- Herr Anaërron, admito que tal vez no haya sido un chiquillo dadas las horras que son, aunque crreo que todos hemos sido testigos de esos pilluelos que prrácticamente viven en las calles, alejados de una buena y prrotectorra esferra familiarr. Le admito incluso que haya sido un adulto, alguien insatisfecho con sus prropia vida y que, envidioso ante el lujo y esplendorr que rreprresenta este club, haya cometido un acto vandálico, rrompiendo el ventanal de una cerrterra pedrrada - dijo Otto asintiendo con la cabeza, al tiempo que sus mejillas rubicundas se encendían levemente consecuencia de su intento de restar importancia a lo ocurrido oponiéndose al criterio del militar-. Así que Señorr McLeod, su tono de alarrma me rresulta exagerrado. En cuanto a los carruajes, esperremos a verr qué dicen las damas y Herr Saujènierr.
Justo entonces, el Mayor formuló su cuestión a McLeod y el propio Otto se detuvo a la espera de la respuesta, frunciendo levemente el ceño y disipados ya todos los alcoholes de su cuerpo con el trajín de los últimos minutos.
- Interresante cuestión, Herr Anaërron. Sí, díganos Señorr McLeod, ¿porr qué su urrgencia y alarrma ante algo tan poco rrelevante como un crristal rroto, máxime cuando nadie ha sufrrido daño alguno, salvo el susto o la sorrprresa por lo inesperrado del incidente? ¿Acaso el club más prrestigioso de todo Londrres ha rrecibido amenaza alguna?
-No se preocupe Lady Eleanor, no me importa hacerme cargo del perro, es un juguetito, un jouet joli–dijó Anne Marie mientras le tendía el animal a su dueña y entraban en el salón.
Sus pasos se detuvieron allí mismo, en la entrada. Ni uno más ni uno menos. Y sus ojos se abrieron al ver la escena que se desplegó ante ellos.
-¡¡¡Que des démons!!!
Tuvo que parpadear varias veces para hacerse realmente a la idea de lo que había pasado. Sus ojos recorrieron la habitación y evaluaron la posibilidad de que alguien lo hubiera empujado dentro del reloj, pero ellas lo hubieran escuchado, monsieur las hubiera advertido, hubiera gritado ¿no? Miró hacia todos los lados, hacia todos los recovecos, intentando quedarse tranquila de que ellos tres y Muffy eran los únicos que estaban en aquella habitación.
Una vez que lo revisó todo desde la puerta, pero aún sin entender como había llegado el hombre hasta el reloj, atendió a las palabras de Lady Eleanor y se acercó a ellos dos.
-Monsieur Saujénier, ¿esta usted bien? ¿Me escucha? –le dijo cuando estuvo a su lado- ¡¡MONSIEUR SAUJÉNIER!! –pero no pudo por menos que echarse a reir cuando vió a Lady Eleanor agarrando al hombre de su...– espere, espere....si no está consciente y tiramos podemos hacer que caiga al suelo y se golpee de nuevo y empeoremos las cosas. A no ser que quiera que caiga encima de usted, entonces ya la dejo que tire..... –rió mientras sacudia uno de los brazos del hombre –...no pensaba que..... on ne l'aurait jamais imaginé. –terminó guiñando un ojo a Eleanor y volviendo a levantar la voz- Monsieur Saujénier ¡¡ME ESCUCHA!!
Llevó su mano hasta uno de los brazos del hombre y con todas sus fuerzas le tiró un pellizco. El más grande que pudo darle. Esperando que ante el dolor el hombre reaccionara por si mismo.
Dos garfios y una pinza se clavaban en su cuerpo. Dos y uno, tres, diez, veintisiete y un millón. Daba igual. En el sitio donde estaba no había si no oscuridad y el abrazo de un corsét de hierro. Ni las damas de alta sociedad se encontraban tan comprimidas por su férrea vanidad como él con ese entorno. No veía nada, y apenas sentía el cuerpo. Apenas lo sentía, pero sus oídos no se perdían ningún detalle de los chillidos y los gritos a sus espaldas, y lo bueno era que sus ojos ya no venían lo que estaban viendo. Lo malo era que estaba siendo tocado en su más bajo orgullo o en su más alta gloria, tocado y apretado, una pinza que se le clavaba y retorcía su piel hasta que...
- Sacre bleuuuu!!! Parlespincesdesamuelmorselachez-le!!!
Jacques dio un respingo dentro de la caja del reloj. Un respingo desafortunado. Era alto pero era delgado, pero a la vez era alto y estaba muy encajado. Y por las venas ya no le circulaba sangre, era todo vino. Y pura máquina. El respingo desestabilizó el delicado engranaje de cómputos que tembló en su sitio, y el reloj de pronto comenzó a dar sus campanadas a todo volumen y en cualquier orden. El ruido chocó como un rayo contra las dos mujeres haciéndolas ir para atrás, en el mismo momento que presenciaban la caída de los tiempos. Podía decirse así, sí, a que el reloj de pronto se pusiera a setenta y cinco grados, cuarenta, dieciocho, cinco, ¡y la campanada de la media noche! ¡Campanada y golpe, tremendo golpe en el silencio! ¡Y justo un trueno anunciando el réquiem de las horas!
Por la inercia, el francés salió despedido hacia atrás y rodó sobre su espalda. Respiraba agitadamente. Sus ojos enormes y vivos miraban hacia todos lados de la habitación, y consiguió sentarse antes que ninguna de las damas pudiera tenderle una mano. Sentado allí en el medio de la alfombra de las Mil y una Noches Feéricas parecía aún más descolocado que dentro de la cabina del reloj muerto a su lado. Las miró a las dos, lady Eleanor, lady Martin, chequeó que sus gafas estuvieran en su cabeza, el pecho en su sitio, el trasero allí atrás y dolorido, y que efectivamente la cabeza estuviera allí erguida.
Rompió en una repentina carcajada.
- Mes amies opportunes! ¿Pero qué están haciendo aquí? ¿Están enteras? ¿Cómo las han dejado les messieurs? Non, non! ¡Este sitio es peligroso, aunque temo más por vuestro carácter que por vuestra física integridad! ¡¡JAJAJAJA!! - echó una mirada a su alrededor y la habitación seguia allí, quieta. Y la piedra seguía tal cual, callada. Y con los ojos esta vez cerrados. Muy cerrados. Casi camuflados - Sacre bleu! Hay que dejar este sitio. No, es cierto, antes por favor necesito ayuda. Los libros. Sí, esos de allí en el suelo. Hay que cerrarlos, o sacarlos de aquí, ¡lo que sea! ¡Se mojarán y se perderán! Madame, madmoiselle, s'il vouz plaît, antes de salir de aquí ocupémonos de eso. ¡¡JAJAJAJA!! Primero me ocuparé de, ejem, la piedra.
Jacques se levantó. Más bien, intentó levantarse y cayó de rodillas. No se hizo problemas. Se arrastró en cuatro patas hasta la piedra y se la metió en el bolsillo de su abrigo. Luego sí, se puso de pie. Se tambaleó peligrosamente en el aire producto del despropósito de guardarse un adoquín en un bolsillo. Pero se mantuvo erguido. Se dirigió tambaleante hacia los libros tirados en el suelo. Eran pocos y estaban muy lejos de la línea deagua que entraba por la ventana. No se mojarían excepto que Poseidón entrara en persona por la abertura y escupiera allí dentro un océano. Pero Jacques parecía convencido.
- ¿Y dónde están monsieur Anaëron y monsieur Van Klumming?
El guardia de noche se pensó las preguntas durante unos segundos. Su mente trabajaba a un ritmo distinto al de los demás. Eran cuestiones sencillas, de sí o no incluso.
-Nada de eso caballeros. No me consta que se hayan producido otros incidentes en el barrio ni que este club haya recibido amenazas de ningún tipo. No creo que tengamos razones para preocuparnos, pero me quedaría más tranquilo si se encontrasen protegidos en casa. Es tarde. Si lo desean podría...
¡¡¡¡BOOOOOMMMM!!!!
Las palabras murieron en los labios de Henry ahogadas bajo el estruendo de un fuerte impacto procedente del piso superior. Sonó como un golpe seco, algo había golpeado con fuerza una de las paredes.
-¡Eso no ha sido una piedra! Y si lo ha sido, ha derribado lo que quedaba de ventana... ¡Vamos!
Válar salió disparado de nuevo, esta vez escaleras arriba. ¿Qué podía estar ocurriendo...? No, no era una noche tranquila... ni mucho menos.
Corrió hacia el saloncito de música, preocupado por las señoras, ya intrigado por completo, y su imaginación corriendo aún más que él. Entró esperando encontrarse por lo menos con el violoncello engullido por el piano, éste dándose un atracón, la cola abriéndose y cerrándose a modo de inmensas fauces negras...
Sin previo aviso, el reloj comenzó a dar las campanadas, locamente, sin sentido ni control, provocadas por el movimiento de monsieur Saujènier. El sonido fue tan atronador como imprevisto. Anne Marie se llevó instintivamente sus manos a la boca para ahogar un grito ante la impresión de tamaño sonido en el silencio del salón.
-¡OH!
Y sorprendida, vió como el hombre salia despedido del reloj hacia atrás - ¡LADY ELEANOR! ¡CUIDADO! –consiguió gritar a la dama mientras acertó a darle un empujón que la lanzó lejos de la trayectoria del hombre en su caída. Anne Marie lo observó pasar por donde un segundo antes había estado lady Eleanor, caer al suelo, comenzar a dar vueltas sobre sí mismo y quedarse sentado finalmente, mirándolas a las dos, curioso y sorprendido. Y entonces, estalló en carcajadas.
Anne Marie resopló y se puso las manos en jarras mirando con una mezcla de diversión y preocupación al hombre que no paraba de reir. Resoplando, se dirigió hacía él con ánimo de levantarle del suelo y de ver si se encontraba bien.
-Oh! monsieur Saujénier, ¡pare de reir! ¡así no podré levantarlo! –fue a agacharse para ayudarlo cuando se dio cuenta de que era vano el intento- ¡ pas ria plus! –dijo mientras le contagió la risa. Se volvió en busca de Lady Eleanor, que había ido a parar al suelo tras su empujón y ya se deshizo en carcajadas directamente al ver a los dos en el suelo y Muffy ladrando sin parar sobre las piernas de su dueña -¿Se encuentra bien lady Eleanor? Je le sens!
-¡Mes amis¡ ¡Me van a matar de la risa! –sorprendida, vió como monsieur Saujénier se levantó y se metió en su bolsillo la piedra que había destrozado el cristal y solo hablaba de recoger los libros de la habitación. De un solo vistazo comprobó que los libros no corrian peligro. Y solo se preocupó por el hombre.
-Monsieur ¿qué ocurre? ¿qué pasa con esa piedra y esos libros? ¡qui arrive! ¿qué le ha sucedido para terminar dentro del reloj? – sin poder hacer nada por remediarlo observaba al hombre de aquí para allá, recogiendo el adoquín, mirando los libros... Se dirigió hacia Lady Eleanor y la ayudó a levantarse mientras que le susurraba al oido -¿Qué le pasa a monsieur? ¿Nunca he vista a nadie así? ¡Pero es tan gracioso! ¡Es imprevisible! Y....hacen buena pareja. Creo que se dio perfecta cuenta de por donde lo agarró...-dejó caer con una sonrisa pícara dándose una palmada en su trasero.
Dejó la frase allí y se dirigió a la puerta del salón mientras que le respondía a hombre – Nuestros des amis están buscando ayuda para limpiar todo este destrozo...no me explico por que tardan tanto....- Al llegar al pasillo se asomó, no vio a nadie, pero no se adentró en él, sino que grito con todas sus fuerzas - ¡¡¡MAYOR VALAR!!! ¡¡¡MONSIEUR VAN KLUMMING!!! ¡¡¡NECESITO QUE VENGAN AL SALON!!!
Cuando se volvió, se apoyó en el marco de la puerta y miró el interior. ¿Qué le ha pasado a monsieur Saujènier para terminar en ese reloj y comportarse así? Necesitaba de la presencia de los dos hombres para poner un poco de orden en todo aquello.
¡¡¡MAYOR VALAR!!! ¡¡¡MONSIEUR VAN KLUMMING!!! ¡¡¡NECESITO QUE VENGAN AL SALON!!!
-¿¿AL SALÓN...??
¡Otra vez la ventana! Estaba claro que esta noche no se acababan las preocupaciones.
-¿ESTÁN BIEN, SEÑORAS...?
Pasó de largo del saloncito de música, no sin echar un vistazo dentro, por si acaso, y se dirigió raudo al Salón...
Otto Von Klumming dio un respingo al escuchar el fuerte sonido procedente de la planta superior. Miró entre extrañado y sorprendido a Válar, al tiempo que un gesto de preocupación cruzaba su rostro.
- ¡Porr el grran ojo que todo lo ve! ¡Qué ha sido ese estrruendo apocalíptico! Es como si un elefante hubierra caído sobrre nuestrras testas no corronadas - dijo mientras subía resoplando las escaleras -. Herr Anaërron, no corra tanto o le darrá un síncope. O me lo darrá a mí, que es harrto peorr.
¡¡¡MAYOR VALAR!!! ¡¡¡MONSIEUR VAN KLUMMING!!! ¡¡¡NECESITO QUE VENGAN AL SALON!!!
- Mein Gott! Nicht wissen, was er im Schilde führt! ¡Qué demonios estarrá pasando ahí! Erra la voz de fräulein Anne Marrie. Debo rreconocerr porr el elevado timbrre de su petición de socorro, que sus capacidad torrácica es mucho mejorr que la mía - dijo jadeando mientras seguía a paso vivo al Mayor.
Lady Malborough estaba toda concentrada tirando del pantalón del inventor cuando al liberarse éste salió despedido. Al mismo tiempo unas fuertes campanadas comenzaron a sonar atronadoramente que pasaron a unirse a los ladridos estridentes de Muffy. Aturdida, la mujer sintió que algo la empujaba y a pesar de que intentó desesperadamente recuperar el equilibrio terminó por caer pesadamente sobre la alfombra, la amplia falfa echa un lío a su alrededor, las enaguas con volantes bien a la vista. Sobresaltada y sin aliento permaneció durante unos minutos allí tirada, el perro sobre sus piernas ladrando furiosamente, las campanadas resonando en su cabeza y en su cuerpo, mientras la joven Anne Marie la miraba con los ojos abiertos y monsieur Sajènieur, tras levantarse comenzaba a recoger unos libros. lady Martin comenzó a reir y sin poder evitarlo, Eleanor la secundó sumando al ruido de la estancia sus sonoras carcajadas.
- Sin duda...si no me doliesen tanto mis posaderas...esta situación sería de lo más cómica...- logró decir entre hipos al tiempo que se apoyaba en la joven francesa para levantarse.- Gracias, joven...sí, sin duda, este hombre es un dechado de sorpresas...- asintió en respuesta las palabras de Anne. Una vez en posición vertical comenzó a colocarse pudorosamente todas las capas de ropa en su sitio, tarea harto difícil teniendo en cuenta que tras tanto ajetreo la seda estaba completamente arrugada.- Cuando vea ésto Sarah me va a regañar sin ninguna duda..- musitó para sí para luego mirar a la noble sobresaltada- ¡¿buena pareja?! ¡Por la Reina Victoria! Mi querida lady Martin no sea casamentera... ya le dije, una ya no tiene edad...- la regañó agitando el dedo admonitoriamente.
Mientras su compañera se reía divertida y se acercaba a la puerta pegando voces, Lady Malborough optó por agacharse y coger en brazos a su alterada mascota.
- Bocadito de nata...shhhh...venga ya pasó todo...mamá está bien y también tu tía Anne Marie...¿ves?- le dijo al perro en tono melifluo al tiempo que le acariciaba la cabecita con su mano llena de anillos.
- ¡¡No grite usted tanto, madmoiselle!! ¡¡Jamás sabe qué puede encontrar intentando llamar de esa forma la atención de alguien!! ¿Es que quiere atraer a la mala fortuna, como un panal atrae tanto a sus abejas como a los osos golosos? Sacre bleu, que no sea el caso! - Jacques prorrumpió en una sonora carcajada y un fuertísimo hipo. Se dio vuelta de improvisto y tropezó con su propio pie, teniendo que agarrarse de una estantería para no acabar de nuevo en el suelo cortesía del peso de la piedra en su bolsillo - Madame, le ruego que disculpe mi parte de la culpa por su aterrizaje - dijo, dirigiéndose a Lady Eleanor - Pero, ¡qué inspirado que se hubiera sentido cualquiera, al ver la gracia con la que se ha deslizado a tierra! Cualquier ingeniero del vapor se hubiera sentido halagado por permitir que usted reprodujera semejante aterrizaje de un zeppelin para estudiar la afectación que genera en los suelos!! ¡¡JAJAJAJAJA!!
Comenzó a cargarse de libros, uno sobre el otro, ya que las damas no le ayudaban. ¿Cómo podían no ver la importancia de eso?
- Sacre! Quien dice que el conocimiento no ocupa lugar ni peso, ¡¡par les bobines d'or, que le desafiaría a que intentara cargar con esto!!
Se acercó, tambaleándose tras la pila de libros que llegaban a su nariz, hasta la puerta desde la cual Anne Marie estaba gritando.
- OUI, MES AMIS!! - gritó, asomándose por el marco - ¡¡BIEN CONFUNDIDAS EN SUS PRIORIDADES, MONSIEUR ANAËRON, PERO IGUAL QUE LAS VIO USTED LA ÚLTIMA VEZ QUE LES PENETRÓ CON LA MIRADA!! - el peso le hizo inclinarse hacia un lado y amenazó, peligrosamente, con deslizar caída abajo a la trémula torre de Babilonia que sostenía con sus brazos - SACRE! ÇA FAIT CHIER!!
Madame Eleanor, su post está repetido ;) No sé si lo del zeppelin es anacrónico, pero vamos, es que no he podido evitarlo XD
- OUI, MES AMIS!! - llegó repentinamente la voz de Jacques, a los gritos y con el mismo eco que la de Anne Marie - ¡¡BIEN CONFUNDIDAS EN SUS PRIORIDADES, MONSIEUR ANAËRON, PERO IGUAL QUE LAS VIO USTED LA ÚLTIMA VEZ QUE LES PENETRÓ CON LA MIRADA!! - un ligero golpe, y repentinamente, una inflexión notoria en el tono del francés - SACRE! ÇA FAIT CHIER!!
-¡Mon ami Jacques! ¡Cuidado! -exclamó Anne Marie al ver como la torre de libros que el hombre había construido sobre sus manos, se inclinaba peligrosamente sobre ella. Levantó sus manos, poniéndolas sobre la mitad de la columna y parando la inclinación.
-¡A mi si que me gustaria penetrar en su mente mon ami y que me dijera que ocurre con los libros! Están seguros, no se van a mojar. ¡Están lejos de la ventana!
Anne Marie no sabía si dirigir su atención a los libros, al propio monsieur Saujènier o a los dos hombres que caminaban en esos momentos hacia el salón.
-¿Voulez-vous répondre à un souhait? Es un deseo pequeñito... - bajo sus manos y las situó en cada una de las mejillas del hombre -Siéntese en ese sillón y cuéntenos que ha pasado y por qué son tan importantes esos libros - ¡s'il vous plaît!- terminó, cogiendo parte de los libros que peligraban con aterrizar en el suelo de mala manera.
-¡Mon ami Jacques! ¡Cuidado! -exclamó Anne Marie.
¿Gracia? ¿Zeppelin?? Ocupada en mimar al asustado can, lady Malborough alzó la mirada ante las palabras del francés. Cualquiera diría que ante semejante falta de tacto, el torpe inventor sería duramente reprendido pero en lugar de ello la noble irrumpió en sonoras carcajadas. Sujeto entre las manos regordetas de su ama Muffy se movió arriba y abajo al ritmo de sus carcajadas y poco a poco su morro se contrajo en una mueca de mareo. Por unos segundos pareció que el valiente chucho iba a vomitar sobre la alfombra pero ésta fue salvada a tiempo cuando Eleanor paró de reir para coger aire. El perro puso cara de alivio y buscó a lady Martin con los ojos, la súplica pintada en su mirada.
- ¡Ay! ¡por las barbas del ministro! ¡Estoy rodeada de personalidades de lo más ingeniosas!- exclamó la mujer entre jadeos dirigiéndose hacia nadie en particular. Luego contempló el devenir del francés sin dejar de reir entre dientes y suspirar a partes iguales.- Déjele usted, lady Martin...sin duda algún experto debería de examinar esa cabeza para encontrar qué es lo que falla pero mientras tanto mi consejo es que le deje hacer...- aconsejó mientras observaba la pareja que en ese momento parecía estar concentrada en una extraña danza con una torre de libros en medio.- ¡Lady Martin! ¡Apártese!- exclamó al ver cómo ésta se precipitaba en dirección a la joven amenazando con sepultarla bajo el peso de todo el saber almacenado en ellos.
- ¡Lady Martin! ¡Apártese!-exclamó lady Malborough
-¿Pero qué demonios estará haciendo el bendito profesor? ¿Acaso está peleándose con las damas, y no por ellas...?
Válar murmuraba por lo bajo mientras se precipitaba a la entrada del Salón, esperando encontrarse con cualquier cosa...