Diestro consigue que los parroquianos de la taberna se alejen del caballero gracias a su arma mortal. En ese momento entra un hombre al lugar.
- ¡A ver!
Con su grito se hace el silencio en la sala. Todos miran al sheriff del pueblo.
- Nuestro amado vendedor de espetos ha sufrido un ataque en el camino.- Explica.- Tranquilos, según el veterinario solo son magulladuras...Pero quiero encontrar al malnacido que le ha hecho eso a nuestro querido vecino. ¿Han visto a alguna persona extraña o forastera recientemente?
Todo el bar mira al caballero de las tres cabezas.
- Hum... - dijo Centro elocuentemente mesándose el bigote - ¿alguien extraño? Hum... - cuando Zurdo pareció apunto de abrir la boca (al fin), Diestro respondió rapidamente dándole un tirón a su bigote, al de Zurdo, claro, que no al propio, que sin embargo dejó de mesar al estar la mano derecha junto a la mejilla de Diestro amenazando a éste con el consabido bofetón de hermano mayor.
- ¿Extraños? no, sin duda. Aunque quizás si que haya algún que otro miembro de una tricéfala minoría étnica, pero... - Diestro puso en ese momento su cara de máxima inocencia (pues la incocencia, como la muerte o el estado de embarzo, bien podía ser gradual) y dijo - nadie sospechoso... - Y tras un destello de lo que consideró inteligencia añadió - ¿Acaso buscaís un desfacedor de entuertos? ¡Aqui están estas dos manos! ¡Y sus tres cabezas correspondientes! - Como posteriormente se descubriría, al haber mostrado ambas manos al sheriff y con ello dejado de vigilar a sus hermanos, desató una catarata de nefastos (e hilarantes) acontecimientos.
- Uy, sí... estooooo ¡NOSOTROS! Encontraremos al bandido. - Dice mientras se rasca el bigote por el tirón de su hermano y sonríe, mostrando entre dientes restos de haber comido pescado. Díganos, Oh sheriff de NewYork de Arriba, qué hacer y nosotros nos pondremos manos y cabezas a la obra para hacer algo.
De repente comienza una algarabía de voces en el bar.
- ¡Tienen razón!
- ¡Hay que buscar al culpable!
- ¡Batida!- Las voces comienzan a unirse en un mismo grito.- ¡Batida! ¡Batida! ¡Batida!
- Cojan sus azadas y sus perros, caballeros.- Dice con voz profunda.- Comienza la caza...
Los parroquianos vitorean y celebran la decisión; pero el sheriff antes de salir se dirige al caballero de tres cabezas.
- Y ustedes tres...Vienen conmigo.
Cierre de escena.