En las sombras de la muerte espera y su sed es insaciable
Isaac Butler, un respetable doctor, notable ciudadano, comprometido esposo, pero con una familia, un pasado. Nada sabía Isaac de su herencia, y si lo hubiera sabido jamás hubiera vuelto a buscar sus orígenes.
Cuando recibió la noticia de la muerte de su tío Aaron, Isaac fue hacia el sur, con su esposa Hanah, donde encontró la plantación familiar totalmente en ruinas. Los campos de cultivo abandonados, las colonias de esclavos, los molinos, todo derruido, tan sólo la vieja pero señorial mansión quedaba en pie, así como el mausoleo de los Butler.
Al poco de llegar Isaac comenzó a tener unos sueños extraños, donde sus familiares le llamaban y él se veía siguiendolos por el pantano, con sus antepasados muertos. Él miedo se apoderó de él, y telegrafió a sus mejores amigos, Harvey Sheppard y otros miembros de la sociedad de lectores a la que pertenecía, gente a la que respetaba.
Dichos amigos llegaron a la plantación en medio de una gran tormenta, pero no sabían que Isaac había encontrado una nota de su tío Aaron, en la que se relataba que había invocado a un Dios, el tal Nebhrot, y que la deidad pagana había embarazado a su propia esposa Rebecca King Butler, que moriría seis meses después, al dar a luz al hijo del Dios: Solomon.
Los compungidos amigos no podían ya hacer mucho por la salud mental de Isaac, y Hanah, extremadamente preocupada, instaba a Harvey y el resto para que convencieran a Butler de que abandonara la plantación y volviera a su cómoda vida en Boston, pero no había nada que hacer. Esa misma noche, con la tormenta arreciando y los invitados alojados en el ala del servicio de la mansión, Butler leyó el libro de la providencia celestial, donde se relataba cómo realizar el pacto de Nebhroth, una especie de conjuro para conseguir la vida eterna, aunque mal entendida, ya que para vivir eternamente había que abandonar la vida mortal, y convertirse en un engendro, muerto en vida, vivo en muerte, al que sólo su veneración por el Dios Nebhroth mantendría en ese estado de vida artificial.
En el mismo libro se relataban dos conjuros más, el más importante, el de invocar a Nebrhroth, y el más inquietante, el modo de que el Dios dejara su semilla en una mujer. En ese momento fue cuando Isaac terminó de perder la cabeza, de forma irreparable. Alexandra, prima de Isaac, e hija de otro de sus tíos, sorprendió al doctor en el estudio, totalmente desquiciado, y ella le llevó al mausoleo familiar, para que conociera su herencia real, a sus antepasados. Allí conoció a su bisabuelo Zachariah quien le explicó cómo realizó el pacto de Nebrhroth, lo que le dio a todos sus descendientes masculinos la vida eterna. Les contaron que dicha vida no era lo que esperaban, sino la simple capacidad volver a vivir después de la muerte y a partir de entonces resistir a las causas de defunción normales, y que desde entonces se aferran a su no vida, conscientes del sufrimiento eterno que les espera cuando al fin sean eliminados. Allí conoció a su tío Aaron, que se casó con Rebecca, a quien condenó a dar a luz a Solomon el hijo de Nebhroth, también conoció al gemelo de su padre, su tío Jacob, que se casó con Mary, con quien tuvo una hija, su prima Alexandra. Allí supo que su abuelo Abraham es ahora un alma en pena, que sufre el eterno castigo en los reinos de Nebhroth, al ser volatizado por una explosión en la guerra civil, y también supo que su padre Daniel jamás quiso aceptar su destino, se fue a Boston, donde él y su madre le engendraron, y que al final no pudo soportarlo y murió de locura en un manicomio, acompañando a su propio padre Abraham en el sufrimiento eterno. Y luego conoció a su primo Solomon, el hijo del Dios, el engendro de quinientos kilos y más grande que un caballo, que se caminaba sobre sus cuatro patas, con un cuerpo repleto de apéndices y que vagaba por el pantano alimentándose de alimañas, y tras eso ya no hubo marcha atrás.
A la mañana siguiente Isaac casi no cruzó palabra con nadie, en cuanto pudo salió de la finca para ordenar sus pensamientos y pensar en lo que debía hacer. No dejaba de pensar en su herencia y supo que le debía veneración a Nebhrtoh, y la mejor manera de demostrarlo era dándole otro hijo. Mientras sus antiguos amigos, los que tuvo en vida, trataban de encontrar la manera de ayudarle, él ya estaba perdido, y así lo demostró entrando en la casa cuando el resto estaba fuera, y llevándose a Hanah a la fuerza, para retenerla en una vieja colonia de esclavos al oeste de la isla Butler, custodiada por su primo Solomon. En su estado alterado no comprobó que sus antiguos amigos había profanado su estudio, entrando por la ventana, y se habían llevado el libro que le serviría para realizar la invocación del Dios, por lo que tuvo que volver a por él.
Esa misma noche, con la tormenta arreciando de nuevo, y con su prima Alexandra, su protegida Isabella, y el fiel criado de la familia gullah aguardando junto a Solomon para realizar la invocación, Isaac el loco, reunió a su familia no muertaa y fue a la casa a por lo que era suyo. Allí encontró a sus antiguos amigos, y el desenlace fue terrible. Los engendros atacaron, las armas de fuego escupieron su aliento de muerte y el caos se adueñó de la tranquila finca.
Isaac pudo huir sin saber cómo sus antiguos amigos habían podido enviar a sus antepasados al sufrimiento eterno, y le habían producido a él su muerte en vida, convirtiendole en el último engendro vivo en muerte de su familia. No le importaba la suerte de sus ancestros, ni haber matado a su antiguo mejor amigo Harvey, tampoco su propia suerte, lo único que le importaba era el libro, pues era el medio de convocar a su Dios y darle más progenie.
Volvió a la colonia, donde ideó un plan, en el cual Isabella, la joven protegida de Alexandra iría a buscar a los invasores de su mansión, y les haría ir a la colonia de esclavos diciendoles que si no les daba el libro mataría a Hanah y Alexandra. Isaac sabía que su astuta prima, Alexandra, había seducido a Kurt, un temperamental explorador que llevaba la voz cantante en el grupo, por lo que contaba que él convencería al resto para ir a la colonia, en busca de su amada. Contaba con un as en la manga, su primo Solomon, ya que sus antiguos amigos no conocían su existencia, y pensarían que Isaac, herido de muerte, estaría solo, con el viejo, tuerto y cojo criado Gullah, reteniendo a las dos mujeres a punta de escopeta. Solomon daría cuenta de los atrevidos invasores, e Isaac conseguiría el libro, no había lugar a equivocaciones, saldría bien.
Poco sabía Isaac que el libro no estaba en la mansión, sino que Mike, un ex jugador de baseball lo había enviado por correo a Boston, y que a la mañana siguiente saldría de Luisiana para no volver.
Los miembros del club de lectores decidieron parapetarse en la mansión, pensando que más criaturas podrían atacarles, y sin saber que el plan era otro. Jack o´danana, un brillante niño superdotado, creyó que podría ayudar más al grupo de otra manera, y tuvo la estúpida idea de salir solo, correteando por la plantación y gritando a Isaac que él tenía el libro. No tuvo opción, Solomon el engendro el dio caza.
Isabella irrumpió en escena, realizando una gran interpretación. Su devoción por Alexandra, su protectora y su amante, era tal que realizó el encargo con total veracidad. Consiguió lo que esperaban, a medias, ya que Kurt y Mike decidieron ir a rescatar a las mujeres, tal y como Isaac planeó, pero Adrew, un profesor amigo de las palas y herido de gravedad, optó por quedarse en la finca, a proteger a la taimada Isabella.
Un tiempo después de que los dos hombres se fueron a la caza, Isabella trató de asesinar a Adrew, con un burdo truco, colocandose a su espalda y asfixiandolo con una cuerda de piano, pero Adrew contaba con mucha más fuerza y aplastó a la joven muchacha contra la pared, una y otra vez hasta que destrozó la cabeza de la muchacha, justo antes de que muriera ahorcado.
Los cazadores cogieron el automóvil y avanzaron en mitad de la tormenta, con rayos y truenos que presagiaban el desastre. Como no podía ser de otro modo el coche se atrancó en mitad de un campo de cultivo, y los hombres salieron a encontrarse con su destino. El fino oído de Kurt, acostumbrado a la caza en las sabanas africanas, escuchó el movimiento, y pudieron ver a Solomon corriendo hacia ellos. Mike corrió hacia el coche, pero Kurt, enamorado e imbécil, puso rodilla en tierra y realizó varios disparos, mientras la bestia embestía contra él. El combate fue cruento, y Kurt soportó los ataque como podía, mientras realizaba descargas cerradas contra la bestia, a quien él veía como una presa a quien cazar, mientras que la presa era él mismo.
Mike en cambio encasquilló su pistola, y mientras que la arreglaba y volvía para ayudar a su amigo, Solomon descargó un golpe casi letal, que noqueó al cazador. Mike estaba solo, y disparó contra la criatura que corría hacia él. Solomon no era inmortal, y estaba a punto de morir, pero… Mike, ya herido de gravedad en el combate con los antepasados de Isaac, no pudo soportarlo y murió bajo las fauces del engendro.
Ahí es cuando llegó Adrew, un casi muerto Adrew, a quien solo la adrenalina mantenía en pie, un disparo certero, y el ya herido Solomon encontró la muerte. Adrew, victorioso, pero a la vez abatido comprobó la muerte de Mike, y la de Kurt… pero, Kurt vivía. Tras cortar las hemorragias del cazador. Adrew se lo echó a la espalda y caminó bajo la lluvia torrencial. El recorrido hasta el puente para salir de la isla fue penoso, terrible, pero al final lo cruzó, y no paró de caminar hasta llegar a Champillón. Allí sacó a todo el que pudo de sus casas, y no paró hasta conseguir alquilar un coche, utilizando todas sus armas posibles, desde la elocuencia, los lloros, hasta, finalmente, la pistola, y así fue como Adrew y Kurt salieron de aquel lugar en el sur, donde jamás debieron entrar. Las sombras de la muerte.
Una semana después Kurt, Adrew y Sir Black se reunieron en un café de Boston. Kurt y Adrew acababan de salir del hospital, y sus heridas mejoraban, aunque tardarían mucho tiempo en sanar. Sir Black escuchó la historia con pasión y dolor, por no haber podido estar para ayudar a sus amigos, y cuando ellos terminaron, les contó que había recibido por correo un paquete, con el libro de la providencia celestial, y el cuaderno donde Aaron Butler relataba como invocó al Dios y le ofreció a su esposa, para engendrar a Solomon. Y tras eso, sacó una carta que leyó a sus amigos:
Estimado Sir Black,
Sé que tenéis mi libro, lo sé. Bajo vuestra responsabilidad pesa la muerte de mi esposa, a quien he tenido que eliminar pues ya no me sirve. Tened presente que jamás cejaré en mi empeño de recuperar mi libro, y dar a mi Dios el hijo que le debo. Sabed que mi ira es grande, mi desprecio total, y que antes de que muráis bajo mis manos, sabréis que mi Dios Nebhroth engendrará a su hijo con una familiar vuestra. Será vuestra hija, mujer, madre o hermana, puede que todas, pero no descansaré hasta veros sufrir, y a mi Dios levantarse sobre vuestros cadáveres.
¡Ygnaííh! ¡Nebhroth fhtagn!
Debo decir que pese a haber muerto en la parte mas interesante he disfrutado mucho de la aventura.
Para la proxima que dirija en Horario matinal me apunto.
Gracias por las horas de diversion. Un Abrazo, Ankara.
Vaya, que epílogo más currado.
A mí tambien me sorprendió el nivel interpretativo de la partida, acostumbrado a los diálogos subnormaloides del tridente rompecoños.
Muy guay, sip.
Pues, pese a no haber podido jugar esta, he logrado sobrevivir a la segunda partida de chulu con Dalavor... pero visto lo visto, me ha caido un marrón que te cagas...
Madre mía...
xD