Te encaramaste a la tapia que había a tu lado, y formaba parte de la calleja por donde pasabas (y en la que ahora te habías detenido). La curiosidad mató al gato, como solía decirse, pero tú no dabas cuenta de aquellos refranes para gente de pacotilla; que siempre sabía mejor un buen chisme que un buen trago de vino (bueno, casi siempre). Y tal que así, que apoyaste la suela de la bota en un sillar maltrecho del muro y te agarraste a la parte superior para aparte. El muro entonces te dejaba ver la cerca de al lado, y el ángulo suficiente que andabas buscando de la vía por donde habías pasado escasos segundos. Entonces los pasos corrieron cada vez más cerca, acercándose más y más. En vez de doblar por donde tú estabas, siguieron hacia delante, y luego se pararon delante de una vivienda. Tú veías bien ahora lo que acontecía: untipo de mediana edad, oculto por las sombras de la noche, aporreaba una vivienda de dos plantas, bien dispuesta, que tú por tus juergas nocturnas en la ciudad la conocías: la mancebía de Hugo el Maleante.
Aquel lugar era un nido de prostitución en el que muchos goliardos y otras gentes de la ciudad acudían allí para hacer verídicos sus placeres carnales. Desde allí postrado, mirabas cómo el tipo aporreaba una y otra vez la puerta, gritando algo así como, "¡Don Bernardo!". La voz del tipo parecía familiar al principio (también parecía asustada y alertada), pero enseguida, al transformarse en un grito ahogado, se te hizo común y harto extraña. Quien fuera ese tal Bernardo no parecía abrirle la puerta de madera apuntalada en hierro (tal vez no estaba), ni tan siquiera alguno de sus ocupantes o clientes. Entonces otro tipo llegó corriendo por donde éste había venido (tú, evidentemente, giraste el cuello alertado por la nueva presencia). Fue entonces que el segundo llegó hasta donde estaba el primero, y, en la misma puerta de la mancebía, comenzó a propinarle una severa paliza, como nunca antes habías visto. El joven que aporreaba puerta trataba de defenderse, pero el otro parecía más diestro en tales lides.
Tú eras el único espectador de todo ello, entre los gritos ahogados de la víctima.
Motivo: PER x4
Tirada: 1d100
Dificultad: 60-
Resultado: 98 (Fracaso) [98]
El joven goliardo no sabía que hacer ante esa situación. Podía girar la cabeza y marcharse, como había hecho cientos de veces ante una pelea, pero algo en esa pelea era extraño. Puede que fuera la hora, la gravedad de las sucesos que había contemplado, el lugar o la caridad cristiana. No hizo caso al consejo tan comentado por las pueblos, "la curiosidad mato al gato".
Sebastián salió de sus escondite y comenzó a caminar hacia la gresca. Mientras se acercaba, busco algún arma contundente con la que defenderse en caso de que la palabra fallara. ¡Dejar a ese hombre! ¡La violencia no es la solución!
Decidiste darle gusto al sentido de la curiosidad, y avanzaste caminando, despacio pero sin pausa, hacia los dos tipos. Sacaste tu cuchillo mientras andabas (pues no había otra cosa allí, en medio de los callejones). Una vez estuviste a unas varas de distancia el tipo dejó de golpear al otro (ya medio tendido en el suelo, como vencido y de rodillas), aunque no dejó de cogerle por las solapas de la chaquetilla.
¡Se... Sebastián! -te dijo Ramiro al verte, con el rostro ensangretado e hinchado uno de sus ojos, el cual era ahora casi reconocible-. El otro tipo no era sino un muchacho joven, como tú, pero no le conocías. Entonces soltó a Ramiro y te encaró, con los puños en alto. Al igual que tú, mientras tratabas de convencerle sin éxito, sacó un cuchillo, pero no te atacó.
¡Lárgate de aquí antes de que quedes como éste escupitajo! -te decía con cara de pocos amigos, refiriéndose a Ramiro, que había quedado hecho trizas, incapaz de levantare por las heridas-. El tipo apretaba el cuchillo con fuerza, pero esperaba que te largaras de allí.
Acab... ¡acaba con éste desgra... ciado! ¡Uggghh! -Ramiro te habló desde el suelo, pero en seguida expulsó una flema con sangre, y la escupió en el suelto, delante de la puerta del burdel. Trataba de levantarse, pero estaba hecho trizas.
Largate tu. Espeto el goliardo con rabia. Bastante mal has hecho al pobre Ramiro. ¿Qué tienes contra él? Es una buena persona. Sebastián hablaba mientras mantenía aferrado el cuchillo con fuerza y daba un par de pasos hacia a tras para mantener la distancia con el desconocido en caso de que la lucha fuera inevitable.
Motivo: Elocuencia, para ganar tiempo
Tirada: 1d100
Dificultad: 62-
Resultado: 61 (Exito) [61]
Hola de nuevo. El tipo está tan sumamente cabreado que ni con tirada de Elocuencia podría convercérsele de algo. Una pregunta, ¿a qué te refieres con ganar tiempo?
¿a qué te refieres con ganar tiempo?
Para ver si viene alguien más, puede que la guardia de la ciudad.
De todas formas, Sebastián no será el primero en atacar. Aguantara hasta que le ataquen a él, si gana la iniciativa, hará dos movimientos de esquiva.
¡Maldito! ¡Te lo has ganado! -entonces el tipo despuntó un cuchillo, sacándolo rápidamente de entre sus ropas-. Acto seguido se acercó hacia tí con pasos agigantados-. Felpe miraba la escena, aliviado por un instante al saber que él no era la víctima del violento tipo...
Motivo: Gregorio Ini
Tirada: 1d10
Resultado: 3(+15)=18 [3]
Motivo: Sebastián Ini
Tirada: 1d10
Resultado: 7(+13)=20 [7]
Es un combate.
Iniciativas:
Sebastián: 20 --> Declara dos acciones o una extendida.
Gregorio: 18 --> Te ataca dos veces con cuchillo.
El goliardo se vio sorprendido por el ataque, tanto es así, que lanzo una fallida cuchillada al aire; y cuando trato de esquivar las dos cuchilladas de su agresor, a punto estuvo de caer al suelo.
Motivo: Ataque
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 70 (Fracaso) [70]
Motivo: Esquiva
Tirada: 1d100
Dificultad: 43-
Resultado: 97 (Fracaso) [97]
Ataco una vez y Esquivo.
Turno 1:
Quiso la suerte (o tal vez fue la tenue iluminación de aquella calle), la que hizo que pese a que casi te trastabillaras, tu agresor no corriera mejor suerte. Las dos cuchilladas, tal y como la tuya, fueron contra el aire. Respiraste un instante, y notabas como Ramiro, entonces se levantaba con prisa... ¡y luego se largaba de allí!
Motivo: Cuchillos
Tirada: 2d100
Dificultad: 65-
Resultado: 84, 90 (Suma: 174)
Motivo: Ini Gregorio
Tirada: 1d10
Resultado: 2(+15)=17 [2]
Motivo: Ini Sebastián
Tirada: 1d10
Resultado: 8(+13)=21 [8]
Tu amigo se larga del lugar.
Sigue el combate.
Iniciativas:
Sebastián: 21 --> Declara dos acciones o una extendida.
Gregorio: 17 --> Te ataca dos veces con cuchillo.
Estados:
Gregorio: Ileso
Tú: Ileso
Sebastián decidió darle un poco más de tiempo a Ramiro para escapar. Volvió a atacar con el cuchillo, esta vez el arma se clavo profundamente en el pecho del agresor. Sebastián dio un paso atrás para esquivar el próximo ataque de su oponente.
Motivo: Ataque
Tirada: 1d100
Dificultad: 40-
Resultado: 32 (Exito) [32]
Motivo: Localización
Tirada: 1d10
Resultado: 6 [6]
Motivo: Daño
Tirada: 1d6
Resultado: 5 [5]
Motivo: Daño
Tirada: 1d4
Resultado: 3 [3]
Motivo: Esquivar
Tirada: 1d100
Dificultad: 43-
Resultado: 20 (Exito) [20]
Daño: 8 en el pecho
Turno 2:
Trataste de adelantarte (y lo cierto es que tus movimientos era más rápidos), y con tal ventaja lograste dedicar un buen tajazo al hostigador a la altura del corazón. El tipo no parecía hacer nada más que tratar de hendirte su cuchillo, pero sin conseguirlo...
Daño: 8 (-1 por Ropas de lana): 7 puntos de daño.
Mientras el tipo trataba de acabar contigo, Ramiro huyó finalmente de allí, a la carrera, quedándote colgado y perdiéndose en la oscuridad de las calles salmantinas.
Motivo: Cuchillos
Tirada: 2d100
Dificultad: 65-
Resultado: 115 (Fracaso) [66, 49]
Motivo: Ini Gregorio
Tirada: 1d10
Resultado: 1(+15)=16 [1]
Motivo: Ini Sebastian
Tirada: 1d10
Resultado: 8(+13)=21 [8]
Sigue el combate.
Iniciativas:
Sebastián: 21 --> Declara dos acciones o una extendida.
Gregorio: 16 --> Esquiva y ataque con cuchillo.
Estados:
Gregorio: -7 pv
Tú: Ileso: Ileso --> Rectifico: estás a 11 pv de la lucha anterior.
El goliardo había tenido mucha suerte hasta ahora en ese combate y no quería seguir tentando a la diosa fortuna. Así que, comenzó a dar pasaos hacia atrás, alejándose de su agresor, con la intención de salir corriendo por patas cuando fuera menester y ocultarse en algún sitio.
Acción extendida de Huir.
Turno 3:
trataste pues, de huir de allí, dando unos primeros paso para atrás. Quizá perderse en los callejones oscuros de aquellas horas intempestivas fuera lo mejor. Lo peor del caso es que Gregorio estaba muy encima de tí, tanto que logró acertarte con su cuchillo en el rostro...
Daño: 6 (sin protección) (x2 en cabeza): 12 puntos de daño.
Caíste entonces allí redondo, en el suelo. El cuchillo hubo de entrarte bajo el mentón, y sentiste el frío hierro en tu lengua, pero no llegó a más. La puñalada helaría a cualquiera la sangre, y a tí te hizo perder la consciencia, pues ni tan siquiera recordabas eso.
Fundido en negro.
Motivo: Cuchillada (+25 por la huida de Sebastián)
Tirada: 1d100
Dificultad: 90-
Resultado: 86 (Exito) [86]
Motivo: Daño
Tirada: 1d6
Resultado: 2 [2]
Motivo: Bonus
Tirada: 1d4
Resultado: 4 [4]
Motivo: localización
Tirada: 1d10
Resultado: 1 [1]
Motivo: Secuelas en cabeza...
Tirada: 1d10
Resultado: 1 [1]
Fin del combate. Quedas a -1 y perdiendo pv. Y la calle está sola. Asique, lo único que queda es que esperes el prólogo de partida (tal vez mueras o tal vez no). Lo añado a continuación:
EPÍLOGO.
Despertaste.
no veías demasiado bien, sino más bien borroso. Sentías que la cabeza te estallaba, pero también la barbilla, y apenas podías mover el cuello. Y no lo podías mover porque lo tenías vendado, al igual que la boca, desde los hombros hasta las orejas. Tus ojos sí podían moverse libremente, y tras un rato despertaste en una habitación: un jergón de paja, una ventana pequeña y un baul en un lado de la sala. La puerta de madera acababa la decoración del lugar. Al principio no sabías qué había ocurrido, ni donde estabas, pero enseguida supiste dónde yacías tumbado: era una de las habitaciones de la vivienda de doña Matilde. Habías descansado allí alguna vez, y no había lugar a la confusión. Sin embargo, lejos de poder llamar a tu anfitriona, no fuiste capaz de moverte aún.
Un rato después entró ella. Seguía igual de elegante, dentro de lo posible, como era ella. Sabías que era quien mejor se había portado contigo en mucho tiempo, tal vez la que más en toda tu vida. Tras un buen rato allí sentada, logró comunicarse contigo. Te preguntó cómo estaba y te insistió en que "no te movieras demasiado, que necesitabas descansar". Entendiste entonces que no estabas del todo bien, aunque no había que ser un lince para ello.
Tras una hora de compañía, supiste por las palabras de Matilde que habían pasado tres días. Tres días inconsciente, y ella había cuidado de tí con la ayuda de un médico, el cual te había visitado dos veces en ese tiempo, y te había administrado unas curas. Matilde te contó que alguien que salía de la mancebía de Hugo el Maleante, conocida en toda la ciudad, había dado con tu cuerpo inerte (pues la pelea a cuchillos se había dado delante de la puerta de la misma...). Y así lo debió creer, pero tuvo la suerte de conocer el cuerpo humano y ser un poco espabilado, y enseguida puso en jaque a un alguacil que, casualmente, conocía Matilde, y tal alguacil acudió a ella para tratar de buscarte identidad. Asi fue como ella te encontró y te trasladó a su casa, no lejos del lugar de disputa, y salvaste la vida milagrosamente.
Ella no sabía nada de lo acontecido hasta ese lugar: Ramiro (tu amigo, bueno... ahora "el cobarde de Ramiro"), el libro que te pidió buscar, la mujer de pocos cabales del hacha... De momento no le contaste nada de eso a Matilde (porque no lo recordabas muy bien con las secuelas de puñaladas) y porque no querías embozar la cabeza de tu salvadora. Ya habría tiempo para eso.
LA VERDAD DE ESTA HISTORIA
Los dos muertos de la vivienda de los Jirones no eran sino dos estudiantes de la Universidad, llamados Francisco Fernández y Xurxo Boeu, que ya poseían el título de bachiller, y que estaban, como Ramiro, intentando sacarse la licenciatura. El curso pasado dio mucho que hablar un tal Abel. Era novato, y terminó suicidándose por no poder soportar las bromas que le gastaban los estudiantes de cursos superiores. Aunque nadie dijo nada, los auténticos culpables de su muerte fueron Ramiro de Osuya, Bernardo de Hita (actual Rector de la Universidad), y los citados Francisco Fernández y Xurxo Boeu.
Abel era un tipo extraño. No le gustaba salir de juerga, ni beber, ni siquiera frecuentar los burdeles. Quizá por eso se le cogió tanta manía. Era de la misma Salamanca, y vivía con su madre viuda llamada Elvira. Su único amigo era Gregorio, el tipo que te atacó delante del burdel.
Y es que, en realidad, Gregorio y Elvira planearon vengarse de los que provocaron la muerte del hijo de ésta. Tras robar el libro en la bibilioteca de Universidad, Gregorio emborrachó a Francisco y a Xurxo, convenciéndoles para que participaran en una invocación en la que pudieran comunicarse con el fallecido Abel a modo de juego macabro. En un momento determinado irrumpió en la habitación Elvira blandiendo el hacha, y Gregorio la ayudó con su cuchillo. Francisco y Xurxo, borrachos como estaban, no tuvieron ninguna oportunidad.
A continuación Gregorio preparó la escena, y encerró a Elvira en la casa, con instrucciones para que se fingiera desmayada. Escupió en la cara de Xurxo, haciéndole la "nevada", y colocó la mitra de papel en la cabeza de Francisco, clara alusión al "obispillo". A continuación dejó quemar en las ascuas del hogar el libro, sabiendo que así le buscaría la ruina a Ramiro. Además, era el equivalente de la novatada de romper las cubiertas de los libros. No contento con eso, aparte de provocarle esta ruina, Gregorio tenía pensado darle una buena paliza a Ramiro. Gregorio sabía que su odiada víctima frecuentaba por la noche las calles, tabernas, bodegas y burdeles, y la noche de autos le persiguió para darle una buena paliza. No quería acabar con él hasta verle arrastrado, sin ningún futuro académico. Suerte que aparecistes tú... Suerte para Gregorio.
Por cierto, tu amigo Ramiro, pese a no haber encontrado el libro, consiguió por sus influencias el título de bachiller, pero jamás te volvió a dirigir la palabra. Gregorio apareció muerto unos días después de tu encontronazo. Aunque nadie lo sabe, Ramiro pagó una buena suma a gentes maliciosas que hicieron de él un despojo antes de hacerlo desaparecer.
FIN