Partida Rol por web

Han sido 5 largos años...

Durante este tiempo la diosa te a visitado en varias ocasiones, aunque aveces has pensado que podria ser cosa de tu imaginacion por la obsesion que se a ido apoderando de ti con el tiempo, pero tales pensamientos solo duraban un segundo o menos antes de que los desecharas.

El rey vio en ti la fuerza y la decision, se te permitio crear la sagrada orden y tus alegatos contra la magia fueron escuchados promulgandose una ley contra todo aquel que usara las artes de la magia en todo el imperio. Las escuelas de magia fueron cerradas y sus maestros persegidos.

Han sido 5 duros años...

Pero cada dia estas mas cerca de tu meta. La herradicacion de las brujeria.

Hoy has sido llamado a la capital, el rey en persona quiere encomendarte una mision.

La magia existe para servir al hombre, nunca para dominarlo -le había dicho a Natalia, 5 años atrás.

La reunión con sus amigos distó mucho de ser la relajada charla que él había supuesto. Lucharon contra magia negra y demonios. La percepción del mundo y la vida de Kalthorin cambió notablemente en cuanto fue capaz de asimilar lo que había sucedido.

Natalia y Hundra eran sus amigas, y le habían traicionado. La magia ofrecía demasiado poder a los mortales y muy pocos estaban a la altura de sus poderes. Incluso un gran mago blanco (si es que lo había sido en algún momento) como había sido el padre de ambas mujeres se perdió en el lado oscuro. La magia corrompía. Había que proteger al mundo de los magos, y de ellos mismos. Evitar que se hicieran daño e hicieran daño a otras personas. Esa era la voluntad de Arcariel, expresada en sus labios.

Creo a la Hermandad de los Hijos de la Luz. Los templarios vigilarían de cerca a los magos, se les enseñaría ética. Quienes no siguieran las santas leyes serían declarados apóstatas, y se les daría caza antes de que hicieran daño a otras personas.

El Rey había estado de acuerdo con estas medidas. Cuando le citaron en la capital, Kalthorin supuso que su majestad le llamaba para dar muerte a algún apóstata especialmente peligroso. Ataviado con su reluciente armadura, el ahora Lord Kalthorin se dirigió a palacio rodeado de una escolta de sus mejores hombres.

Llegaste puntual, temprano por la mañana con tu reluciente armadura. Sintiendo la beneracion y el respeto de quienes se cruzaban en tu camino.

La diosa no mentia cuando decia que tu nombre seria cubierto del honor perdido.

El rey en persona os recibio, algo mayor y cansado pero con la fuerza vital de cuando asumio la corona.

- Adelante mi bien amando paladin, pasad y escuchar con atencion pues he de encomendaros una tarea que solo ha vos puedo confiaros.- El monarca tomo aire dejando tiempo a que os acercarais.- La diosa os guarda de toda magia, segun cuentan, ningun poder puede causaros mal ¿Es cierto eso, Lord Kalthorin?

—Majestad... —lo saludo Lord Kalthorin haciendo una genuflexión nada más entrar.

Kalthorin escuchó al Rey Harford con semblante adusto y asintió a sus palabras.

—Así es, Sire. He pasado los últimos años de mi vida preparándome para la lucha contra la magia negra. Para ello he estudiado los tratados de Agheera el Sabueso de Brujos, el mejor cazador de magos de antaño. Soy capaz de reflejar todos los hechizos que me manden, o anularlos simplemente si devolverlos podría poner en peligro a algún inocente. También puedo rastrear a los magos doquiera que se encuentren, siempre que hayan usado hechizos recientemente, pues la magia deja siempre un aura residual.

- Escelente.- murmura el rey afirmando con la cabeza.- Vereis Lord Kalthorin, me hago viejo y no quiero morir dejando flecos sueltos a mi hijo. Tuvimos guerra en el norte como bien sabreis, esta termino pero jamas se firmo acuerdo alguno ni tratado de paz. Mande un emisario al norte para concertar que tan firma se producca y este volvio ayer.

El monarca hace una pausa para tomar aliento.- El lider de las tribus del norte vendra con un pequeño sequito y firmara. Con el llega una mujer, una bruja de gran poder que es su mano derecha. No quiero que la perdais de vista, no podemos dañarla pues eso podria suponer otra guerra, pero necesito que os convirtais en su sombra pues temo que pudiera intentar algun tipo de maleficio.

El templario enarcó una ceja. Una poderosa bruja al servicio de los bárbaros. No le cabía duda de que sería Hundra. Al final, para bien o para mal, todo acabaría en un enfrentamiento entre ella y él. Ya lo habían hecho muchas veces, en otros lugares, en otras personas. La misma lucha del Bien contra el Mal, la Luz conta la Oscuridad, la Ley contra el Caos, expresada de mil maneras distintas, siempre irresoluta.

—¿Y vamos a firmar la paz con aquellos que piensan traicionarnos lanzándonos un maleficio? —se extrañó Lord Kalthorin—. Debo expresar mi protesta ante esa decisión, sire. Si firmamos la paz aún sabiendo que esa bruja malvada nos va a traicionar, sólo estaríamos mostrando debilidad.

- Calmaos, ha dado su palabra de que su fe es buena y respetaran la ley.- dice y luego respira pesadamente.- Es solo una medida de seguridad. Parece que quieren la paz... pero nunca esta de mal prevenir. ¿Comprendeis mi postura, Lord Kathorin?

Kalthorin inclinó la cabeza en gesto de respeto.

—Por supuesto, Sire. Yo combatí en el frente, hace años. La guerra no es algo que me plazca, y considero que lo único justo es vivir en paz. No obstante la guerra es necesaria para proteger a nuestro pueblo. Si esa bruja trama algo, haré todo lo que esté en mi mano para desbaratar sus planes.

El Lord templario observó a su monarca.

—Empero debéis saber las limitaciones de mis habilidades. No existe conjuro o encantamiento que pueda afectarme, o que no pueda volver en contra de su dueño. Pero si el hechizo no me afecta a mi, de nada sirven mis habilidades. No puedo extender mi protección a otros, esa es la limitación de mis habilidades. ¿Tenemos alguna información sobre lo que pueda tramar esa bruja?

- Poco sabemos de ella.- dice el monarca.- En su misiva explica que vendra Garek, el lider de las tribus y una mujer llamada Hundra, dicen que es la bruja mas poderosa del mundo... no obstante dicen tambien que traeran con ellos un par de escoltas y una niña. Se de tus limitaciones Lord Kalthorin, pero aun asi, sois lo mejor que tenemos.

Si intenta algo lo sabreis, podreis ponernos en aviso, frenarla si es necesario. ¿Puedo contar con vos?

Kalthorin hizo una mueca. Las suposiciones eran acertadas: era Hundra la hechicera a la que el rey se refería.

—Conozco a una hechicera con ese nombre, Sire. Y si esa bruja es la misma persona que yo conozco, habrá problemas, pues es traidora, ladina y artera. Mas no soy el hombre más indicado para lo que me pedís. Juré acabar con su vida hace cinco años a la mismísima Arcariel, y este juramento no puede ser revocado sino por la misma diosa en persona. Mas me habéis confesado que si acabo con su vida el reino sufrirá las consecuencias, y no deseo que la gente sufra por mi culpa. Pongo mi destino en vuestras manos, majestad. Pero... si no formo parte de vuestros caballeros quizá pueda cumplir mi promesa y evitar que esa bruja lance su maleficio sin que los bárbaros pudieran culparos a vos de suerte.

- Lord Kalthorin, me importa la paz pero mas me importa la gente para la que govierno. Si esa bruja intenta algo dazle muerte con mi bendicion.- dice el hombre preocupado por tus palabras.- Se que puedo confiar en vos. Mañana en la noche llegaran de ingnito a la taberna. Les dije que mandaria a uno de mis hombres para formalizar los terminos del acuerdo y la firma tendra lugar al dia siguiente. Si todo va bien cruzaran la frontera esa misma noche. Pagaros a ellos mi buen paladin y que la diosa os guarde de todo mal.

—Con su venia, Vuestra Gracia.

Cuando el rey se la concedió, Kalthorin se retiró de la sala del trono. Así que volvería a ver a Hundra después de tantos años. No tenía ni la más remota idea de la reacción de ella al verle, pero estaba seguro de que no sería buena. La última vez que se vieron, Hundra le robó la piedra que él tanto estimaba y le mintió sin importarle un ardite. Había llegado el momento de hacer justicia.