¡¡¡Mathieeee!! -gritaba Albán con voz muy ronca-. Llé... llévame, al castillo. No puedo moverme... No puedo... El muchacho no se atrevía ni a tocarse el pecho, pues estaba muy dañado por dentro (sus costillas rotas no hacían sino agravarle a cada instante).
Tenías allí caballos para transportarle, pero eso no era suficiente cuando la necesidad era la de no mover al muchacho, so pena de quebrarle del todo los huesos que protegían pulmones y corazón. ¿Qué hacer entonces? ¿Dejarle morir para que no sufriera? ¿Llevarle pese al riesgo del camino? Además, por allí podrían seguir los bandidos écorcheurs... Entonces viste el cáliz negro allí dispuesto, de pie, como pútrido por la acción del viejo, ahora yacente.
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Tranquilo Alban, tranquilo. -Digo al bueno de Alban todavía nervioso por el combate y dando gracias al cielo por las dos buenas lanzadas.
Vi el cáliz allí tirado y se me ocurrió una locura......quizás eso pudiera curar a Alban. Era una medida desesperada, pero era eso o dejarlo morir.....o arriesgarme a dejarlo tullido de por vida.
-Alban.......¿quieres arriesgarte a tomar el cáliz? No se que puede pasar, pero el poder de la Santa Lágrima debería estar en el todavía.
No podía darle eso sin saber que efectos podía tener, así que hice de tripas corazón, lo miré un momento y le dí un sorbo pequeño......si sanaba mis heridas se lo daría, si moría, moriríamos los dos. Un último pensamiento para Adele y el pequeño FranÇois y a rezar.
Lo pruebo, sea lo que sea. Y si aún estoy vivo y me recupero se lo doy a Alban
Le echo un poco de vino para ver si tiene algún efecto y rezo a Dios misericordioso. Después lo pruebo y si todo va bien se lo doy a Alban.
Ok, lo lleno entonces y pruebo a ver que pasa.
Cuando tomaste la copa entre tus manos notaste que estaba viscosa. Aquella podredumbre negra no parecía herrumbre, sino vísceras formadas sobre el metal, y te dio un asco terrible. Entonces echaste el vino y diste un sorbo, y en cuanto tu garganta tragó el desayuno de aquel día se vació de tu estómago, y vomitaste sobre el suelo (y tan hediondo era el sabor producido por esa copa). Sin embargo, que Albán no estaba para remilgos, y que decidiste probar suerte (y Fe) para con él. Del mismo líquido se lo diste a probar a tu joven amigo... Y pareció que ocurrió un prodigio. El muchacho, con el similar asco de beber en el cáliz sagrado, tornó su rostro dolorido en más sorprendido, y luego pudo moverse, a los pocos segundos, con total naturalidad. El joven pudo levantarse como si nada, como si las costillas que seguramente tenía rotas y le oprimían por dentro se hubiesen juntado entre sí como sinada. Albán se levantó, andó, se agachó de nuevo y se tocó el pecho. Nada. No había rastro de dolor. Aquello... Era un milagro.
Motivo: Templanza Mathie
Tirada: 1d100
Dificultad: 55-
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Tras tomar el cáliz entre vuestras manos y colocarlo en una bolsa, decidísteis salir de allí como alma que lleva el diablo. No había rastro de las criaturas de ceniza del hechicero, pero sí el cadáver de éste. Por ello, y como prueba de lo acontecido, decidísteis cargarlo en uno de los caballos que aguardaban en la entrada de la cueva y llevarlo al castillo de don Gautier (junto con la Santa Lágrima). En el camino de vuelta no hubo ningún evento de importancia (suerte que los mercenarios écorcheurs ya estarían lejos), y al acercaros al castillo del noble la gente devota seguía acampada a sus puertas, esperando respuestas para seguir visitando el cáliz. Luego os abrieron las puertas, y don Gautier os recibió, con el rostro desencajado, a las puertas. Entonces les mostrásteis la reliquia, toda ennegrecida, y vió el cadáver del mago anciano (al que por cierto, mandó cortar las manos pese a que ya no vivía, por tal afrenta). Don Gautier ordenó a varios criados que fueran a llevar la santa reliquia a una sala para su inmediata limpieza, pero luego quedó hablando contigo y con Albán.
Habéis traído el cáliz... ¿¡Qué ha pasado!? -decía nervioso pero feliz-, ¿qué ha pasado? Las gentes se agolpan por verlo ahí fuera, y yo había perdido toda esperanza de recuperarlo...
Es tu último post de partida.
Es difícil de explicar y nos tomaréis por locos Don Gautier. El viejo hacía hechicerías, paraba los miembros.....invocó unos canes del infierno e intentó corromper el cáliz. Pero entre Alban y un servidor logramos hacerle frente y recuperar la reliquia y el honor perdido. Alban le dará más detalles, mi familia espera.
Y marché a ver a mi sol y mii luna, pensé que no los volvería a ver. Los abrazé como si no hubiera mañana y sonreí de felicidad. Bien está lo que bien acaba.
A los pocos días, alguien llamó a la puerta de tu casa. Era Albán. Venía con el rostro desencajado, y era raro que llamara tan tarde a tu hogar. Según decía la reliquia ya no tenía esa podredumbre sobre sí, sino que estaba restaurada. Pero eso no era lo que te venía a decir. Apareció a su lado don Gautier, pues sabía ya, por lo visto, de lo que ocurrió en aquella cueva. Tu familia dormía, y el noble no quiso entrar en tu humilde morada. El caso es que vino a entregarte, junto con tu amigo, un carruaje de viandas y un suculento pago por los hechos. Según las palabras del noble, una buena acción requería una buena recompensa, pero sólo era un pago verdadero si se hacía con el corazón, y en pago del deber bien cumplido. Y don Gautier prefirió corresponderte en privado con esa novedad, fuera de las miradas y chismes ajenos, por todo lo que habías hecho.
Y la Santa Lágrima siguió allí durante mucho tiempo, en su castillo, recluida trescientos sesenta y tres días al año, pues dos de ellos se exponía a los fieles devotos para adorarla.
FIN
EPÍLOGO.
EL ORIGEN DE LA RELIQUIA
Tras el fin de la primera cruzada en 1099, un antepasado de Beauchene, el cruzado Guilleume de Miragnon, le fue concedida una reliquia traída de Tierra Santa, que no fue sino un cáliz que había obrado un prodigio tras la batalla de Ascalón. Por lo visto, cuando los ejércitos cristianos hicieron prisioneros a decenas de soldados fatimíes en esta batalla, éstos fueron llevados a la fortaleza de Sión, lugar donde esperaría largo cautiverio. Sin embargo, hasta sus prisiones acudía cada día un anciano sacerdote cristiano para hacerles entrar en razón y arrodillarse ante la verdadera religión. Tanto era el fervor del clérigo que con el permiso de los capitanes que guardaban a los prisioneros, éstos fueron llevados al monte del Calvario, y celebró con ellos los Santos Misterios. Cuando el anciano elevó la Sagrada Forma, los prisioneros vieron en su lugar la figura de un niño de gran belleza que brillaba como el sol. Después, al ser levantado también el cáliz, comenzó a emanar de él sangre también resplandeciente. Testigos de éste prodigio, los prisioneros se convencieron de las palabras del anciano y se convirtieron con el Bautismo. Después, la copa se vació por sí sola, pero quedó una sola gota en su fondo; de esa manera el cáliz y la gota permanecieron intactos desde entonces, y a la nueva reliquia se le dio el nombre de la Santa Lágrima. Godofredo de Bouillón, líder de la orden militar del Santo Sepulcro de Jerusalén, concedió Guilleume de Miragnón el resguardo de la reliquia debido a su valiente intervención en la cruzada. Ésta fue llevada hasta su castillo y guardada durante cientos de años. La fortaleza no tardó rodearse de culto y devoción, atrayendo a cuantos devotos y peregrinos quisieran verla. Desde entonces, cada Martes de Pentecostés la Santa Lágrima es expuesta en el castillo para honrar el fervor de las gentes cristianas.
LOS ÉCORCHEURS
Esta conjunto de soldados franceses desmovilizados formó una compañía de mercenarios conocidos como Routiers o Écorcheurs (Desolladores), y su fama se debe a las muchas acciones que asolaron la campiña francesa durante la guerra de los Cien Años, al servicio del rey o de algún poderoso señor. Los Desolladores también actuaron puntualmente en territorio castellano en el siglo XV durante la guerra de sucesión castellana. Su líder más popular fue Rodrigo de Villandrando, conde de Ribadeo, que adquirió apelativos como valeroso y cruel o L'Empereur des Brigands (El Emperador de los Bandidos).