-Aplastaremos a nuestros enemigos y salvaremos estas tierras.
Diciendo esto emprendo el camino hacia el fuerte.
Una vez aceptada la misión salís de la ermita por una senda entre las rocas de la montaña, ocultos entre las sombras de la noche, esperando no encontrar más orcos, si hubiesen llegado hasta aquí sería muy mala señal para las esperanzas de salvar el pueblo.
Por fin llegáis a la fortaleza, con una torre de tres pisos de altura de piedra negra y una muralla cortando el camino que
lleva hacia las montañas interiores de Peakland. Una verja levadiza de barrotes de hierro protege una puerta de madera maciza de los atacantes. Además cuenta con dos atalayas, una en cada sentido del camino que corta la fortaleza.
En la atalaya aguardan dos soldados que vigilan la entrada, uno de ellos se dirige a vosotros en una postura de desconfianza:
- ¿Quién va? - pregunta apoyando su mano sobre su espada enfundada en la cintura - Por órdenes del Comandante en jefe Sigfred nadie puede cruzar la fortaleza.
Quierress abrrirrr hombrre del imperrrio?pregunto con un tono mezcla de enfado e de impaciencia en mi vozaron.Tenemos a los orrrcos pisandonos el culo y no tenemos tiempo de discutirrrr contigo.Somos solo tresss asi que trranquilo no tomarrremos el fuerrte, harrian falta dos mas de los mios al menos .Tonterrias aparrte cumplimos ordenes del sacerdote de Sigmarr y nuestrra mision es urrgente .
Antes de poder hablar Korrigan se me adelanta, aunque no le falta razón al kislevita tampoco podemos ir con bravuconadas. Así que hablo para explicar porque hemos llegado a la fortaleza.
-El pueblo de Peakland ha sido atacado y el sacerdote de Sigmar nos ha mandado aquí para conseguir refuerzos y expulsar a los pielesverdes, permítenos pasar para hablar con tu comandante.
Los guardias siguen firmemente intentando cumplir su cometido:
- Ya sabemos lo del ataque, el Comandante en jefe Sigfred está reunido buscando una solución.
Nos han encomendado una misión del templo de Sigmarr .Podemosss seguirrr esperrando a que lleguen los pieles verrdes o podeis abrirrr la puerrta y dejarrnos pasarrrrr.Replico intentando mantener la calma porque todas esas tonterias del mando y del ejercito me tocan un poco las narices .A verrrr se que no es cosa vuestraaa amigos perro necesitamos entrarrr ya .
Por Sigmar! Abrid la puerta, el viejo monje nos envia. Llamad al Capitán de la Guardia, una misión nos ha sido encomendada.
Cruzando el enano sus robustos brazos, mientras que habla.
Maldita sea tenemos que cruzar estas puertas.
Avanzo unos pasos preparado para una acción hostil de los guardias.
-Lo que decimos es cierto, nos envía el sacerdote, pero si no quereís abrir las puertas a tres guerreros armados dejadme pasar sin armas para hablar con el capitán y exponerle la urgencía de nuestra tarea.
Perdonadme por tardar tanto.
Los guardias, dubitativos, parecen algo alterados, no son veteranos y una situación así se les escapa de las manos. Uno de ellos, después de cruzar la mirada con el otro guardia buscando una solución al problema que les habéis planteado al presentaros en la fortaleza con deseos de entrar, sentencia:
- Está bien, esperad aquí hasta que el comandante en jefe Sigfred haya sido informado y tome una decisión a vuestra propuesta.
Después desaparece del borde la atalaya dejando al otro guardia sólo, este os mira con disimulo pero intentando parecer confiado, se siente realmente incómodo y sólo desea que su compañero llegue rápido con la respuesta.
Al cabo de una breve espera el guardia vuelve a su puesto, y sin mediar palabra con vosotros la puerta de la fortaleza se abre lentamente.
Tras las sombras os espera otro guardia con el mismo uniforme: - Seguidme.
Fin de escena.