Partida Rol por web

Las palabras de Susanne parecen razonables y su voz tiene el elegante porte de las personas que tienen el don de la palabra; sin embargo no os resulta particularmente intimidatoria. Estáis en una lavandería llena de cadáveres, se necesita algo más que amenazas para meteros miedo a estas alturas.

La chica que acababa de hablar se mueve hasta el fondo del establecimiento para echar una ojeada a la otra sala de la que acababan de salir los dos retoños.

Cuando el cuerpo del afroamericano se doblega, Sheeva es quien toma la palabra pidiendo una presentación e invitando a hablar a Martellus con la condición que se calme.

El chico de la barba se medio incorpora y os escucha con una rodilla incada en el suelo.

Todavía sofocado, Martellus se arrastró hacia una máquina de tabaco situada junto a la puerta de salida y, entre quejidos, sin abandonar el mugriento suelo, apoyó su espalda contra ella. Su pecho se movía trabajasomente con una cadencia arrítmica que, por mucho que lo intentara, no lograba bombear el ansiado aire. La desesperación al final afloró a trompicones en los labios del afroamericano.

"¡¿Qué... qué me has hecho, mal... maldita zorra?!"

Las manos del gigante se pierderon en los bolsillos de su chaqueta y, tras unos segundos, sacaron una petaca plateada. Entre jadeo y jadeo, Martellus dio un corto trago al recipiente en busca de algo que lo reconstituyera.

Tal y como impulsas el trago de licor por tu garganta, notas una sensación de incomodidad, como si ingerir el preciado líquido estuviera mal. Sientes las contracciones de tu cuerpo, una especie de arcadas pero distintas. Algo que no te ha ocurrido ni en la peor de tus resacas.

Sí, contaba con ello. El pobre Martellus está aprendiendo de golpe todos los pormenores de ser vampiro.

En un rato, hago tirada y posteo.

Martellus retiró la petaca de sus labios con una sensación desagradablemente extraña. Las expectativas de que un trago de Macallan 1926 le reconstituiría después de toda la mierda que le estaba ocurriendo se diluyó en un sinfín de crugidos estomacales y arcadas. No obstante, aunque estuviera tentado a escupir el preciado líquido, logró contenerse. De hecho, por sus nefastas consecuencias en su aparato digestivo, si no hubiera sido por el más que reconocible sabor del whisky más caro del mundo, hubiera pensado que alguien le había cambiado la petaca por otra llena de repugnante veneno.

"Pero qué coño..."

El afroamericano volvió a guardar el recipiente y, en un gesto de resignación, cerró los ojos. Aquello le estaba sobrepasando.

- Sheeva, cariño, espero que hayas venido con ganas de trabajar. Aquí hay tres cadáveres más, dos mujeres y algo imposible de identificar. El resto te lo puedes imaginar, sangre por todas partes, etc, etc. Por cierto, es el cuarto de la limpieza, así que si necesitamos cubos... - digo, mientras las cosas parecen calmarse a mi alrededor, tras echar una ojeada a la sala de la que salieron los dos hombres.

Unos segundos después, mirando de nuevo hacia la sala principal, continúo hablando, encarando a ambos chicos:

- Vale, muchachos, creo que va siendo hora de que nos contéis lo que ha pasado en este lugar. No omitáis nada, por muy extraño o estúpido que os pueda parecer lo que vais a decir -

Martellus seguía con los ojos cerrados. Pese a sentir punzadas por todo el cuerpo, su concentración estaba en su inservible diafragma que, aunque forzara su movimiento, no conseguía la cadencia de una respiración de humano normal. Por ello, el gigante había optado por contraerlo y expandirlo muy ligeramente, casi de forma imperceptible, a fin de no utilizar demasiada energía en ello y conseguir poco a poco el ritmo deseado. Desde fuera, muchos podrían ver al gigante como una enorme embarazada preparada para dar a luz.

No obstante, pese a los esfuerzos invertidos, Martellus no conseguía su objetivo. Viéndose desprovisto de un suministro regular de oxígeno, la desesperación se acrecentó y el afroamericano volvió a perder los nervios.

“¡Me cago en la puta! Nos despertamos metidos en ese cuarto y salimos de allí. ¡Fin de la historia!”

Dicho esto, empezó a levantarse con serias dificultades y, para mantener el equilibrio, sin abandonar el contacto de su espalda con la placa metálica del dispensador de tabaco. Cuando se vio erguido, apoyó su gran peso sobre la máquina y se forzó a jadear.

“Ahora dejadnos salir de aquí. ¡Necesito respirar!”

¡¿Qué... qué me has hecho, mal... maldita zorra?!

- Salvarte el culo, “grandullón”. Si la Camarilla te encuentra así de descontrolado te aseguro que no será tan benevolente.- Ladeó el rostro, dejando caer el cabello por su hombro derecho mientras observaba cómo bebía de la petaca sin éxito con una sonrisa, poniendo los ojos en blanco al escucharle reaccionar.- Corregidme si me equivoco.- Uno de sus dedos se posó sutilmente sobre sus labios, meditando su futura respuesta.- Os sentís más fuertes, rápidos, puede que… ¿vigorosos? – Movió el brazo a un lado e intentó sacar músculo para enfatizar sus palabras, dejando luego caer la mano para apoyarla sobre la mesa, donde seguía sentada.- Pero sobre todo es esa confusión de “¿Qué ha pasado?” lo que más atormenta, y el hambre.- Esta vez miró al suelo, a las paredes, o a la propia mesa. Mirada donde mirara estaba cubierto de sangre, o sólo con inspirar aquél dulce aroma se colaba en lo más hondo de su ser.- Si os habréis dado cuenta no estáis respirando y vuestro corazón dejó de latir hace mucho.

Dejó unos minutos que sopesaran y comprobaran ellos mismos sus propias palabras, paseando la mirada por cada uno de los dos hombres.

- Creemos que alguno de vosotros, o ambos, ha sido el causante de esto.- Señaló con un golpe de cabeza los cuerpos mutilados.- Salir afuera, en vuestro estado actual, sólo pondría en peligro al resto de la ciudad y a vosotros mismos. Os darían caza.

Se bajó de la mesa con un grácil salto y caminó hacia la puerta de la lavandería, sujetando con una mano el pomo de la puerta y abriéndola, apoyándose luego en un lateral. Desde ahí podía ver el paraguas oscuro que había traído para resguardarse, todavía colocado de pie en una esquina.

- Si queréis marcharos adelante, no os detendré, pero perderéis la oportunidad de saber qué está pasando.

Hizo un gesto vahído hacia la mujer, como si dijera: 'poco más de lo que ya ha contado él'
Continuaba en la misma posición, con una rodilla en el suelo. Su postura le permitiría salir corriendo o atacar, según fuera su necesidad, pero procuraba aparentar ser inofensivo. Observó de reojo al negro, cuyo carácter hiperbólico era el contrapunto idóneo para su prudencia. Jadeaba y bramaba sin darse cuenta, aún, de que su cerebro no requería de oxígeno para funcionar... como fuera que esto ocurriese

Advirtió la tranquilidad pasmosa de Susanne, y supuso que las dos eran mucho más de lo que aparentaban. Si no eran las causantes, estaban habituadas a cosas parecidas, y no quería mezclarse con esa clase de gente. Había visto muchas cosas horribles en su vida, y ninguna se acercaba ni por asomo al cuarto del horror donde estaban...

Sin embargo al segunda mujer incidió más sobre el tema. Nombró a la 'Camarilla', supuso que una asociación de asesinos o algo peor, y que se les daría caza. Sopesó la idea de buscar refugio con los suyos, pero dudaba mucho de que fueran capaces de ocultarlo. Comenzaba a comprender, como si la niebla se fuera disipando lentamente, que estaba en mitad de algo gordo. Muy gordo. Además sabía cuáles eran los efectos que padecían, ergo poseía información útil sobre ello
Sí, se marcharía. Huiría y correría como nunca lo había hecho antes, si es lo que tocaba; pero antes necesitaba saber

Se mesó el pelo y asintió en silencio. -Bien, sabes lo que está pasando. Habla
Hizo un gesto con la mano, concediéndole la atención que quería

Ante la petición de detalles de Susanne, Martellus da una escueta versión de los hechos. Sheeva entonces responde con algunas revelaciones y conjeturas que destilan cierto conocimiento de lo que les está ocurriendo a los dos neonatos, y Wyatt levanta la voz para pedir más explicaciones.

De momento, ni Wyatt ni Martellus han aceptado la invitación de Sheeva a marcharse voluntariamente bajo su responsabilidad.

Mientras la chica que acababa de removerle las entrañas sin saber cómo hablaba, Martellus hundió su cara en el hueco que dejaron sus brazos al recostarse sobre la máquina de tabaco en un intento de evadirse de aquel discurso. No entendía nada, ni le importaba. Lo único que quería era salir de allí, montarse en su deportivo y volver a su casa. Lo deseaba intensamente. Tanto que, cuando descubrió su rostro y vio que la mujer abría la puerta y les invitaba a salir si así lo querían, pensó que no sólo existían los ángeles de la guarda, sino que incluso él tenía uno que cumplía sus deseos.

Sin pensarlo ni un segundo, el gigante salió a trompicones de la habitación.

Tal y como prometió permaneció apoyada en el marco de la puerta mientras Martellus pasaba a su lado como una bala.- Pobre iluso.- Ni siquiera se giró, desde el instante en el que decidió levantarse y cruzar la puerta había perdido todo el interés para ella, desvinculándose por completo de su tarea. Si le mataban, era cosa suya.

Sin embargo miró a Wyatt, quién parecía estar atento a sus palabras por el momento, sacándole una sonrisa conforme. Cerró la puerta ahora que habían dejado clara las cosas y levantó el índice, moviéndolo de un lado a otro a modo de negación.

- No tan rápido, rubio. Primero las presentaciones, ¿recuerdas? – Enarcó una ceja, esperando que dijera su nombre. Después se dirigió a su compañera, Susanne, quien había inspeccionado la habitación por la que habían salido antes los hombres.- Veo que hubo una fiesta ahí dentro.- Miró a Wyatt.- ¿Qué es lo que recuerdas antes de despertar aquí? Cualquier dato puede servir. Recuerda que venimos a ayudar.

Chasqueó la lengua
-Wyatt -respondió, en un ímprobo esfuerzo para que su voz sonara natural. La primera frase había sido instintiva, pero ahora sentía el peso muerto de la ausencia de aire en sus pulmones. Debía acostumbrarse a que no respiraba al hablar

-No recuerdo nada. Anoche era como cualquier otra, nada distinto -pensó en la noche anterior, pero ninguna imagen destacaba sobre otra. Por lo que sabía, se había dormido y había despertado allí. Quizás eso era lo que le extrañaba; el hecho de no recordar casi nada. Y que la droga que estaba en su cuerpo no le impedía razonar con lucidez. Sus efectos no afectaban la función cognitiva. -¿Quiénes sois? -preguntó a su vez, señalando con un gesto de la cabeza a su compañera. Temía oír algo que no le gustara, pero estaba ante la imperiosa necesidad de saber en lo que estaba metido

- ¡Mierda! -exclamo, al ver marcharse al gigantón negro. Por un breve instante me siento tentada de ir tras él, aunque, finalmente, decido permanecer donde estoy. - La Camarilla tiene formas de encargarse de él en el caso de que de demasiados problemas, y yo soy tan solo una simple neonata -

- Sheeva, deberíamos terminar lo que hemos venido a hacer antes de que se haga de día, y esto empiece a llenarse de humanos - digo, al mismo tiempo que ésta cierra la puerta de la lavandería - Por no mencionar que no me gustaría que el amanecer me sorprendiese de vuelta a mi refugio

Entonces escucho como Wyatt pregunta quiénes somos, e indecisa sobre qué debo responder, miro a la mujer de pelo rizado. Está claro que deseo dejarle a ella la responsabilidad de dar al chico rubio una contestación.

Sales a trompicones de la habitación y Sheeva no hace ademán alguno de querer detenerte, tampoco la otra chica que al otro lado de la sala queda a tus espaldas. 

El corpulento afroamericano desaparece por la puerta sin dar más explicaciones. Después de eso, Susanne se acerca y cierra la puerta del establecimiento mientras Wyatt y Sheeva entablan conversación. 

La escritora ahora llama la atención a su compañera sobre retomar el trabajo antes de que amanezca.

- Un placer, Wyatt.- Repitió su nombre mientras le dedicaba un coqueto guiño y se atusaba el rizado cabello, alegrándose de encauzar, por fin, la conversación. Sin embargo la alarma del amanecer que había anunciado Susanne le hizo darse cuenta que perdieron demasiado el tiempo y todavía tenía mucho por hacer.

¿Quiénes sois?

- Tus ángeles guardianes.- Se despegó de la puerta mientras dividía mentalmente el trabajo entre tres. Tal vez, si se daban prisa, podrían terminar, eso contando con que el neonato participara de buena gana.- ¿Ves todo esto? Como dije, creemos que es cosa vuestra y, como tal, debemos encargarnos de limpiarlo antes de que el sol aparezca.- Buscó a simple vista una fregona que poder usar y fregar el suelo.- Cariño, los cubos que antes mencionaste, creo que nos hará falta para limpiar la sangre. Si encuentras productos de limpieza también servirá para tapar el olor.- Sonrió a Susanne, señalando a los charcos desperdigados por la estancia, antes de seguir hablando con Wyatt.- Mira, sé que es extraño pero si quisiéramos matarte ya lo hubiéramos hecho, hace mucho, sobre todo al fortachón.- Con un golpe de cabeza señaló a la puerta, rememorando al hombre que anteriormente huyó.- Pero si queremos que no nos maten a todos tenemos que limpiar.

No sabía quiénes eran, ni tampoco lo que le ocurría. No respondían a sus preguntas, pero sí tenía una cosa clara: aquella era la clase de gente con la que jamás se atrevería a jugar. Y por mucho que no deseara mezclarse con ellas, parecía no tener alternativa...

Observó de reojo la puerta. Con su fuerza y velocidad nuevas -aún desconocidas para él en todo su potencial- podría salir corriendo de allí, como había hecho el negro, pero dudaba mucho que eso solucionara sus problemas. Sin embargo la idea de la fregona, por simple que pudiera parecer, se mostraba mucho más sensata que una carrera hacia ninguna parte. Se apostaría su futuro puesto de profesor adjunto a que lo encontrarían
Suspiró, y una punzada de pánico sacudió de nuevo su cuerpo. Sus sentidos se embotaron unos instantes, así que trató de ponerse en pie lo más despacio posible. Se sentía como una cría de ciervo recién nacida, dando pasos torpes y sin saber cómo apoyar sus frágiles patas. -Bien, sí, limpiar
Como un bobo buscó a un lado y otro, sin recordar siquiera dónde estaba. Sus pensamientos, encerrados en la vorágine de lo ineludible, se atascaron en la misma torpeza que su renacido cuerpo

- Aquí hay todo lo que necesitamos para dejar este lugar como una patena - digo, en respuesta a la petición de Sheeva, entrando en el pequeño cuarto de la limpieza, y saliendo a los pocos segundos con un par de cubos y un par de fregonas -Si queréis, empezad vosotros aquí, mientras yo me encargo de ir adecentando el otro cuarto. Si trabajamos codo con codo los tres, creo que prodemos tenerlo todo listo antes de que salga el sol-

Tras decir esto, dejo los cubos y las fregonas en el suelo, y vuelvo a entrar en el cuarto de la limpieza.

-Sheeva, ¿puedes venir un momento, por favor, para ver que productos quieres coger?. Wyatt, cielo, no te importa quedarte un segundo a solas, e ir empezando a limpiar, ¿verdad?- Intento sonar lo más encantadora posible al decir esto último.

Una vez estoy a solas con Sheeva en la sala de la que salieron ambos chicos, susurro, para impedir que Wyatt pueda oirme.

-¿Qué vamos a hacer con él, cuando terminemos aquí? No podemos dejarlo suelto por la ciudad, pues supone un claro peligro para la Mascarada, y si lo escondemos, nos arriesgamos a enfurecer a las altas esferas. Por no mencionar que tendremos que alimentarlo, enseñarle nuestras costumbres...-