Partida Rol por web

Puntos gastados en atributos: 56

 Puntos gastados en ventajas: 36

Puntos gastados en habilidades: 20

Idiomas: Alto Eiseno (1), Castellano (1), Eiseno(1), Lunar (2), Montaignese (1), Teodorano (2), Theano (2), Ussuro (1), Vendelio (1), Vodaccio (1): 13

Total provisional: 125

Duda. ¿Cuándo pones Maximilliam, vas por el nombre Avalones/Británico o el nombre Vesten/Escandinavo? Porque el primero termina en N y el segundo termina en M, como el tuyo :)

Te dejo los comentarios de la hoja (aunque creo que nos has acabado aún)

1. Tienes muchas ventajas y desventajas y algunas parecen estar fuera de su categoría general (sangre Sidhe). 

2. Aunque entiendo que tu personaje tiene intereses arqueológicos, no necesariamente debes comprarte un artefacto con efectos prácticos para reflejar esto. Sí, me parece que tienes demasiados artefactos raros.

Duda. ¿Cuándo pones Maximilliam, vas por el nombre Avalones/Británico o el nombre Vesten/Escandinavo? Porque el primero termina en N y el segundo termina en M, como el tuyo :)

Lo mantendré con M. Me ha hecho gracia el detalle, así que cuando reescriba la historia — que espero que pueda ser pronto — le daré una mini explicación graciosa que se me ha ocurrido.

1. Tienes muchas ventajas y desventajas y algunas parecen estar fuera de su categoría general (sangre Sidhe). 

Voy a eliminar alguna, y más al reescribir la historia. O mejor dicho, voy a calcular cuánto dinero necesito (que es bastante por las cosas que quiero tener) y cambiar Noble por la Herencia adecuada, que me gusta más. No veo a Maximilliam ocupándose o teniendo esperando una casa llena de sirvientes.

En cuanto a lo de estar fuera de su categoría general no sé qué quieres decir. ¿Quieres que las escriba aparte, marcando que son por Sangre Sidhe?

2. Aunque entiendo que tu personaje tiene intereses arqueológicos, no necesariamente debes comprarte un artefacto con efectos prácticos para reflejar esto. Sí, me parece que tienes demasiados artefactos raros.

Haré criba, y me quedaré sólo con dos. Probablemente el brazalete verde y el brazal de las muecas, aunque el alfanje me hace gracia.

En cuanto a lo de estar fuera de su categoría general no sé qué quieres decir. ¿Quieres que las escriba aparte, marcando que son por Sangre Sidhe?

Yep.

2. Aunque entiendo que tu personaje tiene intereses arqueológicos, no necesariamente debes comprarte un artefacto con efectos prácticos para reflejar esto. Sí, me parece que tienes demasiados artefactos raros.

Depende del número de ventajas y desventajas. Yo creo que os había dado 2 y 2 máximo (4 en total). Revisaré la conversación.

Lo que dices de 2 y 2... ¿No era con respecto a la Sangre Sidhe? Ahí sí dijiste dos y dos, pero entonces... ¿Cómo cojo Rasgos variables, siendo de tres puntos entonces?

Tienes toda la razón, lo dije para la sangre Sidhe. Sin embargo, no se refería a puntos sino a bendiciones/maldiciones. Recuerda que deben quedar equilibrados.

Aún así, aunque no di número para ventajas/desventajas, sí he dicho que preferiría tenerlas limitadas por ser la primera vez, y aunque he permitido Sangre Sidhe (que no es sino ventajas dentro de una categoría), trata de no tomar demasiadas cosas al lado.

Y no, tener lenguajes adicionales no lo cuento como ventajas.

Puntos gastados en atributos: 56

Puntos gastados en ventajas: 19

Puntos gastados en habilidades: 19+3 (avanzada, disfraz)

Idiomas: Alto Eiseno (1), Castellano (1), Eiseno(1), Lunar (2), Montaignese (1), Teodorano (2), Theano (2), Ussuro (1), Vendelio (1), Vodaccio (1): 13

Total: 110

Edward Knight siempre había sabido lo que un caballero debía hacer. Era valeroso y hábil, aunque por desgracia para él su inteligencia no podía competir con su destreza con la espada. Por eso cuando su bienamada esposa, Eliza del clan McDonald, insisitió en llamar a su primer y único hijo Maximiliam el hombre ni siquiera se planteó el motivo. Nada supo nunca del antiguo amante de su mujer, o de cómo ella sólo se había casado con el avalonés por la desaparición de este al saberse embarazada.

De modo que Maximilliam nació en el seno de aquella casa tomada bajo la protección de los McDonald como uno más, a pesar de que la sangre de su padre — al menos del que estuvo ahí para criarlo — no fuera más que una mezcla de todos los lugares de las islas.

Para asombro y deleite de todos desde un primer momento demostró haber heredado la inteligencia de su madre. Con sólo año y medio era capaz de hablar con fluidez y a los dos años ya había aprendido a escribir tan solo observando a su padre hacerlo.

De modo que en cuanto sus padres se dieron cuenta de sus aptitudes se encargaron de que tuviera una educación especial: una institutriz montaignesa y un profesor castellano le mantenían ocupado todo el día. Edward tenía para Maximilliam grandes sueños: general del ejército, caballero de Elaine... Le hacían crecer aislado de otros niños, únicamente preparándose para un futuro distante. El niño pronto se acostumbró a todo eso: adoraba aprender. Cada lección nueva era un mundo que deseaba explorar. Sin embargo con cada historia que leía y con cada leyenda que escuchaba su mente se distanciaba más de lo que su padre esperaba para él. Edward le imaginaba luchando por Avalon. Él, en cambio, se soñaba en una vida a medio camino entre la biblioteca y el campo, descubriendo cuánto tenían de verdad las cosas que leía.

Los años pasaron. Él fue aprendiendo a vivir a caballo entre esas dos vidas o, al menos, con puentes tendidos en ambas direcciones. No se negaba a hacer ninguna de las cosas que su padre le pedía, aunque las ganas solían estar en otra parte. Su madre, mientras tanto, animaba al chico a ser quien su espíritu le pidiese. Sabía ser sutil y firme con su marido para que permitiera a su hijo tener aún todos esos sueños, haciéndole creer que no eran más que eso, que un día se daría cuenta de que la vida que quería era la misma que el hombre deseaba para él.

Pero ese momento no llegó, y finalmente Maximilliam ingresó en la universidad. Lo hizo bajo la condición impuesta por su padre de ingresar también en una academia militar. Esta última sirvió de poco, pues aprovechó muy pocas de las lecciones. Sin embargo, en la universidad descubrió un mundo nuevo. Matemáticas, geografía y, sobre todo, historia... Maximilliam cada vez se daba más cuenta de lo que deseaba, y el conocimiento que estaba adquiriendo le hacía falta para ello.

Sin embargo, tras acabar la Universidad, seguía notando la falta de algo. Necesitaba acción de primera mano. Ver mundo. Buscar el mítico Séptimo Mar. Así, prácticamente sin avisar a su familia se enroló en uno de los primeros barcos que encontró, haciéndose pasar por un huérfano buscavidas.

Las primeras semanas fueron emocionantes. Trabajar en el barco por su sustento, visitar un puerto tras otro, dejarse engañar jugando a las cartas o a los dados... Y, a veces, tentar al destino y hacer trampas. Todo era nuevo y maravilloso. Cada vez que paraban en una ciudad trataba de conseguir algún nuevo libro, pero un marino que leía llamaba demasiado la atención. Al menos durante los siguientes años tuvo el placer de visitar casi todos los países de Thea. Cada vez que llegaba a un nuevo lugar trataba de beber lo más que podía de su cultura. No le importaba tener que dejar la tripulación en la que se encontrase para poder hacerlo. Iba cambiando de personalidad, mezclándose con la más alta sociedad o con los bajos fondos... Esos años terminaron ayudaron a Maximilliam a perfilarse a sí mismo. Conoció algunas mujeres, pero estas le parecieron todas iguales, sin importar si eran nobles o palafreneras. Aprendió a escuchar la lengua de las gentes, y a guardar siempre un último gremial y un cuchillo en la bota.

Cuando volvió a ver a su familia era un Maximilliam completamente cambiado. Había vivido muchas cosas, casi todas sin un objetivo concreto, y se había cansado de buscarse en todas partes. Sus padres le recibieron con los brazos abiertos, y aunque desde un primer momento Eliza supuso que su visitar era meramente temporal, Edward hablaba como si aquella hubiera sido la última locura que vería de su hijo. Y así, aunque no por los motivos que él esperaba. El chico convertido en hombre volvía para sólo unas semanas, pero finalmente su estancia fue de meses. No echó de menos el mar, o las tierras lejanas: no llevaba ni un mes en casa cuando su padre cayó enfermo, y decidió permanecer a su lado hasta el final.

En ningún momento le mintió. Edward parecía desearlo. En la cama, casi le imploraba que le dijese que se había convertido en caballero, peor Maximiliam le hablaba con todo el tacto y la sinceridad que sabía. Se quedó hasta el final. El dinero de la familia sirvió para pagar a los mejores médicos, pero aquello no tenía remedio. Y finalmente en una noche cerrada Edward Knight pasó a mejor vida.

Los años habían servido a Maximiliam para entender que la muerte era parte del proceso de la vida, algo natural, y no llegó a arrepentirse de haber estado tanto tiempo fuera. En lugar de eso sólo tardó unos días en despedirse de su madre, y ella en desearle lo mejor, y partir de nuevo.

En los años siguientes Maximilliam aprovechó para investigar por su cuenta sobre los Syrneth y otras antiguas civilizaciones. Visitó algunas excavaciones de la Sociedad de Exploradores y así conoció a Lucas Smith, un integrante de la sociedad. Congeniaron al instante. Maximilliam se enganchó perdidamente de él y, aunque lo que sentía Lucas por él no era lo mismo, comenzaron a ir juntos a todas partes. Con el intelecto y experiencia de Maximilliam no tardaron en aceptarle en la Sociedad de Exploradores.

Durante los dos años siguientes por fin tuvo acceso a tantos conocimientos que había buscado. Pero nunca era suficiente. Él siempre necesitaba más. Se apuntaba a toda expedición posible. Obtenía información de campo y de personas donde otros fallaban. Sus habilidades de negociación y de infiltración eran tan útiles como su facilidad para la localización de artefactos, aunque la mayoría de ellos terminasen cogiendo polvo en los almacenes de la Sociedad, esperando a que alguien como él les diera uso y los estudiase.

Siempre que estaba de expedición Maximilliam se sentía mucho más completo. La búsqueda despertaba en él una pasión que no podía encontrar de otra forma. Cada vez veía menos a Lucas, claro, pero porque cada vez se convertía más en un miembro independiente.

Allá adonde iba llevaba siempre libros de estudio. Ya no tenía que preocuparse de aparentar lo que no era. Ahora sus capacidades de infiltración se habían convertido en una herramienta más que en un método de vida.
Los años pasaron. El contacto con su familia fue reduciéndose, pero cada cierto tiempo trataba de pasar una temporada con su madre. Poco a poco su formación fue haciéndose más y más extensa, llegándose a plantear ingresar en el Colegio Invisible. El tiempo fue forjando en él un código de honor particular y un enorme sentido de la responsabilidad moral.

Un tiempo atrás, en un viaje a Santa Clara el barco de Maximilliam fue abordado por piratas. Muchos de los tripulantes fueron ejecutados, y otros retenidos como esclavos. Aunque fue hecho preso para pedir un rescate por su origen, Maximilliam utilizó todas sus habilidades para caer en gracia a la pirata que le llevaba la comida: Nyalish. Ella sólo hablaba avalonés, pero consiguió que le liberaran temporalmente a cambio de trabajar como un miembro más de la tripulación y ejercer de traductor cuando era necesario.

Pero en cuanto atracaron en puerto la guardia se hizo con el barco y la tripulación fue detenida. Maximilliam fue puesto en libertad, pero se sentía en deuda. Fingiendo ser su esposo y que ella había sido una prisionera más, consiguió sacar con labia y unos cuantos gremiales a Nyalish del calabozo. Sin embargo, se sentía lo suficientemente responsable como para permanecer con ella durante la estancia en la ciudad. La excusa estaba clara: ella necesitaba a alguien que le hiciera de intérprete. Además, se caían realmente bien.
 
En esos días Nyalish era una pirata sin tripulación, pero con un objetivo: encontrar el Ojo del Tigre. Hablar de buscar una reliquiera para Maximilliam era como para un alcohólico hablar de una jarra de vino infinita, de modo que se decidió a ayudarla.
 
Con el tiempo esa relación de protección siguió adelante. Allá adonde iban, Maximilliam era el "responsable", mientras que ella era la que se encargaba de meterlos en líos. 

Todo en orden. Lo único que te diría que cambiaras es el conocimiento del Colegio Invisible. Siendo alguien alejado de la religión y siendo el Colegio un rumor en el corazón de la Iglesia que persiguen insistentemente, sin contar que Inglaterra es en aquella época un bastión protestante (y de Sidhes), su propia existencia no pasaría de ser más que un cuento de viejas...

A menos que estando en España, quisiera averiguar cuánto de verdad hay en ello...

Sí, creo que es más adecuado querer saber más, que querer ingresar. La verdad es que eso fue escrito antes de conocer su relación con la Iglesia.

Al equipo me gustaría añadir, como comentamos, una espada de esgrima para Nyalish. :)

No va a ser necesario. Las reglas contemplan que todo Héroe tiene derecho a un arma y una muda sin tocar sus ahorros personales :)