Partida Rol por web

No se podía imagina que el enemigo durmiera en casa. Una mirada simple a Morton señalaba un simple: - CALLA.

La cara de disgusto era patente, ya que estaba negociando más cosas con el coronel lirano y una intervención "inadecuada" era la peor mina que podía pisar en este momento y alguien la había puesto bajo su pie. - Esperemos que sea más adecuado lo dicho al coronel por el interlocutor que las dicharacherías de un mechwarrior "abollado".

-Estoy seguro de ello señor Morton. Después de todo les contraté por que saben buscarse la vida y callarse a tiempo. Por lo de los Mechs no deben preocuparse. Sacar y meter en la ciudad cuatro mech es mas complicado que encontrar un mecánico en paro que trabaje en su garaje.- El Coronel, ovbiando claramente las insinuaciones de Rakhir Lortmark, abre la puerta de atrás invitándoos a sentaros mientras el conductor pone en marcha el motor del todoterreno. -Es posible que volvamos a vernos caballeros. Su actuación me ha impresionado.-

Morton miró a Lortmark con expresión bobalicona y se encogió de hombros sin saber lo que su jefe de lanza le quería decir con ese ceño fruncido.

Ehm... Sí. Todo en orden. ¡Me pido delante!

Cerró su maletín y cargó con él hasta ponerse a la altura de su Patrón. Morton no era ninguna señorita para corresponder el gesto caballeresco de Bladimir, así que se abrió la puerta de copiloto del todoterreno para sentarse junto al conductor. Que fuesen los otros detrás, él estaba herido y necesitaba un asiento individual con un cinturón de seguridad como dios manda.

Wah, menudo cochazo te gastas-dijo al piloto-. Es cosa fina. Vaya animalada de carro.

Tras sentarse, colocó el maletín entre sus pies y se abrochó el cinturón. Hizo un gesto de saludo marcial a Enderlich y al resto, llevándose la mano a la frente antes de cerrar la puerta, pero con cuidado de no tocar en la herida.

Rakhir ya había puesto sus palabras en el asador. Veremos que efecto tiene, y seguro que nos encontraremos otra vez con este coronel.

 Estaba seguro.

—Será un placer volver a vernos coronel —le respondo a la vez que tomo asiento en el todoterreno al que nos ha invitado a subir.

Siendo objetivo, el rumbo de la conversación estaba yendo por donde tenía que ir, o lo que es lo mismo, evitando peleas y susceptibilidades y ganando una posible fuente económica, así que seguí al grupo sin decir ni aportar nada más que algún asentimiento de cabeza cuando se requería.

Estando todos en el vehículo, veis como se acercan los camiones de remolque que os trajeron los mechs. Estos, activan las grúas magnéticas y varios hombres conectan las cinchas corretenado por vuestros mechs como hormigas por un ser superior.

Ahora que los veis desde fuera comprobáis los daños que han sufrido. Sin duda el peor parado ha sido el Wolfhound de Morton seguido por el Griffin de Lortmark.
Surcado completamente de impactos y cicatrices de láser, el Wolfhound tenía su pierna izquierda sin blindaje y con daños leves en la estructura interna.
El Griffin llevó mejor parte con daños de poca consideración pero muy repartidos.

El orgullo de ver vuestras máquinas y haber sovrevivido os bullía en la sangre. Una buena victoria contra un buen enemigo y posiblemente más trabajos como aquél. Quien sabe, hasta podría ser el principio de una nueva lanza mercenaria.

Pasado el tiempo, el viaje fue tranquilo aunque si vísteis cierto movimiento de mechs en la lejanía y un control de salida de la ciudad que dejásteis atrás sin mayor problema.
El todoterreno os dejó en el hotel, pagado hasta el día siguiente, donde Bladimir os dijo que os dejaría. Allí de nuevo, una sonrisa de satisfacción os llena de júbilo al sentir el maletín de dinero en vuestras manos y una merecida noche de descanso.

Me despido del coronel y también de mis compañeros con un —hasta dentro de un rato, luego nos vemos para hacer cuentas —y subo a la habitación, con mi maletín, dispuesto a contar que esté correcto el pago del contrato. Me fío de  este coronel, pero como nunca se sabe quien aparecerá, mantengo siempre mi pistola cerca, hasta cuando me doy la larga y merecida ducha.

Después guardo el dinero en la caja fuerte de la habitación y me bajo al bar para beber una gran cerveza fría, a la espera de mis nuevos compañeros de lanza.

—Hoy está siendo un gran día ​—le digo al camarero, mientras noto el peso de la pistola, oculta en mi chaqueta.

Fin de escena.