Extracto del discurso de la toma de posesión de general de los ejércitos por Nanuk Tron.
“...Las mujeres rescatadas de la esclavitud son el ejemplo vivo de un pueblo que ha de permanecer unido ante las acometidas de los poderosos, evitando su disgregación, un hecho que sin duda lo debilitaría. Honrémoslas, pues son las madres de esta nueva vida, el amanecer de este nuevo día. Como parte de este pueblo, aunque adoptado, me siento en la obligación de poner mi espada a vuestro servicio, pues entiendo que esto es lo que buscaba el barón, nuestro libertador. He jurado defender con mi vida la causa del barón, y su causa es Viljaheim, por lo que ahora es también la mía. Salí de mi tierra buscando mi identidad, mi personalidad, mi yo adulto, y me he encontrado con que no buscaba eso. Buscaba un lugar, un lugar donde encajar mi identidad, que creía perdida, y lo he encontrado. Al ritmo del pueblo que se hace a si mismo creceré, sentiré con él, lloraré con él, pelearé con él, y si fuese menester moriré con él. Porque Viljaheim es mi pueblo, con sus virtudes y defectos, pero propio al fin y al cabo. Allí donde jamás pude sentirme apreciado encontré aprecio, allí donde jamás pensé vivir encontré casa, allí donde jamás soñé prosperar encontré cómo...”
El jolgorio y los festejos que habían seguido a la acusación del barón habían acabado, pero Drokern apenas sí les había prestado atención. A decir verdad, ni siquiera había hecho acto de presencia. No había presenciado la denuncia del barón. No había presenciado la insatisfactoria defensa del rey. No había presenciado la bárbara costumbre por la que estos humanos dirimían sus diferencias y asuntos de estado. No había presenciado las ejecuciones, que eran tan del agrado morboso del pueblo. No había presenciado siquiera el cándido e irreal discurso de la princesa… pero se había enterado de todo, claro, como era de esperar. El enano había pasado todos esos momentos clave que pasarían a los anales de la historia en una taberna prácticamente desierta, consultando sus dudas con la cerveza, en la que encontraba muchas más respuestas que en la almohada. En el fondo y a pesar de sus constantes quebraderos de cabeza que amenazaban, traicioneros, con ponerle la zancadilla, estaba convencido de que había actuado correctamente. No ya con el pueblo, ni con el dragón, ni con sus compañeros, ni con ninguna de las partes implicadas. Tampoco con la balanza cósmica y, por supuesto, no con los “suyos”. Pero había actuado correctamente para consigo mismo, y eso era a fin de cuentas lo importante. Al menos para él. La única opinión que le importaba. ¿Qué otra cosa podía hacer? ¿Convertirse en el agente del bien? ¿En el defensor de la justicia, de los pobres y los desvalidos? Ja. Cuántas veces había oído ese cuento, esa justificación utilizada desde el principio de los tiempos por seres atroces, ambiciosos y sin escrúpulos que justificaban las mismas acciones que castigaban en nombre del “bien”. De su bien, por supuesto. Lograban convencer siempre a algunos y en ocasiones (las menos) incluso a sí mismos. Esos eran los peores, los que estaban convencidos de que se encontraban en el lado correcto de la balanza y de que los malos eran los otros. Pero de él no harían un instrumento, supo Drokern. Porque para serlo había que creer, y él hacía tiempo que no creía en nada…
… salvo quizá en su laúd.
Había anochecido ya, y la plaza de Viljahelm que tantos eventos había protagonizado durante el día estaba ahora vacía… aunque no del todo. Una silueta achaparrada se encontraba sentada en el borde del patíbulo con las piernas cruzadas y la capucha echada sobre la cabeza. Estaba oscuro y silencioso, con la luna como único espectador, una luna llena y redonda que jugaba al escondite entre unas nubes oscuras y siniestras. Llovía, llovía mucho. Llovía como si el cielo quisiera limpiar aquella ciudad de todos los pecados cometidos. Llovía como si el cielo llorase desconsolado incapaz de encontrar una solución a los problemas del mundo. Llovía, pero era una sensación agradable para un enano solitario que en ese momento consideraba que tener la barba empapada no era una molestia, si no tan solo una circunstancia.
Tras él, meciéndose suavemente al viento como un heraldo se balanceaba el difunto rey, ahora tan solo bufón del populacho, presa de soga, carne de escarnio, única compañía y público del bardo que tarareaba, acompañado por su laúd, una melodía al son del repicar la lluvia que más tarde se conocería como “Los Cuatro de Viljahelm”:
De ningún sitio vinieron los cuatro de Viljahelm
del todo desconocidos a la llamada del rey
pues una gran recompensa se ofrecía al hacedor
de un admirable milagro: la ejecución de un dragón
Y así fue pues que allí fueron por un trozo del pastel
acompáñalos un héroe, el valiente Dragonbane.
Una elfa, un enano, un norteño y un doncel
maga blanca, diestro bardo y dos guerreros sin corcel
Mas no podrían haber esperado tal sorpresa
pues cuando al fin se plantaron en la cueva del dragón
bien pudieron discernir que no había princesa presa
y que otro era el culpable de tremenda sinrazón
A sus ojos no creyeron, mas pudieron comprobar
que entre princesa y dragón había otra relación
Hay tontos que aún se afanan en poner vallas al mar
y los más necios aún ponen cercas al amor
Pero hay bestia en toda historia, en esta no ha de faltar
y es el bienamado rey el que algo ha de ocultar
las doncellas que en tributo al dragón dice enviar
a malvados esclavistas es a quien hace llegar
Y es cuando dicho mal de manifiesto se pone
que dragón, princesa y héroes se unen contra el terror.
Es su hija quien denuncia, y barón quien le destrone
que nadie quiere a tal monstruo como padre ni señor
Y llega al pueblo la dicha, amanecer de otros tiempos
primavera de gobierno, portadora de alegrías
Una pequeña luz en estos oscuros días
La muerte cabalga a lomos de señores de los vientos
de Junah el que caza Reyes, de la Aniquiladora de Reinos
¿Y qué fue, os preguntaréis, de los héroes que decías?
uno es del Onykol agente, otro las huestes guía,
y la elfa se esfumó, quizá en busca de sus sueños
¿Y del enano qué fue? ¿Logró famosas hazañas?
¿O simplemente volvió a su hogar en las montañas?
Pues ninguna de las dos, él era un lobo estepario,
caótico vagabundo, renegado vividor
trotamundos sin bandera, apátrida extraordinario
cuyo hogar fueron los versos y su vida, la canción.
Enjoy!
¡Espero que la espera haya merecido la pena!