Partida Rol por web

El largo viaje me empezó a pesar. Me cuesta mantener los ojos abiertos, y apenas puedo moverme con velocidad por la cubierta del bote.

Emprendéis el penoso viaje de vuelta. El cansancio os abruma y también la perspectiva de remar río arriba hasta el lago del que partisteis. Los enanos rescatados permanecen casi desfallecidos y tanto Aerandir como Jooy y Khargûl notan el peso extra mientras reman por el tramo más oscuro y desesperanzador del pantanoso bosque.

Al fin, tras cuatro arduos días de oscuridad, el techo de árboles se disipa y el cielo vuelve a aparecer bajo vuestras cabezas.

Siento como el peso del bosque se va disipando mientras salimos de lo más profundo de la floresta. Mis compañeros han ido cayendo, desfallecidos, uno tras otro. Es mi responsabilidad, como experto navegante, llevarlos a buen puerto y en eso pongo todo mi empeño, sacando fuerzas de donde poco queda.

- Animo, amigos, un hogar caliente y una cerveza espumosa están a la vuelta de la esquina.

- Ya no recuerdo el sabor de la espuma.- Gruño.- Solo recuerdo el olor de la ciénaga. ¡Que lleguemos pronto! ¡Solo puedo pensar en encontrar una cama blanda y algo caliente de comer!

¡Ya ni el tabaco de mi pipa prende! - Añado  dejando mi pipa a un lado, casi tentado de tirarla a las oscuras aguas. - Ojalá tengas razón amigo Farald, por que para mí este bosque parece habernos envuelto para siempre. - Mi mirada pesarosa se posa de árbol en árbol en la orilla, despistado y cansado.

Seguís el viaje río arriba, y cada vez el cansancio resulta más patente en vuestros movimientos. Sólo Farald parece tener sentirse cómodo encima del esquife. Las ciénagas se eternizan a vuestro alrededor, y la corriente parece cada vez más fuerte. Sin embargo, no desistís; día a día superáis la jornada y vencéis el cansancio.

Al fin, el séptimo día desde que emprendisteis el viaje de vuelta, la Escalera de Girion se levanta ante vosotros. La alegría casi hace que sacar el esquife del agua y transportarlo escaleras arriba a través de los carriles sea un esfuerzo placentero. Cuando hacéis cumbre, los porteadores os miran sorprendidos. Reconocéis enseguida a Dagmar, quien os ofrece asiento, comida y un techo bajo el que guareceros esta noche.

Aprovecháis para descansar. El corazón os pide canciones, os pide vino, cerveza y compartir las vivencias y penurias sufridas durante vuestra aventura. Jooy se muere por secar su pipa y fumar algo de hierba a la luz de las estrellas. Sin embargo, el cuerpo no aguanta las imposiciones del corazón, y pronto os recogéis para descansar. Los jergones que os ofrecen los humildes porteadores no son dignos de príncipes, ya lo creo que no, pero esa noche dormís como reyes.

A la mañana siguiente partís temprano, y al atardecer os encontráis ante los muelles de Esgaroth. Los barqueros os ayudan a desembarcar, y cuando les hacéis partícipes de la valiosa carga que aloja vuestro esquife, enseguida parte un grupo a dar la buena nueva al gobernador de la ciudad.

Apenas habéis desembarcado y recobrado el resuello, un paje enano os indica que lo sigáis, que su señor Gloin espera. Tras él aparecen dos mozos de cuadras, y ofrecen un caballo para cada hombre y elfo y un poni para cada enano y hobbit.

Como héroes recorréis las calles de Esgaroth hacia el Barrio del Ayuntamiento. Allí, a las puertas de la alta casa, Gloin os espera a las puertas. Incrédulo al principio, al veros no puede evitar salir a correr para abrazar a su caro hermano y a su primo Balin. Enseguida, grita y un par de pajes se llevan a los heridos y agotados enanos para que guarden reposo y sean tratados lo antes posible.

-Y a vosotros, nunca os lo agradeceré lo suficiente -os dice el enano, con un deje emocionado aún zumbando en su voz-. Pasad a mis salones, entrad en esta casa que el pueblo de Esgaroth me ofrece como emisario del Rey Bajo la Montaña. Os daré la recompensa prometida, y aún así quedaré en deuda con vosotros.

Precedidos por Gloin, entráis en la casa, y éste os hace pasar a aquella sala en la que os fue dado el encargo. Esta vez las circunstancias son bien diferencias, pues ni siquiera os hace falta regatear para que Gloin os entregue a cada uno una bolsa cuero anudada.

- Exageráis, sin duda, mi señor Gloin- respondo con una ligera reverencia mientras recojo el saquillo de monedas- sólo hemos hecho lo que cualquiera. Poner nuestras vidas a disposición de aquellos que primero lo hicieron por todos nosotros, acabando con la vida del inefable Smaug, y devolviendo la esperanza a todos los reinos cercanos a Erebor.

Una vez en la casa, atiendo las conversaciones asintiendo sin más, mientras sostengo la pipa y la relleno de tabaco. Tomando aire mientras cierro los ojos, prendo la pida. Una nube de humo sale de mi boca mientras exhalo la primera calada con placer. - Jooy Gayfellow vuelve a ser un Gayfellow, ¡si señor! - Exclamo tomando otra bocanada, tan profunda que me hace empezar a toser, teniendo que golpearme el pecho. - Perdone mi buen señor Gloin, pero ciertamente ha sido un camino largo y pesaroso... ¡sin embargo ha merecido la pena!  - Recojo la bolsa con mi mano libre. - Una vez a salvo, tenemos un motivo más que suficiente para celebrar algo. ¡Nuestros amigos enanos están a salvo de nuevo!

La visión de Esgaroth reconforta mi agotado corazón. La llegada a la casa de Gloin, con el afectuoso saludo del héroe a sus parientes, me hace sonreír cansado bajo mi barba, y acepto de buen grado la bolsa y los agasajos.

- No vamos a engañarle, mi señor: el camino ha sido largo y difícil. Todo parecía querer matarnos, e incluyo a la vida vegetal en esto. Pero ¡al fin regresamos! Cansados, sí, pero felices y satisfechos. Apreciamos todos su amabilidad. Y más apreciaremos una buena jarra de cerveza y una cama blanda, sí señor.

Gloin asiente, complacido, y pasea la mirada por cada uno de vosotros. Al cabo de unos segundos, sus ojos muestran una emoción difícil de contener, incluso para un enano, y con satisfacción pronuncia con recia voz: -Me alegra oíros, pues ya veo que no fuimos los últimos héroes, y mientras el oeste cuente con corazones como los vuestros, estas tierras mantendrán la esperanza. ¡Aprestaos!. Lavaos y descansad. Esta noche cenáis en estos salones, pero mañana seréis recibidos en ante el trono del mismísimo Rey Bajo la Montaña.