El conjuro golpeó a Perry. No era una magia humana que se conseguía usar manejando una varita, no, aquella magia era más antigua que el tiempo y más poderosa que los volcanes.
Dormido, si es que aquello realmente no era un sueño, cayó al suelo. Mircea desapareció y la oscuridad se abalanzó sobre el niño, sumiendo todo el lugar en negrura.
Booky entró en la sala e iluminó el techo con la varita. En medio estaba Perry dormido. Arrugó el morro y con un gesto de mano, Perry levitó. Recorrió los pasillos de Hogwarts, ascendió por los niveles prohibidos que existían bajo las mazmorras y entró en la torre Ravenclaw. Depositó a Perry en su cama y puso la mano sobre su frente. Le despertó del sueño mágico y le sumió en el sueño reparador de los mortales. Al marcharse se movía mucho más ágil de lo que una criatura de su edad debía. Se rascó la cabeza y sin querer movió la peluca blanca que había estado usando.
Está todo en mano de los niños de primero, le dijo a Tithorea cuando salió de la sala común de los aguiluchos.
Fin para Perry, por ahora...