Partida Rol por web

La bendición de Ranald quiso que Kruger pidiera ver la nieve desprenderse por el rabillo del ojo junto cuando una de las primeras bestias asomaba los cuernos sobre la piedra. No había dudado ni por un instante en sacar el hacha colocándose frente al carro, los niños y Mathilda. Las bestias eran muchas, a medidas que abandonaban la espesura parecía que no se acababan nunca y encima les estaban rodeando. Loados fueran los dioses solo unos pocos consiguieron alcanzarles.

El Cuervo Burlón había detenido la carga de uno de ellos gracias a su preparación previa dejándole ligeramente ladeado a expensas de que el enano aprovechase el flanco del hombre bestia. Si entre los dos podrían derribar al primero aquello ya sería una pequeña victoria, puesto que Kruger no podría aguantar mucho más no solo con ese sino con los que estaban por llegar. Un vez frenado el ímpetu de la carga su adversario se encontraba a merced no de uno sino de tres enemigos, listos para acabar con él aunque de ser así el enano y él todavía tendrían que contener a una cada uno. Ardua tarea para un humilde siervo de Ranald quien no estaba acostumbrado a desenvolverse con las armas.

Quien no le daba ninguna envidia era el pobre Franciscus, quien estaba enfrentándose a sendas bestias el solo, el fanatismo a veces era una cualidad que nublaba la razón. Ojalá su dios le concediera las fuerzas necesarias para acabar con ambos.

-POR GRIMNIIIIIR. GGAAAAARRRRR!!!!- El grito de guerra del enano resonó por todo el bosque. Cuervos y pájaros salieron espantados de la espesura donde se creían a salvo de los ruidos del combate.

Su hacha, aunque poco espacio disponía para atacar, logró penetrar las defensas de la criatura cortando la carne.  

Había estado observando a la chavala de lindas pecas y pelo rojo que cuidaba de los niños en el carro... y lo había pagado caro. Estar atento a los alrededores le habría salvado de llevarse un corte profundo de aquél hombre bestia.

Sin más dilación asestó un golpe que fue detenido sin problema por el hacha del Gor. Su aliento condensado en una nube de vaho salió disparado por sus fosas nasales. Jurarias que había sonreido.

Los hombres bestia os habían pillado por sorpresa y la primera sangre que había teñido de rojo la nieve había sido la humana. Pero ahora era el momento de devolvérselas con creces.

Los hombres bestias habían llegado así que tenía que usar mi arma y ponerme a recargar rapidamente para seguir disparando a las malditas y oportunistas criaturas que estaban atacando a la caravana, así que disparo contra el gor mas cercano que encuentro.

Franciscus lanzó un bolazo contra uno de aquellos monstruos astados. El ataque iba bien dirigido y hubiera impactado en el cuerpo de aquel hombre caprino, sin embargo, éste en el último momento saltó a un lado evitando ser golpeado. El combate iba a ser terrible y difícilmente todos ellos pudieran contarlo. 

- ¡Qué no os rodeen! - Gritó el flagelante echándose a un lado y juntando espalda con espalda con uno de sus compañeros de lucha. 

La lucha estaba siendo brutal y solo veía cosas con cuernos rodeándonos, intenté dar un espadazo, al que tenía más cerca, pero la herida de mi vientre impidió que mi golpe fuese certero.

El endiablado juego de piernas de Kruger parecía mantener a raya los amplios pero letales hachazos del gorg. Le había acuchillado hasta en tres ocasiones con muy poco resultado, al menos había conseguido cubrir a Mathilda y darle una buena opción de golpe al enano. Esperaba que hubieran podido tumbar a este antes de que llegasen el resto, pero el golpe del enano no fue del todo certero. Empezó a mirar por el rabillo del ojo al otro que se acercaba, en nada los tendrían encima, escuchó a los niños llorar y maldijo para si apretando los dientes para clavar de nuevo la daga en el grueso pellejo de aquella bestia sin efecto alguno aparente. Solo Ranald sabía cuanto tiempo podría seguir bailando alrededor del gorg, pero eso no era el problema, si el caía a los niños les esperaba un destino peor que la muerte.-¡No flaqueéis hijos del Imperio!-para él esas palabras eran vacías, pero si gritarlas en voz alta les servía de algo al resto bienvenidas fueran.

Con la hacha sujetada con firmeza, el enano avanzó un poco para bloquear el paso al segundo hombre bestia que se les acercaba por aquel flanco, confiando en que podría ayudar a terminar con el otro hombre bestia. Atacando entonces con fiereza, aprovechó su flanco expuesto y que le ganaban en número para intentar derrotarle.

El brutal combate comenzaba a ser más encarnizado. Los hombres bestia que no habían probado la primera sangre llegaban ahora con renovadas fuerzas dispuestos a acabar con el hombre y su mundo.

Valentina acertó con su virote en una pierna del Gor, que se vio obligado a frenar su carga contra la humana fallando su ataque. Igual suerte tuvo el viejo herrero, que escapó hacha enemiga, aunque no duraría mucho.

Más suerte tuvo el enano, que pudo repeler un mortal ataque justo a tiempo gracias a su hacha equilibrada. Lo mismo ocurrió con el aprendiz de herrero, Hans, el cual pudo evitar otra herida que sin duda habría sido fatal interponiendo su acero.

Kruger salvó la situación sin demasiados problemas. Pero la peor parte, sin duda se la llevó el flagelante. Uno de los dos Gors atacó desde un ángulo bajo hacia su pierna izquierda produciéndole un tremendo corte en la pierna que le hizo trastabilar. 

Dolorido como estaba y perdió el equilibrio cayendo al suelo. Franciscus dio un desesperado golpe con su mangual desde el suelo, tratando de romper los huesos de la pierna de uno de los hombres bestia. Era lo único que podía hacer en esos momentos para salvar su propia vida y ayudar al resto a salvar la suya, aunque no sabia si iba a ser muy efectivo realmente. 

- ¡Como duele! - Exclamó mientras luchaba por su vida. - ¡Sigmar, no me abandones ahora! - Le imploró al dios más grande del Imperio, su dios.

Kruger le asintió al enano en silencio gracias a sus músculos y a su estratagema habían podido acabar con uno rápidamente, sin embargo otros ocuparon rápidamente su lugar. En un uno contra uno ellos no eran rivales para aquellas bestias.-¡Mathilda libera al herrero, no volverá a tener tanta suerte o libera a alguno de nosotros para que puedan cubrir los huecos!-la hechicera era la única que podía cambiar las tornas, si no recurría a su magia para decantar la balanza a su favor estarían en serios apuros. Simuló un traspiés prediciendo el ataque de su enemigo y anticipándose a él golpeando con todas sus fuerzas en el costado de la bestia. La bestia rugió de dolor, pero bien sabía el muchacho que aquello no era suficiente para acabar con ella, no podía más que resistir, no podría socorrer a nadie si no se socorría primero a él mismo.

Ahhh- Noté fuego a la altura de mis costillas. La sangre manaba a raudales y cada vez me costaba más mantenerme en pie y hacer frente al hombre bestia que tenía delante. El arma pesaba en mis manos y mis golpes eran cada vez más débiles.

Aún así, me repuse momentaneamente y lancé un último ataque con todas mis fuerzas.

Tarsthein movió su hacha agilmente para pasar al siguiente enemigo. Una de esas bestias ya había caído y era hora de dar cuenta de la siguiente, por lo que, manteniendo su misma fiereza, el enano desplegó toda su fuerza contra el próximo enemigo.

El gor había llegado al cuerpo a cuerpo, por lo que no me quedaba otra que sacar mi daga y lanzarle cuchillazos, con un poco de suerte, la herida del virote lo debilite lo suficiente como para que pueda matarlo con la daga o por lo menos poder aguantar hasta que llegue alguien a ayudarme.

El combate seguía un ritmo frenético y la sangre derramada sobre la nieve ya no era solo humana.

Franciscus consiguió, a pesar de la desventaja, acertar con esa bola pesada en la pierna de su rival, que berreó dolorido ante el impacto. Sin duda su fe en la piedad de Sigmar le había vuelto a salvar, aunque no había salvación sin dolor, ya que este mismo descargó su hacha llena de rabia sobre el flagelante hiriéndole en el abdomen.  

Kruger se desenvolvió tan ágil como siempre, pinchando aquí y allá a su oponente, haciendo que se desangrara.

El enano Tarsthein a pesar de haberle dado un buen tajo con su hacha, el Gor se revolvió devolviéndole el golpe que detuvo parcialmente su armadura.

El herrero se recuperó con una estocada magistral a la altura del abdomen que dejó sin fuerzas al hombre bestia y sin ganas de combatir.

La guardia de caminos se defendía bien, dada su profesión y así lo hacía valer. Su daga se hundió hasta la empuñadura en la carne del Gor que a pesar de tenerla a un palmo de distancia fue incapaz de seguir con su ataque.

Todos los demás hacían lo que podían o estaban tan confusos que corrían de un lado hacia otro sin saber que hacer. Pudísteis ver como un hombre bestia abatía al anciano de un hachazo en la cabeza.  

Un rayo de luz atravesó la escasa distancia que cubría la mano de la maga hasta el Gor que amenazaba al enano. El cuerpo sin vida del Gor cayó amortiguado por la nieve con un humeante agujero en el pecho. Mathilda se encogió cayendo de dolor junto a la carreta, donde debajo de esta se encontraba el hanfling. La sangre que manaba de la herida de la hechicera no era buena señal.  

A Franciscus, viéndose casi desahuciado, no le quedó otro remedio que el de volver a arremeter contra el gor. Lanzó un ataque desesperado con su mangual contra aquella criatura del caos. El ataque iba bien dirigido hacia su adversario, pero éste era un hábil guerrero y podía fácilmente evitar ser alcanzado.

- ¡Sigmaaaaaaaar! - Gritó abrumado por el horror de una muerte próxima.

El adversario de Kruger sangraba por infinidad de cortes y hachazos, pero la fuerza del Cuervo Burlón no era la suficiente para descargar un golpe mortal sobre el hombre bestia. Su malsanos dones del caos le conferían una resistencia inhumana impulsando a matar a su enemigo y beber su sangre con avidez aunque en ello le fuera la vida. Kruger no estaba acostumbrado a combatir y eso le estaba pasando factura, empezaba a perder resuello y los golpes eran de cada vez más erráticos. Aún y así cuando Mathilda consiguió fulminar a la bestia que acosaba al enano este se alegró mucho más que al recibir la noticia del advenimiento de Sigmar.-¡Ayuda al fanático yo me ocupo de este!-al fin y al cabo Franciscus era el que se estaba llevando la peor parte del combate. El halo de esperanza se borró de su rostro en cuanto vio caer al viejo tras un certero hachazo que le partió el cráneo en dos, no quería acabar así y lo único que le impedía salir corriendo en aquel mismo instante eran los gritos desesperados de los niños que tenía tras de si.