de su vida. Usted es Silvester von Wick, no lo olvide. No permitamos que le humillen más y marchémonos, no merecen la pena ni que se enfurezca por ellos mi señor.- Para una vez que su elocuencia era necesaria sintió como lo había hecho lo peor posible. Silvester tampoco era muy inteligente, por lo que esperaba que hubiese sido suficiente.

Tus palabras, en vez de apaciguar a Silvester, lo envalentonan más [1]. Está tan rojo que hasta su bigote rubio parece ponerse colorado.

—Sí. Tienes razón. Soy Silvester von Wick y no puedo permitir que este cerdo siga humillándome.

Se levanta tan bruscamente que todos los ojos del festín se vuelven hacia él. Silvester clava el cuchillo sobre la mesa de madera, dejándolo ensartado ahí. Con una mano barre todos los platos que tiene delante y los arroja al suelo.

—¡BRUNNER! —le grita al Marqués—. ¡Cerdo hideputa! ¿Rechazarme? ¿A MÍ? ¿Así que no vas a entregarme en matrimonio a la zorra de tu hija?

Nadie puede creer lo que está oyendo. La tropa que acompañó a Silvester escucha en silencio. Los caballeros de la familia Brunner le chiflan y le abuchean. Las damas más pudorosas se llevan las manos a la boca, sonrojadas por la catarata de insultos de tu señor. El profesor Klaus Anker sacude la cabeza, seguramente pensando en lo bien que le vendría una sangría a Silvester.

—Lo lamentarás, Brunner, y todos vosotros también —señala con el dedo a los familiares y servidores del Marqués—. Todos vosotros, ahí, riéndoos de mí a mis espaldas mientras ese gordo bastardo me niega la mano de su hija.

—Debéis estar cansado por el viaje —dice el Marqués muy serio—. No hay necesidad de esto, Herr Silvester. He ordenado que os preparen una habitación. Descansad, y mañana podemos hablar en paz y arreglar esto.

—Nada que arreglar, hijo de puta. Toda tu vida te arrepentirás de haberme humillado así.

Se gira hacia ti.

—Levántate. Nos marchamos. ¡Todos vosotros! —le dice a su tropa, que está sentada en las mesas comiendo—. Nos vamos de aquí. Que se sepa que la afrenta de los Brunner a los Wick no será gratuita.

La comitiva de Silvester se marcha. Atrás dejas al Marqués y al profesor Klaus Anker, de quienes no has tenido tiempo ni para despedirte. Una vez estáis de vuelta en el camino, Silvester se acerca hacia ti montado en su caballo.

—Durchdenwald, ¿qué te dijo Brunner cuando te llevó a ver a su hija? Y descríbeme a la muchacha. Quiero saber cómo es. Cuando vuelva aquí, será con un ejército y me las pagarán. Todos. Me llevaré a su hija conmigo. ¿No quiere que se despose conmigo? Bien, se desposará con todos los caballos de mi establo.

Por primera vez en mucho tiempo Derek estuvo a punto de perder los nervios completamente ante la situación que se estaba desarrollando, su comentario solo había empeorado las cosas hasta un punto de no retorno. Deseó con fuerza dejar atrás a su señor y quedarse en aquel reino, pero el resultado de aquello sería terrible cuanto menos y su seguridad pendía de un hilo. Al menos el enfado no era para con el.

Sin decir palabra alguna más salió de allí cabizbajo, asustado y sintiéndose humillado ante el espectáculo que su protegido estaba protagonizando. Era un niño grande, mimado hasta el punto de creer que todo lo pertenece y si no es así lo conseguirá por la fuerza. Era algo que debía haber esperado.

De nuevo en el camino ignoró cualquier intento de conversación, mirada o gesto de los demás hasta que Silvester se acercó a el y pudo sentir como su corazón comenzó a latir con tanta intensidad que bien podría haber sufrido un infarto. Cuanto menos. La pregunta era obvia y Derek no sabía como responderla sin acabar ahorcado. ¿Le creería si mentiría? ¿Debía decir la verdad y aumentar aún mas su enfado hacia Brunner? Intentó pensar en todas las posibles respuestas y sus consecuencias en unos segundos que se le antojaron como si hubiesen sido años. Aquella situación era peligrosa, muy peligrosa. Pero finalmente habló.- Si le soy sincero mi señor, jamás llegué a ver a su hija. Nos quedamos a medio camino pues quiso que escribiera algunos remedios para ayudarla y para paliar posibles enfermedades que pudiera contraer debido al invierno. Desconozco su condición o rostro. Lamento no serle de más ayuda.- Y así mintió rezando para que la sangre en el cerebro de Silvester no le permitiera pensar con claridad para descubrir la mentira. Hubiera intentado detenerle en su absurda idea de arrasar con todo, pero desde luego no era el momento. Al llegar la cosa con mejoraría con la Vizcondesa, pero esperaba no ser culpado de ningún daño pues al fin y al cabo su protegido, aunque enfadado seguía de una pieza y aquella era su misión.

Silvester suelta un bufido cuando le dices que no llegaste a ver a su hija. Está molesto, pero te cree [1].

—No, definitivamente no me eres de ayuda, Durchdenwald. Remedios para su hija —repite mientras sacude la cabeza—. Gordo bastardo. Verá los remedios que le doy a él, a ella y a todo su condenado castillo.