Una vez que se encuentran en un lugar discreto, la mujer suelta la pregunta. Parece que poco sabe del corazón, y bien cierto es que se lo había dicho, pero creía que lo sabría reconocer en cuanto lo viera. Valença se encoge de hombros y husmea en la cerradura*.
Tiene una cerradura muy peculiar. Y estaba en las estancias del consejero... Apuesto a que esta cajita oculta una joya muy gorda. Ben, dime que había una llave a juego con la caja...
No deseaba cargar con una cosa tan voluminosa más de lo necesario. Si allí dentro había lo que creía, sería suficiente para hacer asquerosamente ricos a los tres.
Y que le jodan al capitán y a ese maestre cabrón. Que les jodan a todos y sus tratados.
* ¿Es posible saber la dificultad para abrirla teniendo la habilidad trucos de manos, que incluye forzar cerraduras? No me digas que va a ser uno de esos cofres que sólo se abren cuando blablabla... ;-)
Ben sonrío con triunfo, si bien no tenía por qué contestar a esa desconocida el hecho que estuviera con Valenca tenía que significar a la fuerza que era una aliada.
- ¿Que otra cosa podría ser?- digo con chulería. Que coño será el corazón de hyrkoon...- sabía que estarías con Valenca, os vi antes- quien cojones será esta chica y que coño le pasa a sus orejas- Yo soy una llave maestra compañero, err, señor-*cough* toso porque ya no se ni lo que estoy diciendo.
Abro la caja en la misma cara del habilidoso bravoosi, descubriendo un palpitante corazón, en principio humano, que mágicamente está latiendo. Ahora sabe porque cargo con esa abultada caja. Tengo mucho miedo que nos descubran así que la vuelvo a tapar con la sábana.
El espadachín se muestra un poco confundido con lo que va diciendo Ben.
¿Nos ha visto antes? La madre que lo parió... O es un fullero o un artista del robo... Debe ser o segundo, pues robarle eso en la cara del consejero... ¿Sabe lo que es? Ni idea, pero desde luego, con la de cosas que había por robar y justamente es la misma...
Por un momento mira a la chica con suspicacia, pero decide no darle más vueltas a la cabeza. Y menos cuando Ben abre el cofre, y le muestra un corazón palpitante... Y dos veces en un solo día ha visto aparecer y desaparecer una fortuna ante sus narices, sin llegar ni a catarla.
¿Eeeh? ¿Qué coño? ¡Por todos los dioses! Esto no es posible. Un corazón que palpita solo... Seguro que el maestre tiene una explicación para esto... O Liv.
Y mira a la chica, en busca de una explicación.
¿Esta es la cosa que debe protegernos?
Y entonces su frase se hace un hueco en su mente.
Los nuevos adalides de la luz... Esos pueden ser cualquiera. Nosotros de luz traemos poca. No sé que tienen que ver sucursales del Banco de Hierro con luz y esas mierdas místicas...
Se siente más tranquilo cuando el chico vuelve a cubrir esa cosa asquerosa.
Cada día me alegro más de que el capitán no decidiera tirarte por la borda cuando te pescó a bordo. Eres más que una llave maestra, muchacho. Mucho más... No te acostumbres. Valença no acostumbra a halagar a nadie.
Bromea el braavosi. Lo necesita para borrar de su mente esa imagen del corazón con su "tumptump" bombeando aire. Sin explicación humana de qué anima ese órgano muerto.
Se quedó muy pensativa al ver aquello. Como cabilando. No le habían presentado al otro tripulante del barco, pero todo parecía indicar que era amigo. Además, al parecer era un excelente ladrón, por que se había colado en la cámara privada del consejero imperial para llevarse el corazón de Hyrkoon sin levantar ninguna sospecha.
-Entonces lo que decía mi padre era verdad. El corazón de Hyrkoon es realmente... un corazón. No es un eufemismo.
Parpadeó, mirando la caja. Solo había una manera de comprobar que las leyendas eran ciertas, y era arriesgarse.
-Acompañadme, ambos. Joven -dijo, refiriéndose a Ben- Manteneos tranquilo. Tenéis que desear de corazón que los guardias no nos vean. Es una prueba de fé. El corazón del héroe es tan puro que concede el deseo a aquellos que piden con convicción. Imaginad por qué el imperio dorado venció una batalla, recuperando Ciudad Mercado, más perdiendo la vida el antiguo emperador Bu Gao. Ese era el deseo del consejero imperial, parte de sus planes. Sin el corazón, sus pasos en adelante serán cautelosos. La suerte ya no estará de su lado, pero si del vuestro.
Sin más, tomó la ruta más directa, a través del paseo principal hacia la zona de palacio donde estaba el salón de recepciones, cuya cena habían abandonado. Al acercarse a la muralla, vieron a los guardias apostados en la puerta donde antes no se había atrevido a pasar. Cundió el nerviosismo, pero ella siguió caminando.
-Deseadlo... con convicción sincera.
Gastando un punto de Maná, realiza una tirada de Persuasión+Tenacidad, DC 8+. Si la superas, pasaréis sin problemas. De hecho, para los guardias será como si no hubieran visto ni escuchado nada, aunque les paséis al lado.
Se zafó de la multitud con una combinación de destreza e intimidación. Los extranjeros no estaban para fiestas, no en aquel momento. No podía decir lo mismo de algunos de los marineros, pero órdenes eran órdenes. Cerraron filas y sortearon a la multitud, ganando latitudes más tranquilas en aquel largo paseo. Yitianos celebrando, aunque dentro de bodegones, restaurantes y lupanares. No había aglomeraciones por las calles, y eso les permitió avanzar a buen ritmo.
Llegaron finalmente hasta la puerta que separaba la ciudad portuaria de la ciudad interior. A diferencia de otras noches, con motivo de la fiesta la mantenían abierta, pero los soldados la vigilaban. Había una pareja de guardias con lanzas en la lado exterior, y cuatro en el lado interior, identificando a aquellos que querían ir a la ciudad a sumarse a la fiesta, en busca de elementos peligrosos. Arriba, en la almena, contó a no menos de cuatro ballesteros con armas de repetición, vigilando mayormente el lado exterior. Si decían de cerrar el paso, la puerta iba a ser un hueso duro de roer.
Liv avisó al maestre. Al parecer, el consejero estaba al llegar, por lo que tenían poco tiempo para aceptar cualquier tipo de trato con la Mantícora, antes de que firmaran aquel tratado. Rogare se había quedado con ella, y ella solo le había dedicado unas miradas extrañas. Como si se le estuviera insinuando, o la situación le resultara graciosa. Finalmente, Drox llegó y le habló en su propio idioma.
-He oído lo que pides. Braavos no tiene nada contra las islas de la Mantícora, ni va a interferir en sus asuntos, mientras tú te comprometas a respetar el comercio de nuestras naves en éstas aguas. Podrás atacar las naves yitianas o las que vengan de otras naciones. Pero las de Braavos no las tocarás.
Levantó el dedo como si fuera una amenaza.
-Dicho ésto, te necesitamos. No podemos llegar a Jinqui contigo desarmada y como prisionera en nuestros barcos. Vas a tener que hablar con tu gente, convocarlos en un lugar neutral y que un par de tus barcos, tres a lo sumo, nos acompañen. Debemos pasar por aliados, así que debes convencerles de que no tienen que guardarnos rencor por el combate de Marahai. ¿Te ves capaz?
Escuchó lo que decía aquel santón de ojos redondos. No era feo. De hecho, de no ser por sus votos... podría haberse dado una alegría con ese cuerpo. Una lástima. Parpadeó, entiendo lo que decía. Sin embargo, había un fallo en ese plan, y es que sus piratas no les ayudarían a cambio de tan solo una promesa a futuro.
-Puedo hablar con mis hombres, convencerles de que es lo mejor para la hermandad pirata. Pero debéis darles lo que todo pirata quiere a cambio.
Drox parpadeó.
-¿Y eso es...? -dijo.
-Oro, riquezas. Un pago por nuestros servicios. Si hemos de luchar por vosotros, tenéis que pagar por ese servicio. Y te aseguro que nuestros servicios no son baratos.
Sonrió, desafiante.
Escuchó lo que decía. No quería recalar en las islas de la Mantícora, si no llegar a algún lugar hasta donde ella pudiera dar aviso a sus piratas, y que ellos se reunieran con ellos en un puerto neutral. Un sitio cuyas autoridades no vieran con buenos ojos la presencia de una flota pirata, y que les obligara a llevar poco barcos, según lo acordado. Era consciente de que estaba haciendo un trato peligroso, y de que nada le aseguraba la lealtad de aquella mujer. De hecho, era muy posible que les traicionara enseguida. Pero él tenía sus propios planes, ideas que habían surgido debido a una reciente experiencia pirotécnica, y que posiblemente nivelaran la balanza.
Pero para la consecución de ambas líneas de actuación necesitaban dinero. Es más, necesitaban un lugar donde les colmaran de riquezas, vendiendo el contenido de las bodegas de sus barcos. Un lugar donde la transacción generara tantos beneficios que bastara para pagar a los piratas, a los marineros del Uthero y a los herreros que tenían que hacer realidad sus sueños.
Y sólo había un lugar así en el mundo: Asshai bajo la sombra. Y hacia allí debían encaminarse.
-Eso puede arreglarse, Mantícora. Nos acompañarás a nuestro próximo destino, y allí conseguiremos ese oro. Pero como nos traiciones... como incumplas tu pacto... Toda la flota de Braavos, que se aproxima a éstas aguas, te dará caza. Y a diferencia de los yitianos, nosotros sabremos encontrarte. Arrasaremos tus preciosas islas, y tu cabeza descarnada decorará las murallas del palacio del mar de Braavos. No es una amenaza... es un hecho cierto.
Se giró entonces a Dan Rogare, que estaba bajo su custodia. Ahora habló en ponenti.
-Puedes liberarla. Sacarla de palacio es tu responsabilidad, y no la pierdas de vista. Ahora... vamos a firmar ese tratado y volvamos al Uthero tan pronto como podamos. Hay que poner distancia entre el consejero y nosotros... por la cuenta que nos trae.
Dicho ésto, él y Liv abandonaron la estancia, de vuelta al salón donde se llevaba a cabo la recepción.
Valença no se cree todas esas patrañas de corazones mágicos... Aunque lo haya visto con sus propios ojos.
Seguro que el maestre sabe como conseguir un truco similar... Seguro. ¿En serio? ¿Un corazón que otorga cualquier deseo? ¿Y se lo dejan al consejero? Me parece raro que la vieja arpía de la abuela no se lo haya quitado ya... Aunque si es su deseo que no se lo quiten... Ja! Qué raro... Veamos si es verdad. Espero que lo sea, o vamos a pasar un mal rato con esos guardias... Si tuviera mi espada no necesitaría corazón alguno.
Al decir lo de Joven a Ben se da cuenta que no los ha presentado. En una parte de su ser le fastidia hacerlo, pues le gustaría quedarse para él ese extraño papagayo de orejas puntiagudas, pero es un pensamiento infantil y un tanto imbécil.
Disculpadme, señora. Se llama Ben. Es un zagal... habilidoso. Ben... Ella es Helyx, la joven más experimentada que conoceréis jamás... Y se rie de su propia broma estúpida.
Os podría decir que lo que habéis contado se me antoja una historia absurda, pero estoy teniendo un día demasiado extraño como para cuestionar nada, así que callaré y veremos si lo que os contó vuestro padre es cierto. Espero que sí, la verdad.
Y mientras sigue a Ben y la extraña amazona va pensando que si lo que hace es cierto, ese corazón es mucho más valioso que una joya cualquiera. vale exactamente lo que quieras que valga. Puedes conseguir lo que quieras con él.
Si pasamos los guardias deberemos hablar los tres antes de dar semejante cosa al capitán y su séquito de buitres.
Connor se detuvo un momento a pensar. Al observar la situación, se daba cuenta que podía llegar a ser complicado vencer a la pequeña cantidad de soldados apostados, más que nada por la posición ventajosa de éstos. Pero con las armas que portaban veía posible llevar adelante un asalto si hacía falta.
Finalmente decidió enviar del otro lado a la mayor cantidad de los soldados, con la excusa de estar volviendo a los barcos. Después de todo, la atención estaba puesta mayormente en las personas que iban en dirección contraria. Junto a una veintena se quedaría de ese lado de la muralla para asegurarse de ver venir a los demás, protegerlos y dirigir el asalto si hiciese falta.
Los que quedaran del lado del puerto, atacarían, pero sólo si veían que nosotros lo hacíamos. Podrían ocultarse en las edificaciones del otro lado, esperando el momento oportuno, pero sin llamar demasiado la atención, al menos no más de lo que lo hacen extranjeros como ellos.
-Tú, lleva a los demás y espera del otro lado- dijo señalando a uno de ellos, uno de los que tenía cierto "liderazgo natural" -Si tenemos problemas, nos ayudas... pero mientras tanto se esconden cerca de la muralla-
Lo dicho:
- Veinte hombres y yo, nos quedamos del lado festivo de la muralla, esperando a los demás.
- Los demás, van del lado de los muelles y esperan a que haya problemas, o no... pero esperan.
Espero que no haga falta acudir a las armas, como bien dijiste en el offtopic jeje
¿Pero estamos locos o que? esta extraña chica dice que pensando que no nos verán, que tendremos suerte y ni siquiera mirarán en nuestra dirección, me parece algo completamente disparatado, pero no por ello menos emocionante. Terror y fascinación a partes iguales.
Tras un momento de vacilación y viendo que ella está tan segura, empiezo a caminar a su par con Valenca sólo a un paso por detrás. Primero poco a poco y luego me sentí con confianza de pasar sin que nos vean. Cuando ya estaba llegado a la altura de los guardias estaba convencido que no nos verían.
Motivo: Pasar sin ser visto
Tirada: 2d10
Resultado: 5, 9 (Suma: 14)
Tirada Persuación 2 (5,9) + 5 tenacidad= 14.
Perdón por el Post cortito, me muero de sueño xD
Asombroso. Ben y sus compañeros pasaron limpiamente a través de la puerta. Los guardias, efectivamente, no les habían visto ni oído, aunque ellos pasaron por delante. ¿Que explicación cabía si no la de tener entre sus manos un objeto milagroso? Pasaron al otro lado, no se lo creían. Hablaron sobre el descubrimiento y sus implicaciones, cuchicheando hasta que la propia Liv salió a buscarles y darles aviso: se marchaban.
El tratado había sido firmado, y ni el maestre ni el capitán querían perder un segundo más en la Ciudad Inmemorial. No sabiendo que iban a ser proclamados traidores a la mañana siguiente. Ben desató a la Mantícora, y ella, de momento, se portó bien. Le buscaron un disfraz, uno de criada imperial, con un velo en la frente. Con él puesto, regresaron junto a los marineros que Connor había dejado en custodia de sus armas. Las puertas se abrieron, y pocas explicaciones se dieron para la partida de la misteriosa criada, ya que los soldados sabían que tenían que obedecer las órdenes del consejero sin hacer preguntas.
Con la seguridad que les daban sus armas, caminaron de regreso a la ciudad portuaria, en medio de una gran festividad debido al triunfo militar. A ellos les sabía mal, por que todos aquellos buenos súbditos del emperador despertarían sabiendo que la ejecución de la odiada Mantícora iba a posponerse indefinidamente... por su culpa. Caminaron con rapidez, aunque las grandes aglomeraciones les frenaban y eso les exasperaba.
Connor pudo verles acercarse a la puerta de la ciudad portuaria, que seguía abierta. No iba a ser necesario que interviniera, al parecer no. Pero en aquel mismo momento, el consejero había vuelto a su cámara y se dió cuenta de que su taburete se había movido. Eso le hizo sospechar, y lo primero que comprobó fue su cámara del tesoro. Allí estaba todo, los mapas, las joyas, el dinero... Y entonces, vió que la caja no estaba. Se puso nervioso, montó en cólera, corriendo hacia las almenas para avisar a un guardia. El fuego se encendió, seguido de otros en otras murallas. "Peligro". Tocaron tambores, las puertas se iban a cerrar.
El grupo apretó el paso, pero los soldados se interpusieron entre ellos. Los hombres de Connor salieron de sus escondites, dispuestos a parar el cierre de la puerta. Chocaron espadas, parecía que iba a haber un combate. Más pasos, guardias que se acercaban en todas direcciones, los primeros virotes de ballesta volaron, errando el blanco.
Entonces Valença supo que solo había una posibilidad de que salieran de allí todos con vida. Cogió la caja que Ben guardaba en una talega de lana, y se adelantó. No sabía muy bien como funcionaba, pero en teoría solo había que desearlo con fuerza. Dos flechas le pasaron rozando, y él cerró y apretó los ojos, deseando con harta vehemencia. Y, de repente, los soldados a su alrededor dejaron de correr, de pelear. Como autómatas, se apartaron a sus posiciones originales, abriendo de nuevo la puerta. Se quedaron allí, quietos, sin decir ni hacer nada, mientras ellos pasaron con cierta premura, ahora corriendo más que otra cosa.
No había tiempo para preguntas, pero Valença sabía que ahora sería imposible mantener el secreto. De cualquier modo, aunque le pesara, aunque no compartiera algunos objetivos ni procederes, ahora, más que nunca, estaban todos en el mismo barco. Corrían hacia la nave, y la gente a su paso les ignoraba, casi hasta el punto de chocar con ellos. Los guardias hacían caso omiso, los transeuntes siquiera les veían. Mientras, en la Ciudad Inmemorial sonaban todas las alarmas y se movilizaba a la guardia. El consejero estaba furioso. El poder que tanto le había costado conseguir estaba a punto de abandonar el alcance de su mano. Tenía miedo, por primera vez en muchos años. Auténtico y genuino miedo. Un sentimiento muy humano para alguien que quería convertirse en el nuevo dios-emperador.
Los marineros regresaron al Uthero y sus barcos, que estaban atracados en el puerto comercial. Avisaron a los capitanes y el contramaestre. Había que salir de allí y cuanto antes, mejor. Todos trabajaron, se afanaron en levar las anclas, soltar las velas, soltar los cabos y quitar las planchas. Se acabaron las comodidades de Yin.
La flota imperial despertaba también. Quería perseguirles, aunque todavía tendrían que dar la vela. Los soldados corrieron hacia el puerto, mientras sus naves comenzaban a alejarse. Dispararon algunas grandes ballestas de guerra, catapultas y otros ingenios que no les dieron a ellos, si no a otros barcos y estructuras. Habían cabreado a su anfitrión, y de una manera que no podían ni imaginar. El avispero había sido agitado.
Valença se estaba quedando sin fuerzas. Hacía lo que podía para frenar a sus defensores, pero cada vez tenía más sueño. Ben quiso ayudarle, puso la mano sobre la caja y deseó con él, pero no parecía bastar. Eran demasiados, demasiadas personas. Quizá aquello no funcionaba así, quizá lo estaban haciendo mal. Finalmente, el braavosi cayó al suelo inconsciente, y Ben se sentía terriblemente cansado. Dejó caer el cubo a los pies de Liv, y ella lo examinó con curiosidad. No le hizo falta abrirlo para saber qué contenía. Tenía entre sus manos una de las armas más poderosas del mundo conocido, y sabía exactamente como utilizarla.
Alzó su mano derecha, y un viento caliente recorrió el puerto de Yin, como una ola de hechicería, una honda invisible que prendía todo el material combustible que encontraba a su paso. Los barcos ardieron, la flota imperial ardía. Aquello que no había conseguido el rey amarillo, ni toda la flota de la Mantícora, ella lo consiguió a cambio de un gasto insignificante de su fuerza vital.
Se giró, guardando la caja en aquel morral, y metió sus manos blancas en las anchas mangas de su hábito rojo. R'hllor estaba complacido con aquel sacrificio de fuego. En silencio, abandonaron la bahía. Nadie les perseguía, nadie podía hacerlo. El puerto de Yin comenzó a arder, y los gemidos de dolor y desesperación se alzaron como una macabra melodía. Nadie dijo nada, aunque si pensaron, con melancolía, que de ahí en adelante lo fácil había terminado. Los pactos magistrales, los grandes giros de guión. Ahora estaban más solos que nunca, y solo un lugar podía darles cobijo. Solo un puerto podía brindarles aquello que necesitaban, que eran riquezas y poder, y además suministrarlo en grandes cantidades.
El capitán ordenó al timonel un nuevo rumbo. Ponían proa Asshai bajo la sombra.
Cosas que debéis saber: