La infiltración estaba saliendo notablemente bien para la norma en estos casos, y por un instante el teniente Page acarició la idea de no arañar la pintura del Ghtroc 720 que habían tomado prestado. Pero el azar del combate, o la Fuerza, o lo que sea que esté a cargo, no deja pasar una a la hora de recordar quién manda, y en el último instante una Torre-P Atgar 1,4 KD del Complejo de Gobernación del Imperio pareció notar que aquel transporte que trataba de escabullirse de la ofensiva orbital de la Nueva República, no se acercaba ni de lejos a su lugar asignado de aterrizaje. Syla Tors apenas pudo gritar «¡Nos disparan!» antes de que el láser atravesara los cohetes estabilizadores de estribor y el Ghtroc cayera al suelo dando tumbos. Patinó sobre el inmaculado césped, segó un par de setos y en medio de una deslumbrante lluvia de chispas cruzó el límite del cerco de energía. Con una mitad dentro del recinto, la otra fuera, y el cerco chisporroteando furiosamente alrededor del casco, acabó deteniéndose ladeado.
- Buen trabajo, Tors - gruñó Page soltándose el arnés de seguridad y echando un vistazo a través del techo de la cabina. No era precisamente un aterrizaje modelo, pero los había llevado bastante cerca de su destino. Y ya era más de lo que solía esperar un equipo de operaciones especiales.
- Gracias teniente -dijo Syla, - Supongo que no esperará ver volar más a este cacharro, ¿verdad? -
-Parece que no -dijo Page saliendo de su ladeado asiento y mirando hacia atrás, a los otros cuatro comandos que también se zafaban de sus arneses en la bodega de detrás de la cabina. - ¿Algún herido? -preguntó.
- No, señor. -contestó por todos el sargento Keleman Ciro. - Pero debió enseñar a Tors a aterrizar estos trastos. -
- Los vehículos prestados no son lo mío. –repuso secamente Syla - Ya he conectado la trampa. -
- Muy bien -dijo Page, desenfundando el bláster y saltando a un lado de la escotilla. Kaiya Adrimetrum estaba lista al otro lado, con su bláster también preparado y la mano libre sobre la palanca de apertura. Taciturna incluso en los mejores momentos, su rostro mostraba un ceño anormalmente lúgubre.
- Es una misión, Adrimetrum - le recordó Page en voz baja. - No empiece a hacerlo personal. -
- No lo haré, señor -dijo Kaiya también en voz baja. Pero su ceño siguió igual de lúgubre.
El resto del equipo ya estaba en posición. Page asintió con la cabeza a Kaiya y la escotilla se desplomó con el chirrido de un mecanismo abollado por el aterrizaje.
El resto del equipo ya estaba en posición. Page asintió con la cabeza a Kaiya y la escotilla se desplomó con el chirrido de un mecanismo abollado por el aterrizaje.
Page ya estaba fuera antes de que la puerta hubiese acabado de caer, agachado y bláster en ristre mientras Kaiya y el resto del equipo bajaban detrás. A unos trescientos metros en línea recta las esbeltas torres administrativas y las chatas construcciones militares del centro de gobierno del moff Kentor Sarne se elevaban sobre las colinas circundantes, y el metal plateado y la piedra blanca reverberaban a la luz de las estrellas reflejando las erupciones de los cercanos turboláseres y los cañones de iones disparados furiosamente contra la fuerza de asalto de la Nueva República que los rodeaba.
Una fuerza de asalto que sólo tenía dos opciones: sentarse a esperar o conquistar. El moff Sarne había transformado el único continente de Kal'Shebbol en una pequeña fortaleza, con una pantalla de energía que lo protegía por arriba y abundante armamento anti-asalto en cada costa ante la eventualidad de un ataque de superficie.
Con tiempo, la Nueva República desmoronaría sin duda las defensas. Pero con la guerra contra el Imperio indecisa en un centenar de sectores de toda la galaxia, el tiempo era un lujo que no convenía malgastar. Y menos en una posición apartada como el sector Kathol. Por eso tenía que caer la pantalla. Para eso estaba el Comando Page.
Ya fuese por suerte o por destreza, Syla había elegido bien el lugar del aterrizaje forzoso. Al abrigo de dos colinas el carguero parecía quedar fuera de la vista de las estaciones de defensa perimetral del complejo. Ningún vehículo se les había abalanzado, ni grupos de airadas tropas imperiales cargaban protestando por el desgarrón en su cerco de energía.
Tenían algún tiempo para respirar. Quizá el equivalente a diez bocanadas.
- ¿Dónde demonios se ha metido? –murmuró Ciro tras el hombro de Page.
- Dele un minuto -dijo Page haciendo un rápido barrido de la zona con sus macrobinoculares. Nadie-. No estamos exactamente en nuestro objetivo, ya sabe. -
Ciro bufó levemente entre dientes. «Odio que pase esto».
- Debe cultivar su instinto aventurero - le reconvino amablemente Page, mientras volvía a rastrear la zona. Lilla Dade era probablemente la mejor exploradora de toda la división de Operaciones Especiales, y sí había alguna puerta de atrás en el complejo, sin duda se lo diría.
Si no la habían capturado en los tres días que llevaba infiltrada en el planeta. Y si realmente había puerta de atrás que decir.
- Le vamos a dar otros diez segundos -dijo al grupo- Si no aparece, lo hacemos a lo bestia. -
- ¿Es usted el teniente Page? -
Page ya estaba tumbado y rodaba hacia a su derecha antes incluso de que su mente consciente hubiera captado la voz. Una voz profunda y desconocida que le había hablado a su izquierda. No más de un metro a su izquierda.
Dejó de rodar y se puso en cuclillas, con su bláster y el rifle bláster A280 de Vandro apuntando en la dirección de la voz. Gottu encendió una vara de luz blindada.
Nada.
- ¿Qué demonios? -masculló Vandro sin aliento. Gottu pasó el haz a su alrededor, examinando el área en torno al chisporroteante cerco de energía, perforando las sombras que rodeaban la abollada panza del carguero. Page lanzó una rápida ojeada sobre el hombro, mientras se preguntaba si la voz no habría sido algún truco para que los imperiales les atacasen por la espalda. Pero allí no había nadie. Y de todas formas Kaiya y Syla vigilaban la retaguardia.
- ¿Es usted el teniente Page? -
Page volvió a girarse. Al parecer, quienquiera que estuviese allí sólo buscaba una respuesta.
«Sí», dijo. «¿Y usted?».
- Yo soy Kl'aal -dijo la voz.
Ante el asombro de Page una de las sombras se despegó del casco del carguero.
Vandro se maldijo sentidamente. «Estoy de acuerdo», dijo Page, ceñudo ante la negrura que simplemente parecía absorber el haz de luz de la vara de Vandro. Ahora que se fijaba de lleno en la sombra, pudo ver en ella la silueta de una criatura de anchas espaldas, poco más de un metro de altura y con dos reflejos rojizos aproximadamente a la altura de los ojos. «¿Qué quieres?».
- Os está esperando allá. - La silueta alargó una sombra parecida a un brazo que apuntó en dirección a su espalda, - La exploradora. -
Page entornó una ceja. «¿Sólo ha dicho eso?».
- No -rugió la sombra. - También pidió que dijese: Con canciones que dulcemente trepan sobre el follaje del bosque. -
Page echó un vistazo a Ciro y captó un microscópico encogimiento de hombros. No era la primera vez que Lilla reclutaba ayuda local en aquellas misioncillas de reconocimiento. Pero encontrar a un defel en un planeta apartado como Kal'Shebbol era digno de figurar en los anales.
«Llévenos con ella».
Seguir a una sombra era casi tan complicado como había podido suponer Page. Pero lo consiguieron; y dos minutos después rodeaban la última colina y encontraban a Lilla esperándolos.
- Pensé que era usted que venía -murmuró ella saliendo de su escondite en otro de los setos esculpidos. - Veo que Tors ha conseguido cascar otro. -
- Todo gran artista pone su firma - le recordó Page, mirando de reojo la colina que tenían al lado. No parecía distinguirse de las del resto del lugar - Y bien, ¿dónde está la puerta de atrás? -
- No se lo va a creer - dijo Lilla. - Está aquí mismo. -
Los condujo a un costado de la colina. Page la siguió mientras se preguntaba qué escondería Lilla en el sombrero.
Y de pronto, ante su asombro, desapareció una sección de la ladera y bajo el suelo delante suyo corría un túnel acorazado. O más bien lo que quedaba de él.
Ciro dio un silbido. «Lo mismo digo», corroboró Page, mirando atónito a la oscuridad. Paredes, techo y suelo del túnel habían sido limpiamente rebanados, dejando una abertura de un metro de ancho en el grueso metal. Para la ladera había sido incluso peor: el agujero se abría varios metros en todas direcciones a partir de la abertura.
«¿Dade?».
- Ni idea - dijo Lilla. - Los rumores dicen que la guardia personal de Sarne intentó hacer un experimento que salió mal. -
Page asintió, sintiendo un desagradable cosquilleo en la nuca. A la luz de la vara de Gottu pudo ver que los bordes del túnel estaban ennegrecidos y retorcidos, como si los hubieran fundido o quemado. Pero sólo los bordes. El resto del túnel estaba intacto.
¿Qué clase de soplete podía atravesar semejante coraza sin siquiera alterar el metal a dos metros del corte?
Y ya puestos, ¿qué especie de holograma o camuflaje inverosímil habían usado los imperiales para ocultarlo así?
Bruscamente el cielo se iluminó a su derecha y el bramido de una explosión los arrolló a través del aire nocturno. «Me suena a que han encontrado el carguero», dijo Page plantándose al borde de la abertura y colgándose para saltar adentro.
«¡En marcha!».
El túnel estaba oscuro como boca de lobo, con sus luces y demás fuentes de energía aparentemente cortadas. El grupo se encaminó hacia el interior, con sus botas silenciosas golpeando casi inaudiblemente contra el suelo de metal, y sus varas de luz prácticamente al mínimo. Durante la carrera Page mantenía los ojos fijos en los pocos metros visibles de túnel, atento a las inevitables trampas y alarmas que naturalmente debía de haber allí.
Pero ante su moderada sorpresa, llegaron al complejo sin caer en ninguna trampa. Y sin hacer saltar ninguna alarma, si había que dar crédito a la tardía e ineficaz reacción de los cinco imperiales de guardia en la sala de control intermedio al final del túnel.
- Vigilen esas puertas -ordenó Page al apagarse el eco del último bláster disparado por los comandos. - ¿Ciro? -
- Estoy en ello, teniente -dijo Ciro inclinándose sobre uno de los paneles. - Muy bien. Aquí está la sala de control principal de la pantalla de energía. -
Page miró el plano que había sacado. Aquello era la sala de control, correcto: atravesando la mitad del complejo y con toda la guarnición imperial del moff Sarne entre ellos y la misma. «Casi habría esperado algo más práctico».
- Ya voy -gruñó Ciro, paseando las manos por el teclado. - Entremos en los planos secretos y clasificados más personales del lugar... allá vamos. Vaya, vaya; parece que Sarne tiene su propia ruta de escape. -
- Mire qué sorpresa - dijo Page secamente, observando donde señalaba Ciro. La salida consistía en un túnel ligeramente curvado con entradas secretas en las habitaciones y en la oficina de Sarne; el túnel conducía a un hangar igualmente secreto, situado en las colinas aproximadamente a un kilómetro del complejo gubernamental. - Parece la típica ruta de escape imperial. -
- Sí, pero aquí viene lo interesante - dijo Ciro repiqueteando sobre el hangar. - Los moff suelen tener un autodeslizador o un transbordador al final de su madriguera. Lo necesario para llevarlos a donde tengan estacionada la auténtica astronave. Pues parece que Sarne va más allá y se salta el paso intermedio. -
Page frunció el ceño ante el plano. Ciro tenía razón: lo que había ahí dentro era un crucero ligero de la clase Carraca. Fuertemente armado, fuertemente acorazado y dispuesto para desaparecer rápidamente.
Y si Sarne dirigía su ruta de escape directamente hacia el espacio... «Eso significa que debe haber un interruptor de la pantalla de energía ahí abajo», dijo, «bien en el túnel, o bien en el crucero».
- Correcto -dijo Ciro introduciendo una tarjeta en la ranura y pidiendo una copia del plano con el teclado. - Y no cabe la menor duda de que el túnel estará infestado de los mejores guardias de Sarne. -
- Por supuesto - le tranquilizó Page - Vandro y Gottu odian cargar armamento pesado para después no usarlo. Ése es nuestro objetivo. ¿Adrimetrum? -
-¿Señor? -dijo Kaiya poniéndose a su lado. Page señaló otro punto en el plano. «Esto es para usted: el centro de detención particular de Sarne. Si su amigo Lofryyhn sigue vivo, todo apunta a que debería de estar allí.»
- El sigue vivo -dijo Kaiya con la voz tensa.
Se iba a dar la vuelta cuando Page la agarró del brazo y la volvió para que le diese la cara. «Y si no lo está», le advirtió mirándola a los ojos con dureza, «no se lo tome como algo personal. Así sólo conseguirá que la maten con él.»
Por un instante los ojos de Kaiya relampaguearon como fuego. Luego el fuego desapareció y la fachada taciturna e impasible volvió a ocupar su sitio. «Entendido, señor.»
- Entonces, en marcha. -Page se volvió hacia los que vigilaban las dos puertas de la sala - Gottu, Dade: seguidla. -
- ¿Y yo? -
Page dio un brinco; casi había olvidado a la sombra ambulante que permanecía silenciosa en la esquina. Allí, en una sala brillante y uniformemente iluminada, el defel era más fácil de ver, aunque no por ello menos extraordinario.
«¿Dade?».
- Viene con nosotros - dijo Lilla sacando su otro bláster y lanzándoselo a la criatura. - Yo voy delante, Kl'aal; tú me cubres. -
Descorrió una de las puertas, echó un vistazo y se introdujo en el pasillo que había detrás. El defel, Kaiya y Gottu la siguieron. «En marcha la cuenta atrás, comandos», dijo Page echando un último vistazo al plano y haciendo un gesto al resto del equipo. «Vamos allá».