Partida Rol por web

.

   Escucho lo que dicen unos y otros, y apoyo a la oficial al mando cuando acaba su ditriaba, después de todo, es su primer marrón como oficial.

   - Lo que la capitana sugiere, es que es de mal hidalgo y soldado, marcharse cuando las cañas se tornan lanzas. - Luego, tras meditarlo un poco, añado.

   - Quizás deberían montar un campamento y curar esas heridas mientras echamos un vistazo primero nosotros, y volvemos con noticias. -

   De esta manera, pienso para mi, no se amotinan ni salen de desbandada los soldados.

.

Aquello era cosa mala, que el soldado aun vivo al que el resto conocía, le hubiese echado la culpa al capitán de su muerte, y señalado que hacia las ruinas se había dirigido. Fue demasiado para los soldados que nos acompañaban, se notaba su miedo en la forma de mirar, y en la manera de caminar. Tal vez el que Aldonza quisiera acampar allí mismo había sido demasiado para ellos.

-Tranquilos señores soldados, que en peores se habrán visto. Demos sepultura a los cuerpos de estos soldados caídos, a quienes ustedes ya conocían. Y luego busquemos un lugar más adecuado y algo apartado de este cementerio, donde podamos descansar y pensar las cosas con calma. No se precipiten ustedes en abandonarnos, contradiciendo las órdenes que les dio el gobernador.-Espero un poco para no agobiarles con demasiadas preguntas, así como para darles tiempo a digerir lo mucho que allí se estaba diciendo y su profundo calado e implicaciones.

-Mas vale obrar con la cabeza fría, que hacerlo deprisa y sin tener en cuenta las consecuencias que podrían depararles.-No pensaba que a el le fueran a hacer ningún caso, pero tal vez la rozón les volviera a los sesos a aquellos soldados que pensando en dejarnos estaban. 

Además Pero vigila el entorno, y trata de buscar allí huellas que puedan dar más información de lo que allí había ocurrido. 

Poco podía hacer, sino rezar por el alma de los fallecidos, y a ello se puso, escuchando, casi sin quererlo, las intenciones de los soldados, que deseaban a toda costa volver a la costa, valga la redundancia.

Ajeno a ello, siguió asistiendo a los caídos, pero no le gustaba nada aquello; él no era un aguerrido personaje, como los otros, sino un hombre de Dios, mas no por ello podía huir como un cobarde. Su posición no le permitía posicionarse claramente en uno u otro sentido, pero lo que sí era cierto, es que si el tal Capitán Hurtado hbía matado a aquellos soldados, debería dar explicaciones ante la justicia.

-Ya me encargo yo de darles cristiana sepultura

Dijo en voz baja, no queriendo distraer al resto de los importantes asuntos que se estaban tratando. Dado que el terreno era blando, no sería difícil cavar, al menos, unas fosas poco profundas, aun con herramientas de fortuna, y madera no faltaría para improvisar unas cruces, en que marcar a cuchillo los nombres de aquellos hombres.

Al menos, si podían disponer de tiempo para ello.

Las palabas de Aldonza ante la negativa de volver parecieron no calar muy profundo en aquellos hombres. No obstante Pero y Xurio apoyaron la idea de la marina con las mismas razones. Jimeno miraba a los soldados, sin rechistar, sabiendo que desobedecer una orden de Acla podría traer consecuencias severas. Mientras tanto, el fraile Gonzalo comenzó a colocar los cuerpos en el suelo y a comenzar una sencilla pero digna y necesaria sepultura. Jimeno, sin rechistar en medio de la situación de tensión, se puso a ayudarle enseguida.

Mientras tanto los soldados se miraron entre sí, sopesaron la situación con temerosas miradas entre ellos y resoplaron firmemente: finalmente se marcharían (a excepción de uno), pues aquellas ideas de supervivencia habían sido fruto de la frustración, el cansancio del viaje y la lucha y la incertidumbre. No tardaron tres de ellos en recoger sus cosas y marcharse (y mientras lo hacían escuchásteis como uno de ellos proponía a los otros acudir hasta el cuerpo de la yegua, en la ladera del precipicio para recuperar los víveres perdios...). Enseguida, el último de los cuatro trató de coordinarse para enterrar cuanto antes a sus compañeros, asistiendo a Fray Gonzalo y Jimeno.

Por su parte, Pero trató de buscar huellas o pistas alrededor. El ladrón encontró una fila de huellas de entre dos y cuatro hombres (aquello no podía discernirse por el aguacero que aún caía sobre vuestras cabezas, y el barro no ayudaba), que iban en dirección a las presunta ruinas.

Una vez enterrados aquellos dos, Jimeno habló.

Señora, vayamos al templo, no queda lejos. Será totalmente imposible pasar la noche aquí, bajo la lluvia y el barrizal Deberíamos acudir ante de que la luz caiga por completo -y tal que así, antes de hacer nada más, os pusísteis en marcha hacia aquel punto de interés selvático-. Por aquí... -y el guía se puso a andar, quedando atrás las dos cruces que Fray Gonzalo se había encargado de fabricar y componer rápidamente para colocarlas sobre los improvisado túmulos-.