Partida Rol por web

Al ver que Ankelon también come, Hayn empieza a degustar la comida que el viejo les ofrece.

- Si, "el ojo tuerto" se llamaba aquel tugurio. Yo de lo único que me acuerdo es de que bebí lo suficiente como para quedar "traspuesto". Luego me desperté con ellos en una jaula. Eso es todo.-

Hayn sigue comiendo tranquilamente.

"¿Así que os atacaron unos orcos decís?", os pregunta algo curioso. Parece que la mención de esos seres le ha llamado la atención.

"¿Y qué pensáis hacer ahora? Si no es mucho preguntar", comenta entre bocado y bocado.

-Yo llegué a "El Ojo Tuerto" desde Aguas Profundas en busca de un grupo de aventureros a los que poder unirme en busca de nuevas experiencias. Llega el momento en la vida de un bardo en el que no debe, ni puede, conformarse con las historias que escucha. Debe ser también testigo en primera persona de ellas. Creo que ya encontré la primera de mis aventuras consiguiendo escapar de los orcos junto a Bermin y Hayn y posteriormente encontrandote a tí. Creo que formamos un buen equipo y no me importaría acompañarles en su camino. ¿Que decis chicos?

Ante el comentario de Leonardo, Hayn se encoje de hombros.

- Hasta ahora no lo hemos hecho mal, yo estoy conforme.-

Que, Que aremos le digo a Ankelon Creo que tendremos que seguir juntos como dice Leonardo, es muy divertido matar monstruos con ustedes ja ja ja Suelto una gran carcajada y después pregunto a Ankelon ¿Y tu que dices?

Ankelon os mira, uno a uno, antes de comenzar a hablar y decir, "voy por algo de fruta. Si no tomo dulce después de la comida es como si no hubiera acabado"

La respuesta no es la que esperábais, vuestra cara perpleja os delata, pero parece como si hubiera estado pensado por el viejo.

Antes de salir de la habitación, se vuelve con una sonrisa pícara en la cara y os dice, "mirad vuestras nuevas armas, a ver que os parece. Ahora continuamos", acaba diciendo mientras baja hacia la cocina silvando.

Después de que el viejo desaparezca os miráis unos a otros perplejos, cogeis lentamente vuestras armas, las que os proporcionó Ankelon para acabar con los kobolds, y la miráis minuciosamente.

La miráis de arriba a abajo. Sonlas mejores armas que hayais visto, perfectamente equilibradas, parecen hechas para ustedes. De repente os percatáis que vuestro arma posee una muesca, en el puño, quizás se podría poner allí algún tipo de piedra para adornar. Os resulta extraño, ya que el acabado es impecable salvo ese pequeño hueco.

Miro con sorpresa hacia la puerta, pero Ankelon ya no está allí. Intercambio miradadas con mis compañeros. Habia inspeccionado el arma y admirado su perfecta factura, pero hasta ahora no había caido en esa pequeña marca.

-¿Las vuestras también la tienen? Digo enseñandoles mi espada a Hayn y Bermin y mirando las suyas al mismo tiempo. Si!! Todas la tienen!! Me pregunto que será, esto debe servir para algo, unas armas tan perfectas no podrían tener este defecto sin algún motivo. Yo no soy experto en armas pero vosotros sí, quizá podais sacarme de las dudas.

Cada momento que pasa en esa torre todo me parece más misterioso y encantador, mi mente está llena de preguntas para Ankelon, pero una y otra vez se zafa sin responder a ninguna y no conforme con eso va creando más espectación hacia él. Cualquier Bardo que se precie sabe reconocer donde hay buen material para una historia y aquella parecía una de las mejores que se podrían contar. Mientras discuto con Bermin y Hayn sobre las armas mi mente va pensando en todas las preguntas que quiero hacerle a Ankelon, espero que esta vez obtenga alguna respuesta.

- Todas las malditas armas tienen una muesca. Me pregunto si serán para engarzar algún tipo de piedra preciosa o amuleto...- Comenta Hayn a sus compañeros.

- Será mejor que le preguntes al viejo Leonardo.- Sugiere el elfo al Bardo.

Es cierto esta espada también tiene un hueco la miro por todos lados y la doy vuelta de aquí para halla. Pero bueno fue un regalo así que tampoco nos vamos a poner tan exigentes, es un pequeño huevo solamente

-A mi me mata la curiosidad amigos, todo esto es tan misterioso... En cuanto venga Ankelon le preguntaré porque unas armas tan bien hechas tienen esta muesca, no puede ser en vano. Además... ¿No os habeis fijado que todavía no nos ha contado quien es ni que hace aquí en mitad del bosque solo en una torre? ¡Me muero de curiosidad!

Sigo mirando una y otra vez mi espada y comparandola con las armas de mis compañeros convenciendome poco a poco que esa muesca tiene que servir para algo, mientras espero ansioso la llegada de nuestro anfitrión.

Ankelon vuelve a los pocos minutos con una fuente repleta de frutas variopintas y ballas que deja sobre una pequeña mesa cerca de ustedes para que os sirváis.

"Y bien, supongo que os habéis percatado de las 'imperfecciones' de vuestras armas", os dice con una sonrisa en sus labios, "es una vieja y larga historia, sólo querría saber si sois las personas idóneas para portar estas armas. ¿Lo sois?"

Os mira fijamente, como si os escrutara, esperando una respuesta por vuestra parte.

Cada vez me fascinaba más ese hombre y su poder para intrigarme un poco más que la anterior.

-Yo no soy un experto espadachín, lo mío son las canciones y poemas, también las historias. Y estoy seguro que detrás de estas armas hay una historia apasionante. Me encantaría que nos la contaras. Dices que es una historia muy larga pero ahora tenemos todo el tiempo del mundo para escucharla, estoy seguro que mis amigos tampoco tienen nada mejor que hacer. En cuanto a si somos las personas idonéas para llevar estas armas... quizá si sabemos esa historia podamos responder con acierto a tu prengunta...

Me acomodo en mi asiento esperando la respuesta de mis compañeros, pero sobre todo esperando la suculenta historia que Ankelon se dispone a contarnos, o eso espero, sobre estas magníficas armas.

- Te aseguro anciano, que no encontrarás a otros mejores para blandir estas espadas.- Le contesta desafiante el elfo.

- Ya has visto cómo nos hemos encargado de esas miserables bestias, explicanos ahora la historia de estas armas.-

Después de oir al elfo, Ankelon, lo mira a los ojos con una mirada fría y distante. La figura del viejo parece crecer a medida que se levanta, gracias a un extraño acompañamiento de luces que no sabéis como se produce (quizás la luz nocturna que entra por las ventanas, quizás el fuego del hogar que oscila de intensidad en ese preciso momento, quizás un poco de todo), haciendo parecer el acogedor salón en el que os encontráis algo menor que una pequeña celda de monje.

Acompañando a su movimiento, Ankelon comienza a hablar de manera ruda y seria.

"Ante todo respeto, hermano elfo", dice tajante, "no pareces demostrar la suficiente humildad como para portar lo que con tanto desdén has tratado anteriormente pensando en cambiarlo por simple oro que no te serviría para nada en ninguna de vuestras bellas ciudades", comenta haciendo mención a los entablamientos elfos, la mayoría en mitad de los bosques.

La estancia vuelve a su aspecto anterior a medida que el viejo va relajando su rostro, "así que estáis dispuestos a portar esas armas", os dice con una sonrisa que parece ocultar algo. "Amigo bardo, podrás cantar algún día que portaste uno de los 'yugos del equilibrio'", y dicho esto hace una pausa para ver como vuestras caras aceptan la noticia.