Todo sucedió muy rápido.
En medio de la intersección de los reinos, dentro de la misma barrera, Narsharz se había arrojado hacia el vórtice a través del que había escuchado la voz de su abuelo. Gavril se había lanzado tras ella sin perder un segundo, y ambos fueron violentamente succionados a través de la hendidura espacial.
Cuando se recobró de la extenuante experiencia, Narsharz se encontró en un salón cuya decoración le resultaba desagradablemente familiar: se encontraba en las instalaciones secretas de Wissenschaft, debajo del castillo de su inquietante líder.
Gavril se encontraba a su lado, despejándose también por el mismo aturdimiento del que ella misma comenzaba a librarse. Apenas a cinco metros, Solomon descansaba sentado en una butaca junto a una mesa. Tenía varios tubos conectados a su brazo y algunos electrodos repartidos por el cuerpo que lo unían a una extraña máquina. Respiraba con pesadez, como si acabase de realizar un gran esfuerzo, y parecía vencido por el agotamiento.
Sin duda estaba de vuelta, pero en ese cuadro faltaba alguien. Alguien muy importante.
Celebro ver que el experimento ha resultado ser un rotundo éxito.
La voz del último de los Giovanni cayó sobre Narsharz, confirmando su oscuro presentimiento. Acompañado por su enorme pantera negra, el príncipe Lucanor se encontraba en pie tras la recién llegada pareja.
Bienvenida a casa, Narsharz.
Aquello de lanzarse al vórtice a las bravas no era una de las cosas más sensatas que había hecho, ¿pero que podía hacer? Era la voz de su abuelo la que sonaba al otro lado y simplemente no podía ignorarlo. Conociendo al viejo, se había metido en un lío de narices seguro.
La transición no fue un camino de rosas, y cuando llegó se sentía desorientada y confusa, hasta que supo ubicarse. Maldijo en su interior en todos los idiomas que conocía. Claro ¿quién sino iba a estar detrás de todos esto? De un rápido vistazo se aseguró de que Gavril estaba bien y de una pieza. Se puso en pie casi de un brinco y fue a por aquella persona que estaba buscando en esa sala: su abuelo.
-Mierda abuelo, ¿por qué lo has hecho?- le regañó mientras miraba todo los tubos y demás a lo que estaba sometido el hombre. Le acarició la mejilla con suavidad, como si quisiera darle consuelo y el mensaje de que ya podía descansar de aquel tipo de esfuerzo -Eres un cabezota...- susurró entre enojada y preocupada.
Entonces escuchó una voz que no quería oír, pero sabía que tarde o temprano iba a parecer el señor del castillo con su monstruosa pantera. Le lanzó una mirada fulminante, sin importar quien era, ya era la segunda vez que le tocaba a su familia - ¿A casa?- frunció el ceño - Tiene un sentido del humor muy retorcido, Príncipe Lucanor...
Solomon abrió los ojos cuando su nieta se acercó a él. Trató de articular palabra, pero solo exalaciones profundas lograban salir. Estaba agotado, pero consciente. Tras comprobar que aún necesitaba descansar un rato para poder hablar, sonrió con cierta socarronería a Narsharz.
Gravril terminó de espabilarse justo después de Narsharz. También él había oido la recepción del príncipe Lucanor, y se levantó rápida pero elegantemente hasta situarse al lado de Narsharz, ligeramente entre ella y el señor del castillo.
Ignorando la ironía de la mujer, Lucanor volvió a hablar.
Bienvenido a ti también, Nº1...Gavril...
No has de temer por él por ahora, Narsharz. Tan solo se encuentra agotado y un poco anémico. El gentil Solomon acudió a pedirme ayuda para rescatarte. Dada su...insistencia y disposición a llegar a un acuerdo, decidí que no podía negarme.
Los ojos de Daaku seguían fijos en los invitados del príncipe, mientras su cola se movía sinuosamente.
Frunció levemente el ceño al escuchar las palabras del Príncipe. Después miró a su abuelo igual, con cierto reproche. Menudo viejo terco. Con los brazos cruzados y una pose que indicaba que cada músculo de su cuerpo estaba en tensión, volvió a mirar al señor del castillo. -¿Y qué desea vos de mi? Porque tanto esfuerzo no lo hace por gusto- chasqueó la lengua. No, no iba hacer todo aquello, emplear sus recursos por los deseos de un viejo. Sin duda Lucanor la quería de vuelta por algo, aunque claro, en parte sería por la jugada que le hizo con Ubanaziel. Mantuvo la barbilla en alto. Orgullosa, no iba a mostrarse intimidada por aquel hombre, sería dar un terrible paso atrás.
El señor de Lucrecio miró a Narsharz directamente a los ojos, devolviéndole la mirada. Hacía tiempo que no tenían un cara a cara, y lo que se escondía detrás de aquellos ojos insondables continuaba siendo un misterio. Uno que resultaba imponente e intimidante, aún cuando Lucanor no hubiera dado seña alguna de hostilidad. Tan solo una mirada bastaba para saber que el último Giovanni era alguien poderoso y terrible, y el hecho de saber que su mera palabra podía frenar incluso a Imperium no hacía sino atestiguar lo que los instintos de Narsharz siempre le habían advertido: se trataba de un hombre sumamente peligroso.
Ciertamente ha sido necesaria una cierta cantidad de recursos, investigación y esfuerzo para abrir el túnel a través de la Barrera. Sin embargo, no os he traído por necesidad ni por disponer de vuestros servicios.
Lucanor desvió la mirada de Narsharz a su abuelo.
No, el trato es con él y solo a ambos nos compete nuestro acuerdo. Por lo tanto, podéis marcharos los tres tan pronto el buen Solomon recupere las fuerzas y tú cierres un pequeño trámite.
Dando un paso adelante ante la atenta mirada de Daaku, Lucanor volvió a mirar a Narsharz.
Solo necesito una muestra de sangre, información sobre cuanto ha acontecido al otro lado de la Barrera y, en caso de que tuvieras alguna de ellas, las piezas de metal negro que lleves contigo. A cambio, consideraré extinguidos tus servicios y los de Gavril, se os pagará y podréis marchar a vivir en paz.
Y, tras una brevísima pausa, enfatizó sus siguientes palabras:
Con mi protección vigente.