Partida Rol por web

Cuando Sibyl detuvo la canción se sentía inundada de sensaciones, recuerdos y emociones, propios y ajenos. La comunión que había alcanzado con Jonas había sido tan profunda, tan íntima, que ya no lo sentía como un desconocido. Cómo hacerlo si durante unos minutos habían vibrado al unísono. De algún modo sintió que los dos serían a partir de ahí parte del otro, de algún modo. Como si sus espíritus se hubiesen entrelazado con hilos de plata. 

Cuando sus miradas se encontraron de nuevo los ojos de Sibyl estaban muy abiertos, sus pupilas dilatadas, toda su expresión hablaba con elocuencia de lo fascinada e impresionada que se sentía. Jonas sostuvo su mano contra su pecho y ella crispó un poquito los dedos, aumentando la sensación del tacto de su ropa en las yemas. Respiró despacio, sumergida en sus ojos. Sus pupilas le parecían puentes a través de los cuales podía deslizarse al interior del joven. 

Pestañeó con su pregunta y se le escapó un resoplido de risa por la nariz. 

—Es mi color favorito —respondió, con una sonrisa que se afianzaba poco a poco en sus labios. 

«Izameili», sin duda ese no sería su nombre en el Eón, pero haberla visto allí no podía ser casualidad.

—Gracias a ti —protestó, pues en verdad sentía que Jonas le había hecho un regalo al abrirse así para ella—. No sabía que podíamos llegar tan lejos. Tan profundo. Pero ha sido maravilloso. Y ahora tu canción nunca te abandonará. 

Respiró hondo de nuevo, llenando los pulmones. 

—Sí, la vi. La primera vez que la vi fue poco antes del Fin de Ciclo. Justo antes del primer viaje... No pudo ser casualidad, ¿verdad? En el Eón hay muchísima gente. 

El canto de los pájaros llenaba sus oídos y apartó con cierta dificultad sus ojos de Jonas para mirar alrededor y comprobar si los demás seguían por allí. 

Enseguida volvió a mirarlo a él y recorrió sus rasgos, superponiendo en su mente el tono verde que ahora sabia que debería tener. Estaba acostumbrada a ver pieles de muchos colores, pero verde... eso solo lo había visto en películas o cómics. Era extraño, pero hermoso al mismo tiempo. 

—Y... Eh... Entonces crees que eres un... ¿híbrido? —preguntó, indecisa sobre qué palabras escoger. ¿Cómo se le pregunta a alguien que por qué tiene la piel verde?—. ¿O es por la luz, o...?

El chico sonrío con la respuesta de Sibyl. Tanto si era verdad como si no, se tomó lo del color verde como un cumplido. Era extraño. Extrañísimo en verdad, pero también lo era aquella piel tan blanca que si lo pensaba bien, no había dejado de llamarle la atención desde que recordaba, es decir, desde que despertó siendo Gavril.

Le encantaba la forma en que la chica miraba en sus ojos. Era como si ambos hubieran descubierto mutuamente una nueva dimensión. También le hacía sentir bien la sensación de conexión que, aunque cambiara de intensidad, no le pareció que cambiara de naturaleza. Le dio la impresión de que, estuviera donde estuviera, siempre podía ir a buscarla, que si se había hablado allí de construir puertas por afinidad, se habían convertido sin duda en una puerta el uno para el otro.

—No, en absoluto puede ser casualidad —coincidió—, seguro que ella te andaba buscando —llevó la mano a la barbilla en un gesto de reflexión—. Tal vez forme parte de lo que ahora no recuerdas, podría haberse puesto en contacto contigo en el Eón durante el tiempo en blanco. Pero, ¿no tienes el presentimiento de que ella misma nos lo dirá pronto? —sonrió—. Aunque si volviéramos primero al Eón deberíamos buscarla.

Su rostro se quedó serio de pronto y sus ojos se perdieron en el infinito.

—No es el Gólem lo que controla dónde y cuándo viajamos a cada momento. Hay algo grandioso ahí, Sibyl, un plan podría ser, pero no suyo —y no se atrevió a aventurar más, pero la chica empezaba a conocerlo lo suficiente para poder intuir que se refería a algo espiritual.

Volvió en sí al ver cómo los brillantes ojos de Sibyl recorrían su rostro. Parecía buscar algo en sus rasgos y no podía dejar de sonreír al verla tan concentrada. Al fin le planteó su duda.

—¿Híbrido? Pues no tengo ni idea… —negó con la cabeza sin poder apartar de su rostro cierta expresión divertida. Desvió un instante su vista hacia los rosales y luego volvió a la chica—. A lo mejor hago la fotosíntesis —y volvió a reír.

Ayischa avisó a Faraz, los otros notaron el revuelo cuando ocurrió.

Eran Ryu y Erik. Habían caído en la rosaleda. Estaban siendo atendidos por Charlie y Titania mientras el resto se mantenía en un segundo plano.

El sóter les buscó con la mirada y cuando estuvieron todos junto a sus hermanos en sopor abrió las manos como si los quisiera abrazar a todos a la vez.

—No hay tiempo que perder. Esta oración se llama Invoco a la Brisa y sirve para protegeros. Sólo tenéis que hacerla con un peligro presente y animado. Manifiesto...

Miró al cielo y se dejó caer de rodillas en el suelo poniéndose a cantar una letanía en un idioma desconocido de cuyo significado captaban, como por pura empatía, más bien números que conceptos. Era como un canto repetitivo que variaba muy poco en cada estrofa y daba la sensación como que les invitaba a entrar, como esos bailes en que la gente se agarra por el codo y gira uno contra el otro.

El aire crujía como si estuviera muy cargado de estática, soltando pequeños rayos que a veces hacían formas caprichosas, abstractas, como geométricas, pero otras parecían dibujar una silueta humana.

El aviso de Ayisha llega inesperadamente, y el corazón me da un vuelco cuando le oigo decir que algo les ha sucedido a Erik y a Ryu. Una ominosa sensación de mal presagio se cierne sobre mí, y todo parece ir a cámara lenta mientras avanzo por el jardín hacia la rosaleda, las voces amortiguadas a mi alrededor.

Una vez allí, descubro con espanto que mis dos amigos están tendidos en el suelo, aparentemente inconscientes. La señora de Basa'rab y Charlie están atendiéndolos, pero los demás presentes intercambian miradas interrogativas, consternados y desconcertados en igual medida.

En ese momento, el sóter de Basa'rab nos conmina a unirnos a él en oración. Dice que estamos en peligro inminente. ¿Qué está pasando?

Mi primer impulso consiste en acudir en ayuda de Erik y de Ryu, pero decido que no hay nada que podamos hacer por ellos que Charlie y Titania no estén intentando ya. Además, difícilmente podremos ayudar a nadie si no nos ponemos a salvo nosotros primero, y el sóter, cuya sabiduría supera con creces la nuestra, ha insistido en que no hay tiempo que perder, así que me pongo frente él y trato de seguir como puedo sus cánticos mientras el ambiente se llena de una extraña energía.

La sonrisa de Sibyl se afianzó al ver que a Jonas no le había ofendido que le preguntase por su piel. Incluso bromeó y ella rió con él. Se preguntó si le resultaba tan sencillo hablar con él por esa conexión que sentía que habían creado entre ambos, o si ya habría sido así antes. Tenía ganas de coger su mano de nuevo para recuperar el contacto, pero tal vez fuese demasiado. Así que en lugar de eso dejó la suya cerca y acarició uno de sus dedos con el meñique. 

Se quedó pensativa un instante. Aún le estaba dando vueltas a lo anterior que había dicho él, esa certeza vibraba en la misma frecuencia que lo que ella llevaba sintiendo desde que todo había comenzado. Tal vez incluso desde antes, sin haber sido capaz de entenderlo o verbalizarlo. 

—Yo también lo siento —dijo, buscando su mirada con intensidad—. Que hay algo. No sé cómo llamarlo, causalidad, destino, religión... No lo sé. Pero siento que hay algo que tenemos que hacer, o ver, que nada de esto es azar. Y no creo que sea el Gólem el que nos controla. Él es... otra pieza, tal vez. Pero esto es mucho más grande que él. 

El revuelo más allá atrajo su mirada y una pequeña arruguita de preocupación frunció su ceño. 

—Creo que está pasando algo. Vamos a ver. 

Se puso en pie y le dedicó una última mirada cómplice antes de regresar donde habían quedado los demás. Sentía que no serían exactamente los mismos que se habían apartado para charlar, algo había cambiado en ellos. 

Al llegar al lugar donde Ryu y Erik habían caído al suelo la garganta de Sibyl se cerró en un nudo apretado. Los dos hombres habían sido un apoyo sólido para ella en momentos complicados. A uno de ellos incluso lo habría llamado su amigo. Verlos ahí, tendidos, tan quietos, la asustó tanto que su corazón empezó a latir, rápido y con fuerza, sus mejillas palidecieron y sus labios empezaron a temblar.

Quería ir con ellos. Pero no quería ser un estorbo si estaban auxiliándolos. Así que se guardó las ganas de arrodillarse a su lado y de gritar sus nombres. La voz del sóter la sacó de sus pensamientos y con un pestañeo llevó los ojos hacia él. Le costó un par de segundos entender por sus palabras que todos ellos estaban en peligro inmediato y reaccionar. 

Se dio prisa entonces para acercarse a él y se arrodilló en el suelo como el hombre había hecho. Lo miró atenta y asustada, escuchó su voz, y, finalmente, tragó saliva con fuerza y empezó a imitar su cántico, entregándose a la melodía con todo su ser. 

Al escuchar el alboroto, Jonas miró más allá de Sibyl, levantándose de su asiento para seguirla. Cuando vio que Erik y Ryu habían caído en sopor, buscó alarmado la mirada de los demás.

—Creo que nos marchamos de aquí —su voz apenas fue audible por el nudo que sentía en la garganta. Le inquietaba profundamente que sus compañeros pudieran viajar sin él. Es verdad que ya se había visto arrastrado por ellos dos veces pero, ¿qué habría sido de él allí si Astarté no hubiera hecho caer su cápsula de la órbita? ¿Y en el Eón si Erik no hubiera investigado su caso? Temió aparecer en algún lugar lejos de los demás y sintió ese miedo por primera vez. Sin embargo era también la primera vez que era consciente de que un salto podía estar a punto de ocurrir.

Siguiendo las indicaciones del sóter se unió con sus compañeros a su alrededor. Trató de que la violencia de los latidos de su corazón y la tensión que sentía no ensordecieran lo que aquel hombre tenía que decirles. No supo bien si trataba de enseñarles la oración o no tenía tiempo más que de bendecirlos, de protegerlos de alguna manera y tratar de evitar, tal vez, que en el tránsito fueran asaltados por el Terme. Aún así trató de memorizar la letanía como pudo y de seguir lo mejor posible las indicaciones del oficiante.

Mientras el aire a su alrededor se llenaba con descargas eléctricas, buscó la mano de Sibyl y la sostuvo con fuerza. Ella había dicho que podía desear ir a un lugar pero, ¿a qué lugar quería ir? No, esa no era la pregunta: ¿a qué lugar debía ir?

La miró una última vez buscando en su rostro la certeza que habían compartido.

«Envíame donde deba ir —pensó—, en busca de la perla a la guarida de la serpiente o a donde sea tu voluntad. Sólo te pido no volver a olvidar. Por favor, no dejes que olvide».

Después simplemente se dejó llenar por la letanía como antes se había dejado llenar por la música.

Tabitha acudió uniéndose al grupo, recitando la letanía del sóter.