La vida en la edad media era dura, mucho trabajo, demasiadas obligaciones, enfermedades y la constante sombra de la iglesia controlando cada aspecto de tu vida.
En el pueblo, donde transcurre tu vida bajo la mirada de un cruel señor feudal desde su castillo, han estado pasando sucesos que han conmovido vuestra rutina. El sacerdote fallecio anoche, se lanzo desde el campanario proclamando a voz en grito que los demonios estaban en el pueblo.
Un hecho lamentable pero providencial ya que tu boda se habia dispuesto para aquella misma mañana y dadas las circustancias, habia sido pospuesta indefinidamente.
El hombre al que tu padre queria unirte era un viudo, un bruto con cuatro hijos que te doblaba la edad pero tenia tierras y prometia que nada te faltaria a su lado.
Ellen caminaba con paso apresurado hacia la iglesia. Estaba aliviada y preocupada a la vez por el hecho de que el sacerdote se hubiera muerto. Por una parte, su prometido tendría que esperar varios días, o puede que meses si Dios estaba de su parte (y de verdad que deseaba que lo estuviera); antes de que se buscase de nuevo una fecha para la boda. A ella no le hacía mucha gracia ser la segunda o tercera mujer de un hombre al que apenas conocía por muchas riquezas que este tuviera. Preferiria ganarse el pan de cada día con el sudor de su frente junto a un hombre al que amara de verdad, pero no podía. Por eso iba hacia la iglesia, tal vez si rezaba o realizaba varias ofrendas podría evitar aquella unión. Pero también estaba la otra parte, que era que si el Sacerdote tenia razón y los demonios estaban entre ellos -que Dios no lo quisiese-, cualquier cosa podría ocurrir. Tal vez llegara a la aldea el hambre, la guerra o la enfermedad, y la muchacha no estaba segura de que era peor.
Llegaste a la iglesia sabiendo que dentro aun estaban los adornos colocados para tu boda... No obstante, al dar la vuelta al templo encontraste un objeto extraño detras de un muro.
Nunca habias visto una habitacion asi, o un cuarto... o un armario... menos entendias que podia hacer aquella cosa detras de la tapia de la iglesia.
Sorprendida por el misterioso objeto, Ellen desliza su mano por la madera, acariciándola y preguntándose que sería y que hacía allí. No tenía el aspecto de un armario como los que había visto, pero tampoco parecía formar parte de la decoración. Paso la yema de uno de sus dedos por las letras, aunque no sabía leer, le interesaban aquellas formas con las que escribían los monjes. Imaginaba el significado de cada símbolo, asignándole a cada letra una palabra diferente, pero después de unos minutos concentrada en esa tarea, agarro lo que parecía ser la manilla con la otra mano.
-El que haya traído esto tiene que estar dentro de la iglesia.-razono en voz alta, empujando la puerta de aquel objeto, para comprobar si había algo dentro.