Sigo caminando, aliviado... pero realmente nervioso. Espero llegar pronto. Miro hacia atrás a menudo.
Veo un mensaje de un tal Mike Williams Brown.
Yo me voy ya, ojala que se mejore- dejo un dolar sobre el mostrador y tomo mi petaca-nos vemos mañana no olvides el tabaco argentino del que hablamos la semana pasada-salgo del bar y me dirijo al sitio de la entrevista no sin antes botar la colilla en la acera
No sabía por qué demonios tenía que acudir a las dos de la madrugada para la oferta, pero allí estaba en la avenida Richmond, con mi viejo sombrero hongo marrón y mi abrigo corto de lana a cuadros verdoso cubriendo un traje negro en buen uso, el mejor de los que solía usar para dar clases. Traté de evitar los charcos dejados por las recientes tormentas mientras buscaba el número 46 para no arruinar el trabajo de Doña Michaela, que con tanto mimo lo había tratado tras mencionarle que a lo mejor cambiaba de trabajo.
Por lo mismo, en una mano llevaba un paraguas que había visto mejores tiempos. La otra, en mi bolsillo, acariciaba un cuaderno comprado el día anterior en el que había apuntado mis gastos habituales, para poder juzgar hasta qué punto me convenía aquel trabajo frente al anterior. Detuve mis pies, calzados con zapatos de cordones negros en vez de botas, cuando encontré el 49, y llamé al timbre.
No llamas al timbre, hay varias personas en la puerta. Te paso de escena.
Ya llegad y ves varias personas hablando en la entrada de la puerta. Parece que hay más candidatos. Y candidatas.
Te paso de escena.