Partida Rol por web

Corrí a por más pañuelos para el señor oscuro. Si seguía este ritmo se iba a quedar sin pañuelos para la película de Titanic. A ver que hacía entonces... Aquí tiene mi señor. Dije, haciendo una reverencia mientras se los daba. Mi señor, conseguí sus caramelos y me disponía a devolvértelos cuando el hechicero del este me encarceló con un hechizo. Pedí ayuda a los demás por medio de un mensajero, pero en vez de venir a mí directamente, Roko los guió por el muro insuperable y llegaron demasiado tarde. Seguro que él sabía lo que tramaba el hechicero del este y los engañó.

Miré a Roko, siempre tan correcto. era evidente que escondía algo.

Agarré los pañuelos con un ademán, sin dirigirle la mirada al goblin. Separé uno y me soné con fuerza. Acto seguido, cogí un poco de la sustancia blanca que le había robado a mi escriba y la esnifé. Quizás ayudara con la alergia.

- Así que... ¿Con que esas tenemos, no? ¡ROKO! ¿Es que nos vas a dejar de sabotear mis planes? -dije mirándolo con furia. -¡ARRASTRATE Y SUPLICA! ¡O te enfrentarás a mi ira! - comencé a mirar al goblin con maldad, más le valía gemir y suplicar o iba a meterlo en la olla del caldo.

Roko, obediente, empezó a arrastrarse a los pies de su amo. -¡Oh, corrupta señoría! No me llegó mensajero alguno, yo guié a los goblins que pude reunir a través del muro, por un pasadizo subterráneo donde no entra el Sol, para lograr al fin verdaderos caramelos mágicos, comprándoselos al hábil comerciante ToHlOtEnGoH. Pero en el pasadizo oí cómo Kradex desde más atrás usaba un hechizo escrito en el místico tomo ululante para crear un derrumbe que nos matara a todos menos a él. Pero la fórmula es larga y conocida, y al oírle pudimos salvarnos...pero no pudimos conseguir los caramelos. ¡Es todo culpa suya!

Me llevé la mano a la cabeza en un facepalm de proporciones épicas. Mis subordinados eran lo inútil de lo inútil. Y aún no sabía a quién castigar. Decepcionado volví a sonarme, causando un eco que retumbaba por los pasillos del castillo.

-"Vaya, panda de desgraciados" - pensaba para mis adentros.

- ¿Pero es que no hay un solo goblin que no esté intentando sabotearme o qué? -dije mirando hacia Kradex, refunfuñando. - ¡A ver! ¡Tú! ¡Explícate!

Perplejo, observé como Kradex permanecía mudo a mis preguntas. Quizás fuera culpable, o quizás estaba demasiado asustado para responder. Igualmente, la mirada que le lancé provocó que saliera corriendo a esconderse detrás de una columna entre sollozos. No dije nada, una mirada bastó para mostrarle mis intenciones. La próxima vez que no me convencieran sus excusas lo castigaría sin piedad.

Pero aún tenía asuntos que tratar. Me volví rápidamente hacia el resto, buscando con mi mirada a otro culpable sobre el que descargar mi ira. 

- ¡Tú! - dije mirando hacia Estu'P'Ipido. - ¡Espero que no seas tan retrasado como tu compañero mudito! ¿Qué hacías tú mientras tus compañeros estaban atrapados entre derrumbes y tentáculos?

Me lo quedé mirando expectante, esperando una respuesta mientras me sonaba compulsivamente. A éste paso se acabaría la primavera y el día antes de encontrar al culpable.

Agaché la cabeza.- Mi malévolo señor... había estudiado durante mucho tiempo las artes oscuras, así que tenía en mi poder la varita de colores, que yo fabriqué, y permitía viajar atrás en el tiempo... quería ir atrás hasta antes del derrumbe para poder coger los caramelos, y fui atrás, pero por defecto de la varita fui arrastrado al principio de la misión, hasta que lo pude solucionar... ¡Sí señor! fui transportado cuando usted daba las órdenes de ir a por el caramelo, y Kur'iku llegó tarde porque dormía en el plácido río, aunque se inventó una milonga...- Me pongo las manos en la boca, como si se me hubiera escapado, aunque lo digo para inculparlo, obviamente.

Las palabras del goblin me hicieron hervir de furia y le dediqué otra de mis famosas miradas, suficiente para provocar un estremecimiento en todo su cuerpo. Su explicación no me había satisfecho en absoluto, y no había hecho más que avivar mi ira.

-¡ESTÚPIDO! - le espeté con un bramido. - ¡Si en vez de dedicarte a perder el tiempo con inútiles aparatejos de viaje temporal te hubieras puesto a buscar los malditos caramelos ahora no estaría aquí exchándoos la bronca a todos!

-¡Y tú! -dije, señalando a Kur'ik'u. - ¿¡Se puede saber qué hacías holgazaneando mientras mandaba buscar por mis caramelos!? ¡CONTESTA!
 

Kur'ikú volvió a lanzarse al suelo y empezó a rodar y arrastrarse cual inmundo gusano.

- ¡Señor mío! ¡Gran Maldad! ¡Había hecho una apuesta con la tropa prescindible: consistía en un concurso de miradas. Si yo ganaba, la tropa me enseñaría dónde había caramelos; y, claro, gané. Así pues, me llevó hasta otro puesto ambulante, ¡pero Tikedf lo atracó y se llevó todos y cada uno de los caramelos!- se detuvo, se reajustó el gorro y continuó haciendo de gusano.

- ¡OOOHH! - dije con ironía. -¡Así que ganaste un concurso de miradas MIENTRAS DORMÍAS para conseguir unos caramelos QUE AÚN NO TE HABÍA ORDENADO CONSEGUIR! - paré un momento, dedicándole a aquel gusano una de las más tenebrosas miradas de todos los tiempos.

- Bueno, Tikdef - dije con una sonrisa. - Así que atracaste un puesto ambulante, ¿no? Supongo que me habrás traído montones de caramelos, ¿a que sí?

Los síntomas de la alergia estaban remitiendo al fin, pero no mi enfado. Muy cerca estaba de coger a uno de esos goblins y comérmelo.

Por supuesto mi oscura malignidad- responde Tikedf- ayudándome de mi antorcha, logré robar en aquel puesto ambulante todos los caramelos para usted- luego, señala a Roko- el problema vino cuando Roko me robó los caramelos. Utilizando una extraña mano surgida seguramente de la habitación de los objetos sorprendentes, me robó toda la bolsa de sus caramelos, quien sabe con que intenciones. ¡¡Seguro que era para comérselos él!!

-¡Roko! - dije mirando al goblin, provocándole un respingo - ¿Otra vez robando caramelos? ¡¿Pero es que no sabes encontrarlos por tí mismo, maldito inútil?! ¡EXPLÍCATE! - dije con ojos enrojecidos y voz ronca.

-Oh, terrorífica presencia, se los robé para asegurarme que os fueran entregados de veras. Y para comprobar la eficacia esta vez le di uno y solo uno a una doncella que pasaba estornudando por mi lado, de belleza exótica debo añadir, para que lo probase. Dejó de estornudar y se fue agradecida, y partí raudo hacia aquí. Pero al poco de entrar en vuestra oscura y ominosa torre el traidor de Tganx me atacó por la espalda, me los robó y me lanzó a una mazmorra oscura, dejándome encerrado. Hace poco que logré salir y sanar las heridas. ¡Él debería tener los caramelos!

 - ¡Maldita sea! ¿Es que no podéis dejar de robaros los unos a los otros? - dije, llevándome las manos a la cabeza. - A ver, goblin. ¿Por qué le robaste los caramelos a Roko? - dije, mirando a Tganx.

Estaba cansado. Dejándo a Tganx hablar, retrocedí y volví a sentarme en mi trono.
 

Mi señor oscuro, me encontré a la mujer de la que Roko habla cuando iba de camino a la ciudad submarina. Roko dice la verdad, pero lo que no sabe es que horas después de que se separaran la mujer parecía más fea que él! e había hinchado tanto que parecía un orco. Miré a Roko con desprecio. Pero no se preocupe, porque encontré la fórmula para hacer los caramelos en el tomo ululante y Oc'Korg me dijo que se encargaría de hacerlos. Se os debería haber dado ya.

- Tu..... ¡TÚUU! ¡Sucio goblin maloliente apestoso con olor a pescado! ¿Es que no vas a parar de destrozar mis planes? - dije más enfadado que nunca. Parecía que los síntomas de la alergia había vuelto, y mientras le gritaba al goblin trozos de sustancia amarilla volaban por los aires. - ¡Tienes un amigo comerciante que vende caramelos pero no me traes ninguno, casi me engañas para que me ponga un monstruo glotón en la cabeza... Y AHORA ESTO! ¡¿Pero por qué demonios no me los fabricaste tú mismo, estúpido inútil?! ¡MALDITO... !

Las palabras se atropellaban en la garganta del señor oscuro, intentando salir, convirtiendo el resto en un farfulleo. Pero éste no necesitaba decir más. Con un gesto, tres fornidos orcos aparecieron y agarraron a Tganx entre gritos de súplica y lamentos. El resto de goblins huyeron, sabiendo que por ahora estaban a salvo de la furia de su señor. Pero a lo largo del castillo se oían los gritos de tormento de aquel que sufría el terrible castigo.