Sales por la puerta y el aire fresco y húmedo de la noche te atiza en la cara. Unos peldaños mojados e iluminados por el neon rosado de "open" del infernal establecimiento son el último tramo que te separa de la calle nocturna y el empapado asfalto.
Cuando por fin pisas la libertad, miras hacia el cielo y la lluvia limpia la sangre de tu rostro.
El mundo es distinto. Todo ha cambiado.
Eres capaz de ver los matices de cada gota salpicando en los charcos, la luz de la luna detrás de las densas nubes y el calor humano de una ciudad que emana algo de lo que tu ahora careces pero ansias al mismo tiempo: vida.
Un mareo hace que tu cuerpo se doble y te apoyas en una farola para vomitar el líquido que acababas de ingerir hacía tan solo unos instantes. Sigues teniendo sed.
El agua resbala por las costuras del puño de tu camisa. No sientes frío ni calor, sino una nueva fuerza que ha echado raíces en lo más profundo de tu ser ¿Qué ha pasado? ¿Qué eres? y lo más importante, ¿Qué vas a hacer con la recién adquirida libertad?
Fin.
Has escapado de la primera prueba en tu despertar como vástago logrando salir con vida de la lavandería. La partida termina aquí, pero puedes postear un último mensaje a modo de epílogo para tu personaje.
Por haber terminado la aventura se te conceden 14 puntos de experiencia que podrás utilizar si retomas al pj para próximas misiones en Union City. Felicidades y hasta la próxima.
Martellus empezó a deambular sin rumbo por las calles vacías de la ciudad, dejándose llevar por un extraño éxtasis sensorial. El frío de la lluvia sobre su piel, el destello parpadeante de las farolas, el sonido de sus pesados pasos sobre los charcos, el olor a asfalto mojado, el sabor agrio del licor recién vomitado... Todo era un continuo estímulo que desataba en su cerebro un sinfín de sensaciones, algunas placenteras, otras repulsivas. Pero todas provistas de verdad y pureza.
Sin saber dónde se hallaba, posiblemente debido a la enajenación que estaba experimentando, el gigante de ébano alcanzó un oscuro callejón. Allí, parapetado entre un contenedor de basura y el toldo de la salida de emergencia de un restaurante de comida rápida, un mendigo descansaba sentado contra la pared y abrigado con una pesada manta. Pese a que su aspecto fuera lamentable, el hombre parecía tranquilo, incluso, pese a estar empapado y presentar una fea herida en el brazo, en paz. Cualquiera podría haber deducido que muy posiblemente parte del sentimiento de tranquilidad que desprendía se debía a la botella de vino peleón que descansaba medio vacía sobre su regazo.
Martellus, a la deriva, pasó junto al mendigo sin prestarle demasiada atención. No obstante, cuando se encontraba a escasos metros de él, sus recién descubiertos sentidos le pusieron en estado de alarma. De repente, sus fosas nasales se llenaron del delicioso olor que tiene la vida y, automáticamente, algo se agitó en las entrañas del afroamericano. Hasta el momento, el hambre parecía haber quedado eclipsada por aquel festival de sensaciones, pero ahora, después de percibir efluvios de sangre, se removía cada vez más protagonista y clamaba con violencia por ser satisfecha.
El jugador de fútbol americano varió el rumbo y se aproximó con pesado caminar hacia el mendigo. Este, al verle llegar, sin variar su gesto de complacencia, agarró la botella de vino y se la aproximó.
"Por lo que veo, has tenido un noche dura, ¿verdad? Ten un trago, te vendrá bien."
Repentinamente, con la brusquedad que demuestra un depredador ante su presa, Martellus se precipitó sobre el hombre y, aceptando su gentil ofrecimiento, tomo un trago.
Susanne detiene el automobil en el que vais montados sobre la acera mojada.
De nuevo os encontráis sobrevolando en círculos la misma encrucijada:
Un neonato confuso, esta vez Wyatt, pide que le dejen marcharse. El "clic" del seguro del coche indica que su libertad esta al otro lado de la puerta que Susanne acaba de desbloquear, pero a su vez otro "clic", el del cinturón de Sheeva, busca con sus gestos seducir al chico para que no se marche.
Cada pocos segundos los faros de algún vehículo pasando a vuestro lado, iluminan como un fogonazo el interior oscuro en el que os encontráis, para volveros a dejar a solas con la tensión y el reflejo naranja de los cuatro intermitentes parpadeando.
Wyatt no se movió cuando la mano de la mujer acarició su rostro, consintiendo
Su tacto, cosa que le extrañó sobremanera, era frío. Y mucho. Sin embargo decidió ignorar esa parte, pues a fin de cuentas desconocía sus hábitos o qué había estado manipulando. Las palabras de Susanne, de ser ciertas, le abrían la puerta (literalmente) para salir de allí como alma que llevara el Diablo; pero si no habían acabado con él ya, podía sopesar que querían algo más, y que se mantenía el statu quo. Y si lo mantenía, al parecer su vida no corría peligro. O no inminente
Y las palabras de Sheeva, más cálidas en contraposición a sus dedos, demostraban cierto grado de preocupación totalmente inexplicable. Sabía que él, Wyatt, no era nadie, un simple profesor en busca de un buen trabajo y con algunos contactos en las bandas sureñas de moteros, pero nada más. ¿Por qué entonces tomarse tantas molestias?
No lo sabía. Pero una curiosidad naciente cubrió su voluntad de dócil determinación y asintió a Sheeva
-Vale, bien. Bien, bien, de acuerdo, confío en vosotras. En ti
Se resignó, voluntariamente, y asintió una vez más a la conductora para que, si así lo quería, arrancase el coche
Su viaje -únicamente de ida- hacia el mundo de la noche era, sin saberlo, de los más dulces. Posiblemente un caitiff (palabra que por supuesto ignoraba en ese instante qué significaba), o como poco hijo de un sire sin escrúpulos o devoción. Y sin saber siquiera qué clase de sangre, de las muchas maldiciones que Caín había entregado a sus vástagos, corría aún por sus venas
Era las palabras que quería escuchar, al menos por el momento.
Se apartó de su lado tras darle un delicado beso en la mejilla, como si sellaran aquella confianza en un simple contacto, para apartarse de la misma forma en la que hizo antes, deslizándose sobre el asiento volviendo a su posición.
Miró por el espejo retrovisor para buscar los ojos de su compañera conductora y asentir, dando por terminado ese pequeño trabajo y esperando a que el coche volviera a arrancar a su destino.
Tenían mucho que hacer y poco tiempo antes de la puesta de sol.
Susanne sintió que algo se le encogía en el estómago al ver como Sheeva besaba a aquel tipo. Aunque no creyera estar celosa, sí algo parecido a un sentimiento de derrota le enturbió ligeramente el semblante. Sin decir palabra, ante aquella muestra de afecto que tanto desaprobaba, sacó el coche del margen en el que estaba estacionado y, como habían acordado, puso rumbo a su casa. Escasos segundos antes de llegar a su destino, Susanne rompió el silencio. Su voz era neutra, fría y, aunque se dirigiera a Sheeva, no la buscó con la mirada desde el retrovisor.
“Si no tienes inconveniente, yo me puedo encargar de los cadáveres. Nuestro camino acaba aquí.”
Las ruedas de caucho se detienen lentamente sobre el asfalto. Habéis llegado a vuestro destino. Los edificios de apartamentos se enfilan a ambos lados de una ancha avenida bien iluminada.
Susanne, algo más seria de lo habitual, indica que se encargará de lo que queda de los cadáveres ella sola. No sabéis si es por recelo de enseñaros su refugio o algo que ha visto en vosotros dos que la ha molestado.
El negro oscuro del cielo está empezando a volverse gris y se intuye el perfil de las nubes sobre los altos edificios.
Vuestros caminos se separan aquí.
Sheeva se lleva al neófito por callejones en busca de algún ladrón que les asalte, o algún yonqui al que poder hincar el diente. Nada por ninguna parte. De hecho es el mismo Wyatt quien en un momento dado llama la atención de su compañera y le señala a dos chicos vestidos de deporte que corriendo al trote se mueven en vuestra dirección. Cuando los runners pasan a vuestro lado, la assamita responde con el instinto del más ávido depredador. Deja a uno inconsciente de un codazo y atraviesa el cuello del otro con sus colmillos antes de que pueda darse cuenta.
Wyatt sabe lo que tiene que hacer: el gaznate seco, la sangre pulsante en el chico inconsciente y esos dos dientes afilados que ahora ocupan más espacio en su boca.
Bebéis.
Entre tanto, Susanne ha estado haciendo viajes arriba y abajo, cargando los distintos "paquetes" por el ascensor y procurando no ser vista por ninguno de los vecinos.
Una vez todos los cuerpos están arriba, la cosa se complica. Aquellos cadáveres no se cuartean como el pavo de acción de gracias. Si no cortas por el sitio adecuado te topas con huesos, tendones y cartílago que te impiden seguir avanzando y despedazarlos en los cachos pequeños que te permitirán luego repartirlos por varios contenedores sin levantar sospechas.
Tras un par de horas de un árduo duelo con el cuchillo y la carne, finalmente acabas el trabajo.
Motivo: Susanne: Ast+subterf (subir cadáveres)
Dificultad: 6
Tirada (5 dados): 2, 3, 10, 8, 1
Éxitos: 1
Motivo: Susanne: fue+pericias (descuartizar)
Dificultad: 6
Tirada (1 dados): 3
Éxitos: 0 Fallo
Motivo: Susanne: fue+pericias (descuartizar2)
Dificultad: 6
Tirada (1 dados): 9
Éxitos: 1
Motivo: Sheeva: per+rebaño (cazar)
Dificultad: 6
Tirada (2 dados): 4, 3
Éxitos: 0 Fallo
Motivo: Wyatt: per+rebaño (cazar)
Dificultad: 6
Tirada (3 dados): 8, 8, 5
Éxitos: 2
Motivo: Wyatt: autocontrol (beber)
Dificultad: 6
Tirada (2 dados): 5, 9
Éxitos: 1
Motivo: Sheeva: autocontrol (beber)
Dificultad: 6
Tirada (4 dados): 8, 2, 2, 7
Éxitos: 2
La noche ha pasado casi sin daros cuenta entre tanto ajetreo. Extraña para todos. Algunos os retiráis a vuestros respectivos rincones de reposo con la sensación de haber hecho bien el trabajo, otros con más dudas que respuestas, con enigmas por resolver o habiendo abierto las puertas a un mundo siniestro y brutal.
A fin de cuentas habéis sobrevivido a algo que habría podido resultar fatal y os sentís fortalecidos.
La magia que anima vuestros cuerpos empieza a desvanecerse con cada destello de sol que se abre paso en el nublado cielo de la ciudad. Poco a poco, llega el entumecimiento y el sueño.
Nace un nuevo día.
Fin.
Habéis conseguido resolver con éxito el conflicto que planteaba la lavandería de los horrores. La partida termina aquí, pero podéis postear un último mensaje a modo de epílogo para vuestro personaje.
Por haber terminado la aventura se os concede a cada uno 14 puntos de experiencia que podréis utilizar si retomáis al pj para próximas misiones en Union City. Felicidades y hasta la próxima.
Por fin habían llegado a su destino y, nada más bajarse del vehículo, hizo una seña con el dedo índice a Wyatt para que la siguiera a los callejones, alejándose de su compañera.
- Ahora nos vemos cariño, tenemos una importante lección que aprender.- Se despidió de su compañera con un guiño mientras pasaba la mano por la cadera del rubio una vez se acercara, susurrándole lo que iban a hacer ahora y simulando ser una pareja normal que se han perdido, van pedo tras una juerga loca o deciden caminar a la luz de la luna entre los oscuros y peligrosos recovecos de la ciudad, esperando sin que sus víctimas lo supieran que alguien les atracara.
Sin embargo no hubo más que ruidos de coches y la ciudad trasnochada, nada que le llamara verdaderamente la atención. Fue el rubio entre el paseo que daban buscando una víctima fácil, explicándole los tipos de situaciones que podía encontrarse y la mejor forma de solventarlas aparte de qué hacer para no matarlos mientras te alimentabas, un par de runners, asintiendo con la cabeza.
Esperó el mejor momento, siguiéndolos de cerca y comprobando el resto de la calle para asegurarse que nadie les viera para lanzarse. Fácil, demasiado fácil y sabroso, un premio carmesí que saboreó en su paladar con verdadero gusto, observando a Wyatt mientras él bebía del restante con cierta sonrisa materna, acercándose para susurrarle.
- Bienvenido a tu nueva vida.
Alzó el rostro del rubio para atraerlo hacia ella y fundirse en un morboso beso de sangre y hambre. Al apartarse se llevó dos dedos a los labios para dejar saliva en ellos y pasarlos por la herida de los mordiscos, haciendo que desaparecieran y borraran la evidencia de lo que había pasado esa noche.
Todavía quedaban muchos misterios que resolver, muchas preguntas abiertas sobre el trabajo que le habían encomendado en la lavandería escondidos tras aquél neonato. Tendió su mano, esperando que le siguiera, antes de caminar hacia su refugio pensando en todo lo que quedaba por delante.
Nunca dejaba un encargo sin terminar y éste sólo acababa de empezar.
Como una nota a pie de página, y en contraposición la más importante, había aprendido la pureza de la sangre. Su vitalidad, el poder y la rabia que encerraban. Y sí, comprendía ahora muchas cosas, pero también era un balbuceante niño con la barbilla aún goteando de sangre, desconocedor absoluto del mundo de la noche al que había nacido. Y admitía con cierto estoicismo que era un yonqui
El beso de Sheeva no mudó su semblante extasiado, pero sí despertó una sexualizada depravación en su interior que desconocía. Hacía unas horas no era más que un simple humano, y por mucho que su cuerpo inerte lo encauzara por el camino de la oscuridad, mantenía sus instintos más primarios bien despiertos...
Preguntarse qué lo hacía humano, o más bien qué conservaba del humano que había sido, no obtendría respuesta hasta muchas noches más tarde. Cuando a la luz del submundo vampírico comprendiera cuál era su posición, sus privilegios y sus obligaciones. Una verdadera odisea para quien, creyendo con total devoción en el humanismo más sartriano, se había transformado a su vez en el cazador más letal de sus antiguos congéneres
Ahora, en aquella calle casi vacía, con la hiriente luz del sol amenazando el horizonte, simplemente seguía a Sheeva. Como un cordero al matadero, o como un niño a su madre
Como quién no sabe aún quién es