Partida Rol por web

Te diriges hacia la puerta noroeste, ves un conjunto de máscaras de guerra demoníacas cuelga en la pared este, y alguien ha garabateado "El Pacto Blanco saqueó este lugar" en la pared sur. Aparte de eso no hay nada más en la habitación, solo una puerta al norte

Apurando el paso Anazareth continuó hacia el norte, no sin antes posar los dedos sobre su frente e invocar una sanación.

Curas tus heridas y avanzas hacia el norte para encontrar otra habitación vacía, ves tres nuevas salidas, al noroeste, al suroeste y al este

Pensándolo con cuidado Anazareth cayó en la cuenta que estaba trazando un a especie de círculo con su recorrido, debía tener cuidado o acabaría perdiéndose. Temiendo que eso pudiera ocurrirle volvió a la sala de las máscaras demoníacas, dejó una en el suelo y plantó una en la habitación siguiente antes de tomar su decisión.

- Por aquí...

Sus pasos le llevaron por la salida noroeste.

Vas hacia la habitación noroeste, alguien ha garabateado "dos, ocho, ocho, dos, siete, siete" en la pared norte, y una camisa de mallas destruida se encuentra en el lado oeste de la habitación.

Dos nuevas salidas se encuentran en el lugar, hacia el este y el sureste

Aquello era un laberinto confuso pero la araña conocería el camino.

Entras en la habitación del este para ver a un gran esqueleto, en la habitación puedes ver una esterilla de rezos, encima de ella hay una poción y un rollo de pergamino.

El ataque del esqueleto es lento, no consigue darte, aunque por la fuerza con la que pega sabes que de darte te haría bastante daño

- Tú que perdiste la vida no mereces tocarme, esqueleto- declaró Anazareth-. En nombre de Lolth ¡Sírveme!

Aquel esqueleto era más grande que el que dominó en la primera habitación pero ella estaba convencida de su fé y creía que podía doblegar aquella oscura magia a su voluntad e intereses. Apretó los ojos en mirada cruel mientras aguardaba el próximo movimiento del monstruo.

Usas tu poder para controlar al esqueleto, usas todo tu potencial, pero no es suficiente, es demasiado grande, demasiado poderoso para ti, hubiera sido un gran sirviente, pero necesitas mejorar como clériga para tenerlo a tu servicio. Como respuesta a tu petición el esqueleto te golpea con una maza de armas haciendote bastante daño

La súbita comprensión de lo poderoso que era el esqueleto frente a ella hace que el miedo atisbe en su mirada, ese no muerto era fuerte - mucho más fuerte - que ella. De manera que Anazareth se alejó de él, aceptando que posiblemente le metiese un mazazo mientras retrocedía, para invocar una terrible criatura del plano de Aquerón.

- Ven a mí escorpión oscuro, ven y sálvame de este peligro- invocó con los dientes apretados, sintiéndose fustigada por tener que recurrir a semejante bicho después de que su fe no bastase para doblegar a su enemigo.

Anazareth se alejó de la criatura sintiendo un fuerte golpe que casi le hace perder la consciencia, sabía que era un movimiento arriesgado, pero debía hacerlo, se agachó a recoger una poción en la que no tenía forma de saber que era, a no ser que se la tomara y un rollo de pergamino en la que pudo leer que era un hechizo de protección contra la energía. Viendose tan mal, convocó un escorpión que esperaba pudiera servirle para salir de allí con vida.

El esqueleto parece confundido al ver a un nuevo atacante, en esta ocasión un escorpión que no duda en atacar a su oponente pero es demasiado lento para el esqueleto y sus ataques quedan en nada

Anazareth se notaba flaquear y la negrura comenzaba a cubrir su visión, si tan sólo se dejase llevar por aquella oscuridad su sufrimiento terminaría en su carne mortal... Pero comenzaría el de su alma a manos de su Reina Oscura, pues se habría rendido.

- Sanad mi cuerpo y traeré dolor sobre este mundo- rogó a Lolth, momento en que sus heridas cerraron un poco y pudo volver a moverse-, sigo viva...

Con los objetos recogidos se puso en marcha para salir de allí.

Después de coger el pergamino y la poción sales corriendo por la puerta sur mientras ves como el esqueleto acaba con el escorpión destrozandolo a golpes, miras con pesar al escorpión, no porque haya muerto, sino porque de estar allí unos minutos más así podrías haber acabado tú.

Entras en la siguiente habitación para ver a Lidar muerto, a su lado hay un duendecito de hielo muerto también, en el suelo puedes ver 400 monedas de oro, una gema azurita y otra iolita, un bastón de hierro y un rollo de pergamino de curar heridas leves

Aquello era extraño, ¿acaso se habían matado mutuamente? Qué final tan desalentador.

Anazareth se acercó al cuerpo del duende de hielo y pisó con fuerza su cuello para asegurarse que estuviera bien muerto, sus ojos pendientes del entorno, pues con tanto tesoro allí podría ser una trampa.

Con recelo se inclinó a tomar el pergamino y leerlo de inmediato, pues se encontraba demasiado herida como para ser rival para nadie en aquel momento.

La desesperación y la ambición eran demasiado fuertes en su corazón, no quería morir allí pero tampoco dejar nada atrás después de ver cómo funcionaban las cosas en el Capitolio. No sin antes gastar uno de sus últimos hechizos en sanarse lo que pudiese.

Al menos con el bastón de hierro ahora disponía de un arma y podía dirigirse hacia el sur.

Poco le había durado a Anazareth su curación, pues el frío le caló los huesos hiriendola, tiritando se dirigió al sur después de recoger todo, allí encontró un regalo con una nota.

Para Anazareth. Un regalo que te impulse, vas la última

Era un regalo de los patrocinadores, al abrirlo vio que en su interior había un par de esquís, ¿una broma de mal gusto para reírse del frío que estaba pasando?

Daba igual, ya que delante de ella se encontraba el teletransportador que llevaba a la salida