Sir Robert Campbell se sorprendió al advertir que el mayordomo hubiera permitido el paso del hombre calvo y del vagabundo. Se encogió de hombros, pensando en quizá tuvieran más dinero del que querían aparentar.
-¡Eh, usted! -se dirigió a Vicente, que no había pasado por el detector de metales y permanecía alejado del resto-. ¡No haga esperar más a estos señores y pase ya! ¿Es que no había venido para participar en la subasta?
Posiblemente el joven Pipe tuviera razón y el audífono del anciano se hubiera quedado sin pilas.
Dejó a sus perros en manos del Mayordomo, esperando que cuidase bien de ellos, y volvió al grupo de señores adinerados, quienes le miraban de soslayo. Se dirigió a ellos: -¿Tienen algún problema?