Me acerqué a los cuerpos que estaban tumbados, inertes. Más que el motivo de su muerte quería averiguar si alguno de ellos erea mi compañero Warren Thomas. Me agaché para ver mejor el rostro de ellos, pues la exigua luz no dejaba verlos bien. Al hacerlo puede constatar que Warren era uno de ellos. Tragué saliba y suspiré mientras le cerraba los párpados que aun mantenía abiertos.
Volví la vista para mirar al mar que embrabecido rugía hasta chocarse con aquella maldita isla. Al hacerlo vi luces que se acercaban al faro. ¿Serían más besugos buscando a sus colegas? Nuevamente me puse en tensión y me levanté acercándome a la barandilla para ver quienes eran.
Al advertir que eran los guardacostas me relajé, guardé mi arma y volví al interior para comunicárselo a los demás.
-Vienen los guardacostas -dije escuetamente-. Es hora de abandonar este maldito lugar, lleno de criaturas de pesadilla.
En teoría, como agente federal, os debería requisar todo el material que hemos encontrado, monedas, dibujos, apuntes,... todo, pero como ya acabamos vamos a dejar la fiesta en paz ;P
El agente revisa los cadáveres mientras Carl busca entre sus bolsillos un paquete de cigarrillos que no va a encontrar pues yace en el fondo del oceano. A lo lejos se empieza a ver el barco de los guardacostas.
Mulder también se da cuenta, parece que se alegra, pero el anticuario no está tan seguro, hasta que no lo vea bien atado en el amarre no estará tranquilo. - Eso parece.- Contesta lacónico.- Esperemos que lleguen bien.
Noto como mis dedos se desprenden del arma con recelo cuando el agente me la quita asegurando que ya está todo bien. Los pequeños puntos de luz en el mar son casi hipnóticos y tienen un efecto sobre mí que nunca habría previsto. Mis piernas fallan y caigo al suelo de rodillas, siento todo el cansancio que la adrenalina ocultaba. Me echo a llorar en el sitio sin hacer ruido. Mis compañeros hablan a mi alrededor pero no estoy prestando atención, simplemente dejo que que todo pase a mi alrededor.
Era impresionante, tanto tantísimo que la llegada de los Guardacostas se me hizo amarga. No quería abandonar mi descubrimiento ahí, necesitaba más, necesitaba una muestra.
Con el cuchillo a modo de bisturí, me guardé una escama de las criaturas en el bolsillo.
Asentí después a las palabras del Agente.
"Salgamos y que nos ayuden a llevarnos un especímen. Uno al menos..."
Me levanto y avanzo escaleras abajo. De vuelta a casa, de vuelta al mar.
EPÍLOGO
Los guardacostas procedentes de Follypoint cruzan con su barco motorizado y una lancha acompañante el oscuro mar desde la costa hasta la isla del faro. Vosotros los veis venir mientras uno busca tabaco entre las ropas de los muertos (Carl), otro de vosotros se deja caer fruto del agotamiento y la tensión vivida (Angelique), otro resopla con cierta tranquilidad (Fox) y otro recoge muestras, con su particular bisturí de aventura, Margot acerca de los seres acuáticos que os atacaron.
Ahora, después de haberos defendido de las garras y zarpas de aquellos seres escamosos, tal vez quedara confrontar un peligro aún mayor: las preguntas que cualquier podría hacer de los restos allí presentes.
Tras unos diez minutos de espera, escucháis cómo la presencia policial (que ha llegado con los guardacostas) arremete en la casa del faro y en el faro en sí. Enseguida veis uniformes bajo chubasqueros oscuros, placas de policía y cartucheras vacías, cuyas armas están en las manos de sus portadores, agentes de la ley. Éstos copan enseguida el faro, todas sus estancias, encontrándoos, encontrandoos a vosotros y a los cuerpos de los hombres-pez, así como los cuerpos de la sala de la bombilla, casi todo al mismo tiempo.
Con todo el pelotón de policías ha acudido el agente del FBI Cory Malone, destinado recientemente a la ciudad de Rockport (al oeste de Folly Point y Beacon Island). Tras veros y preguntaros vuestros nombres y si estáis bien, comienza a interrogaros uno a uno. De nada sirve que el Agente Fox, con el que comparte profesión, contara con sus mismas intenciones de esclarecimiento como para librarse de recibir sus preguntas acerca de los hechos. Cada uno relatásteis lo acontecido: el naufragio del SS Essex County, la llegada en bote a Beacon Island, la indagación del faro sumido en semioscuridad y la lucha contra los hombres pez que yacían allí. Malone os aclara que su destino en esa zona de América se debía a que la zona marítima que cubría el faro de Beacon Island es un lugar muy jugoso para el contrabando en Massachussets, por lo que la lupa en estos territorios ocupa su total atención.
Lo que no os explica, y más bien pone cara de póker al comentarlo, era la procedencia de esos seres. No os aclara si sabe de su existencia anterior ni os pregunta apenas nada (pese a haberle referido su lucha con ellos). El caso es que el equipo de policías recoge los cuerpos de los cinco hombres-pez y los saca al exterior, donde la lluvía aún cae fogosamente. Dichos cuerpos son metidos en la lancha que acompaña al bar, en sus respectivas bolsas, y huyen de Beacon Island hasta perderse en la oscuridad del mar.
Por vuestra parte, sois llevados a Folly point en el barco de los guardacostas del lugar. Durante el viaje, Malone os reúne en uno de los camarotes y os cuenta que ya sabe de la presencia de seres extraños, que cuentan las leyendas locales, en esas zona. Por lo visto, el farero Michael Turner (que en realidad era un agente Federal con el nombre de Warren Thomas, y era uno de los cadáveres de la sala de la bombilla), dio la voz de alarma sobre algo más que el contrabando iniciado por un tal George Cassidy sobre las aguas de Beacon Island. Luego os obliga a jurar que guardarán en secreto absoluto los acontecimientos ocurridos el 12 de abril de 1926, so pena de ser acusados de todos los delitos de contrabando que castigan a esa zona de Massachusset.
Con mucho que perder y poco que ganar, os sentis obligados a guardar fidelidad al secreto de lo vivido, al menos durante un tiempo. Aunque tuviérais muchas dudas, nada de esto debía salir a la luz, según os dice Malone. El mundo no debe estar preparado para ello. A partir de entonces, el recuerdo de lo vivido no se os desprendió de la mente hasta muchos años después.
La verdad sobre los hechos
El 12 de febrero de 1926, una gran tormenta causó estragos en Folly Point, cerca de Rockport, Massachusetts. Un barco sin identificar, con rumbo a Plum Island y que transportaba oro desde los mares del Sur de una orden secreta autodenominada como los Juglares de Jacobi , usaba el faro de Beacon Island como guía para evitar las rutas comerciales habituales y pasar desapercibido ante miradas indiscretas. Por desgracia, la linterna del faro sufrió una avería y provocó que el barco se dirigiera hacia unos escollos cercanos, donde el casco se partió causando una terrible explosión en la caldera. El barco se hundió poco después, sin dejar apenas rastro de su paso.
Desde entonces, la orden de los Juglares de Jacobi ha intentado recuperar discretamente el oro del barco. No es una tarea sencilla, dada su proximidad a Beacon Island y a las frecuentadas rutas marítimas que van hacia y desde Rockport. Aunque han obtenido buenos resultados, algunas monedas se les han escapado y han aparecido en varios lugares a lo largo de la costa del continente y en la playa norte de Beacon Island. George Cassidy, un farero de la isla (y antiguo contrabandista amigo del anticuario Carl), se tropezó con una de las monedas un día después del naufragio y, durante el último mes más o menos, ha acumulado un buen botín del oro del barco siniestrado peinando la playa con esmero y determinación.
También ha intentado descubrir qué precio alcanzarán en el mercado de antigüedades, con la esperanza de convertir las extrañas monedas en un buen colchón de ahorros. Hasta ahora los sectarios han dejado en paz a los ocupantes del faro, ya que se equivocaron al creer que nadie en toda la isla había encontrado ninguna de las monedas perdidas. Aunque achacan la culpa del naufragio a la demora de los fareros en arreglar la linterna, les parece inútil vengarse por sus pérdidas, pues el faro es demasiado valioso en sus actividades de contrabando como para interferir en su funcionamiento diario.
Las cosas cambiaron cuando los sectarios recibieron una carta de Cassidy en la que este les pedía ayuda para identificar las monedas de oro y determinar su valor. Los sectarios decidieron recuperarlas, dado que las continuas preguntas de Cassidy no tardarían en llamar la atención. Habían planeado infiltrarse en la isla el 12 de abril, una noche de luna nueva, para aprovechar la oscuridad durante el asalto. Después de un breve reconocimiento, unas terribles criaturas mitad hombre y mitad pez (los Jaramugos) y que eran leales a la orden de los Juglares de Jacobi fueron asignados a la tarea de capturar a Samuel Smith, un compañero farero de Cassidy, que intentaba huir de la isla tras haber presenciado demasiados avistamientos extraños. Interrogaron y luego mataron al pobre Smith una vez que, según creyeron, había confirmado sus conclusiones preliminares de que no sería muy complicado encargarse de los otros dos ocupantes de la isla.
Así pues, en la noche del 12 de abril de 1926, uno de los Jaramugos condujo a un grupo de peligrosas criaturas anfibias similares a deshacerse de la cuadrilla restante del faro y localizar la colección de monedas de Cassidy. Una vez en la isla, el grupo de jaramugos persiguió y mató a Michael Turner (el agente Warren Thomas), para luego ir a por Cassidy. El farero luchó con valor en la sala de la linterna y logró matar a dos jaramugos (uno de ellos el lider del grupo), pero perdió la vida en el proceso. Durante la pelea, una bala perdida destruyó la lente y la bombilla del faro, sumiendo toda la región costera circundante en la oscuridad.
Los jaramugos, desprovistos de líder, vagaron por la isla buscando las monedas. No poseían la inteligencia necesaria para regresar a Folly Point en busca de ayuda. Luego llegásteis vosotros, y creyeron que íbais a ser sus nuevas víctimas. Suerte que pudísteis acabar con ellos. La suerte no les volvió a sonreir una segunda vez.
FIN