Partida Rol por web

La demanda encubierta

El encargo - Escena de Juego

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22/11/2020, 19:44
Manciego

Habíamos caminado tanto, o ese parecíame a mí, alejándonos de aquel maldito castillo, que había perdido la noción del tiempo. Con las ropas empapadas y temblando de frío, ya ni sabía donde me encontraba. Pero dábame lo mismo con tal de no volver a encontrarme con aquellos que querían matarnos.

El camino se había vuelto difícil de recorrer pues el agua caída habíalo embarrado de tal manera que sentía mis pies hundirse en el lodo, complicando aún más el avance. Y para colmo levantose una neblina que dejonos sin vista incluso de donde poníamos los pies.

Mi humor se había ensombrecido aún más de lo que ya estaba y las continuas quejas y cantinelas de Abel no ayudábanme en mucho a que mejorara. Sus constantes lamentos y parloteos estabanme sacando de quicio y, cuando pareciome escuchar sonido de pasos e incluso de voces que hablaban, quedeme parado y de malos modos lo mandé callar.

Cierra el pico Abel —ordené en un susurro seco e imperativo.

Agarrelo de mala manera por la húmeda ropa para obligarlo a esconderse, junto a mí, detrás de un árbol. No me fiaba de aquellos que se acercaban y temía que fueran los que nos andaban buscando para darnos muerte. Mejor observar de quienes se trataban antes de salirles al paso para preguntarles cual era el camino de vuelta al castillo de don Juan.

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22/11/2020, 22:01
Director

Estando allí plantados, que os escondísteis detrás de un árbol, no muy lejos de vuestro lado, y la niebla os ayudó a cubriros con suma rapidez y discreción. Delante de vosotros el camino ahora discurría vacío, y las voces que habíais escuchado ahora eran cada vez más claras y más cercanas. No tardaron ni un minuto ambos timbres en resonar de nuevo en vuestras cabezas, justo en la posición que hacía un momento habíais ocupado. Vísteis a dos tipos, uno más viejo y otro más joven (el primero rondaba la cincuentena larga, y el otro unos veinte y poco más). Parecían caminar aprisa, como perdidos en ese bosque a causa de la niebla. Entonces se detuvieron delante de vosotros un instante, sin que ellos supieran que estábais observándoles, pero era difícil verles el rostro.

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22/11/2020, 22:01
Martín Osolo

Le digo que es por aquí, don Pedro -replicaba el joven-. Por ese otro lado la maleza es más alta, y es la que hemos cruzado, justo por mitad del charco en el que cayó... -agregó-.

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22/11/2020, 22:02
Pedro de Almuría

El otro lo miraba, pero no parecía hacerle caso.

No guardáis la razón ni la memoria, muchacho. Por aquí discurrimos al venir, por eso regresamos de manera errónea. El castillo es por allá -señalaba al lado contrario que el joven-. Y los soldados se alejaron por allá... -decía señalando más allá, mientras el muchacho negaba, como si razonar con él fuera imposible-.

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22/11/2020, 22:02
Abdehamed, bautizado como "Abel"

Luego se alejaron en la dirección que iban, y desaparecieron en la niebla (aunque era tan densa que no habían ido lejos, sino que dieron unos pasos más allá, pero no se les veían ya).

Psssst, Manciego... ¡Son ellos! -te confirmó Abel-. Los dos clérigos, don Pedro y el capellán Martín. ¡Irán de regreso al castillo de las Flores!

Entonces, justo cuando dijo ésto, uno de los dos gritó, una decena más allá, descubriendo su posición tan de repente que si alguien hubiera de andar buscándoles daría con ellos enseguida. Era un grito de dolor. Algo estaba pasando unas varas más allá, entre la niebla. El rostro de Abel se dibujaba, en la oscuridad, compungido y aterrado.

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29/11/2020, 13:05
Manciego

Escuchaba las voces y no parecíame que fueran las de soldados que nos persiguieran, ni siquiera las de hombres de mal que pretendían acabar con nuestras vidas. Al contrario, según palabras de Abel, aquellos dos que tan cerca teníamos tratábanse de los dos clérigos que volverían de su misión.

Lo mejor para todos era que nos reuniéramos con ellos para así tener más fácil encontrar el camino de vuelta. Cuatro pares de ojos veían más que solo dos.

Vayamos Abel entonces a su encuentro —dije a mi compañero sin atreverme aún a elevar la voz.

Mas cuando ya había decidido salirles al paso a los dos religiosos, escuché gritos y ni eran de sorpresa ni para hacerse oír que los gritos que llegaron hasta mí fueron gritos de dolor.

Tesneme como si de la cuerda de mi arco me tratase y dispúseme a seguir aquel sonido, pues no debía dejar a aquellos dos incautos a merced de qué peligro. Y también porque interesábame que los dos regresaran con nosotros... vivos y de una pieza.

Rápido Abel, ayudémoslos —apuré al joven que como era su costumbre había quedado aterrorizado.

Eché a correr hacia donde pareciome oír los ruidos esperando que nada malo les hubiera pasado a los clérigos, pero temiendo también con qué pudiera encontrarme. Y mientras recorría el trecho a grandes zancadas, descolguéme el arco del hombro pues no sabía si necesitaríalo más pronto que tarde.

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30/11/2020, 23:30
Criatura

Poco tuviste que avanzar, mas que hacerte paso entre la niebla, cuando llegaste hasta la posición en la que los dos clérigos estaban. El más mayor, don Pedro, tenía un brazo arrancado de cuajo, y el otro, Martín Osolo, estaba casi tumbado del todo en el suelo, como mirando algo que lo había hecho caer hacia atrás, y trataba de alejarse en tal posición cuanto podía. Abel llegó un momento tras de tí, bastante confuso y acongojado, y la sangre del brazo cercenado del clérigo no dejaba de brotar. Los gritos eran la melodía en medio de aquel tenebroso bosque.

Entonces, justo después de un impactante chasquido sordo, apareció delante de tus ojos una bestia terrible. Se trataba de una criatura con aspecto humanoide y cubierta de pelo que se te abalanzó desde la bruma. Sus manos eran como garras, y su boca estaba ensangrentada, junto con dichas garras... Su aspecto era terrible, algo que jamás habías visto en tu vida. Mientras tanto, el joven Osolo gritaba que "aquella cosa era el Mal"... Abel, mientras tantos, quedó petrificado por el miedo.

Notas de juego

Es un combate.

Como hago siempre, has de declarar dos acciones normales o una extendida. El listado de acciones está en la escena creada para ello (puedes echarle allí un vistazo).

En este combate no tiraremos iniciativa. La criatura tiene tanta AGI que siempre os gana.

Criatura--> te ataca dos veces (con mordisco).
Tú:--> declara dos acciones normales o una extendida. Recuerda que dispones de Suerte. (Ahora estás a 8 pV).
Abel: este primer turno no ataca, está paralizado del miedo.

Por cierto, haz también una tirada de IRR. Si no la superas, perderás 1d10 de IRR (y la ganarás en RAC).

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05/12/2020, 14:01
Manciego

Ante el dantesco espectáculo que presentose ante mis ojos maldije una y mil veces la suerte que tenía. Aquel encargo estaba siendo de los peores que había hecho en mi vida y, precisamente, por ésta era por la que temía. Viendo al fraile desangrarse, al jovenzuelo asustado y la niebla que seguía rodeándonos, el miedo hizo que durante un segundo quedase paralizado, con el arco en la mano pero sin flecha aún puesta en él.

Y entonces aquel sonido y aquella visión... Como si del mismo infierno hubiera surgido aquella criatura veníase hacia mí y yo poco podía hacer. Quedémela mirando y dándome cuenta que huir no parecía ser una buena opción, pues por lo rápida que parecía no iba a tener ninguna oportunidad. Pero defenderme... ¿Cómo iba a ser capaz de vencer a aquella bestia salvaje cuyas garras podían cercenar brazos de un tajo?

Quizás fue un movimiento reflejo o lo único que se me ocurrió, pero al ver cómo se me echaba encima lo único de lo que fui capaz fue de usar el arco en mis manos. Aunque no lo hice como debiera pues lo único que se me ocurrió fue detener con él aquel loco ataque, esperando que de esa forma diérame tiempo a sacar mi cuchillo. Pobre defensa con tamaña bestia.

- Tiradas (1)

Notas de juego

Acciones:

- Parada: boloquear el ataque con el arco.

- Sacar el cuchillo

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06/12/2020, 23:02
Criatura

Turno 1:

Aquella bestia se te lanzó sobre tí, y aunque antepusiste tu arco sobre él, que éste se te resbaló de las manos* y no pudiste evitar la mordedura del ser, despiadada y dolorosa, y gritaste todo cuanto tus cuerdas vocales pudieron hacerlo.

Daño: 17 (-2 por Gambesón): 8 puntos de daño.

Aquel mordisco hizo que la sangre saliera por tu muslo, y manchara tus ropas. Seguramente te quedaría una terrible cicatriz, si es que salíais con vida de aquel atolladero en medio de la niebla**. Aún así con las fuerzas a punto de desfallecer, lograste sacar tu cuchillo como pudiste. Abel, por su parte, miraba la escena acongojado, al igual que el joven Martín de Osolo. El otro clérigo, don Pedro, se acababa de desangrar...

Entonces, cuando la bestia se disponía a atacar de nueva, una flecha fue dirigida hacia él. Salió el virote de en medio de la niebla, como si alguien con suma suerte o una vista irreal pudiera vislumbrar a través de la niebla como para acertarle. La criatura se dolió en el pecho, lugar donde quedó incrustada... Ahora la bestia velluda corrió hacia donde la flecha había aparecido, tratando de buscar el origen de la misma... Sin embargo, tu cabeza se nubló, y entonces perdiste el conocimiento. Habías perdido demasiada sangre.

Fundido en negro.

- Tiradas (6)

Notas de juego

*Pifia: tu arco cae al suelo, a tus pies.
**Al hacerte un daño igual a la mitad de tus PV en un solo ataque, te ha provocado secuela (en pierna). "Suerte" que "solo" te ha quedad una cicatriz. Eso sí, te quedaban 8 pv y te ha quitado 8 pv. Estás inconsciente.

Fin del combate. En breves añado el epílogo.

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06/12/2020, 23:48
Abdehamed, bautizado como "Abel"

EPÍLOGO

Entonces, reaccionando ya y aprovechando unos segundos realmente valiosos, Abel se acercó a tí y te tomó de las ropas, tratando de tirar de tí. La lluvia seguía cayendo en una situación desesperada...

¡MANCIEGOO! ¡Tenemos que irnos! Tenemos que irnos... -Abel te gritaba desesperado, y entonces tocó la sangre entre tus prendas: de tu pierna salía mucha, pero aún conservabas la vida-. El cadáver del anciano don Pedro yacía ahora allí, y el joven Martín de Osolo echó a correr, perdiéndose entre la niebla (echó a correr en la dirección contraria a la que marchó la bestia, claro...). ¡¡Manciego!!  ¡¡PAFFFF!! -te golpeó con un cachete el rostro, para cerciorarse de que estabas aún sobrio en medio de aquel aguacero de lluvia y sangre- ¡VÁ - MO - NOOOOS! -te insitía-.

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06/12/2020, 23:49
Director

Sin embargo, tú no pudiste escuchar nada de nada. Estabas inconsciente, y de tu cuerpo la sangre se había derramado lo suficiente como para que perdieras la compostura. Abel seguía tirando una y otra vez más de tí, pero no contestabas. Era un tipo servicial y fuerte, pese a su corta estatura (un poco más bajo que tú), y tal que así no hizo sino decidir lo que cualquier buen compañero hubiera decidido. Soltó todo lo poco que llevaba encima y tomó tu cuerpo entre sus brazos, colgándolo en sus hombros luego, y comenzó a avanzar entre la niebla. La lluvia golpeaba con fuerza y el caminar se hacía un mundo para el converso, pues sentía frío en sus pies, dolor en sus piernas, hambre en su estómago y desidia en su corazón, tal vez de tan siquiera vivir.

Anduvo pues un buen tramo contigo a cuestas, pero jamás llegó al castillo de las Flores, de regreso hacia donde debíais huir. Algo debió pasarle, al igual que a Martín de Osolo, el joven capellán que había huido del combate. Al día siguiente, los habitantes de Orcajos (concretamente un pastor y dos muchachos), encontraros una terrible escabechina en los bosques cercanos a su aldea: un total de once personas habían sucumbido entre aquellos árboles ahora malditos para cualquiera seguramente: Un tipo con un arco y su acompañante converso (a los cuáles les habían dado una paliza en su propia aldea un par de días antes), dos clérigos (uno más anciano muerto por desangre y otro rebanado su cuerpo de una manera harto impronunciable), y también siete soldados pertenecientes al castillo de don Ramiro del Barón de don Ramiro Téllez, dueño del Cauce de las Huertas.

Aquella nueva marcó la comarca segoviana durante años, haciendo de tales parajes un criadero de leyendas, chismes, cuentos terroríficos e historias inimaginables, sin duda un punto negro para cualquier viajero que se aventurase por tales sitios.

Por su parte, don Alvar de Pumar, al enterarse de los hechos, se lamentó demasiado como para dejarlo estar, pues dos de sus eclesiásticos y dos de su siervos habían perecido en medio de un conflicto entre dos hombres (don Juan y don Ramiro), y ninguno de ellos supo darle explicación de los hechos durante mucho tiempo (y nunca jamás se supo qué había pasado). Por ello, levantó a toda la comunidad eclesiástica para que hiciera posible una investigación a gran escala, y la cosa fue para largo durante un tiempo, aunque finalmente los sucesos se diluyeron en la memoria de todos.

Sólo una cosa fue cierta: doña Úrsula, pocos meses después de los fatídicos hechos, logró huir de la fortaleza de su esposo don Juan, con la ayuda de sus siervos personales. Estaba claro que la mujer caería desfallecida ante su esposo o bien lograría huir para buscar otra vida, como así fue.

LA VERDAD OCULTA:

Resultó que doña Úrsula, bajo el presente en forma de pequeño cofrecillo, guardó un pañuelo para su señor tío don Ramiro. Sin embargo, tal regalo estaba envuelto en su parte inferior por una gasa llena de sangre, que no simbolizaba sino una clarísima petición de auxilio. A causa de ésto, la misma noche en que Manciego y Abel pernoctaban en el hogar de don Ramiro, éste decidió que acabaría con el de Valdemayor, su parentela y todo lo que tuviera que ver con él (incluyendo sus criados, e incluso vosotros). Y que tal fue la razón de que sus soldados trataran de daros caza incluso una vez que escapásteis del castillo. Y lo hicieron, ni más ni menos, que siete soldados...

Aquellos siete soldados, persiguiendo a los dos huidos, se internaron en los bosques y vieron a dos figuras huir entre la niebla. En realidad perseguían, sin saberlo, a Pedro de Almuría y a Martín de Osolo, creyéndolos Manciego y Abel. Pero en cierto momento le perdieron el rastro hasta que vislumbraron una terrible bestia tratando de devorar a sus verdaderas presas. Cuando trataron de reducir a aquel velloso animal, ellos mismos perdieron la vida allí mismo, en un fatídico desenlace. Cuando la criatura acabó con sus cuerpos, hizo lo propio con Osolo, el huido, y Abehamed, el único y verdadero amigo que alguna vez tuviste (encontrándoles en aquel bosque retorcido y húmedo).

En cuanto a la identidad de aquel ser, jamás se supo, pero se trataba de Reginaldo, un misterioso vecino de Orcajos que desapareció hace algún tiempo y fue condenado, sólo el diablo sabe cómo, con la maldición del... ¡Lobisome! Es decir, por las noches se transformaba en una bestia inhumana deseosa de sangre y presas.

FIN