Pos con ayuda de la Cipriana subieron a los dos forasteros anca la flagoneta del guiri, con el médico de copiloto y una cara de mala leche que no se le aguantaba. La pitones no iba a llevar frío con to lo que decía. Y allí quedaron tos, con el Laureano que no tenía ni puta idea de lo que había pasao, pero tampoco era pa llevále la contraria al práticante.
La flagoneta del guiri pegó tres petardazos antes de que arrancara, que se despertaron los vecinos que s'habían desentendío de to y se habían ido a sus casejas a dormir la mona de la fiesta. La Emilia la alpargatas abrió la ventana pa soltar un berrío y to, cagándose en tos los muertos del guiri.
El Mariano no sabía que hacer con el bar medio destruío y abrió la boca pa comenzar a cascar, que era lo que se le daba bien.
-Cagon los forasteros del copón, si iá sabía yo que a esos ná de ná, ni una miaja. Que dicían qu'eran del ejército... Del ejército mis coJ... OoooOoo- y la vos del Mariano comenzó a sonar distorsioná, como cuando no va bien el equipo de música en las fiestas y soplan al micro y te dejan atontao un rato.
Y sin comerlo, ni beberlo, el Mariano era ahora un tío trajeao. D'esos de la capital... Pero de la capital capital, de los Madriles, amos.
-Buenas noches, ciudadanos, busco a Morfeo- hablaba de manera seria y como sin sangre ni ná, 'amos, que aquello se olía a que se la iban a cargar... Aunque el tío de las raibán no tenía mu güena pinta tampoco, ¡y que antes era el Mariano, copón!
El médico no paraba de mirar patrás, con los dos forasteros hechos cisco y tiraos sin sujeciones ni pollas en la parte datrás. Que con una curva mala acababan en la otra punta de la flagoneta. Pero no había pa más, a ver si en el ambulatorio les daban algo y de ahí pos los mandaban pa Ciudá real o p'Albacete. Detrás la Mari Trini parecía decir algo asín mu bajito, pero lo mismo solo se quejaba de que se le había caído un libraco de los gordos de zoología del guiri encima.
-Ay, virgen del Carmen- se santiguaba el médico. -¿Pero que les ha pasado? Josh, dime la verdad... Han sido los animales del pueblo, ¿a que sí? Si es que son unos catetos... Que no tienen mesura y esto tenía que pasar tarde o temprano.
Lo que fuera que había mantenido al Rubio con vida tantos años dio un pitido de alarma en el fondo de sus entrañas.
Alzó una ceja interrogativamente:
-¿Ca... Cansaliebres? ¿Qué has bebido, hijo? Tiene pinta de que te ha sentao muy mal...
-Hay que joderse...- dijo el Laureano atónito, con los ojos como platos. Se acercó y to a tocar al Mariano que ya no era el Mariano. El señor del traje le paro la mano en cuanto la levantó. -Mira... Como el Jackie Chan...- le salió, aún perplejo. Aquello era un fenónemo paranormal como los osnis o cualquier cosa que contaba el Iker Jiménez en la radio los sábados de madrugá.
-¿Este de ande ha salío?- miro a los vecinos del pueblo, estando tan perplejo como él.
Y pim, pam, los forasteros pal hospital. Nos quedamos el resto y luego pasa una cosa mu rara. Pero rara, rara, rara...!El Mariano se transforma en un señor de traje! Casi me tienen que coger allí, en toa mi hermosura, del susto, Pero me agarro a mi Paco Pepe.
- !Ay por San Isidro! ¿!Quesesto!? - me llevo una mano al pecho. Se me ha ido el cabreo. Ahora tengo miedo. Debía se cosa del maligno - ¿!Tu quieneres y casecho con el Mariano!?
Me pellizqué y to. A ver si iba ser una pesadilla to esto, y no me había enterao.
El hombre que parecía más tieso que un palo l'escoba no contestaba, estaba como atontináo. Como tos los de ciudad que se creen por encima.
-Morfeo y Triniti, ¿dónde están?- preguntó de nuevo, mirando a todos los vecinos y las gotas que había dejao la gachí al toser.
Por si el día no había sido raro ya ahora er Mariano se convertía en otra persona como en el programa ese de lluvia de estrella pero este sin puerta ni humo ni na, de repente la poca fe interna que le queda al Evaristo sale a flote.
-!Rápido gente llama ar cura ¡ que esto e una posesión de esas fijo, y no os acerquéis que a los demonio les gusta meterse en to los cuerpo que pueden que lo he medio visto yo en un monto de pelis (lo de medio visto es porque siempre se quedaba a mitad de las mismas).
A ve piensa Evaristo si e un demonio e malo y si ta buscando a lo otro do e porque son bueno, mejo no deja que los pille a ve si lo que quiere e monta un apocaplisi de eso chungo.
-Pos vera Seño demo...Mariano...que el Murfeo y la Trini san ido pa lla -Dice mientras gesticula en dirección a un bosque cercano a ve si con suerte el demonio este se perdía, lo sentía por el cuerpo del Mariano pero que se le va a hace...
Pos er trajeao siguió la diricción que l'había dao el cabronero, se fió y tó. Que haber quién se fía de lo que diga alguien a quien llaman "cabronero", pero güeno, que los de la capital son asín. Por el pueblo no se volvió a ver al Manolo, unos dicían que se lo habían llevao los osnis y otros que s'había echao una quería d'esas icuatorianas y s'había ido a las americas con ella. El caso que no se le vio más el pelo.
El alcalde subió los impuestos pa arreglar to lo c'habían destrozao aquellos bestias. C'al final el guacheras ná de ná, le llamó la parienta diciendo que ande estaba a esas horas y se tuvo que ir, dejando a tos ahí que ni chicha ni limoná. Es que el picoleto además de un cornudo era un bragas, que hacía to lo que le decía la mujen. No les hizo ni una advertencia, ni dinuncia ni ná de ná...
Y es que Don Javier no pudo poner dinuncia, c'al parecer sonó el teléfono del guiri en su flagoneta de camino al ambulatorio. Que el praticante cuando se giró a ver de ande venía el ruidico allí no había ni gachi, ni negraco, ni na de na. El médico depués d'eso pidió el traslado, que dicía que los del pueblo estaban tos locos.
S'acabó el año y al final ni efesto dusmil ni pollas, que allí no pasó na. Pero ná de ná, el hijo de la Paca la coja que era infurmatíco d'esos había pasao tol día de nochevieja mirando tos los cacharricos electrónicos del pueblo y s'había ido a casa llorando. Al parecer las señoras dicían que les mirara la lavadora y el tostador que no marchaba, que como él había estudiao d'eso seguro qu'entendía. Estos mozos que se van a la capital son unos blandos y unos atontinaos.
Los días siguieron igual, el gallo cantando al amaneser y la gente del pueblo laborando. Y allí llegó la paz y después la gloria, como quien dice.