Resumen:
El viaje de vuelta fue triste, con ciertos resquicios de felicidad muy oculta por estar vivos. Fue terrorífico, pero con un regusto a triunfo difícil de evitar. Con las imágenes todavía muy presentes en las mentes de cada uno de los investigadores:
La llegada al pueblo por el angosto camino. El descubrimiento de la casa tapiada, de la iglesia destrozada, del diario en el que se revelaba todo y de… ellos.
La persecución por el túnel, gritos y dolor y luego la casa. Un montón de pasillos y puertas por donde se corría como ratas en una madriguera ardiendo. Sin esperanza, con la certeza de ser cazados antes o después, sólo se podía correr hacia donde fuera.
Acorralados, entre los perseguidores del túnel y tres de esas horrendas criaturas bajando las escaleras hacia los investigadores. Uno de ellos es el mismo sacerdote del pueblo. Si un hombre de Dios ha caído… es su fin.
Pero la escopeta del ex policía puede con ellos, poco a poco va destrozando cuerpos y una vez en el suelo no se levantan. Los ruidos que vienen del túnel presagian falta de tiempo… vienen.
Los investigadores suben las escaleras con histeria contenida, arriba un corredor, tres puertas a un lado, dos a otro y al fondo otras escaleras que suben. Todos arriba, rápido. Pero… arriba otro horror les espera. Cuatro ataudes en cuatro esquinas de la estancia, todos abiertos, y en cuanto entran, cuatro cuerpos se levantan. Cubiertos con antiguas armaduras de cuero, y armados con grandes mandobles y enormes mallos, se lanzan al ataque, aunque sus adversarios ya corren escaleras abajo.
La periodista no lo soporta más y cae en la locura, tratando de ser consolada por la ocultista, mientras el ex policía dispara a las criaturas que bajan lenta pero inexorablemente las escaleras. A su vez el vagabundo abre puertas sin encontrar nada y el abogado, más afortunado, da con dos mandobles y un texto en latín, que tiene la suerte de comprender. En él dice:
“ Yo Kaapt-Ka-Norafren, desdenciente de la más antigua casta de sacerdotes del antiguo Nilo, he decidido encontrar aquí el reposo eterno. Por varios problemas me ha sido impsoble llegar hasta el país de mis antepasados para encontrar el descanso, y ya no se me permite esperar más el viaja hacia el más allá. Por lo tanto, he decidido que en este pueblo descanse mi cuerpo para siempre, y hacer de esta casa mi templo. Mi ejército de muertos vigilará que mi reposo no sea turbado. Junto a mis restos descansará el papiro con el conjuro que mantendrá en vida a mi ejército, bien protegido por mis sirvientes, y que sirve así mismo para prescindir de sus servicios si se pronunica una segunda vez, así como para levantar el escudo que protege al pueblo de que cualquier extranjero pueda salir de él.”
Con esos nuevos datos una idea se forma en la cabeza del abogado, y pide al ex policía que arrastre a los dos guardianes que quedan hacia el corredor, para que ellos puedan subir a la habitación de arriba. Es casi un sacrificio, pero el ex policía consiente quedando acorralado, con dos guerreros muertos delante, y escuchando como un centenar, que ya ha roto las barreras del túnel, suben las escaleras con sus lamentos y gemidos.
En cuanto el abogado y el resto ven paso libre y corren hacia arriba, los guardianes dejan de prestar atención al policía, y vuelven sobre sus pasos, momento que es aprovechado por su anterior adversario para correr tras ellos, empujar a uno y tratar de esquivar el golpe del otro, pero… su empujón tiene el mismo efecto que un guijarro en la corriente del río, y cuando los adelanta, ambos guerreros lanzan sus enormes martillos, de los cuales solo uno impacta en la espalda del ex policía, partiendo algún hueso, y causando un dolor indecible.
Aún así, él no cae en la inconsciencia y corre junto a sus compañeros. En la habitación de arriba el abogado, tratando de levantar un ataud, ha dado con un mecanismo, un juego. Se mueve un poco a la derecha hasta hacer un click. El resto de compañeros hace lo propio con los demás ataudes, y, repentinamente, se abre un panel falso de la pared, mostrando otra estancia, más pequeña, con un solo sarcófago en medio y una mesita delante, en donde descansa una caja.
El abogado la coge, y dentro de ella está el premio, el pergamino. Al fin una esperanza de vida, algo que ya todos consideraban perdida, pero… ellos están allí. Tras el policía, aparecen los dos guerreros, y tras ellos se intuyen, se huelen, centenares de muertos vivientes, quizás todos los habitantes del pueblo, que han venido a saborear la sangre de los intrusos.
Todos retroceden aterrados en la pequeña habitación. El abogado necesita tiempo, y pide a alguien que entretenga a los recién llegados para que él pueda leer el pergamino. El policía corre, pues sus heridas no le aconsejan ser el héroe. La periodista y la ocultista están aterradas, sobre todo la primera, que ya no sabe qué hacer para salir de allí, pero… ahí está ese hombre, ese héroe, el que fue asesino, y ahora protector, con uno de los mandobles se pone en medio de los dos guerreros de la muerte, lanza un ataque recio que es fácilmente bloqueado por uno de sus adversarios, que luego descargan toda su fuerza sobre él. Los dos martillos golpean la misma cabeza, cada una por un lado, haciendo del hueso algo tan blando como el cartón. El asesino es descabezado por los guerreros de la muerta. Al menos consiguió su redención con su heroíco comportamiento.
El vagabundo, que ya había cogido un mandoble para ayudar a su compañero, al ver en el estado que dejan a éste, lo suelta, y retrocede. El policía dispara, y la periodista, en un ataque de claustrofobia irrefrenable, corre hacia el único lugar por el que puede salir: la puerta. Donde se encuentran los enemigos. Suena un grito, todo sucede a cámara lenta: uno dispara, otra corre, otra grita, y, de fondo, unas palabras en latín:
ET EDORAS SUB NIGURATH ARDA MAERSTOM CULIMNAE
IA IA IA CTHULHU EGQUE SHALOM TURURUR
Y en cuanto son formuladas, las criaturas van cayendo al suelo, desprovistas de la magia que les mantenía con vida. El sonido es inquietante, pues escuchar como caen más de quinientos cuerpos no es nada agradable.
La casa cruje, también desprovista de su hechizo de protección, y el sarcófago grande se abre. Pero los investigadores ya no están allí. Inteligentemente, o movidos por el pánico, cuando la criatura sale de su tumba, allí ya no hay nadie.
La periodista, que se había lanzado a la muerte segura con tal de salir de allí, se encuentra que es la primera en la huida, pisando por decenas de cadáveres . Todos bajan las primeras escaleras, y las segundas, contemplando horrorizados la hueste de enemigos que iban tras ellos, y que ahora yacen a sus pies. Pero les sigue, el hechicero del Nilo, y su avance no es tan lento como el de su ejército.
Llegan abajo, la puerta ya no parece tan sólida, la casa parece estar a punto de caer sobre sus cimientos. Una palanqueta, abren la puerta, la luz de la luna entra y ellos salen. La ocultista es la última en salir, la va a agarrar, pero está fuera, fuera, y cuando el arrugado brazo de la momia cruza la puerta, toda la casa se derrumba, convirtiendo todo en escombros, y apartando al horrible ser de sus presas.
De ahí al momento actual solo hay kilómetros de distancia…
Epílogo:
Han pasado dos semanas desde aquello, y los investigadores no han tenido ningún contacto entre ellos, separados por el miedo de todos, o por rencillas personales como Michael y Nick. Pero al final todo eso queda atrás, y reunís valor para volver allí. Ya avisasteis de que Higgings estaba muerto, al bufete, así que ese no es el motivo de vuestra vuelta.
Llegáis al pueblo maldito, con la única intención de dar un homenaje al hombre que sacrificó su vida para daros más tiempo, el que os salvó. Allí, sepultado entre escombros descansa su cuerpo, rodeado de cadáveres, pero vosotros ya no queréis perturbar su descanso. Tan sólo venís a hacerle una promesa, y es que, ahora que habéis conocido el mal ya todo carece de importancia, y tenéis la seguridad de que consagraréis vuestra vida en la lucha contra el mal oculto. Por el mundo, y sobre todo por Enrst.
Una visita al cementerio os confirma lo que ya sabíais, al ver la tumba con el nombre de Higgings. No os sorpreden, ya poco lo hace. Os volvéis a meter en el vehículo y algo se mueve en los escombros de la casa… o no.