—Vamos a ver, haya calma por favor —dijo Sunil al ver alterados a todos los presentes, cada uno por un motivo diferente—. Intentemos centrarnos en nuestro propósito hoy aquí.
Sunil se masajeaba el puente de la nariz, donde había comenzado un increíble dolor que se trasladaba por toda su frente y le obligaba a cerrar los ojos dolorido. Esperaba que las jaquecas no volvieran, aunque con aquel grupo de locos —y se refería a sus compañeros y no a los pacientes— no dudaba de que así fuera. Miró a Daniella y negó con la cabeza, no aprobaba sus técnicas y estaba seguro que el doctor Livenau, por muy excéntrico que fuera en sus tratamientos, tampoco las aprobaría. Aquello era abusar de su posición de autoridad y cualquier juez lo vería así. Se compadeció de Warren, que parecía bastante pillado por ella, y por último dirigió su mirada a Louella. Suspiró y maldijo al puto doctor Livenau una vez más para sus adentros. Con lo bien que estaba él haciendo la ronda con sus pacientes. Pensaba haberse librado de aquella locura de una vez por todas, pero la reciente muerte del shérif había cambiado las cosas.
—David. Centrémonos en David, ¿vale? Creo que... Habían hablado de una sesión de hipnosis con él, ¿no es así?
Pnjotizado por el director.
¿Calma? Sunil había visto las cosas igual que él. ¿Cómo podía quedarse callado y pretender seguir como si nada? Se cruzó de brazos. Puede que ya lo supiera. George sospechaba que el otro médico también se acostaba con Daniella, aunque como tantas otras cosas, había preferido no creerlo; ni siquiera tenía que ver en que no se llevaran bien del todo. Ahora, sin embargo, si que veía las señales. El silencio le delataba. Frunció el ceño.
David, céntrate en David, se recordó. Y se obligó a hacerlo, aunque no era fácil; allí no tenía nada que hacer, más que asegurarse de que, si pasaba algo, pudiera controlar al chico. Así que estaba ocioso, a la espera de que empezara la sesión de hipnosis. Ni siquiera sabía que se hacía allí, a excepción de lo que había visto en la televisión; dudaba de que las cosas fueran exactamente así.
No tenía ganas de decir nada, así que se limitó a asentir a Phadanis cuando miró alrededor en busca de respuesta. También señaló a Salerno. Ella se encarga, quería decir con el gesto.
- Así es... estamos esperando a que la "experta" le hipnotice también como a medio edificio, aunque por como le ha tocado en público me dá que ya lo ha hecho en privado. - Lanzó Louella una nueva granada hacia Daniella mientras se arreglaba el maquillaje en el rincón. - Yo ya estoy donde no pueda distraerles y ver el espectáculo gratis y cerca de la puerta, por si me dan ganas de vomitar, que tanta teta no es sana para mi vista.
Terminó de hacer lo que pudo con esa luz y se quedó esperando. - ¿Vamos a tener que dar palmas y gritar eso de "que empiece ya, que el público se va?" o les dejamos solos ya? - Había entrado en modo ametralladora ahora que habían mentido sobre su hermano y Daniella y no iba a dejar a títere con cabeza. Seguramente a Daniella le diese igual, pero al masajista le debía estar jodiendo vivo por completo cada una de sus palabras.
Louella le miró a los ojos, esos que el hombre tenía enrojecidos y llenos de ira. Sin duda había optado por atacarla a ella antes que a Daniella usando a Peter como excusa, porque no era más que un cobarde más que no quería ver que "su chica" se lo hacía con todo el hospital y que si no se lo había montado con Louella era porque no tenía pajarito para usar.
- Vale, ya me callo, pero como no empiece en dos minutos, vuelvo a abrir la boca y en tres me largo y paso del director y de sus ensayos médicos. - Que voy a buscar la documentación que firmó y va a dejar el puesto de director en cuanto se la ponga delante, que ya no recuerda que hizo un trato con el diablo... yo.
Siempre eres una molestia, pensó con acritud, enfadado, devolviéndole una mirada furiosa que apartó rápidamente. Seguramente aquella burra obcecada pensaría que era un signo de victoria, y en parte así era. En parte. El resto era porque estaba buscándole para que saltara, y no iba a darle el gusto; si lo hacía, no sabía hasta dónde podría controlarse, y solo faltaba darle algún motivo para denunciarle y que le echaran. Tsk. Por mi puedes largarte ya.
Dejó escapar un pequeño gruñido y volvió a mirar a Davyd, que andaba un poco perdido, a la espera de que empezara lo que fuera. Él esperaba que acabara cuánto antes.
Pobre Louella. Simplemente no comprendía la profundidad del problema que había con su hermano, lo que significaba que era ella quien debía ser tratada al mismo tiempo que Peter.
-Mi querida Louella, yo quiero ayudarte, y también a Peter, pero me temo que por el momento solo he podido llevar a cabo algunas "acciones" con tu hermano porque tú no estás disponible. Pero te aseguro que cuando estés dispuesta, podemos organizar una sesión conjunta y puedo asegurarte que te sorprenderás de los buenos resultados.
Louella era ante todo, demasiado orgullosa, y se daba cuenta de algunas cosas, pero no de todas. Si de verdad estaba tan segura del deseo que sentía su hermano por ella, solo le restaba enfrentarse a él.
Daniella se lo dejó claro.
-Por supuesto que sí, Louella querida. Por eso es importante que lo tratemos juntas.
Sin embargo, no estaba todavía preparada y los insultos que lanzaba a Daniella lo demostraban. Afortunadamente, la doctora había tratado no pocas veces con mujeres con poca autoestima y dificultades de aceptación, y sabía esperar, así como no tomarse demasiado a mal lo que le decía.
Cuando Louella se retiró temporalmente al baño, miró a los demás, con gesto de comprensión.
-Pobrecilla. No entiende una palabra de lo que ocurre con su hermano. Pero lo hará.
Daniella se removió algo incómoda, porque después de todo, Peter había dejado una muestra de sus fluidos que en esos momentos estaba iniciando su descenso. No era la primera vez que lidiaba con esa sensación sin estar preparada, pero incluso le hizo sonreír al pensar en la reacción de Louella si se enterase. Sentía lástima por aquel esbozo de hembra que no sabía qué hacer ya para convencerse de que era una mujer de verdad.
-Tiene razón, doctor Phadanis. David es lo que importa en estos momentos. Ven y siéntate aquí, David. Necesito que te relajes. Doctores, ¿pueden apagar la luz? Gracias.
Con las luces apagadas, Daniella movió la lamparita que había en la mesa, la encendió y apuntó con ella hacia sus pechos.
-David, quiero que me mires y te concentres solo en lo que estás viendo. Obsérvalas sin pestañear, como si no hubiese nada más en la habitación -le indicó Daniela, apretándolas todavía más entre sí, haciendo que uno de sus pezones asomase parcialmente. A continuación, convirtió los movimientos sobre sus pechos en algo rítmico, haciendo que se tradujeran en algo monótono y absorbente -. Eso es, tú solo... contémplalas, y piensa en ellas. Y mientras lo haces... cierra los ojos, intentando recrearlas en tu mente, pero solo ellas, como si todo lo demás no existiese.
Quizá formaran parte del grupo de trabajo menos unido y más dispar de la historia del hospital Stevenson, pero quién sabía si aquello no sería otra prueba o experimento raro del doctor Livenau. Tras varias discusiones y de lanzarse puñales a diestro y siniestro, la sesión de hipnosis nada ortodoxa de Daniella comenzó. David no tardó en caer en un estado hipnótico y se fue relajando hasta que Daniella pudo conducir la sesión a través de sus pensamientos bloqueados el origen de aquello sueños que terminaban en fatales circunstancias en Birchmont.
No entraron mucho. Todo parecía normal en la mente de David, quien iba dando las respuestas normales a las preguntas de la doctora. Hasta que tocaron el tema de la muerte. David se ahogó en una infinita tristeza y les habló prácticamente en sollozos.
—Un familiar o... no sé, alguien muy cercano a mí, ha muerto. Eso me entristece y me gustaría visitar su tumba. Creo que... no pude hacerlo antes.
¿Un familiar? Davyd no había recibido ninguna visita exterior, y por tanto no podía saber nada de su familia fuera, si había alguna; que él supiera, el hospital tampoco había recibido la noticia de una muerte de su entorno. ¿Sería algo del pasado que ahora salía a la luz, o parte de sus delirios, como el creerse un asesino?
George estuvo a punto de preguntar, pero solo abrió la boca, no dijo nada. Pensó, en el momento justo, que eso a lo mejor rompía el trance. Con esfuerzo, miró a Daniella —le dolía hacerlo— y le hizo un gesto para que continuara. Luego, apartó la mirada rápidamente, dirigiendo su atención a otro lado.
Vale, un familiar muerto y quiere ver su tumba... ¿Qué tiene que ver todo esto con las muertes? - Daniella, querida, creo que has puesto el canal equivocado, prueba con otra cosa. - Le dijo Louella en un tono "amable", pero tratando de no hablar demasiado alto para no estropear la sesión con David.
Le daría pistas a la muñeca hinchable del hospital, pero Louella no quería hablar más por no estropear la sesión de hipnosis. Lo que tenía claro era que no iba por buen camino. Había elegido bien el tema de la muerte, pero no la que buscaban. Así que ahora le tocaría a ella salir de ese entuerto, por otro lado... - Que te diga el nombre del familar... así al menos sabremos quien es él... - Porque del chico teníamos menos datos que de una lavadora comprada de segunda mano sin manual de instrucciones.
La noticia del familiar —o persona cercana a David— fallecido les pilló por sorpresa. No sabían de ningún familiar suyo, ni tampoco de nadie con el que David hubiera tenido relación antes de llegar al hospital. Su historial previo era prácticamente un folio en blanco, y ahora expresaba aquello. La noticia fue impactante para todos y hasta Daniella, habituada a no tener pelos en la lengua, se quedó sin palabras. Louella trató de sugerirle como reconducir la sesión, pero ante la duda de la doctora, David continuó hablando del tema cada vez con mayor insistencia y nerviosismo.
—Tengo que ir a su tumba y presentarle mis respetos. Tengo que visitarlo —dijo agitándose nervioso en su estado de semiconsciencia—. Necesito ir al cementerio. ¡Tengo que ir!
- Vale, David, tranquilo, iremos a verle luego. ¿Te parece bien? - Le dijo tomando las riendas Louella al ver a Daniella bloqueada. - ¿Cómo se llama tu familiar? - Le preguntó con voz sosegada. - ¿Es alguien muy directo a ti? ¿Un tío? ¿Un abuelo? ¿Uno de tus padres quizás? ¿Lo recuerdas? - No quería atosigarle a preguntas pero la curiosidad por aquel dato era importante para ella puesto que por fin podrían tener una identidad del chico. Una que la hipnosis le diese.
- Dime, ¿cuál es tu nombre completo, David? Es una pregunta para asegurarnos solo que vamos por buen camino. Las que llaman de control, nada más...
Los ojos de Louella buscaron los de Derek, pero su opinión no le servía para nada. Daniella no parecía estar presente y miró a Sunil, preguntándole con la mirada si seguía preguntando por los asesinatos, por el sheriff... y es que le daba miedo lo que el chico pudiese decir.
—N-no lo sé... —respondió a las palabras de Louella sobre su familiar—. Tengo... tengo que visitar su tumba. Lo... necesito.
David pareció angustiarse. Intentaba recordar la información que Louella le pedía pero no era capaz. Se puso nervioso. Aquella persona del cementerio era importante para él pero era incapaz de recordar su información más básica. Ni siquiera qué tipo de relación tenía con él. Se veía en su rostro que lo estaba pasando mal con la sesión de hipnosis. Solo se tranquilizó cuando Louella le preguntó por su propio nombre.
—David. David Jordan —dijo con la respiración agitada.