Las grandes obras perviven.
Pero rara vez su historia es la que se refleja en los escritos.
Esta es la historia de cómo la ambición de un hombre marcaría por siempre el destino de los reinos.
De la larga sombra que se arrastra por el curso de la historia.
Mil doscientos doce del año de Nuestro Señor.
Las Navas de Tolosa arranca la venda de los ojos de los cristianos.
Pueden vencer.
Pueden erradicar el Islam de los reinos cristianos de la península.
Si Hispania es posible, así mismo lo será Tierra Santa.
Cristiana una vez más. Por siempre.
¡Dios lo dispone!
Su vicario asiente.
De sur a norte. De naciente a poniente.
El mensaje fluye por los Reinos Cristianos.
¡Acudid a Roma!
El adalid de Cristo así lo requiere.
La carne es polvo. El espíritu es gloria.
La Iglesia de Cristo debe reflejar su verdad de nuevo.
Sois portadores de luz o sois sombra y olvido.
En vuestra nueva obra, estará vuestra penitencia.
Porque largo se extiende la mancha del pecado en tierras y rebaños.
Largo ha de ser el camino al redil.
Así pues;
padres y prelados,
hermanos y caballeros,
príncipes y mandatarios;
debéis a Cristo vuestras coronas.
Sed pues testigos de cómo el padre corrige a sus hijos.
Sed pues testigos de cómo ante el padre se pueden redimir sus hijos.
Y así pues, conoceréis el amor del padre,
cuando mansamente regreséis a su seno.
¿Echas en falta la magia en tu vida?
Aquí la habrá.
Aunque no serán solo de vis los peones que encuentres.
Conocerás la traición, la miseria y la sangre.
En un entorno tan abierto como estés dispuesto a explorar.
Sabrás dónde empieza tu camino. Pues todos los caminos llevan a Roma.
Muy probablemente también conocerás una muerte indigna para un mago.
Pero formarás parte de algo mayor, de la formación de un nuevo imperio.
Salve.