Llegas a tu casa a paso vivo, quizás por los nervios. Allí huele a comida, aunque solo hay un plato sobre la mesa. Ana sale de su habitación, llevando prendas de ropa en los brazos.
- Oh, Lorena, ya estás aquí. Se te ha enfriado la comida, si quieres te la caliento en un momento. Antón ha ido al almacén a hacer inventario. - No para de hablar, como siempre, mientras se mueve de un lado para otro- Ays, que nervios, no sé que llevarme, de verdad. - En un momento de tranquilidad, se te queda mirando unos segundos. - ¿Lorena, estás bien? Te noto un poco pálida. Últimamente no me comes nada y duermes mal, deberías ir a Robleda y hablar con el viejo Tiran para que te de algo.
Mira a Ana pensando bien como le voy a dar la noticia.
- Ya caliento yo la comida. Antes de seguir con las maletas, siéntate un momento, tenemos que hablar- digo en tono serio.
La actividad frenética de Ana se detiene casi al instante. Se sienta en la mesa a tu lado.
- Si, claro. ¿Va todo bien, cielo? - Su cara muestra preocupación, pero aun así te sonríe animosamente.
Suspiro.
- Ana, tendrás que posponer tu viaje. Ha surgido un problema y tengo que ir a la casa de mi marido. Es... urgente. Necesito todos los ojos que pueda aquí. Pero te prometo que en cuanto sea posible, podrás ir- digo con tristeza.
Ana es adorable y odio tener que darle este disgusto. Estaba tan emocionada...
Su sonrisa se apaga por un momento. Algo que no habías visto desde que la conoces. Es como si de repente se hiciera de hielo. Aunque un instante después la vuelve a poner, claramente forzada.
- No pasa nada, cielo. - Su voz es calmada, y ha perdido toda la energía. Se levanta y pone la silla en su sitio. - Espero que no sea nada grave y estaré esperando con ganas que vuelvas. Voy a mi habitación a recoger las cosas.
Y se retira en silencio de la sala.
- Lo siento de veras- digo muy sinceramente.
Me siento fatal por hacerle esto a Ana pero he de partir en breve y hay mucho que organizar. Voy a mi cuarto y me siento frente al modesto escritorio. Tengo que escribir una carta a mi señor esposo.
"Querido esposo:
- afortunadamente han surgido algunas oportunidades de negocio. Nos veremos antes de lo que pensábamos. Por aquí, gracias a Ana y a Antón, puedo ausentarme brevemente sin grandes contratiempos. Te contaré las novedades pendientes una vez nos veamos.
Tu devota esposa, Lorena."
Es breve, concreta y no deja ver mucho más de lo que quiero. Lo que pasa es que ahora tendré que inventar un negocio viable que me lleve lejos de Villorrio. Salgo por la puerta en busca de Antón.
Cuando llegas al almacén, Antón está sacando artículos de las cajas y registrándolos en un libro con pluma. Cuando termina de contar la caja, apunta su contenido y te mira de reojo.
- Buenos días, Señora.
Suspiro. Esta agonía constante va a acabar conmigo. Me apoyo en una de las cajas y pongo una mano sobre la madera, en busca de un poco de solidez.
- He hablado con el señor Malaespina. Hemos decidido que, tal y como está la situación, lo mejor es que me ausente de Villorrio y vuelva a la vera de mi marido. A parte de Ana, ¿necesitarás ayuda extra?- digo en el tono más tranquilo que puedo.
Antón asiente lentamente.
- No hará falta nada más. El Señor Malaespina es un hombre astuto, así que imagino que sabe lo que hace. - El hombre se dirige a uno de los pocos baúles del almacén, uno cuyo contenido desconoces. Se gira al llegar y te pregunta.
- ¿Tenéis un arma?
Me giro sorprendida hacia Antón, la verdad de es que no había pensado en eso.
- Lo cierto es que tengo mi bastón pero tal vez debería sumar algo más a mi equipo. Gracias Antón, si necesitas cualquier cosa, no dudes en enviarme un mensaje. Espero poder volver lo antes posible- contesto.
- No tengo ni idea de qué arma será la más conveniente para mi...
- Esperad un segundo. - El hombre se gira y rebusca entre diversos objetos del baúl. Saca dos de ellos y te los acercas. - Esta maza la vendió una familia cuando su hijo murió, a cambio de comida. Pensaba sacarle algún uso económico, pero es posible que os venga mejor a vos. - Ahora con las dos manos, extiende ante ti una cota metálica. - Esta no se muy bien cómo la conseguimos, pero espero que os proteja si es necesario.
Te las pone en los brazos y te mira firmemente a los ojos.
- Tened cuidado, mi Señora.