¿Veis? Aquí tenemos un ejemplo de gente que da asco. No, no me refiero a la niña, infantófobos. Ni a la pobre anciana a la que yo mismo me encargué de asustar por toda la noche. No no, todos hemos sido jóvenes chillones y todos acabamos tan arrugados y frágiles como una pasa. Pero todos podemos evitar ser como esta mujer... Dios sabe que me importaba bien poco que fuera extranjera, lo que me importunó fue otra cosa. Y es que tan solo me bastaron unos segundos escuchando a la chacha para saber que estaba más amargada que una aceituna en vinagre de pepino. Era la típica cuidadora que parecía solo disfrutar de amargarle la vida a los críos, sumiéndose a sí misma en el clásico juego infantil de "ahora me amargas tú, ahora te amargo yo". Yo era un experto jugándolo, me gustaba tocar las narices a los carcamales. ¿Y a quién no, a esa edad? ¿Es que acaso ella no había sido niña? Si se ponía así solo porque la mocosa tardase en irse a dormir, no quiero ni imaginarme cómo se habría puesto al verme cuando era pequeño. Al lado de ese 'saco de gonorrea y aborto de mono', de pequeño yo debía entonces ser un... un... un cansaalmas huelegateras. Bueno, de hecho, acababa de darme cuenta de que no había cambiado yo mucho desde que era un retal. No sé si eso puede o no considerarse una virtud, pero a mí me gusta pensar que sí.
- Heh. - resoplé. - A no ser que la pequeña Ruby sea la pobre anciana a la que como un bobo tardé como diez minutos en responder desde el coche, no la he visto, no. - negué con la cabeza, pasando a quitarme el sombrero para presentarme en otra reverencia habitual, empezando por mi nombre y terminándo por mi profesión. - Eso es, soy el detective asignado. ¿Y usted es? -
No parecía que creyera del todo mis palabras; pese a ello no pareció dispuesta a contradecirme, al contrario, volvió a bajar la cabeza agradeciendo la información que le había proporcionado; aquella mujer parecía ser una persona especialmente desconfiada o quizás conociera en exceso a la niña que cuidaba y viera a través de mi mentira, sea como sea, habló:
-Mi nombre es Lupe María Constanza Veracruz -Dijo alzando la cabeza y recolocándose el cabello detrás de la oreja- Y soy la que mantiene este lugar en pie, impidiendo que caiga en el más absoluto caos; soy la que prepara la deliciosa comida, en desayuno, en comida y en cena... soy la que limpia las habitaciones y soy la que cuida de que los niños cumplan con el horario extraescolar del Señor Dagger, su tutor particular.
Sus ojos brillaron con pasión; en verdad parecía creerse la persona que mantenía la mansión a flote, algo realmente espectacular, pues tan solo se encontraba ella en la lista del servicio, a parte de ese tal "Señor Dagger", aunque este parecía dedicarse tan solo al cultivo de las mentes de los niños, y probablemente otra cosa más.
Lupe María Constanza Veracruz will remember that.
Ruby Deavor Rymer will remember that.
No pude evitar ver como aquella chica sentía verdadera pasión por su profesión, a pesar de que muchos otros dirían con vergüenza que son los criados de la casa. - Pues siga haciendo un excelente trabajo y lleve las maletas a mi habitación, por favor. - dije mientras se las acercaba. - Pero antes ¿podría decirme donde estuvo y que estuvo haciendo la fatídica noche? Como comprenderá, debo investigarlos a todos sin excepción para hallar la verdad.
También quería hablar con la pequeña, lo antes posible, sabía que aquella mujer sería un impedimento, por lo que decidí a ofrecer mis nuevos servicios como canguro-detective. - Ya que antes de ir a dormir quiero investigar un poco el edificio ¿qué le parece si me encargo de buscar a la pequeña? Así usted puede ir a su habitación y tener su merecido y tranquilo descanso, después de llevar mi equipaje a la habitación correspondiente y yo que soy un extraño en la casa puedo imponer algo de autoridad en la pequeña y mandarla a la cama, además de ahorrarle la faena de tener que buscarla. - le dediqué una pequeña sonrisa a la sirvienta, esperando recibir una positiva por su parte. Si quería interrogar a la pequeña, ahora el mejor momento, antes de que cualquier adulto de la casa pudiera amedrentarla para que se estuviera calladita.
La joven sirvienta mira con atención los alrededores antes de responder a absolutamente nada; con una leve sonrisa se acercó unos cuantos pasos más a mi, apenas estaríamos separados unos cuantos centímetros cuando ella habló, aunque por algún motivo, obvió toda al información de la niña y se centró en la otra cuestión.
-¿Qué crees que estuve haciendo, labios dulces?. -Dijo guiñándome un ojo mientras hacía círculos con un dedo alrededor de mi pecho- Después de la cena es cuando me toca a mi cenar... y limpiar toda la vajilla... Soy muy, muy mañosa con las manos...
¿Es eso parte de las tareas que hacías para el fallecido?
Le dirijo una mirada severa mientras enfatizo las palabras que resultan insultantes en una gran cantidad de direcciones.
¿Le hacías trabajos manuales personales? ¿O quizás eres igual de diestra con la lengua? Ya sabes... una pastillita azul para él y una forma de ganarse el pan para ti.
Estaba siendo intencionadamente ofensivo. Ya que había conseguido ofender a casi todos los que me habían dado buena impresión allí, no iba a dejar de intentarlo con quienes no.
Y había algo más. Algo que me hacía sospechar especialmente de esa mujer. La forma en que había saltado a un intento de acoso esquivando todo lo demás. Daba la impresión de ser alguien que ocultaba algo.
Y una buena forma de sacarlo a la luz era provocar. Si respondía con evasivas o yéndose, ya tendría ocasión de presionarla más tarde.
Como era de esperar, aquella mujer no se tomó muy bien sus palabras; una mueca de desagrado se dibujó en su rostro mientras se apartaba y dejaba de toquetearme el pecho; con ahora sus brazos cruzados sobre su pecho, y alzando aún más la barbilla, me respondió de forma tajante.
-¿Con el viejo?. Que va... Ese ya iba más que servido con su nueva novia... de hecho... hay alguno que otro más que también va servido con esa nueva novia... ¡En esta casa de clasistas no quieren a alguien de mi color!. Ya veo que no eres diferente de ellos...
Quitandose su delantal, y doblándolo con cuidado, la joven criada se vuelve a dirigir hacia la cocina, mientras farfullaba insultos contra aquella familia que la tenía bajo nómina, o quizás contra mi, eso no lo tenía del todo claro. Aunque antes de desaparecer por el arco hacia la cocina señaló a la dirección dónde se encontraba mi habitación.
-Súbase usted mismo sus maletas. Pendejo...
Lupe María Constanza Veracruz will remember that.
No sé si estaba esperando algo diferente por mi forma de actuar. Por alguna extraña razón, pensé que con alguien funcionaría el juego de comportarme como un capullo. Por lo menos había nueva información sobre una tal "novia" que tenía el difunto; aunque me había costado conseguirme una nueva enemiga. Ya el tiempo dirá si se podrá dejar de lado esta introducción poco cortés, pero por el momento no podía enfocarme en otra cosa más que en descansar un poco.
Tomando mis maletas, como lo indicó Lupe, me dirigí hacia mi habitación, esperando poder encontrar un poco de descanso antes de tener algún otro desencuentro en el camino.
- La próxima podrían dejarme dormir en la planta baja... uff...
No hubo más interrupciones, logré encontrar mi habitación y dejé las maletas al lado de la cama; cerrando la puerta tras de mi, pude centrarme en lo que verdaderamente importaba, tras unos pequeños bosquejos en mi libreta, pude al fin descansar sobre mi cama, cuando estaba a punto de cerrar los ojos, un sonido me alertó, dirigiéndome hacia la puerta, noté una pequeña hoja arrancada de libreta que se escurría por debajo.
Busca las Memorias del abuelo en su despacho mañana por la mañana. No le digas a nadie.
Los pequeños pasos correteando por el pasillo me indicaron que en efecto, era la nieta pequeña; por suerte no la delaté, si así fuera, no creo que hubiera obtenido esta valiosa pieza de información.
Sea como fuere, volví a acostarme y descansé durante lo que quedaba de noche.