Con calma, intentando descansar el cuerpo, que no la mente que no consigo que deje de maquinar por si misma, escucho a mis compañeros debatir sobre temas que parecen muy lejanos desde aquí donde estamos.
Muy bien Rosendo,, veo que estás atento a las fechas. Estaba esperando que alguien lo dijera ;)
-Con ese sentido del deber podríais haber llegado a catedrático en la universidad. -Dice el muchacho sonriendo. –Voy a ver si encuentro algo en las cocinas.
Después de hablar así se dirige a la cocina a ver si prueba bocado en algún sentido.
Tras aceptar el acero de Javier Núñez - "perded cuidado, camarada, pues habéis de saber que en mis manos vuestro acero tan sólo ha de morder cuero de enemigos del Rey Nuestro Señor", le dijo - se puso a bruñirlo con la atención que una hoja así merecía. - Lo primero es quitarle el polvo y las manchas... y luego, con un poco de aceite de las cocinas, una pátina... así...
- ¡Ah! Camaradas... no cabe duda de que vuestras mercedes habrán visto ciudades impresionantes como Toledo o Salamanca, pero he de decirles que las Españas también se encuentran lejos del Guadalquivir y del Ebro... En Flandes, señores, hay ciudades que nada tienen que envidiar a la mismísima Sevilla, como por ejemplo Gante, la cuna de nuestro césar, el emperador don Carlos, Bruselas o Brujas... que tierras, y que mozas... - dice, estallando en una carcajada tras decir las últimas palabras.
Rosendo asiente silenciosamente mientras afila cuidadosamente la vizcaína hasta dejarla convertida en un puro peligro. Después, la pone a buen recaudo en su funda, que lleva colgada de la faltriquera, donde le es fácil de sacar, pero a la vez evita tintineos delatores.
Después, mira por la ventana y, con ojo avezado de hombre de campo indica a sus compañeros: habríamos de salir ya, es noche cerrada.
Antonio asinte sin más que decir sobre ciudades. Se guarda su opinión sobre Bruselas y Flandes y todo eso y traga saliva. Ajusta el jubón para que no le quede suelto y reza por no llevarse otra como la de la llegada a Casale, aunque si era su destino acabar sus días ahí, pues al menos intentaría llevarse a algún cabrón con él.
- Sí, mejor será que nos movamos. Una vez que se ha hecho la noche, quedarnos aquí sólo contribuiría a que nuestros cuerpos se acostumbraran al calor del hogar.
Me incorporo, ajustándome la vizcaina y me acerco hasta el lugar donde descansa mi pica.
- Nos movemos? pregunto con respecto a los demás.
El joven toledano sonríe ante la futura aventura que aguarda. Es buen momento para demostrar cuan ducho es con su acero toledano en ristre.
-Las mejores espadas para los mejores luchadores -se dice, mientras acaricia la empuñadura, tras colocarse la espada al cinto.
Después de esto mira a sus compañeros y viéndolos ansiosos de sangre y gloria se acerca al alférez.
-Mi alférez -dice, con gran solemnidad mientras se cuadra. -Preparados para salir.